Contenido 16
Teresa Calderón
Escritura
Indicios
Carlos López Dzur
Travesía / frg. de novela
El anochecer
El sequedal de Huêhuêteotl
La madrugada
Todos somos inmigrantes
Beatriz Ojeda
Una mujer con fiebre en sus aromas
Un corazón de hielo
Partirán
Los poderosos gimen
Antonio López Medinilla
Frags. de De espa(l)das al SUR-sub, XII-2
Extor Henrique Martínez
I love Tiyei
Injusticia y desintegración
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Teresa Calderón (Chile)
Escritura
Escribo menos de lo que veo
Y veo bastante menos de lo que hay.
Sin embargo sería suficiente
tomar un haz de palabras
y salir a errar
por la página en blanco
sin perder de vista
que el mundo es largo
pero nunca el único.
Obra
* * *
Indicios
Hay un punto abierto
en la puerta de los ojos.
No es un camino
ni señal de nada importante para nadie.
Solo ocurre que hay
un punto abierto
en la puerta de los ojos.
Teresa Calderón
* * *
Carlos López Dzur
Travesía
¡No resistí más estar ya sobre mis pies y caminar a oscuras! ¡Caminar, sin saber hacia dónde! Busqué el trecho del descanso. Avancé a esconderme en lo que parecíame un claro en el boscaje. Me tiré detrás de un árbol. Durante días no tendría la ventaja de una Luna redonda ni de estrellas. La última luz que ví fueron los faros traseros de la camioneta de los Rednitz. Tampoco la ventaja de una manta para protegerme del frío o de las picadas de insectos en la noche. O de ratas. Este fue uno de los días miserables que nos tocan. Hay que padecerlos irremediablemente: hoy nací para el frío. El hambre abofetea mi cara. Caminaré con cansancio y las tinieblas y la luz me acusarán. Hoy es un día de desaliento y miseria como no habrán otros días.
Llorar no fue tan inútil. Evité pensar en el sepelio. La decisión, el coraje (la valentía) y la vitalidad ya han sido atacadas y fue necesario mi esfuerzo de olvido. Un desafío me compele a olvidar mis destrozos. Aún no sé en qué consistirá mi remedio. Me siento robado de mi fuerza afectiva, de todo lo hermoso, el optimismo y la alegría por vivir. Dios no contó conmigo, al parecer, para que viniera sobre el luto este azote.
Sólo me he dedicado a caminar, al parecer, iba rumbo a Calafia. No hallé un rótulo que me informara una dirección feliz . Estuve tan cansado, al cabo de unos días, cuando ví el primer automóvil. Alguien me preguntaba, en inglés desde el carro, por dónde se va a la Sierra San Pedro Mártir. Todo desencajado, por el hambre y mi baja temperatura, emití unos murmullos que los viajantes interpretaron como idiotez o demencia.
Es frustrante no entender la geografía ni qué travesía local va hacia algún punto. He sentido que mi ignorancia es peligrosa y conlleva a soledad. «Cuando quieras conocer al mundo, llévate un kumuai de San José de la Zorra o de Juntas del Neji», escuché que una vez aconsejaron los Rednitz. Estos indígenas son buenos guías. Viajan y de Ensenada se conocen los secretos. Cada camino les habla.
Tal vez Adán Jr. y su pandilla me engañaron al describir cuál es el rumbo que me llevará a Tijuana. «Cuando veas helicópteros que clavan con sus reflectores las cercanías de la tierra que pisas, cuando veas un francotirador, tal vez de la border patrol, teme, cuando veas un convoy de camionetas de doble tracción, motoconformadoras y tractores y gente que construye o repara una oxidada valla de lámina, puede que estés en Tijuana».
Tijuana fue tierra de nadie, zona de guerra. Del diario de mi Padre, recordé referencias, particularmente, sobre la Tijuana de los primeros años... cuando mencionara los litigios del Abuelo con los gringos; del pasado sí que abundaron las referencias. Entonces, ciertos pioneros de la gabachada avanzaban hacia el Territorio de Baja California. Provenían, o se organizaban desde Los Angeles y, al fin, tomaban las nacientes ciudades de Tijuana y Mexicali.
19 de marzo de 1972
Para el primer decenio del 1900, por los contornos de nuestra aldea, inversionistas se interesaban en la compra de tierras. Lamentablemente, para casinos y cabarets. También inmigrantes inconvenientes los seccionistas... algunos si estaban inspirados en ideales socialistas, o en el anarcosindicalismo, poseyendo algún compromiso con la creación de una República Independiente, como la que pretendía el Partido Liberal Mexicano (PLM). Otros eran aventureros, asesinos y delincuentes extranjeros que, con el pretexto de obrerismo e insurrección, daban rienda a instintos criminales... Francisco Madero se rebeló contra Díaz, que con los menonitas fue cooperativo... Con la Revolución, la colonia vio peligros. Díaz huyó a Francia en 1911. La violencia nacionalista, o la que se instigara por invasores y gánsters, en el Norte de Baja California, impuso negociaciones.
Ese papel se lo asignó mi padre porque él quería que creciera la villa menonita y atrajo más pobladores que cualquier otro dirigente; pero el fraude electoral en desfavor de Madero, la Revolución y el bandolerismo, dificultaron la prosperidad y la paz. No hay esplendor adjudicable a una prosperidad alcanzada con vicio y sospechoso es el auge, cuyo símbolo en la economía es el Coliseo Juárez o La Ballena, anunciada como la Taberna Más Grande del Planeta. En 1926, el Coliseo Juárez fue el espacio abierto para peleas de box y gallos, carreras de cabellos y perros, kermesses y competencias atléticas. Dijo mi padre que el día de su apertura había más de 8,000 personas viendo cómo Jack Dempsey noqueaba a cuatro contrincantes en fila. Este fue el auge que, por carambola, produjo la Ley Seca, impulso de puritanos que limpian el Norte de vicio y ensucian el Sur, forjando acá un turismo fronterizo en base al licor que alllá no quieren, la sangre de gallos giros y la prostitución...
Este es el cuarto día de inútil caminar. Con señal de mi pulgar, pido aventón cuando veo un automóvil en mi rumbo. Cualquier lugar ha de ser bueno. Caminar ya no más. No sé donde estoy. Mi alma y mis pies se coinciden en el mismo dolor, la confusión, aunque el miedo... Sé acerca de mi algunas cosas, antes ignoradas: puedo comer hojas, explorar el sabor de raíces y bellotas antes no vistas. Sobrevivo con mañas de mascador. Para quien no ha salido de la ruralía del Valle de Guadalupe, ni tiene estudios, sobrevivir es conocimiento sabio, quehacer efectivo. Ensenada es inmensa y lo único familiar, por sus rótulos en carretera, son los viñedos de Cetto y Domecq... Me dijeron que buscara una ruta hacia el Ejido El Porvenir y, cuanto más alejado me hallara de la Autopista No. 3, buscara la No. 1, me apartara de El Tigre... Que busque, si vas a Tijuana alguna vez, lo primero, el Pueblo de Ensenada.
Me dormí, con mi cuerpo aún caliente. Lo ejercité en deambular. Unas imaginarias voces me hundieron en el sueño. Batallo, manoteo por instinto, semidormudo quizás, con mosquitos o garrapatas, o sabe uno qué bichom que me visitan la cara. Me quite una camiseta para mi rostro sufra tanto mientras duermo. Con ella también limpio mi sudor, me cuido del sol y su capacidad cegadora... Duermo: slguien habla sobre unas patrullas diseminadas «allá a lo lejos» y da el nombre al lugar, el Cañón de la Cabra. Y yo oigo que existe un mar, el Pacífico y jamás lo he visto. Me despierto, dentro de algún episodio cada vez más profundo de sueño, y dos personas, alguna de las cuales no ví jamás, conversan, y Mamá Claudia me piden silencio. Es mamá en otro mundo, tranquila está o la veo... Es el Gobernador de la Baja California, el más desconocido de todos los seres que veo. Fue nombrado por Obregón, su antiguo comandante en el ejército Constitucionalista. Combatió la rebelión de Huerta. Quiere hacer en Baja California una Reforma Agraria y que se respete al sindicalismo. El Abuelo asiente. Seguro, por el Abuelo lo sé; pero, ¿cómo? no lo entiendo. Mi abuelo defiende la mano de obra mexicana; pero, condena el vicio y los efectos de la Ley Seca en este lado de la frontera. Por lo visto, Abelardo Rodríguez no lo entiende tan negativamente como el Molokano. ¿Eres confiable?, según el Abuelo, un poco. Rodríguez combate a los Yaquis y Zapata y pregunta por enemigos, todo el tiempo. Recuerda la voz del Abuelo: «Pues usted, si hace lo justo, no tendrá enemigos, Gobernador». Quiere indicarle que no hay enemigos gratuitos; pero, Abelardo saca enemigos, fantasmas ocultos, diablos azules, hasta de debajo de las piedras. «Plutarco Elías cree que usted es un progresista. Un ruso bueno. Cuente conmigo para llevar caminos a su villa y ayudar en lo que sea; sin embargo, quite de su cabeza la idea de que todo el mundo es cooperador. O generoso. O agradecido. Hay rivales gratuitos que nosotros llamamos: ¡Culeros, hijos de puta!»
Desperté completamente en pánico como si identificara a una serpiente, a mis pies, que atacararía al fin de su siseo. Mi madre se ha alejado. No su onírica presencia. Una discusión que tuve alguna vez con Adán Jr., me despierta apresuradamente, se hace obvio que mentalmente la oigo y ya hay luz en el cielo. Y una consciencia de la miseria que me ha tragado: Mis ropas sucias, humedecidas por el rocío, el cuerpo adolorido, el hambre que cruje, y nadie a quien besar en la mañana. El recuerdo del sepelio. Y una orfandad que parece divina. Que se me ha cortado de la grey en que crecí. No sé cuentas horas han pasado.
23 de diciembre de 1975
Ninguna mística es mayor que el hambre, sacerdocio del pan y el vino, oscurecimiento del deseo -el afán de morir y vivir al mismo tiempo. ¡La experiencia del incierto bocado, el pan de dolores con que se nos maldice! La muerte es la vecina de la vianda. Entre la boca y el recto: ¡el reino de la angustia es tan activo te da lo mismo sus caminos que sus desandares: el espacio del ser se vuelve trápala y templo! Dios y el pan son el mismo consuelo.
Si falta el pan, Dios muere para el hombre. Dios es la cena y el reposo. En la boca comienza y en el ano termina. Dios -con misteriosa bioquímica- se jacta. Si falta Dios, por no comer, muere por completo la plegaria, la honestidad del salmo: «Tengo hambre». El sacerdote hambriento de las calles el pan de la vida predica. Hoy más que nunca, Castigador del bazo, terrorista del arcano de las tripas, te conozco. Le sé los cuatro principales nombres a Tu Rostro. Te veo en la desnudez cuando a la zapa como chucha te descubres y enciendes fogatas en suburbios y calientas tu aliento. No eres otra cosa que lo que se urge de alimento: (1) azúcar - bloques de carborihidratos, (2) aminos - desfile y cadenas de elegantes proteínas (3) eficientes almacenes de lípido; (4) y nucleótidos. Cuando te veo comiéndole las entrañas al mundo, muero en el trigo de los cielos y en el pan de nobles y te odio. Cuando te dispensas, con urgencia embriagante de energía, feliz como abundancia de placer y asueto, servido en cada estómago del ansia, te amo.
Despertar, a golpe de bostezos, me hizo caminar otra vez. Algún sucio poste con la señal de una ruta hacia Tijuana me hizo pensar, con más optimismo, que Adán Jr. no me había engañado del todo, sugiriéndome que me nortearía adrede. Parecerá idiota; pero, ya no estoy seguro de la fecha en que estamos. Algún día será de 1977 o del 1978. En Chichihuatl, donde estuvo la granja de papá, desde que el murió no existe el tiempo. El tiempo del reloj sólo los Rednitz y su círculo alemán lo saben. Todos los bávaros tienden a hacer calvos, excesivamente obesos, rigurosos en lo que ordan que sean otros lo que hagan. En mis sueños, los ágiles y delgados representan los minuteros. The minutemen. Los útiles. Los demás mandan.
Ya, para el mediodía, creí que un siglo suma unas pesadas horas como las vivas. El tiempo pesa un siglo sin Dios, en hambre. Y la ciudad tan lejana aún. ¿Qué necesidad hay que sea Tijuana? Ya sé que hay rumbos diversos, aquí mismo en Ensenada.
«¿A dónde vas?», me gritaron.
Digo Tijuana y me contestan Tecate. Digo Tecate y responden Mexicali. Digo Mexicali y, al fin, Ensenada. El Malecón. El Puerto. Pasó un automóvil tan velozmente por alguna calle que miré desde riscos. Bajaré a la autopista, aunque sea escaso el tráfico. Conservaré tercamente el anhelo de que algún ruletero, sea mejor... turista, me halle y no se fije que llevo... sepa cuánto sin darme un baño, sin ver un río, sin contar ni un centavo... Por primera vez no me gusta cómo huelo. Ni ser pobre y comprendo a los cabrones Rednitz, toda su envidia a que tuvo más y lo presta o lo obsequia como quiere. Pinchi molokano, si en realidad... hubiese sido un Stroganoff, ni mi padre ni yo estaríamos tan jodidos... [Mejor no pienso en esta ira, mi estómago vacío, y el pasado molokacano, menonita, la mierda]...
¡Ay, si alguien coincidiera por algún desvío y diera conmigo! Que algún caminante o conductor me dijera: ¡ya estás cerca! ... tengo mi sed de milagro. ¡Ay, si pudiera decrecer el miedo a la Babilonia, porque lo que conozco de Tijuana no puede ser más triste. Adictos, ebrios, putas, maricas, ladrones... Más triste que aquello que mi padre, al meditar por escrito, dijera sobre el estado de posguerra de Varsovia, Berlín y Rotterdam. «Y Londres en ruinas, ¿lo imaginas?»
... Pero, ¡qué terco e incoherente soy yo! que al lugar donde mataron a mi padre voy, ¿ah? a fin de confirmar si es cierto que escribieron sobre él una canción, o corrido, o si hay en verdad la tal zona de Agua Caliente. Si llegara a tal lugar, me bañaré... Serán unos manantiales de aguas termales y en una antigua propiedad del general Rodríguez, uno que fue hasta Presidente y le dio tratos amargos al Abuelo Molokano.
Tiene que ser terco alguien que va rumbo a Tijuana y no sabe dónde va, ni dónde queda el Norte o el Sur, y a quien la Tijuana que busca le parece una feria. O una paz porfiriana en la que el abuelo puso algo, ¿que será? Un mundo como Disneyland, que alguna vez miró de una tirilla del periódico, porque en ese mundo las ratas hablan y hay patos millonarios y perros muy tontos... todo es maravilloso o cómico en Disneyland. Una vez vio en el mismo periódico que existen rusos que han ido a la luna y que hubo tiempo en que se discutía, lo que ya parece tan absurdo, «la idea del esclavo por naturaleza», el nacido para una sola finalidad, obedecer y sufrir.
* * *
Ahora ya no lo piensa dos veces para recoger un diario que al parecer han lanzado fuera de un automóvil y se va despapelando por los aires. Quisiera avanzar para recoger alguna hoja; pero sus pies están hinchados y camina renco, como si doliera la tullidez en la imaginación. Le duele el frío aunque la temperatura sofoca, a quien no es él. ¿Qué día será hoy? No entiende por qué la fecha importa. Se esfuerza en saber, en ver señal y se siente triunfante porque bajó a un trecho de autopista por el trofeo de una página de diario.
Este es el chico, quien en su vida a la mejor ha clavado sus ojos una o dos veces a un diario, y este es el triunfo: Sospecha que un día será entre el 10 y 19 de agosto del 1977. Por lo tanto, infiere que Ensenada aún celebra su fiesta de la vendimia. Han de ser días felices para los Rednitz, porque sus uvas las vende a los Cetto en esta temporada y envía unas grandes cajas de uvas que se sirven por racimos en la Misión de Santo Domingo.
Si es la fecha, en travesía a caballo, a la usanza de vaqueros, la gabachada baja desde la Sierra de San Pedro Mártir. Cuando la misión de los dominicos existía, uvas de Bibayoff y Güeldres, quesos de los Arnol y Delfnij, eran los obsequios menonitas a la Misa al Santo Patrón; hoy todo se compra, se arrienda, se organiza con jaripeos, bailes y promociones.
Proveniente de un lugar que han llamado Sierra de San Pedro Mártir o La Montaña del National Park, a casi 240 kms. del sureste de la Ciudad de Ensenada, un camionero responde a la petición del muchacho. Tenía las botas en la mano; los calcetines sangrados y los pies hinchados.
«¿A dónde en Ensenada?»
«A donde pueda ir a bañarme, a una playa».
«Tú estás perdido, gabacho, ¿verdad?»
«Sí».
La dio tanta pena, al ver cuánto cojeaba, que lo dejó en La Primera. Le mencionó lugares como El Sauzal y Maneadero, donde podría recibir ayuda médica, aún cuando Simón dijo que no tenía dinero. Por la gentileza del camionero, bebió agua y comió de una torta de jamón con queso que él llevaba para merendar en el camino. Después de comer vorazmente, el chico comenzó a llorar y no paró hasta que lo bajó donde le dijo.
«You're one block away from Ventana al Mar (Window upon sea), la avenida, ¿ves la bandera mexicanota desde aquí?»
Carlos López Dzur / Diario de Simón Güeldres
* * *
El anochecer
Después pulsó la cruda de sus bascas.
Un golpe de fileros invisibles.
Allí estaba la plebe de grafittis en los muros.
Una estela del barro solar de sus estrellas.
Se fincaba el puto llanto del sol, estremecido,
bien amarillo, robando trenes grandes
de oscuras extensiones
y su vapor aventado del ansia
como un pedo
estaba en el palmo de su bola
de tinieblas.
Se puso de cañón y cachondeado.
Recularon los cabrones en el pulque
y la madriza subterránea de sus luces:
así murieron. Como el vómito universal
que se alucina.
Y nos dejó abanicados
en su asombro
cuando toda su inmensidad
cayó sobre tus calles, Coahuila.
1986. Tijuana / Tijuana: Dolor de parto
* * *
El sequedal de Huêhuêteotl
Te volvíste un sequedal en mi memoria,
piedra ámbar que atraes a quien te ofrezca
su humildad de garabato.
Los que sacan los piojos a tu cabeza repulsiva
de Huêhuêteotl contigo están y se llaman tus adeptos.
En tu altar ofredan el fenomenismo absoluto.
Pero en vano buscan en las llamas de tu fuego
y por tí no meterán sus cabezas al asador.
No verán la estrella del Poloni el Sol de Tonatiú.
12-1-1979 / CLD
* * *
La madrugada
La ví como una pinche y destrampada hormiga
del fuego desprenderse. Era una miga del sol
que se afanaba, una mordida del ansia sobre el mundo,
friccionada y surgida de las piedras
y del fango de tus calles y tus baches, Tijuana.
Puso cara de albas y relámpagos,
de aguas transparentes, de voces líquidas y aéreas,
de cifras interiores o inmensos océanos sin origen.
Por alguna razón dijo a lo oscuro:
Debo abrir los ojos, sonreirme, echarme
al paladar del Infinito. Soy la aurora.
Debo estallar de amor como otro cielo.
1986
* * *
Todos somos inmigrantes
Todos somos inmigrantes, cósmicos
y cotidianos fugitivos de algún tiempo y espacio.
Todos un poco pordioseros, todos otro poco
o apenas disculpados. Llegamos a la patria
de la culpa, con el indocumentado clamor
«Yo no merezco», «no merezco», «no merezco».
Algunos en las alambradas quedaron atrapados.
Secos en el desierto, cadáveres varados y sedientos.
Asfixiados en las aguas, tránsfugas de ningún lado,
los tragará el remolino, los sedujo el vigía
con la contracorriente. A unos les mordió la serpiente
o un perro verdinegro y amarillo, rumbo a la estigia
del Río Grande o el Lago del Olvido.
Pero todos somos inmigrantes.
Vamos a serlo por siempre, siglo a siglo,
con esta sensación de autoreproche
y desprecio de sí mismo.
«No merezco. No hice lo suficiente.
Culpa me llena el morral. Soy fugitivo».
Con pautas de autoagresión, todos,
todos y uno, somos vagabundos fronterizos,
desvalidos del presente, nunca definitivamente
aptos, admitidos, maduros y perfectos.
Uno es quien empieza de nuevo
disculpándose y sin perdón
de un remoto pasado.
03-09-1984 / Obra
* * *
Beatriz Ojeda (Uruguay)
Una mujer con fiebre en sus aromas
He buscado en la calle de mil vientos,
una mujer que tenga una mirada extrema.
Una mirada infinita y sorprendente
que clave sus puñales en mi mente.
Una mujer con fiebre en sus aromas
con ambición de exóticas pasiones,
experta en derrocar viejos recuerdos
con su boca de miel y sus arpegios.
Una mujer absurda en su criterio
loca y audaz amazona de este infierno,
con claveles en sus manos rojas
delirantes de pieles en incendios.
Una mujer completa y sin defensas
que profese aventuras sin fronteras,
que descubra el cielo y el averno,
inventando en mi ser un dragón fuego.
Una mujer vestida de soberbia
enlaza con su chal mi cuello férreo
y atrapa en sus garras de gitana,
desbordando mi granada entre sus pechos.
Ahogado entre sus labios yo sucumbo
envuelto en llamaradas y fantasmas,
que destierran de mi tiempo lo aprendido
y me empujan al canal de lo sentido.
Sigo la ruta embriagada de su canto,
sirena ágil proyectada en las paredes
golpeando mis sentidos y mi sangre,
exploto entre sus sellos escondidos.
Sordo, mudo, ciego, agonizante
descubro que esa noche he descendido
al instinto ancestral de lo ignorado,
sin cadenas, sin dictamen, sin barreras.
He despertado el león que me ha rugido,
esperando por años en mi selva,
saliendo de mi prisión de esclavo y siervo
estreno mi salvaje gozo de guerrero.
Beatriz Ojeda
* * *
Mi corazón de hielo
Quizás mañana la sombra de tus besos
haya partido con su hechizo.
Y ya no habrá más primaveras en mi pecho
ni mariposas danzarinas en mi alma.
Quizás me muera de tristeza
por no quererte más entre mis brazos
porque el amor es vuelo
y como vuelo se eleva hacia la nada.
Y entre la nada de tu abrazo
sellaré mi corazón de hielo.
* * *
Partirán
Partiran mis ansiosas alameda
a recorrer jardines de ilusiones.
Quizás mañana me encierre
tras los cristales del invierno
y me cobije con esencias de pasado
y las antorchas quejumbrosas de la noche
me prodiguen los mimos que me faltan.
Quizás te recomiende alguna estrella
para que aspires el aroma de mis sueños
y si las flores me permiten un halago
diré que eres consorte de la magas.
Copyright © Beatriz Ojeda / Ver: Ver Antología Virtual
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Los poderosos gimen
Simulando idilios
los infelices escuchan los arpegios,
de una sonata absurda.
Sopla el viento huracanes de dominio.
Pertrechados en los fuertes
los poderosos gimen
Lloran el miedo eterno
detenido en su garganta fría
El grito de espanto de su espejo
los congela
como vidriosa estatua
Calma de un día
el sudor respira.
Los poderoso gimen.
Simulando idilios
los infelices derriten las estatuas
con sonata absurda
Beatriz Ojeda / Obra
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Éxtor Henrique Martínez (México)
I LOVE TIYEI
Terruño primoroso y edénico
razón de vida del onto teleológico
aquí se cristalizan los anhelos del american dream
ailovtiyei
bucólica belleza en la encrucijada de dos mundos
la clase adinerada recibe con los brazos abiertos a los paisanos
macuarros y fresas se prodigan apapachos y besos
tu casa es mi casa
hasta construyeron un parque de la amistad
en el otro saite la border patrol
se dedica a festejar los cumpleaños de los indocumentados
y se los llevan gratis al supertazón
unos cholos nos asaltaron y luego nos desnudaron
nos metieron en una bodega abandonada
nos preguntaron si éramos poblamos y les dijimos que no
empezaron a golpearnos
nos pegaron en la cabeza con unas palas y unos bates
a mi primo lo apuñalaron por la espalda
supe entonces que Tijuana no era lo que decían
esas gentes que vociferaban I love Tijuana
acudimos a la policía
y en lugar de defendernos
nos metieron cuatro días en la cárcel
yo quedé muy espantado
ailovtiyei
proclaman los mentirosos optimistas
algún político les otorgó la franquicia del cartelito
para minimizar el desmadre y medir el ranking
adjetivación edulcorada de cursis corazoncitos
pero aquí comenzó la guerra de los mafiosos
el comediante Baltasar Garzón dijo en julio de 2004
que Tijuana es como Palermo en sus peores tiempos
y ese afiche de “I love TJ” no es otra cosa
que una campaña mediática orquestada por bribones
secuestros ejecuciones asaltos y violaciones
hacen roldo del interés y éxitos domingueros
mejor deberían propagar el lema Yo armo a Tijuana
consigna callejera y madre de todas las batallas
se parecen a los cristeros
cuando pretendían detener las balas con los escapularios
¿y el miedo?
ni lo conozco
Nazar Haro fue una especie de Santa Clos
queremos mucho a Tijuana
somos tan felices
ternura y pastel de cereza
mientras les dan de chingazos a sus viejas
costumbre de amar con fiereza
con imposiciones de supermercado
no se le puede llamar doncella a una puta
la abuela el tío la madre y los hijos en apuros económicos
obscena úlcera
cloaca peluda
el agujero viscoso que se oculta de día
urinario gélido y un retrete a veces de lujo
y después de amar a Tijuana
¿qué?
y después pues de meter billetes verdes en las
maletas ¿qué?
y después de recibir una propina de veinte dólares ¿qué?
y después de cogerse a una muchacha de carnes trémulas
¿qué?
buena palestra para desfogar cursilerías
el amor es cosa aparte y se reserva para uno mismo
ahora sólo quedan las hazañas que se leen en los viejos libros
las cosas hipotéticas y el cansancio que cansa
ahora andan erizando los pelos como agujas
y maldiciendo el día en que sus madres los echaron al mundo •
Charkito BlogSpot
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Injusticia y desintegración
La hipótesis puede ser defendible si se fundamenta
mas sin embargo
el pensamiento que gobierna desgobierna
lo que se ofrece es un ejemplo notable de mera propaganda
y el balance de la cualidad es inservible
se han basado en suposiciones que se han tomado como definitivas
la mesura de la justicia y un cinturón de viviendas infrahumanas
berretines y bacana
nótese la insistencia del aura pendenciera
la vagina prefigura reclusión
la transmutación del oprobio en grandeza
pantomima del musculoso verdugo justiciero
el macuarro no puede detentar más posesión que su mujer
una sirvienta no remunerada
la aplicación de la ley depende del superávit económico
restauración de la inequidad en la pura flor del estado de derecho
los sueños no sacan al hombre de su destino
la realidad es la construcción de un objeto conceptual
si la gente llamara caguamas a las caguamas
y a los ahogaperros ahogaperros
(para no recurrir al cliché del pan y vino)
el entendimiento de las palabras sería más efectivo
con decir que ahora llaman destino a los órganos genitales
ayer leí en un periódico
en la nota de sociales
que al celebrar una boda
fulana y mangano unieron sus destinos
reingeniería de los procesos en platos de segunda mesa
con inspirada felonía siguen al pie los postulados de la peccata minuta
castrada como el Abelardo
el bato de la Eloísa
que fue capado por los sicarios del canónigo Fulberto
(tío de la ruca)
significación inequívoca para no dar pauta a malas interpretaciones
como esas de que la justicia es una vieja ciega y pendeja
impúdicamente manoseada por los jueces y abogados coludidos
ellos son los que dan el «quién vive» cuando alguien se acerca •
Éxtor Henrique
* * *
Antonio López Medinilla (Argentina)
Frags. de De espa(l)das al SUR-sub, XII-2
Pasadizos interminables
En mis nuevas manos-
Todo justo y necesario
Para proteger la noche
En tu palabra, Estrella-
¿La Lira?
Rincones de los ángulos claros-
¿Y tú me preguntas?
Abajo lilas
Reunidas al ahogo,
Moradas moradas-
Paralelo,
Mudo mundo
Ansiando
5 secretos,
5 sentidos-
Suficiente razón
Bajo la tierra LA- ¿Renacés de las aguas
Si te inscribo en la arena?
Escrutá más allá-
El paso dado más allá,
Ansiado e improbable,
Que valide la escritura-
¿Venís, Cruzada en el habla?
¿Venís, en el alba que des?
Eras un cedro,
Aunque semejabas iglesia,
Por supuesto abandonada
Al deseo.
Perjurio de Bestia:
Roza la rosa-
Vení
No olvides:
La voz no es
A ti debida-
La Palabra no habla-
CANdado
De los trazos
De mi hambre-
Abro la Puerta,
y ladro-
Sola entre las olas-
Ésa no canta-
Ésa no vive-
Ésa me cela-
Ésa me arena-
Ella me UR
bajo lo bajo-
Antonio López Medinilla / Obra
* * *
ELLA / S. V.
Nietzsche
334. Temor al prójimo. Tememos en el prójimo una disposición hostil, porque tememos que por esa disposición penetre nuestros secretos.
335. Distinguir por las censuras. Las personas muy distinguidas distribuyen sus censuras de manera que notemos su distinción.
336. Despecho por benevolencia de otro. Siempre exageramos el grado de odio o de temor que creemos inspirar, pues si conocemos a fondo el grado de nuestro alejamiento de una persona, de una tendencia, de un partido, éstos, por el contrario, nos conocen muy superficialmente, y por esta razón nos odian superficialmente también.
Encontramos a menudo una benevolencia inexplicable que nos ofende, porque muestra que no se nos toma bastante en serio.
337. Vanidades que se cruzan. Cuando se encuentran dos personas cuya vanidad es igualmente grande, se impresionan malamente porque se halla tan preocupada cada una en la impresión que quiere producir sobre la otra, que ambas se dan cuenta al fin que su afán es necio, y se imputan mutuamente la falta.
338. Malos modales, buena señal. El espíritu superior encuentra placer en las faltas de tacto, en las arrogancias, en las hostilidades de los jóvenes ambiciosos; son éstos como resabios de caballos fogosos, que no ha montado ningún jinete y que muy pronto se mostrarán orgullosos de llevarlos.
339. Cuándo es oportuno ser culpado. Se hace muy bien en aceptar inculpaciones, sin rechazarlas, aunque nos agravien, cuando su autor siente mayor agravio de nuestra parte si lo replicamos o le refutamos. Es verdad que a un hombre puede inculpársele siempre cuando es razonable.
340. Poco honrado. Las personas presuntuosas a quienes se ha dado señales de estimación menor de la que esperaban, buscan largo tiempo el modo de cambiarlas en sí mismas y en los demás, haciéndose sutiles psicólogos para llegar a concluir que se les ha honrado suficientemente: si no alcanzan su fin, si se rasga el velo de su ilusión, se entregan a un terrible furor.
341. Ecos de estados primitivos en el discurso. En la manera con que los hombres emiten hoy sus afirmaciones en el mundo, se reconoce frecuentemente un eco del tiempo en que se inclinaban a las armas: tan pronto sostienen sus afirmaciones como los tiradores al blanco su fusil, tan pronto se cree sentir el roce y el chocar de las espadas: en algunos hombres, una afirmación cae silbando como un proyectil. Las mujeres, por el contrario, hablan como seres que durante siglos estuvieran sentadas al pie del huso o manejando la aguja o jugando como niñas con los niños.
342. El narrador. El que hace una narración, un cuento, deja fácilmente notar por qué el hecho le interesa o por qué quiere interesar. En el último caso exagerará, usará de superlativos y de procedimientos semejantes. Entonces narra muy mal, por que no piensa tanto en el hecho como en él mismo.
343. El lector. El que lee en alta voz poemas dramáticos descubre su propio carácter: encuentra su voz más natural para ciertas situaciones y escenas que para otras; por ejemplo, para todo lo que es patético o para todo lo que es bufo, mientras que en la vida ordinaria quizá no tendría ocasión ni aun de mostrar la pasión o la agudeza de ingenio.
344. Una escena de comedia que se representa en la vida. Hay quien por la reflexión llega a una opinión ingeniosa para exponerla en una reunión. Podría entonces hacerse una comedia viendo cómo despliega todas las velas para llegar a ese punto y embarcar hacia lugar donde pueda ser notada, cómo a veces, perdida la dirección, vuelve a tomarla hasta perder el aliento casi; entonces alguno le adelanta la observación, se la quita de la boca. ¿Qué hará? ¿Oponerse a su propia opinión?
345. Impolítico mal de su grado. Cuando un hombre, mal de su grado, comete una falta de política hacia alguno, por ejemplo, no lo saluda, se siente contrariado, aunque no pueda hacer reproche alguno a sus intenciones; sufre por la mala opinión que ha podido despertar en otro respecto de sí o teme las consecuencias de una desavenencia: pueden excitarse así al vanidad o el temor o la simpatía, o quizá todo a un mismo tiempo.
346. Obra maestra de traición. Expresar contra un conjurado la enojosa sospecha de que os traiciona, en el momento mismo en que traicionáis, es un golpe maestro, porque obligáis a aquél a ocuparse de su persona y a mostrar durante algún tiempo una conducta exenta de toda sospecha, franca y abierta; de modo que el verdadero traidor queda enteramente libre para proceder.
347. Ofender y ser ofendido. Es más agradable ofender y pedir perdón después, que ser ofendido y conceder el perdón. El que hace lo primero manifiesta una prueba de su poder, primero, y después, de su bondad de carácter. El otro, si no quiere pasar por inhumano, está obligado a perdonar; el gozo que procura la humillación de otro es muy escaso.
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