Contenido 32
Elena Pita
Entrevista con Isabel Guerra: Monja, pintora, rebelde
Cristóvão Buarque
La internacionalización de la Amazonía
Horacio Manuel Aguilar
Ven lluvia, pasa
Norma Segades Manias
Blanca Aráuz
Minerva Mirabal
Carlos López Dzur
Represión y consolación del Artista
A María Songo
Castigo
Oralidad
Los genocidas
«Diccionario biográfico pepiniano» (Reseña de libro al Rubén Arcelay)
Pepiniano sí, etnocentrista no, o Carta Abierta a Eliut González Vélez
Arturo Cardona Mattei
Juzgador
Manos pródigas
Dolores de un maestro
José David Apel
Sobre los mitos de superioridad de razas
Fanny Jaretón
El solitario
aquí-aquí
Extor Henrique Martínez
La poesía y sus narcotizaciones
Enchílame otra
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Elena Pita (España)
Entrevista con Isabel Guerra:
Monja, pintora, madrileña rebelde
Isabel Guerra es la monja pintora que, desde su clausura en el monasterio cisterciense de Santa Lucía, Zaragoza, llega cada dos o tres años a Madrid para exponer sus cuadros: llenazo asegurado, venta total. Sus vocaciones han corrido paralelas desde la adolescencia: fue una niña rebelde que quiso pintar y amar a Dios, autodidacta. No crean que la vida monástica le ha apartado de las preocupaciones terrenas: convencida de que este mundo no puede gustarle a nadie, su obra contiene un mensaje de esperanza: la belleza es posible, no todo está perdido.
Último día. Isabel en una fotografía junto a su padre en 1970, 24 horas antes de ingresar en el monasterio.
Vísperas de El Pilar. En el monasterio de Santa Lucía (Zaragoza), todo está preparado para festejar la patrona. Huele a coliflor cocida. Tocamos un timbre, pero el portón está entornado y entramos sin esperar. “¿Vienen a ver a Isabel Guerra?”. La voz suena en el hall sin presencia alguna. Nos miramos: ¿eh? “Sí, ustedes, ¿vienen a ver a Isabel Guerra?”. Nos habla una persiana de madera clara, sin rostro ni luz. Y nosotros, sí, sí. “Pues crucen el refectorio, llegarán a un vestíbulo con tres puertas, abran la de la izquierda, entrarán en otro vestibulillo; sigan y, al fondo, encontrarán el comedor: allí les espero”. La voz. Isabel Guerra es una monja de aspecto convencional, de siempre, menuda e ingrávida sobre sus botas tobilleras, edad indescifrable (Madrid, 1947) y tez translúcida apenas moteada de alguna rojez sin disimulo. Hubo un tiempo que para pintar viajaba, haciendo uso de una bula papal, pero ya no: prefiere el silencio del convento, donde pinta a sus muchachas, cándidas y bellas, imágenes hiperrealistas, como fotos, sobre fondos abstractos o figurados, como papeles pintados.
P. La Historia del Arte cuenta con no pocos religiosos artistas, pero hoy, ¿ya sólo queda usted?
R. Bueno, no sé, no me atrevería a decir tanto: única mujer consagrada dedicada a las artes... Quizá sí sea la única con una vida tan intensa en cuanto a exposiciones.
P. O sea, éxito. ¿Le sorprende que nos sorprendamos tanto de su condición?
R. Hay aún quien se sorprende, sí, pero es anecdótico: llevo tantos años en las galerías madrileñas... Al verdadero aficionado al arte le da lo mismo mi condición personal.
P. Sin embargo, en Sokoa, su actual galería, me han comentado que cuando empezó con ellos hace i8 años trataron de ocultar su condición religiosa. ¿Por qué?
R. Sí, así fue, pero de repente un día la gente te conoce personalmente, porque al público le gusta hablar con el pintor, y el pintor aprende de la reacción del público. Es algo que yo no trato de ocultar.
P. Sintió la vocación pictórica a los i2 años, ¿por qué no enfocó por ahí sus estudios?
R. Desde entonces no hice nada más que pintar, lo dejé todo: me dediqué a estudiar y vivir la pintura en toda su plenitud.
P. Pero sin títulos, ¿no tenía medios?
R. No, no, en absoluto. Mi familia era acomodada, disfruté de un ambiente muy agradable para desarrollar cualquier estudio. Tenía el privilegio de vivir en la esquina del Viaducto, entre el Palacio Real y San Francisco el Grande [Madrid], con los balcones mirando a la sierra. Todo empezó por cumpleaños, me regalaron una caja de óleos y sentí una emoción inexplicable: abrí el balcón, vi aquel paisaje, el mismo de los retratos de Velázquez, y sobre la tapa de una caja de puros copié del natural. Pero yo era una niña rebelde que rechazaba a los maestros: quería hacerme mi propia escuela y estudio. No sé si para bien o para mal, pero así fue y el resultado ahí está, que otros lo juzguen. No estoy arrepentida, no me ha ido mal.
P. ¿Cómo estudiaba?, ¿lo confió todo a su intuición?
R. Sola. Pensé que lo importante era aprender a ver, y que eso lo tenía en los grandes maestros y en los museos. Me pasaba larguísimas horas en el Prado, en cuanta exposición se convocaba, estudiando los libros de arte, que siempre han sido mi obsesión, que me comen el terreno y la vida. Pero lo más importante para crear tu propio mundo es trabajar incesantemente.
P. Y ahora que es usted académica de la Real de San Luis, ¿sigue pensando que a pintar no se enseña?
R. No me atrevería a decir que el mío sea el camino idóneo. El aprendizaje junto a un gran maestro puede ser muy válido para desarrollar después el propio estilo. Pero yo lo vi así, y no tuvo vuelta atrás.
P. Expuso por primera vez con i5 años. ¿Quién le organizaba las exposiciones?
R. Ciertas amistades de mis padres relacionadas con el mundo del arte.
P. ¿Le trataron como niña prodigio?
R. Tal vez sí, aunque hoy con i5 años ya no eres una niña, entonces sí lo eras. A mí me molestaba mucho lo de niña prodigio, no me hacía ninguna gracia; yo quería ser una pintora normal.
P. ¿De ahí quizá su rebeldía?
R. Pues pudiera ser.
P. ¿Y a qué edad sintió la llamada de Dios?, ¿se dice así?
R. Sí, se dice así [sonriente]. Pues a la misma, a los i2 años. Pero a esa edad no puedes encontrar el lugar donde desarrollar tu vocación. Tuve que esperar hasta los 23 para realizar esa llamada, hasta encontrar este monasterio.
P. ¿Cuál fue la primera reacción de su familia: pensaron que el convento truncaría su futuro como artista?
R. Terrible, sobre todo por parte de mi madre. Lógico, yo era hija única, y ellos vivían absolutamente centrados en mí. Habían estado i0 años de matrimonio deseando tener un hijo, sin conseguirlo: fui una niña muy deseada. La separación se les hacía terrible, pero fueron evolucionando en su manera de verlo y, al final de su vida, estaban absolutamente encantados: “Estamos felices, está donde mejor podía estar”, decían. Luego tuve la gran suerte de poder asistirles en sus enfermedades hasta la muerte.
P. ¿Y usted nunca temió que una vocación solapara a la otra?
R. Sí, al entrar en el monasterio, pensé que probablemente la pintura sufriera, incluso que tuviera que desaparecer de mi vida. Pero el mismo día que ingresé, mis superioras me dijeron que aquí podría seguir pintando exactamente igual: era una práctica que se adaptaba perfectamente al monasterio. San Benito, autor de la regla benedictina, que también profesamos los cistercienses, dedica un capítulo de su obra a los artistas del monasterio.
P. He leído que cuando ingresó en clausura su estilo era impresionista, que luego evolucionó hacia el expresionismo y que ahora se acerca más al realismo.
R. Sí, ahora mi pintura va siendo más empastada e incorporo elementos de abstracción en los fondos, que hacen una especie de mestizaje con el realismo de la figura.
P. Y, desde una vida tan apartada, ¿qué influye en su pintura para hacerla evolucionar?
R. El monasterio es un lugar riquísmo para la inspiración. Nuestro modo de vida se orienta a la búsqueda de la belleza; para nosotras la estética no es solamente escenográfica, sino vital: buscamos la paz y la serenidad, un clima de silencio y admiración hacia el creador.
P. Pero, ¿cuál es su ventana al mundo real?
R. Pues los medios de comunicación y las personas que se acercan al monasterio, que como cisterciense tiene una actividad de acogida a quienes quieren participar en nuestra vida de oración, contemplación, silencio y liturgia, y nos hacen partícipes de sus problemas: vienen en busca de una palabra y de que les escuchen. Se produce un intercambio, conocemos sus esperanzas y desesperanzas, sufrimientos y goces.
P. ¿Una acogida caritativa?
R. No, no, fraternal, de amistad. Pasan con nosotros unos días, rezan con nosotras, participan del silencio y respiran un clima totalmente distinto.
P. Isabel, ¿qué le transmite esa realidad que ve cuando sale al exterior?, ¿le gusta?
R. ¿Este mundo convulso y violento que vivimos? Yo creo que no puede gustarle a nadie. Intento luchar dando pistas de todo lo contrario: luz y esperanza. Hay otros que luchan con el testimonio, utilizando el arte como un espejo de la violencia. Yo intento transmitir una fórmula que evite que la violencia se apodere de nosotros.
P. ¿El arte no ha de servir para transmitir los sentimientos que lo real provoca en el artista?
R. Yo me baso en lo real, no invento mis imágenes, pero llamo la atención sobre la paz y la luz, que sí está entre nosotros. Por ejemplo, ahora mismo estamos aquí bien, a gusto, sin violencia: luego es un mundo posible, y eso es lo que intento demostrar: que no está todo perdido, que la situación no es irreversible, que no estamos en el camino a la distorsión absoluta de la Humanidad. No, es posible encontrar caminos de belleza. Esto es lo que intento decir, y hay quien lo recoge.
P. ¿Sería capaz de denunciar artísticamente la violencia, o no le interesa?
R. Es que lo que hago también puede ser una denuncia. Introducir una imagen de belleza y de paz es un choque tremendo. Me he enterado que grupos pacifistas en Estados Unidos emplean para sus manifestaciones imágenes de mis cuadros, como forma de protesta. ¿Sorprendente?
P. Pues sí. ¿Qué es lo que más le horroriza de nuestra estética feísta?
R. No lo sé, tengo una especie de sano escepticismo. Quizá lo que más pena me da es ese intento de hacer cultura de lo feo, cultivar lo distorsionado.
P. ¿Qué artista contemporáneo le gusta especialmente?
R. Todos, todos los buenos, depende de los momentos. Lo difícil es percibir la línea que separa lo superficial de lo verdadero.
P. ¿Miquel Barceló?
R. Lo que hace me parece muy bonito, pero no me gusta más que otro.
P. Madre, ¿el convento vive de sus cuadros?
R. No quiero hablar del asunto económico. Ora et labora, el monje es el que vive del trabajo de sus manos. Tan importante es la liturgia como el trabajo. En el monasterio se hacen encuadernaciones y restauración de libros y documentos.
P. El Gobierno revisará las ayudas a la Iglesia en pos de una diversificación hacia confesiones minoritarias, ¿le preocupa?
R. Espero que Zapatero sea tan inteligente y buen gobernante como para no hacer nada disparatado. Imagino que sus reformas llevarán a un buen puerto.
P. Ha pintado retratos de políticos como Luisa Fernanda Rudi, ¿a quién no retrataría por nada del mundo?
R. No sé, no estoy en contra de nadie. Es un género complicado: es difícil que un pintor no se autorretrate continuamente, y esto me parece grave. Además, para mí es ingrato, porque no te permite expresar demasiadas cosas. Sólo lo practico cuando tengo un compromiso muy ineludible. Como todos los pintores realistas, al principio tuve que dedicarme a ello para sobrevivir, pero a estas alturas, no lo necesito
«La Luz», cuadro de Isabel Guerra nació en Madrid en 1947, monja de clausura de la orden cisterciense del Monasterio de Santa Lucía de Zaragoza. Es autodidacta de estilo hiperrealista, comenzó su gusto por la pintura cuando a los 12 años le regalarón una cajita con unos óleos. Sus obras transmiten paz y sosiego, envueltas en una luz sobrenatural.
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Cristóvão Buarque (Brasil)
La internacionalización de la Amazonía
Un estadounidense en las Naciones Unidas introdujo esta tema y la pregunta, diciendo que esperaba la respuesta de un humanista y no de un brasileño. El ex-gobernador del Distrito Federal y actual Ministro de Educación de Brasil, Cristóvão Buarque, respondió: «Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra de la internacionalizació n de la Amazonia. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él es nuestro. Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad». Y prosiguió:
Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe serinternacionaliza da, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero.
El petróleo es tan importante para el bienestar de la humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueñosde las reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.
De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado. Si la Amazonia es una reserva paratodos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales. No podemos permitir que las reservasfinancieras sirvan para quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.
También , antes que la Amazonia, me gustaría ver lainternacionalizac ión de los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer solo a Francia.
Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas por el genio humano. No se puede dejar que esepatrimonio cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país.
No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro. Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido internacionalizado.
Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EE.UU. Por eso, creo que Nueva York,como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Porlo menos Manhatan debería pertenecer a toda la humanidad. De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia... cada ciudad, con su belleza específica, su historia delmundo, debería pertenecer al mundo entero.
Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños, internacionalicemos todos los arsenales nucleares. Basta pensar que ellos yademostraron que son capaces de usar esas armas, provocando unadestrucció n miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas en los bosques de Brasil.
En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de losEstados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda. Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la escuela.Internacion alicemos a los niños, tratándolos a todos ellos sinimportar el país donde nacieron, como patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero. Mucho más de lo que se merece la Amazonia. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundocomo Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar; que mueran cuando deberían vivir.
Como humanista, acepto defender la internacionalizació n del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para quela Amazonia, sea nuestra. ¡Solamente nuestra!',
OBSERVACIÓN: Este artículo fue publicado en los principales diarios estadounidense, Europa y Japón. .En Brasil y el resto de Latinoamérica, este artículo no fuepublicado. ¿Por qué?
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Horacio Mario Aguilar (Argentina)
Ven, lluvia…, ¡pasa...!
Ven, lluvia…, ¡pasa...!
¡Oh..!, ¡no te preocupes
porque tus soldaditos
mojen el piso seco,
pero deshabitado de mi pieza!
Pasa…, ¡pasa…!
Hace mucho frio afuera
Y yo tengo el calor joven aún,
De toda mi tristeza!
… pasa!,
Me traes la infancia
En tus globitos
Y me siento niño…
Y me siento bueno
Junto a tu repiquetear desparej…!
Adelante pués…!
Siéntate allí, sobre mis macetas,
así podrán cantar tus gotas
Sobre las hojas verdes,
la canción de siempre…,
pero buena!
Comienza yá.., amiga..!
¡..comienza…!
Puedes contarme ahora,
Por qué me siento
Triste y menlancólico
Cuando tú llegas…!
Buenos Aires, Argentina, 1962
Horacio Mario Aguilar
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Norma Segades Manias (Argentina}
Blanca Aráuz
Blanca Aráuz, telegrafista, guerrillera y consejera del general Sandino, quien ya había sufrido la tragedia de perder dos hijos varones durante su militancia en la montaña, muere al dar a luz a su hija Blanca Segovia, en la mañana del 2 de junio de 1932. Tenía 24 años. Nicaragua (San Rafael del Norte)
En torbellinos,
lenguas de sol sucio filtran las hendiduras del ramaje
mientras mi vientre puja sus delirios
las toscas orfandades de una ausencia que inaugura siniestros derroteros,
mientras mi vientre puja los apremios de esta vida engendrada en las montañas
cuando
yaciendo junto a los helechos,
el amor rubricaba sus convenios con aristas de semen perentorio,
con torrentes de luna en cautiverio.
Tendida en la liturgia de mi muerte,
he extraviado el camino hacia los túmulos donde yacen los hijos que cayeron huyendo de una bala a quemarropa,
un golpe impredecible de tortura,
las hordas desveladas de los miedos.
Sólo pujo estos coágulos quemantes
en tanto el ángel de la sombra llega,
derrama el agua santa en los rincones,
invierte las pisadas,
quiebra ortigas,
desgarra con sus dedos descarnados la urdimbre de mis pobres amuletos.
Preñado ya de su traición cercana,
Sandino expirará
de carne abierta,
abatido a la vuelta de un tratado por la seca impiedad de los fusiles que lo acechan
detrás de barricadas donde el engaño ríe,
satisfecho,
donde los mercenarios justifican sus concesiones,
sus venalidades,
muerden la dignidad del continente entre fauces de dientes amarillos,
muestran sus claudicantes estertores ante el odio que exige un escarmiento.
Y yo aquí,
Blanca Aráuz,
la guerrillera,
pariendo este silencio que me nombra con aullidos de fiebres puerperales
por haber emprendido la osadía de perpetuar su sueño,
a pura sangre.
En Nicaragua, junio está naciendo.
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Minerva Mirabal
El 25 de noviembre de 1960, Minerva Mirabal, defensora del ideal de un gobierno democrático, muere destrozada a golpes antes de ser arrojada a un precipicio dentro del vehículo en el que viajaba junto a dos de sus hermanas. Tenía 34 años. República Dominicana (La Cumbre)
Morir así,
de sangre estrangulada,
impulsada
a empellones
por sicarios que me conducen fuera del camino
para que no presencie el sacrificio de mis desventuradas compañeras
ni contemple sus crueles agonías.
Morir así,
de hueso machacado,
observando tus manos de verdugo consumar los rituales de la sombra,
ultimar mi esperanza en la espesura,
cumplir cada precepto de los odios con mazazos de furia desmedida.
Morir así,
de corazón marchito,
de desafiar las voces del tirano,
de promover lecturas que entretejan la pura resistencia de los sueños,
desvergonzadamente transeúnte de mis desvergonzadas rebeldías.
Morir así,
de libertad llameante,
cayendo a las entrañas del abismo en un vuelo de espanto amortajado,
culpable de atreverme a la defensa de tantos ideales prisioneros entre murallas de penitenciarías.
Morir así,
sintiendo que es inútil empecinar el llanto
o la plegaria
ante este ardor de brazos indefensos,
párpados tumefactos,
estertores,
gargantas taladradas por el vómito,
úlceras detonando en las mejillas.
Morir así,
sabiendo que es inútil,
en esta latitud del exterminio,
hallar otro refugio que el silencio
porque esta dignidad será estandarte
flameando en el lugar donde la infamia alza tu acantilada alevosía.
Minerva Mirabal,
ese es mi nombre.
Soy el rostro que rondará tus noches cuando las lunas del remordimiento desborden
la orfandad de tus trincheras con la memoria de mis cicatrices.
Soy quien habitará tus pesadillas.
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Cervelli pintó así a Orfeo y Eurídice.
Carlos López Dzur (PR)
Represión y consolación del Artista
Para yo ser el Poema / la Canción / o la mera manifestación
de tu sonrisa, tu actitud jovial y entusiasmada por los campos,
para que yo sea Arte en tu vida, el lienzo de tu alegría,
para que mi presencia te produzca y sumerja,
después de haberme conocido tal cual soy,
en la Fuente misma de la Realidad,
yo, amigo secreto de corazones puros, dije:
«que no se muera la fe,
bendice mi nombre, cumple mi cita».
Yo también voy a Tracia, tú me dices
cantaré en el Estrimón y yo voy a la orilla
de ese río, y te oigo en forma de pez
o de árbol.
II.
Si yo te digo, «no mires hacia atrás»,
te empeñé mi palabra para que no estés triste.
Acepta pues mi palabra. Dála por buena, amigo.
Te saqué de los rastrojos infernales, la umbra.
Entonces confía. No me llames «Mentiroso»,
porque eso te convierte en traidor a la amistad
y al pacto... un amigo al que se le retira
la confianza, ya no es amigo...
(¿y acaso no fue conducirte en traición,
semejarte a Aristeo?,
el que fue y se antojó de lo bello, mas lo acosó,
se llenó de la ilusión de gozo, terminó destruyendo
a lo que ansiaba y su mirada se exterminó
con las ganas oscuras).
Eso ya es ultrajar lo Bello y mandarlo a las serpientes
de la muerte: porque lo Bello es como una niña descalza
que avanza por el prado y pisa los venenos
del que muerde); en fin, para darte lo que dí,
la belleza incon mensurable de la modesta Eurídice,
te equipé con dulces labios, Orfeo.
Tú no sabías cantar entonces, pero te dije:
«Canta, canta con divina música.
Te instruyo» y por eso te hice hijo de Musa.
Te dí melodía por sangre.
(Toda la música te la dejé en la boca
y los dedos y te invité a darla a los prados
de Tracia, a todos los pastorcillos consecuentes).
III.
Sé que, a orillas del río Estrimón, se te ha visto errante
y de tu boca sale la amargura. Sobre una roca
ante aldeanos rompíste la guitarra, ay Orfeo,
y yo que te dije: «De hoy y para siempre, derrite
a los corazones con lo bueno, consuela a los adoloridos,
conmueve al torvo, alegra a los ancianos,
a las mujeres y los niños
porque la música es tu alerta y alerta es para el mundo.
Sé que estás triste, Orfeo. De luto, pero yo estoy
en luto también: Me ignoraste como consolador.
Te bendije con música. Pactamos lo Eterno.
Con esta enseñanza te casaste con la Driade:
modesta, virtuosa y plena de belleza, hasta la eternidad.
«Vale la pena el amor apacible de una flauta;
el alerta que origina la alegría y una amada
si es como Ella, como Ella: Eurídice, Musa».
Entonces, canta porque el alerta es poder
que origina las opciones, en el mundo controlado
por violentos y torpes, por brutos nacidos
para el mal y la tristeza.
IV.
Y yo te dí una flauta y un laúd y una guitarra
y una hembra hermosa y bendije tus labios
(y entonces, porque tenías fe, te dije:
«Tu voz y tu poesía son la riqueza del mundo».
Y, en los senderos del Hades, donde no hay luz
ni libertad de repente, conmoverás
a los dioses de la Muerte.
Te lo prometo. Cuenta con Perséfone
y conmigo. «Cántale al Hades».
Es cierto. A tu Amada la mordió una serpiente venenosa
y te llenaste de ira y me olvidaste, amigo.
Suplicaste al Caronte de la carne,
al barquero que aleja a las almas de la vidas
como si fuera un destino fiero y cuchillero,
pero, ¿por que no es a mí al que persuadas?
Yo controlo a todos los Carontes,
yo soy la Mente y la Realidad que hace milagros,
aunque tenga mis leyes, Orfeo.
Y yo, desde la Matriz de mi fe,
se atrae la vida, el amor, la abundancia.
Sólo mi fe libera lo que el Hades
se lleva y esconde de repente.
V.
Bajaste al infierno en su rescate.
Te creíste más listo que yo,
quien te dio a tu mujer amada y la ató
dulcemente a tus cantos.
Estoy dolido contigo, Orfeo.
Muchas tontadas que haces por causa de la muerte.
No te dije yo: «El alerta es poder y yo soy
Padre del Alerta; yo doy el control de las opciones
y sin alerta que yo doy, el control lo tienen otros».
Ni siquiera llamaste, a mí, por amigo.
Pero consuélate: Haré que el Hades
la regrese a los prados de Tracia.
Tu camina delante, donde Hermes,
mi mensajero, te vea. Que Eurídice te siga.
Para que lo informes con tu verso, te instruiré
sobre la puerta de salida y te daré los secretos
de la futura dicha, ¿me darás tu confianza si te digo,
por tu fe Eurídice saldrá de los infiernos
y volverá a la vida, me creerás?
Te reprendo, desde hoy, porque sé
cómo se pierde la fe, cómo se traiciona
la confianza. Tan simple que fue mi prueba:
«No mires atrás» ... y tú miraste
y la perdíste; pero consuélate...
Quiero que sigas con los cantos.
Te voy a rehacer la voz encantadora y otra vez
los dedos quebrados, junto con la guitarra.
Quizás el regocijo del semblante
tarde un poco más...
De Libro de la amistad y el amor
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A María Songo
Quiero que afirmes al mundo y lo quieras.
El mundo es una campesina de pies ligeros
(una campesina muy hermosa)
y si le das un tambor, no es perezosa.
Bailará ante tu flauta y serpiente
(endurecidas) la melodía más dulce:
Libertas a fundamento.
Elige que harás con María Songo, flor y pepa
del ritmo, cadera que armoniza con los otros
(cuídala del exterminio) porque a mí
me extermina quien extermina al prójimo.
Y yo, tan pajarona, distraída por amor a los gozosos,
no les muestro al rival ni mi otra cara,
la Guadaña homicida.
05-18-1989 / Obra: Carlos López Dzur
Flor del Desierto / Joadoor
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Castigo
Para los ojetes, perversos,
quienes roban la relicta y los bienes
del difunto, o de la madre,
la Viuda de hermoso muslamen
quitará sus amores; yo haré que sean
los despreciados por las vírgenes,
los heridos de Luna, los tristes,
subsaciados del roterío.
En boleros de venas abiertas,
en burlas de acusetes y rameras,
escucharán las voces públicas,
narrativa de sus cuernos,
sus martirios, soledades.
Así lo dispongo Yo, el más despreciador,
pero Quién más misericordia prometió
que daría al transgresor y al obediente:
les dolerá el instinto, el sueño,
el deseo y tendrán por sola rebelión
la violencia inútil, maldecirán
sus días; por el ultraje y la mediocridad
oscurecerán las espadas
y no verán las orejas del lobo,
sino que serán mordidos por él.
Obra: CLD
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Oralidad
a los heroicos pueblos de Iraq y Líbano
a estos gadarenos en medio de la lepra
de cautivos, dan por menos
y los menosprecian, llamándolos demonios,
siendo ellos los auténticos hombres, ángeles humillados
por el Viento del Norte y la jactancia
de los mentirosos y los agresores.
Van conduciéndolos, ajotándolos al abismo.
Los ahogarán en el óxido del mar,
en la memoria del polvo y creerán, viéndolos al morir,
en mares de su veneno negro, que olvidarán así
sus crímenes y se regresarán victoriosos.
Mas no será posible: existirá... desde hoy
y para siempre, la oralidad de los demonios.
Los genocidas
a los demonios del genocidio Rafael Leonidas Trujillo,
Augusto Pinochet, Efraín Rios Montt y Alfredo Strossner
perpetrados con los únicos testigos allí,
la soledad y las cavernas? ¿O esperan por Quien
les eximirá de sus crímenes, siendo sus manos homicidas?
¿Posarán ellos de intachables, compasivos,
fieles, nobles, por virtud triunfantes, cuando al hombre
(aquel verdadero, que meditara y trabajara
y ciertamente que algunos lo hacen todavía)
le llamaron loco, inútil, perverso, infiel, bestia sin espíritu?
... y no fue cierto, a los perseguidores sí, sí
los motivó su envidia; no admitieron que nada pueden,
sino con robo y ventaja, con traición a escondidas...
Los dejaron con ropas pudridas y en hambre
de secos huesos; les arrancaron el collar
que les prestó Vanadis, la joya de la Gracia
y la alegría, la cesta de las Cárites
(que es ágape, fundamento hermoso,
virtud diálectica, magia verdadera).
Vendrían de la Etruria de la toga
los advinadores del azar, hoy perseguidores,
expertos en ver demonios en el ente del ángel,
expertos en decir eres malo, gastas con lujuria
el harapo, tu sarna con gusto, rascas y no pica,
con la lepra del mundo conspiras,
pero te investigamos, acudimos
a los recursos necesarios. Te espíamos
donde menos lo creas, te queremos a raya,
te llevaremos al mar y como una rata
morirás en arrecifes y oscuros fondeaderes.
3.
Masacre / Cuadro de Rubens
El hombre es el motor de una historia sin sentido,
secuela de un mundo absurdo y de un infinito
fríamente indiferente:
Luis Sánchez de Movellán
ni por sus madres, pero hoy son funcionarios
de jauría, expertos en conspiraciones,
en mundos absurdos, en historias sin sentido.
Hoy son gladiadores bien entrenados, agentes
de sangre fría, pentagonistas en el choteo
de los Luckiest among Lokys, camaleones,
buitres, filósofos de la Derecha antiigualitarista,
caníbales de la globalización
y el inmanentismo de lo sagrado, mas...
¡ellos no pondrían la cabeza en el asador ni por sus madres!
... te acusarán si la amas en la biafra somalí,
en la haitiana etíope, te dirán: «Sólo creemos
en el Orden que dicte la poliarquía de élites elegidas,
nuestra democracia, nuestra dictadura especulativa».
«En la negra demonología, tu nombre será
hijo de Agar, la esclava, hijo gadareno y verraqueado
que ajotaremos hasta la mar, con el odio».
Ellos amaron el lujo y la técnica de los enanos solidarios,
incapaces de aprender y dar su sacrificio. Por eso
no inventarán nada, sólo intriga, intriga,
inventarán la miseria voluntaria. O peor:
la miseria de la guerra.
No subirán al mons púbis de vanadio por causa
de esa impura etología del ser-en lo insuficiente,
traicioneros, conspirativos, doctrinarios,
defensores del parasitismo y las agresiones.
Del libro
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Diccionario biográfico pepiniano / de Rubén Arcelay Medina
Con el Diccionario biográfico pepiniano (publicado en el año 2000, en Aguada, Puerto Rico, con el patrocinio de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Pepiniana), Rubén Arcelay Medina ofrece una aportación grandísima. Sirve al cometido: «aumentar el conocimiento y el amor por lo nuestro», no contraponiéndose con la universalidad, sino definiendo el punto de partida, «querencias más íntimas e inmediatas».
En el quehacer del estudio historiográfico, etapas de esbozo metodológico y sistematización, Arcelay Medina ha elegido dar este servicio básico con su Diccionario: aquí están los nombres sobre los cuales han de hablar quienes sigan el acaecer histórico y sus etapas precedentes y vigentes.
Su objetivo es simplificar la búsqueda, exposición y acceso a referencias, nombres, eventos, cronologías y circunstancias, que son imprescindibles en la tarea de identificar, analizar y conocer, porque son hitos, y sin ellos, nombres, eventos y procesos, no son posibles las elucidaciones historiográficas, los detalles, las hipótesis teórico-ideológicas de trabajo, en su concreto marco y trasfondo genético-biográfico y continuum histórico y emocional. Epocas y sujetos tienen que corresponderse de un modo en que las generaciones, sus nexos genealógicos, se correspondan y se identifiquen.
Sé que el esfuerzo examinativo, recopilador y bibliográfico que él ha emprendido, además del que, en su búsqueda y consulta oral en pro de biografiados hizo, es arduo. Requiere contactar familias, tocar puertas, desafiar tabúes y memorias de olvido y de desinterés. Muchas de esas familias ya no están con nosotros por variedad de circunstancias y negligencias. Arcelay Medina ha tenido que ser tesonero e inquisitivo. Aún brindar una biografía mínima es una tarea heroica en pueblos donde cunde la inedición y el menosprecio. Admiro esa labor porque yo la he emprendido por decenios.
Arcelay Medina ha realizado una obra responsable, que lo revela paciente, efectivo y aportativo. No ha agotado todos los recursos. Es claro. Pero su libro es importante aún para los especialistas e historiadores que un día han de enfrentarse a una tarea más concienzuda y agradecerán esos detalles familiares de lo biográfico que él hoy brinda.
Para el lector en general, él ha anticipado una historia esquematizada de más de 240 años de historia del Pepino, desde sus comienzos al presente y, contrario a otras publicaciones que ya han visto la luz pública (por ejemplo, el Boceto, de Andrés Méndez Liciaga, la Historia de mi pueblo (del Pepino de José Padró Quiles, etc.), Arcelay Medina ofrece unas bibliografías específicas por nombres, mención de procesos históricos de interés para el estudio, autores de los trabajos aludidos, que son fichadas en términos de fuentes, títulos, autores, fechas de edición y páginas para su encuentro bibliográfico, y estas incluyen artículos tan importantes como los publicados por la Dra. Helen Santiago, en Maguey, María Libertad Serrano Méndez, Raúl Hernández Vélez, Walter Cardona Bonet y otros. Las fuentes van desde el Anuario de las Fiestas Patronales a revistas locales, académicas y archivos universitarios.
Cada vez es más obvio que la historiografía profesional sobre el Pepino va en vías de rigurosa calificación, con nuevos cultivadores que se entusiasman al reconocer la interesante y rica idiosincracia, descrita por Eliut González Vélez en su trabajo sobre La formación de la etnia pepiniana y por Carlos López Dzur, en sus monografías sobre su evolución. Variedad de procesos y cambios cualitativos inciden en la metamorfosis y el tránsito de lo étnico-nacional a lo universal. Las biografías de la Lcda. Nilita Vientós Gastón, la Dra. Mariana Robles de Cardona, los alcances de la poesía de Anagilda Garrastegui, la pintura de Francisco Rodón Elizaldi y otros, son el comienzo para una comprensión de esa universalidad.
Rubén Arcelay Medina (n. 1946) ha sido organizador social, figura sensible, alerta, socialista vertical y comprometido, observador del devenir de la patria puertorriqueña. Desde mi adolescencia, cuando lo conocí, lo he respetado como valiente, objetivo, no obstante suspicaz, examinador de los procesos sociales y culturales, no sólo del Pepino, sino de la nación. No, en balde, es creador de otro trabajo seminal sobre la historia de Aguada.
En sólo 118 páginas de su Diccionario biográfico pepiniano ya nos ha ofrecido el compendio didáctico de la historia de este pueblo, sufrido y heroico, creador y desafiante. En rigor, aunque Arcelay Medina no brinda un desglose de los documentos que se hallan en Archivos sevillanos y madrileños (el Ultramarino), ni los que se conservan en el A.G.H.P.R. en la Isla, la cita de trabajos en la revista Maguey (ed. por Laura Castro y Ramón Soto Ríos) y los Anuarios de Fiestas del Patrón locales, su lista de publicaciones, a partir de El Culebrinas, El Triunfo (1895) y El Circo, con los que datan los comienzos del periodismo y el afán cultural local, desde 1895, son suficientes para aquilatar una obra de investigación y esquematización como la suya.
Sin descuidar la inclusión de las biografías de gente de hoy, con abundantes fotografías, ni los hechos que los conforman como permeados por un presente histórico, o hic et nunc, Arcelay nos da nociones del pasado; rescata memorias orales y nombres representativos e inclusivos. El observa, con razón, que aún falta una compilación biográfica sobre los representantes de los deportes y el comercio y añadiría que también sobre los valores pepinianos que han destacado en las ciencias y tecnología.
Recomiendo la obtención de esta fuente de consulta. Hay interesantes sorpresas (e.g, las Las carpetas y datos sobre los avatares políticos locales, del pasado al presente. El Diccionario biográfico de Arcelay Medina puede adquirirse escribiéndole a la dirección siguiente: Rubén Arcelay Medina / Diccionario biográfico pepiniano HC 58 Box 12699, Aguada, Puerto Rico 00602 / rampep411@yahoo.com
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No sé si es una buena señal o, por el contrario, mala, la carta abierta que circula en Pepino con una propuesta de revisiones a la terminología, ejemplos de situaciones e interpretaciones que Eliut González Vélez utiliza y expresa en su libro La formación de la etnia cultural pepiniana (2002). Al libro de Eliut lo juzgo como la primera piedra para un diálogo o construcción intelectual que los pepinianos nos debemos (o sea, que tendremos que patrocinar) a fin de que podamos conocernos mejor en idiosincracia, historia colectiva y devenir hacia un destino, individual o común.
La Carta Abierta, con todo y esa útil noción sobre lo que se define sociológicamente e implicaría el término etnocentrismo para una praxis político-cultural, está escrita de modo personalista, irrespetuoso y anónimo. Eso no es valiente ni es responsable cuando ya hay un Foro de temas sobre Pepino en la Internet y que ha sido propuesto para el análisis, crítico, inteligente y de ideas. De hecho, quien lo propuso fue Eliut mismo.
El autor de la Carta Abierta admite que Eliut González, si bien está equivocado en algunas de sus interpretaciones de su libro, «creo que no tuvíste malas intenciones» (sic., p. 2). La pasión y el enojo resta a una carta que pudo ser una pieza motivadora de análisis y que habría publicado en el Foro, si careciera de todo lo que la desluce su propio autor.
No creo que exponer una idea en un libro ni convidar a una comunidad a participar en un Ateneo o una Academia sea para nadie inteligente un intento de «imponer a todos nosotros», a los pepinianos en general, ni etnocentrismo ni ninguna otra idea, sea malsana o buena. Reunirse para intercambiar ideas es y debe ser un acto voluntario y, de ese seno organizativo, pueden o no surgir ideas clarificadoras, el genuino debate. A nadie él (González Vélez) ha puesto un puñal en el pecho con la orden: «Hazte miembro y créeme». O es requisito que te guste mi libro, o lo aplaudas en todos sus detalles... Mas, por favor, hagamos el debate con decoro.
La definición de lo que es ser pepiniano, no que me pareciera un atrevimiento o una agenda prematura de su parte, pero bien que habría esperado un intercambio y diálogo de ideas más amplio antes de exponerla, o concluirla con juicios tan generosos como hizo Eliut. El se aprovecha de juicios sociológicos; pero los reelabora en el plano semántico, menos objetivo, de los valores. Es lo que sucede con el uso que hace de los términos etnias y etnocentrismo. El uso de tales términos por Eliut y el desarrollo concreto que quiso hacer de los mismos, así como de algunos otros, requirió unas clarificaciones que no están en sus ensayos; pero, para el buen entendedor, las redefiniciones suyas son, aunque académicamente heterodoxas, también suficientemente precisas para que identifiquemos su intención positiva, conciliadora y espiritualizante.
No se puede apreciar lo bueno que hay en el libro de Eliut, La formación de la etnia cultural pepiniana, si sólo queremos extraer de una definición académica (y utilizarla como dogma absoluto) la razón para repudiar el libro y su persona, insinuándola como lo que él no es, ni racista ni colonialista. Ni lo que implica la frase final de esa carta de 5 páginas: «Incendiario de m...» Esa diatraba no es justa.
Su libro es una propuesta bona fide de comenzar a filosofar, historiar y proyectar sobre la noción de un Pepino mejor que el que tenemos. Y, en esa tarea, debemos estar todos, ¿si no quién es el elitista? Todos los pepinianos, con inquietudes culturales, deben ayudarse unos a otros, compartiendo información e ideas, y hacerlo por amor al pueblo, sin actitudes etnofóbicas ni homofóbicas, porque ahí si que realmente comienza el prejuicio cultural y la altanería ideológica.
En mi prólogo a su libro, es obvio que lo advertí de mi visión y el peligro de hablar de la pepinianidad como una hermandad de sentimientos comunes, cuajada ya por la trascendencia. Porque, en primer lugar, ¿qué trascendencia y qué espiritualidad tuvo un pueblo que hasta mediados de los años 1930 al '50 vivía del chantaje político, el pistolerismo siquitrillado, la venta del voto por hambre y un encono por experiencias antes vividas colectivamente?
No obstante, el pueblo del Pepino que yo estudio, cuyos orígenes me interesan, surje con bastante claridad de una época histórica en que la hegemonía del grupo social se adhería a una fase del desarrollo del Estado que podría llamarse «económico-corporativa», sin un consentimiento hegemónico activo, donde la hegemonía real estaba disgregada en la base. Gramsci llama a ésto la fijación del momento catártico, es decir, «el paso del momento económico (o egoísta pasional) al momento ético-político» [Gramsci, p. 68)] durante el cual, como sociedad, ese Pepino que fue antes del arribo de los nuevos inmigrantes de la Cédula de Gracias no quiso desaparecer antes de haber expresado todo su contenido potencial [Gramsci, ibid].
Este será un momento de superior y mayor elaboración de la estructura (mayor progreso y recursos materiales); pero también de mayor superestructura en la conciencia. Es un paso en que la etnia visualiza que las nuevas fuerzas económicas que lo asimilan para volverlo pasivo pueden transformarse en formas ético-políticas, en medios de libertad, en condiciones necesarias y eficientes para un desarrollo.
Eliut González no menciona este momento catártico con la misma terminología de Gramsci; pero yo sobreentiendo los términos de su invención o preferencia, más antropológicos que sociológicos, instinto preservador / vínculo aglutinante. ¿Quién puede estar en contra de este postulado? Que no haya un instinto preservador ni vínculos aglutinates son el verdadero genocidio y el apoyo a la destructividad.
Las comunidades naturales, con identidad propia y conciencia de sí mismas, acuden al instinto de preservación contra los atropellos elitistas, [Eliut, p. 32], las fuerzas exteriores de las que hablara Gramsci.
Dice el autor de la Carta abierta, citando a M. Roberto Morales, en su artículo La función social del etnocentrismo y el prejuicio cultural que el etnocentrismo es el origen del racismo y que el prejuicio es el resultado directo del etnocentrismo. Cita a Tzvetan Todorv cuando dice que el etnocentrista es la caricatura del universalista; al Dr. Diego Márquez cuando alega que el etnocentrismo «es la creencia de que nuestras propias pautas de conducta son siempre naturales, buenas, hermosas e importantes, y que los extraños, por el hecho de actuar de forma diferente, viven según patrones salvajes, inhumanos, repugnantes e irracionales».
En el marco de estas definiciones académicas, se puede comenzar un buen análisis relacionado a las conductas históricas de muchos funcionarios y grupos de gente del Pepino histórico y del por qué es importante que el concepto de pepinianidad resulte de una base realmente conciliadora, y, ciertamente, en varios pasajes de su libro, Eliut González hace alusión a tal base al referirse a un Pepino de hermanos. Habría que remontarse a la noción más general de etnocentrismo y cómo las etnias reaccionan a otras que buscan la aniquilación de las más débiles, para entender después por qué Eliut González redefine el reagrupamiento como la resultante de un instinto de preservación:
... un instinto natural, legítimo y positivo de defensa y preservación del patrimonio material y cultural. Este, de ninguna manera, rivaliza, con las otras comunidades étnico-culturales de Puerto Rico. (p. 132)En mi opinión personal, todas las criaturas humanas de la Tierra son etnias. Y han sido tratadas como tales por alguna otra etnia, que suele ser una con mayor habilidad para difundir su autopercepción de superioridad. Como las etnias surgen de la fragmentación de las razas, de su movilidad social y sus peregrinajes, forzados o necesarios, éxodo y liberación son todo un paradigma. Hay una Madre (la Eva mitocóndrica, genética), la Madre común a toda la Humanidad, que ya es sólo símbolo: todos los pueblos nacieron de un tronco común, pero esa hermandad universal ya sólo existe como utopía, leyendas y mitos.
El análisis antropológico y social-histórico es más propio, siendo que como pueblo de la historia moderna, en Pepino precisamos saber qué fuimos / somos con respecto a tantos otros pueblos que han impactado nuestras vidas e ideas de pertenencia y lealtad. Un hecho es que, con un libro como el de Eliut, se reconceptualizan las relaciones entre lo que se llaman «putative cultural centers», «sus márgenes» y su corriente principal (el «mainstream» suele ser más peligroso), pues, con el poder de estos centros excluyentes se mantiene en aislamiento y en discriminativa anonimia lo que su mercado no quiere ni puede mercadear de su periferia. Una cultura no puede reducirse a «producción cultural», pues además requiere de una «visión del mundo, la concepción de la sociedad, la idea de lo sagrado, la particular manera de entender la relación entre el hombre y el mundo» [J. J. Esparza, El etnocidio contra los pueblos: Mecánica y consecuencias del neocolonialismo cultural]. Suele ser el exclusivismo monolítico de las sociedades coloniales las que forzan en las etnias un sentimiento de aislamiento y supervivencia. En el mejor de los casos, la etnia ultrajada se decide, «como acto previo» por el bien de su causa, a «señalar a su enemigo: el enemigo en esta dinámica, es el etnocidio»: [Esparza]
Puede que, en base a definiciones académicas y sociológicas, nos sintamos incómodos con el concepto de etnocentrismo más que con etnia, porque, antropológicamente dicho, cada pueblo supone una etnia y/o combinación de etnias por sus modalidades físicas, genéticas, culturales y lingüísticas. Cuando se nos pregunta el origen étnico, ya sabemos reconocer que somos parte de una larga y accidentada distribución etnológica de las razas de la humanidad, sus idiomas, organización y costumbres.
Bien. Somos una etnia todavía. Lo que ha ocurrido, por evolución histórica, es que ya no estamos dividimos en clanes ni somos esclavos de lo endogámico; ya no somos tribus, aunque a veces nos portamos como tales.
... pero, como las viejas etnias, preservamos la familia como estructura social básica y seguimos teniendo las mismas apetencias por causa de las necesidades elementales: alimento, vivienda, vestido y protección. En adición, estamos sujetos a la formación de motivaciones, actitudes, valores y ego. Nunca ésto va a cambiar.
Al estudiar las etnias hay que tomar en cuenta, muy sistemáticamente, la visión personal de individuos que ascienden a estructuras de poder, cómo manejan su liderazgo personal y si hacen de éste un liderazgo colaborativo. Por esta razón, la misma evolución de la noción de pepinianidad necesita del análisis político de las bases materiales donde esos liderazgos se ejercen. Para el liderazgo personal es propio un análisis sicológico al que suelo llamar sicológico-existencial; para el desarrollo o arribo al liderazgo colaborativo es más propio el análisis sociológico-político.
Mi problema con algunos análisis de Eliut González al plantear la formación de la etnia pepiniana y los valores que la sustentan es su concidencia con la idea de los tipos ideales de Weber. Es decir, González Vélez idealiza a los pepinianos originarios, no en cuanto son canarios o jíbaro-hispánicos, «como elogio de lo propio y desprecio de lo ajeno» [J. J. Esparza], sino porque hay para Eliut González una idea que es lo más propiamente humano y espiritual que el hombre ha creado, su sistema de valores, o guías morales y, si vamos a ver de qué valores él nos habla tan entusiamadamente, se refiere a los valores trascendentes (Eliut González, ps. 123-24). A mí, esos valores me parecen sublimes, preciosos, maravillosos, aún para ser creídos. El yankee suele decir en estos casos: Too good to be true!
¿Hay valores trascendentes?
Esta es una pregunta señera que difícilmente la sociología la pueda manejar a cabalidad. Sí podemos decir que los valores son aquellas nociones o convicciones a las que apostamos en plenitud el ser y todas las energías de la psiquis. Los valores trascendentes, o no, los valores como valores, alimentan la idea de lo sagrado más allá de los instintos programados (Lorenz) y la dinámica homogeneizadora de la cultura que se dispara contra la diversidad cultural.
Se infiere que González Vélez establece la idea de lo sagrado como parte de la visión sobre el mundo y la sociedad de la etnia originaria del Pepino y lo hace sobre la base de los valores trascendentes; yo sólo pido que se repase cuidadosamente lo que él califica de ese modo. Se puede diferir de Eliut por idealizar a los pepinianos, como portadores de esos valores, por no explicar el proceso del cómo los adquirieron, respetaron o sirvieron, en el proceso de la interacción social, pero, de hecho, no hay valores más altos e indispensables que los que él ha propuesto como teoría de los valores desde este libro.
C. Levy-Strauss ha teorizado lo que puede ser útil en la clarificación del por qué el uso del término etnocentrismo por Eliut González y la incomprensión de la que parte el autor de la Carta abierta, hecho que observé cuando escribí mi prólogo al libro de Eliut. Etnocentrismo no es término que se debe confundir con alterofobia, odio al Otro, que es el extremo peligroso del etnocentrismo. Levy-Strauss explica (subrayados míos):
(el) etnocentrismo es un fenómeno natural... Todos los pueblos son etnocentristas... Una dosis de etnocentrismo es imprescindible para el equilibrio de la comunidad porque refuerza su autoconcepto, es decir, dignifica la imagen que la comunidad hace de sí misma...No digo que Eliut González, con su libro La formación de la etnia pepiniana, sea del todo hábil al reiterar el etnocentrismo como defensa contra el elitismo homogeneizador y al vacunar el término ante el modelo de una filosofía lineal de la historia que se centra en crear, hasta destruir al hombre marginal, es decir, «el que no se encuentra a sí mismo y ya no siente los vínculos con la comunidad de su origen»; pero obviamente, es valiente al defender esa dignidad esencial y opositiva que da el etnocentrismo como desafío inicial y momento catártico, en el sentido gramsciano. Hay un ensayo de Daniel Kalpokas, titulado Etnocentrismo, Liberalismo y Educación sentimental que posee interesantes ideas sobre cómo abordar un análisis sobre un libro como el que ha escrito González Vélez y que rebate algunas de las teorías de Richard Rorty que el autor de la Carta Abierta utiliza contra Eliut. Kalpokas dice que «no tenemos más remedio que razonar a partir de la red de creencias y deseos que somos, de la comunidad con la que nos identificamos» y con tal idea rebate la idea relativista de que cualquier comunidad es tan buena o racional como cualquier otra.
Aún el indígena y el negro, ante el pretendido civilizador peninsular, supo y lo sufrió en carne que, con todos sus valores evangelizadores y humanísticos, el europeo no fue ni racional ni generoso con su cultura; que no toda racionalidad es justicia. Rorty, por su parte, defensor de cierto tipo de etnocentrismo racional, arguyó que «la propia cultura o lenguaje» funciona «como punto de partida de todo entendimiento e indagación» y que «aceptar las creencias sugeridas por otras culturas», sean pues la del peninsular conservador y extranjerizante (el vasco frente a los canarios acriollados y al jíbaro y los mestizos y mulatos), «deben ser testeadas, intentando retejearlas con las que ya poseemos», «con la identidad moral del 'nosotros'» (Daniel Kalpokas).
Como vemos, el etnocentrismo tal como lo plantea Eliut González no necesariamente es una invitación al racismo, al prejuicio y a la xenofobia, sino que es un concepto sociológico de una complejidad que hay que estudiar en situaciones concretas y que, como dice el teórico Rorty, «puede cumplir con todos los propósitos morales universalistas de nuestra cultura, pero sin proponer metafísica alguna».
Creo yo que la preocupación principal del escritor de la carta es pedir clarificaciones en torno al asunto de si es válido describirnos en algún sentido como etnocéntricos. Algo más complejo es investigar cuándo comenzamos a ser realmente pepinianos. Lo advertí cuando dije a Eliut González en el prólogo que «la solidaridad y pertenencia» han pasado, a partir del tronco étnico originario del viejo Pepino por periodos de gravísimas crisis; la «calidad de ser» que él llama la «pepinianidad», lo que que permite una forma de pensar y actuar «conforme a un legado cultural particular creado y desarrollado dentro de sus límites territoriales por sus antecesores» (ps. 132-33) ha sido más divisiva que integradora. Mencioné, por tanto, los mismos hechos que en la Carta abierta de este autor se mencionan y que son la evidencia histórica de lo que estuvo viviéndose entonces: unos miembros de la comunidad fueron sujetos al estigma físico y cultural por su condición de negros y esclavos (en Pepino no se habla sobre ellos y no se les escriben versos todavía); el trato injusto no sólo lo vivió el negro y el mulato, sino el arrimado blanco; a ese Pepino se le llegó a llamar el Pepino del «tú y el usté, del tenga y toma», tú y toma para el pobre; usted y el tenga, como trato para la clase señorial, la élite.
La mujer tuvo estatus adscrito a la esfera del servicio hogareño, casi sierva del varón, en casi todo ámbito excluída y sin derechos políticos; la ausencia de solidaridad que, en Pepino, casi siempre fue más estructural que ideológico-emocional, provino porque Puerto Rico como colonia supuso un Estado y un municipio cuya institucionalización frágil y recursos económicos escasos empujó a las minorías ricas, de origen peninsular en general a compensar la debilidad de su legitimidad política (y la de su remuneración material) con la búsqueda de recursos económicos externos, sea la España metropolítica o, después de 1898, los EE.UU. y sólo así satisfacería sus necesidades materiales y simbólicas, la imagen de los ricos que merecen y los pobres que deben obedecer. A los ricos del Pepino les gustaba vivir beneficiados de lo que, en economía, ha sido llamado el Estado de las prebendas (Darbon, 1990), o con otros términos neo-patrimonialismo (Médard, 1993), Estado de rapiña, o la política del pesebrismo (Bayart, 1989). El poeta de las Partidas Sediciosas, Carmelo Cruz, sin ser economista ni sociólogo, se lo decía los personeros de esos sistemas de dominación económica con la frase que utilizó en una décima contra los «botellas» municipales y los mangoneadores de la vida cultural y civil del Pepino de finales del siglo pasado: «Ya se les acabó el Belén».
Carlos López Dzur
Orange County, California / 22 de septiembre de 2004
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Arturo Cardona Mattei (PR)
Juzgador
Hoy vengo con fuerza de juzgador
Hoy yo soy la Ley y la Constitución
Tengo en mis manos los Libros Sagrados
Para desfacer entuertos petrificados
Enseñanzas y ritos extraviados
Que lacran el espíritu del ser humano
Hoy tengo fuego en mis manos
Y mi corazón ardiente está derramado
Vengo a emplazar al religioso coro
Que musita falsedades sin ética ni decoro
Que vende parcelas celestiales
Adornadas con verdores de palmas de coco
Hoy tiro la piedra y no escondo la mano
Vengo de frente con duro arrebato
Para señalar agravios insensatos
Quiero que el mundo conozca
A sus líderes de oficio enajenado
Los religiosos de corazones mal intensionados
Estos son los que venden en superlativo
Los que amontonan riquezas con dichos atrevidos
Que roban y mienten cómodos en sus nidos
Que hacen en esta vida lo que está prohibido
Que brincan del púlpito a la tribuna
Que manchan lo bueno que trae la Luna
Estos son los salvadores que inculcan el miedo
Que vas al Infierno si no eres bueno
Que vienen a salvar lo que se ha perdido
Que cantan glorias y bendiciones
Sin ver que van dejando atrás en el camino
Una estela de falsedades de feo trino
Estos señores no son mis amigos
Los detesto, son incorregibles
Almacenan la plata y el oro
Y al bueno y al malo
Le prometen un cielo divino
Son lobos taimados pintorreando caminos
Predican de día y muerden de noche
Y se roban las humildes ovejas
Que visitan el redil que pertenece a otro
Se ufanan del número crecido
Diciendo que el Buen Pastor
Les dio revelación para tan magno artificio
Hoy vengo con fuerza de juzgador
Pero el poder no lo tengo en mis manos
Para arrebatarles todo lo que se han robado
Para quemar la basura que en el camino han plantado
Para enviarlos a un planeta bien alejado
Para triturar la obra de sus inicuas manos
Hoy vengo con fuerza de juzgador
Con látigo duro y carimbo bien horneado
12 de Julio de 2009
Caguas, Puerto Rico
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Mano pródiga
Mano trabajadora, fuerte, fecunda
Que penetras la fibra íntima de la tierra
Dedos callosos que abren surcos
Que rompen la monotonía del terreno
Sembrando la semilla mágica
La misma que hace brotar el huerto
Mano pródiga, que no descansa
Que le brinda agua al sediento terreno
Tu precioso trabajo se ve del cielo
Tu recompensa es grande
A la hora de repartir los ruegos
Mano templada que no tiene miedo
Ni los rayos del Sol
Ni los vientos revueltos
Detienen el fruto que tú vas tejiendo
Mano pródiga, en tu constante sudor
Se recogen los mejores sueños
Mano de carácter recio
De uñas pintadas con polvo seco
De dedos dolientes que arrancan manojos
De yerbajo viejo
De tu fuerza y tesón
Nace el fruto que alimenta al hambriento
Mano pródiga, que no descansa
Que trabaja, que vela, que ruega
Que frente a la naturaleza
Se juega su mejor intento
En ti está la esperanza
Que un día adornará el desierto
Mano pródiga, siempre en movimiento
Tu aspereza más ruda
Es tu premio dulce y sereno
Mano pródiga, con tu savia natural
Se endulza el escabroso terreno
Mano pródiga, que no pierde tiempo
En tu cabalgar por la vida
Dejas huellas de color verde
Y de sabor tierno
Mano ruda, de olor añejo
El vientre que tú acaricias
Está en lo más profundo
Del terruño borinqueño
Mano pródiga que hiendes el suelo
En tu Supremo Hacedor
Descansa tu sudor eterno
30 de octubre de 2008
Caguas, Puerto Rico
[Mi regalo poético al poeta y agricultor yaucano Rafael
Hernández Ramos, que trocó el arado por la pluma]
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Dolores de un maestro
Encumbrado monte de mi pueblo
En tu riscosa falda hay un grito
Una escuela, un maestro
Y bravos discípulos que esperan
Recoger la savia de lo infinito
Hablo de un maestro que tiene vergüenza
Que lleva en su sangre dolores contritos
Que pelea contra olas de mar abierto
Que se empata con las aspas del molino
Que camina con el cuello erguido
Es un maestro de intelecto
Que lee con afán de engrandecimiento
Que quiere traspasar a sus discípulos
El oro eterno de la ciencia
Y la caricia suave del vecino río
Es hombre de pelea ardiente
Enfrentado con tan acérrimo enemigo
La fea lacra de la burocracia
Que rompe los sentimientos más íntimos
Envanecimiento que borra el verdor de los pinos
En un monte de mi pueblo
Hay un maestro con título digno
Que se traga el dolor de sus discípulos
Que no duerme, que cae en delirios
Y su pluma va dibujando arpegios de nuevo himno
Una escuela, unos discípulos
Y un maestro con temple acompasado
Que quiere romper ritos
Que busca calmar el hambre
Con panes eucarísticos
El monstruo de la burocracia
Sacó de nuevo sus afilados colmillos
Arturo Cardona Mattei
7 de Julio de 2009
Caguas, Puerto Rico
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José David Apel (Argentina)
Sobre los mitos de la superioridad de razas
El continente africano y el pueblo negro fue sometido durante siglos por la mano opresora de los imperios blancos. Esto... ¿por que? se preguntará usted. Simplemente porque en algún momento de la línea histórica de nuestro planeta Tierra a algún ser humano se le ocurrió la misma idea-raíz que sobrevino a la mente de el Anticristo de la Era de Piscis, Adolf Hitler, pero con la única diferencia de que este hombre nunca planteó la posibilidad de exterminarlos, sino utilizarlos para construir la infraestructura de los imperios y naciones, servirse de ellos con el único fin de oprimirlos y desgastarlos.
¿Por qué digo que tenía la misma idea que el líder alemán? Solo por el simple hecho de que esta mente seguramente pensaba que el pueblo del mundo de raza blanca era superior al de raza negra y por este motivo tenía el libre albedrío de usar y abusar de estas pobres almas en pena. Vendidos, canjeados, truecados, manipulados, embarcados en grandes naves que surcaban los mares en búsqueda de los nuevos continentes. el pueblo de color siempre fue subyugado por las mentes perversas e imperialistas blancas. Así fue que lentamente se fueron instalando los países europeos en el Africa, borrando y masacrando la riqueza de las culturas africanas, demoliendo y destruyendo cualquier vestigio de las distintas civilizaciones que se gestaban en el continente, dividido por el ecuador y, por supuesto, con el amparo de las autoridades eclesiásticas.
Hoy en día al igual que antaño, África se ve fuertemente dominado por la presencia blanca pero ahora ya, no sólo en el mismo territorio sino a nivel global. Africa está hambreada en tierra en que predomina la avaricia. Es una tierra oprimida entre dos Eras, la de Piscis y la de Aries, que se contribuyen para crear mayores penurias y pesares a los habitantes del continente.
Junto a las Naciones Unidas, los EE.UU. y a la Unión Europea, manejan los hilos de la vida económica del mundo, como si los gobiernos fuesen simples marionetas. Posiblemente, la actitud del primer hombre que decidió y comandó a un grupo de personas a que sometan al pueblo negro, se explica por el temor al conocimiento superior de las tribus nativas. Al dominarlas, evitaron que se expandiera por el mundo la sabiduría de los chamanes y ancianos de las distintos clanes. La iglesia les vio como amenaza a los dogmatismos y una jerarquía en el vaticano, comandada por el Sumo Pontífice marketinero y cómplice de los genocidas y opresores.
Lo mismo ocurrió con las culturas de los Mayas, Aztecas e Incas, todos conquistados por la pesada espada de hierro de españoles que llegaban al Nuevo Mundo trayendo la palabra de la curia y de la extremista Reina Ibérica. Los sacerdotes enviados a la aparecida porción de tierra americana traían su bagaje de libros sagrados; pero repetían lo que ocurrió en el continente africano, cuando eliminaran cualquier vestigio de culturas que no adorase a su Dios cristiano.
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Fanny Jaretón (Argentina)
El solitario
Las manos desenlazadas:
empecinamiento tenaz y hostil
de hacer sinopsis con el tiempo.
Fui tropezando de uno en uno
con mis hermanos:
creí y renegué mil veces.
Y en el arrebol del tango
que canta un dos por cuatro,
en esa maldita álgebra
que no cierra la cuenta,
cuando me entono en la buganvilla,
con la cepa desbordada
del borgoña tramposo,
canto con mi voz ronca
en la vejez de la espera:
“Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños prometieron”…
Prometieron.
Comprimo con mis yemas
la frente desencajada y mustia de la vida:
huella profunda en el surco del pensamiento.
Recuento un rosario de promesas
hasta perder la fe:
con él apenas si acabé de tejer una colcha
hilvanada con vivos retazos y viejos recuerdos
y amores añiles del color de la espera.
Apenas queda esta triste frazada
que sólo podría cambiar por mercachifles
en la feria del trueque.
Manta que en sus huecos descubre
las ausentes caricias…
Y hoy taconeo en la madrugada desierta
de miradas urbanas,
mientras la lluvia moja esta nostalgia.
Taconeo la milonga “El Solitario”.
Y me voy con la bandera de taxi libre
por la calle de una sola mano,
de una mano sola.
Como he venido me voy: sola,
sola y desafiante.
No hay otra salida,
en este callejón
de soledad y nada.
Fanny G. Jaretón
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aquí-aquí
sobre la silla
montándote
escociéndote
habitándote
en el llano
y en la cumbre
punteándote
sincopada
en un derrame
juntos
y de una buena vez
el ardor
con la espuela de tu sexo
donde te plantas para dolerme
y acabarme.
Fanny Jaretón / Fanny Jaretón
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Extor Henrique Martínez (México)
La poesía y sus narcotizaciones
No hay versos que destripen paraísos
y cualquier poeta
en los huecos de la lírica
estudia a la flor estrangulada
para aprender a separar mugre y libertad
lirismo decadente
arrebatada tragedia griega
clamada como poesía rebelde
orines o cerveza
revolucionarios o de reacción
dada la formación
porque una imprenta es
a veces
como una negativa de banco
hemos nacido
desgarrando la eternidad
engendrando artefactos
que ponen en duda cualquier estupidez
flagrante traición mercantil
qué más puede ocurrir
que no sea una sonrisa nerviosa
si todo se afirma o se niega
y el sapo aturdido
no llega a príncipe
sino le dan un beso •
ÉKTOR HENRIQUE / Blog
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Enchílame otra
Consecuencias circunstanciadas
efectos periféricos
flotan en el aire la indiferencia y las especulaciones de aldea
optimismo injustificado
todo es una variante del happy-end
incapacidad para captar la esencia de la evolución
al predecir con fantasías advertimos las bufonadas de la empresa
como si regalaran sus vidas su sangre y sus bienes
¿dónde está el diagnostico de la miseria?
se invita a la familia a acampar en el cielo
un soporte inactivo de reivindicación vicaria
también los escritores imaginan que tienen muchos lectores
vaya generosidad de aquellos que prefieren ponerse en cuclillas
para que les dejen surcos de semen por los orificios corporales
vitrina de la represión patriarcal
rebelarse es a veces hundirse más en el cieno
la producción de emociones lúbricas desde el seno familiar
la maledicencia hacia el padre puede ser muy fuerte
proyecto de malograda eucaristía en el estrato de los perros rastreros
sólo la coliflor es un mar vegetal —decía Chesterton
la única manera de perfeccionar la vida es muriéndose
y una vieja ajada que brilla como reina
le pregunta su hijo
¿te llenaste?
¿o te guiso un huevito?•
EKTOR HENRIQUE
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