Contenido 13
Extor H. Martínez
Poniendo al tiro la hora del reloj
Carlos López Dzur
El hombre que buscaba el alma / cuento
La Bestia / Hayo Bischat
No teman a La Bestia
Alejandro Drewes
Detrás de nosotros
A Pablo Neruda
Naturaleza muerta
Un paisaje
Noche, Negra noche del mundo
Norman Mailer
Las incertidumbres de la existencia
Antonio L. Medinilla
Frags. / el sub-sub
Pedro Du Bois
A objetividade da coisa
Maritza Alvarez e Ian Welden
De mi anhelo pasado
De ruegos y bosques
Fanny Jaretón
A medias
Cristina Castello
Yo, Picasso: genio y chamán
Arturo Cardona Mattei
Vieja Dama
La furia del río
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Éxtor Henrique Martínez (México)
Poniendo al tiro la hora del reloj
Por darle un sentido solamente nominal al término y, a efecto, de esclarecer el tema que nos incumbe, recurro a la primera parte de la pregunta que hace don Antonio Gramsci, respecto al estrato que conforman los literatos: «¿Son los intelectuales un grupo social autónomo e independiente, o todos los grupos sociales tienen sus propias categorías de intelectuales especializados?» [La formación de los intelectuales, página 21]. Y como la nomenclatura independencia no puede cifrarse a un esquema simplista ni deriva de hechos circunstanciales ¿qué es lo que hace que un grupo, clase o estamento sea independiente? La cuestión la plantea y la resuelve con acierto el máster José Revueltas en un lúcido ensayo en el que concluye que ser independiente, más allá de su deformación teórica, es un ejercicio de conciencia que coincide con la realidad concreta y consustanciada a la práxis, su «teleología» es la acción misma del sujeto que se mueve por sus propios medios, facultades, aptitudes y capacidades que sólo a él corresponden y le pertenecen. «¿Qué es lo que determina que una clase definida de la sociedad sea una clase independiente?»
Para respondernos —dice Revueltas— habrá que ir del terreno de la teoría al de la práctica, puesto que la independencia no es un concepto abstracto, sino eminentemente operativo y actuante, es decir, que no existe sin la acción, está unido directamente a la acción, él mismo es la acción, la acción de ser independiente. Así, luego si la independencia es la acción de ser independiente, ¿qué le falta para convertir en algo independiente, para transformar en un ser independiente, al sujeto que la actúa? Le falta, tan sólo, que el sujeto de la acción se convierta en el objeto de la misma, se vea, se dé cuenta que tal acción él la hizo en virtud de un movimiento que le es propio, que nadie pudo realizar sino él mismo y que lo aisló, (o sea lo significó aisladamente) de los demás, precisando y delimitando sus propias facultades y posibilidades, como las facultades y posibilidades de un ser peculiar, característico e inconfundible.
De esto se concluye que la independencia es la conciencia de ser independiente, conciencia que no se adquiere sino por la acción. Una clase es independiente, entonces, en tanto tiene conciencia de que la acción ha sido suya y de nadie más, y de que, al tomar conciencia de tal acción, luego existe como esa clase determinada, en y para sí misma, dueña de un cierto número de fuerzas y recursos para actuar» [Escritos políticos, Obras completas, página 110].
Y ¿cuándo llegará la hora de asumir la verdadera condición de fulanetes independientes? «Cuando cada hombre —dice Henry Miller— por fin comprenda que nada debe esperarse de Dios o de la sociedad o de los amigos o de tiranos benevolentes o gobiernos democráticos o de santos o de sabios, o incluso de lo más sagrado de lo sagrado, la educación, cuando cada hombre comprenda que tiene que trabajar con sus propias manos para salvarse, y que no debe esperar misericordia, entonces tal vez… ¡Tal vez!» [Carta abierta a los surrealistas dondequiera que se encuentren].
Pero aquí, escritores, periodistas, artistas y promotores independientes se entregan en cuerpo y alma a los poderes proteicos del ogro filantrópico, copiando la voz rectora del establecimiento cultural oficialista y actuando en la misma dirección abstracta; esto es, en la repetición mecánica de las fórmulas estatistas y los arquetipos corporativitas de Júmex, Nestle, Televisa, etcétera. Por tanto, calificarse como independientes no es más que una estrafalaria ocurrencia, pues la significación precisa y exacta de tal adjetivo es escurridiza, se les escapa y se les disloca de su objetividad.
Es un dulce lirismo que no mortifica la salud mental a la hora de las relativas ligazones, cuando se bambolean las mamilas de la vaca presupuestal. La categoría sociológica de independiente aquí no se sitúa fuera del sistema, fuera de sus adhesiones, y hasta tiene un valor provisional, eventual; se toma, se deja y se vuelve a retomar. Se trata de una independencia que no tiene sentido de oposición, es decir, de negatividad como el modelo hegeliano. O sea, es una independencia pero con subyugamiento. Es la inversión del diálogo de Sócrates en el que sus interlocutores no actúan por cuenta propia, una independencia que no quebranta la dependencia edípica entre los grupúsculos cultureros y el estatuskú. Sus objetivos, sin práctica conflictual, se cohesionan a la sombra del poder en una razón de concordancia que se define como una dicotomía conciliadora entre los «ellos» y los «nosotros».
«INTUITU PERSONAE» Y SEUDOATONOMÍA ALIENADA
Las autodenominadas colectividades y organizaciones independientes, y que supuestamente realizan actividades artísticas y culturales al margen del estatismo gubernamental, necesitan desenrollar sus panegíricos porque no se bastan por su sola propulsión e impulso. Son grupos cerrados, expresamente limitados, que aparecen ante la opinión pública como la encarnación de fuerzas estoicas, pero se hayan supeditados al plano normativo burocrático. Se sienten muy confiados en sus propias virtudes democráticas y, sin embargo, son unos catatónicos pedigüeños. Mientras invocan la ley de la distinción, mantienen una política de acercamiento con las piadosas instituciones el poder hegemónico.
Hay que diferenciarse de los demás, aunque sea con ambigüedades. Y la intervención lenguajera es el instrumento esencial para la promoción. Promoción de topología crítica moderada y que, desde luego, tiende a desarrollarse en concordancia con los intereses de las clases dominantes. Sublimación entusiasta y cuyas expresiones de forma importan más que las realidades conflictuales que subyacen en el contenido. Acciones simbólicas en pro de la cultura para asegurar los engranajes.
Subsiste en el fondo una sociología de difusión del engaño, un rótulo anfibológico con el que se pretende seguir contrabandeando los simulacros de capilla y cofradía en un pueblo de ignorantes y desposeídos, una simulada idealización del problema cultural en manos de ilusos que, vanamente, creen que pueden hacer lo que los políticos no hacen. El quehacer intelectual ya no tiene sentido ni ubicación precisa, se ha descongestionado. Y el cambio de intención que antes era un fin, hoy es un medio.
—Los culturosos ya no sirven a la cultura, sino que se sirven de ella.
—Y la vida culturosa es un banquete o una inanición. Y más ahora que hay portentosa hambruna de artistas, intelectuales y promotores independientes.
NOTAS O HUEVOS DE COCHI
[1] A diferencia de los dos anteriores directores que tuvo el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana (IMAC), la ñorsa Teresa Riqué tiene en su favor un enjambre de aduladores que le descollan sofismas y vanidades cucarachescas. Se trata de cameleros y burrificadores que son miembros de la cofradía a la que pertenece doña Riqué. A ver, en buen criterio y para rechazar tal sandez, ¿porqué a la Elizabeth Algrávez y al Alejandro Rodríguez no les colgaron todo ese rollo de vacuidades que ahora le empapirolan a la nueva titular del inservible establecimiento seudocultural en cuestión? Debieran de ser parejos, cuando menos en su verbosa coba. Que la ruca se encargue de regentear una antigualla elitista como lo es la «Ópera en la calle», no es garantía de chingonería y eficacia en el decurso de la labor burocrática que se le encomendó. El membrete de «promotora cultural independiente» de «gran experiencia» no es más que una connotación de intromisión forzada en la nómina de los huesillos políticos. Bien podrían poner en tal dependencia municipal a cualquier franelero o sacaborrachos que se les antoje y en nada cambiará la situación y el estado de cosas que guarda el IMAC, pues este organismo chatarra funciona casi por inercia y se encuentra en un marasmo difícil de superar.
Por tanto, la ruca no es la plus ultra como se quiere hacer saber en las notitas palinódicas que escriben sus compinches periodiqueros. El quid de esas asociaciones verbales lisonjeras estriba en exaltar las supuestas virtudes de la nueva funcionaria para devaluar a los adversarios políticos, marcando al mismo tiempo las identidades ideológicas de los emisores del discurso, es decir, de los fenómenos ilusorios de la democracia formal y del pluralismo legal que los culturosos dependentistas confunden con la autoemancipación y la difusa autosugestión, sin darse cuenta que son seres baldados entre una jauría de lobos.
[2] A una dimensión indefinida —que puede o no contener sobre sí alguna cosa— los blabladores la denominan institución, casa, revista, programa y hasta televisión. Y así se babea, perorando cretinismos deslenguados: «un espacio para el encuentro cultural», «un espacio para la proyección de talentos», «un espacio de comunicación», «un espacio para debatir ideas», etcétera.
[3] Distinguiéndose por su estado de inanición periodística, el gacetillero Julio Jáuregui, en la sección Fama del pápiro / El Mexicano (edición del día 22 de enero de 2008), y en la que saca a colación papiruchesca el articulejo que intituló «Casa de la 9, celebrará sus 5 años con arte», mientras se desvive en halagos moquientos, anota que en el ambicioso aniversario” de dicho congalito tertulero (el que cretinamente cataloga como un «espacio abierto a la comunidad», «acogiendo a grupos independientes de literatura, teatro» y demás ralea culturera) no faltará la «presencia de la literatura» (personificada por don Luis Humberto Crosthwaite, quien se literaturalizó en dicha presencia. «Asimismo —apunta en su redrojo el gacetillero—, el dramaturgo Daniel Serrano ofrecerá una charla e integrantes de la revista Magín (¡gulp!, ¿de cuándo acá una revista tiene integrantes?) ofrecerán lectura de textos libres».
Y así continúa la información basura que excreta el tal Julio Jáuregui (y lo peor del caso es que le pagan por escribir tales chingaderas).
EHM / El charkito
* * *
Carlos López Dzur (Puerto Rico)
El hombre que buscaba el alma
A Paolo Sarpi (1552 – 1623)
La verdadera soledad lo convenció de que el alma es una piedra que se quiebra, o un agujero al que la gente se asoma y se atreve a escupir. Gente que dijo, por Dios que te amo, daba la espalda a sus juramentos y lo hostigaba. Se aficionaron a la inmundicia de sí mismos y la ocultaban bajo la sotana, no amaban al prójimo. Y podían hacer todo el daño que desearan con disimulo de bondad y de cielos inefables.
Paolo fue más práctico. El dios / alma / cielo inefable que ansiaba / no se riñó con el anhelo de una Patria humana. Y la patria celestial, Sión de lo Alto, que alardean los muchos en Roma se convirtió, con sus muchas meditaciones, en fe de que hay principios generales que la explican y tales principios pertenecen a la Física, tal como la entiende Kepler, Cusa y otros pocos que, queriendo leer, Paolo Sarpi no puede por causa de censura: «Que la Iglesia, como institución, es la Patria, Fra Servite, y la Puerta del Cielo, el alma».
Y lo dijo un teólogo de alma podrida. Uno que no sabe qué es alma, en rigor. Ni pregunta por la suya. El aliento es «el aliento de Dios», dice como metáfora.
El acusador, que conoció muchísimo antes de la muerte de Clemente VIII en marzo, hablaba aún, inevitablemente, como quien urdió su asesinato, tal vez para esa misma noche, y ahora se atrevía rebatirle que el concepto del tiempo físico pudiera ser distinto al tiempo del reloj. A él la eternidad le parece imposible, Dios mata primero, después regala moradas santas y eternas, al que se porta bien.
Fra Paolo Sarpi, el Servite, confiere al alma cierta presencia física, como quien busca un crisol infinito en la existencia terrenal. «Aún el alma biológica tiene un sentido».
«Sólo la oración mantiene el aliento de Dios, que es el alma que importa; a esa alma biológica que enaltece, a la Iglesia está concedido que la reviente».
La palabra reventar en su boca es lo que más le desagrada. Y es por eso que lo odia. Es demasiado grosero.
Y Clemente creyó que su inquisidor es pío, que es bueno, no la hiena que es. Quizás, medita Paolo Sarpi, es mal sicólogo o no es tan tolerante como se le instruyó que fuera, sólo basado en la fe. Llegó a decir a Clemente: «A usted y a mí se nos quiere matar y no es precisamente el bando de Venecia, usted defiende al enemigo que se acomoda en su sombra... y uno debe hablar claro y sin miedo para definir el peligro y la antipatía de ese hombre, ponderar que es su problema. Yo daré dos nombres posibles».
«No, Fra Paolo».
Clemente exigió el silencio y, entonces, Paolo replicó: «Yo no o puedo perdonar».
Simplemente, a este otro, el peón de llevanzas de Paulo, lo desmentiría cada vez que pueda. Se cuidaría las espaldas. Es quien más escupe sobre él y el que tiene propósitos homicidas. Entonces, admitió la protección del Senado de Venecia.
¿Cómo trabaja el retrógrado del Nuncio? Siempre acecha. A sus víctimas las sataniza primero y hace que la institución papal allane el camino de sus ejecuciones. Es el inquisidor por excelencia. En el caso, del Servite ha quedado memorizado ante Clemente por su mucho y severo sancionamiento. Y el Papa piensa que sus preocupaciones son raíces de amargura: culpas. No en balde abrió la boca y dijo que no perdona.
«Eres hablantín y reacio».
En cambio, si bien piensa que Sarpi, el Servite, es rencoroso, como muchos le reconoce sus dotes de oratoria. Es brillante en todo: astronomía, fisiología, derecho... Esto no evitará que lo conduzcan al jalón de orejas. Posiblemente, con el tiempo, a la excomunión, a la hoguera.
«¿Y ahora de qué te has quejado?», preguntó Paolo a su verdugo. De alguna simpleza, de seguro... porque forma sus tormentas en un vaso de agua. Agita una mínima burbujita y vea el maremagnum.
«Mencionaste a Gerson y Bellarmine y ésto, como parte del profesorado, aquí es herejía». Hay que mencionar lo que existe, por lo menos. No meter la cabeza en un agujero y decir: Gerson y Bellarmine existen.
«Con mi boca dí razón de ellos», se justifica.
«El religioso es un siervo que calla».
«No. El religioso es un propietario de libertad y combate el mal con ella», insiste.
Lo recuerda desde que aludió a su padre, Francesco, de San Vito, como un mediocre aprendiz de los negocios. Fue la envidia. «Usted bien que puede hacer de ese muchacho un pirata calvatrueno»; no vio disposición de que Francesco dotara a la iglesia de ingresos. No fue la actitud tampoco de su tío, el monje.
«¿Para qué crees que nos sirva ese muchacho que traes a la ordem?», preguntó. No se juzgó a Paolo con veta de sacerdote pues, desde pubertario, se comprendía que era demasiado suspicaz y desafiante.
«Te falta humildad», le dijeron.
Lo recuerdan hablando con amor de Venecia, de cada una de las islitas del archipiélago. Para el nuncio hostigador, quien así hablara sería un zorro de pantanos. Un futuro demagogo o un mercanchifle sobre una góndola que navega sus peligros. Tentando el Demonio, a los diablos del poder y sus fantasmas. En aquel tiempo: los islámicos. Paolo vio al hombre detrás de la sotana. «Quiere entretenerse conmigo, hacerme su disciplinado», porque él sí que fue un político que pagaba sus favores con oficinas obispales y su trato es petulancia y agresividad disfrazada de consejos. Pero un día Clemente le dijo: «Pietro es harina de otro costal en esta Iglesia y te equivocaste: aquí hay más lodo de pantano, más corrupción. No molestes a Pietro». Sí. Recuerda que ese día el Papa Clemente lo defendió un poquitico y le bajaba los humos al obispo. Y fue el comienzo.
2.
A mi regreso a Venecia en 1588, ninguno como él me arrebató la abundancia sublime, aquella paz y humildad de mis días en el noviciado. El entusiasmo con que me acerqué, con mi tío a la diestra, para entrar a la Orden Siervos de María. Siempre busqué dar lo mejor con mis servicios. Yo sí fui sincero. El fue la piedra de tropiezo y me obsequió, sistemáticamente, su hostilidad.
«Te voy a reventar, ya verás», me dijo.
Lo expuse ante el Papa como el hostigador y en represalia me dejó incomunicado, prácticamente, por orden del Santo Oficio, en una apartada casa de Arcetri, en las afueras de Florencia. Defendí las nociones copernicanas, hablé con pasión de lentes de espionaje, aquellos ojos telescópicos, y habían pasado diez años de que mi hostigador intentara mi homicidio.
Para 1616, estuvo, entre esos pocos que hacen política mundana dentro de la iglesia e insultan la inteligencia al negarlo, como si uno ignorara las nulas diferencias entre Visconti y Paulo. Insistieron en que no debo mencionar ciertos hechos o ciertas gentes. Nombrarlos es como fornicar con el Demonio, o traer baales a la Casa de Dios... Nicolás de Cusa, hombre inspirador, se ha vuelto sed en mi boca. Lo necesito, inquiero sobre él y lo retiran de mí como si fuese una plaga.
En cambio, llegaba espionamente porque es la Oreja que informa toda Transgresión. El Nuncio de la farsa, el Gran Inquisidor.
Recuerdo cuando me trajo la carta papal. Exijo la sumisión de los venecianos. Que renunciara al Tribunal de los Diez, que dejara sin asesoría en Derecho Sagrado al Senado de Venecia. Y él sabía que yo diría que no.
Como si se supiera por oído mis pisadas y leyera mis oraciones, o si soy capaz de maldecirlo y lo hago, fue el primero en llamarme apóstata, el Monje maldito. El urdió, a la muerte de Clemente, que Paulo se entronizara en Roma. Fue su compinche de siempre, el peor entre los Vicarios que conocería y, como enemigo, el Inquisidor sería un perro faldero, ahora con protección papal. El acusador de los hermanos me daría su odio por entero, y yo bajo mis sotanas, reciprocaría.
Y en la noche del 5 de octubre de 1607, me atacaron. Los cuchilleros de Roma supieron que dije que no renunciaré a las buenas cosas que aprendí en el monasterio y estaré hasta el último de mis días en la Iglesia, en la que está hecha de justicia y libertad. Si la Iglesia es para siervos en cadena, en vano habría de morir Jesús en el Ungido. En vano. los ángeles delante de María. En vano el tiempo físico, preconizado por Nicolás de Cusa, corre diferente al tiempo del reloj humano.
Recuerdo mis estudios. Los desvelos. Mis primeros libros. Mis debates. Girolamo Fabrici d'Acquapendente me llamó Oráculo del siglo y diserté, ante el Duque de Mantúa, sobre cómo la decadencia de Venecia tuvo su origen en la toma de Constantinopla por los turcos en 1453. Se descubrió, por igual, un nuevo mundo y se desplazaron las corrientes comerciales. Los viajes de Colombo fueron un giro de necesaria mano a la Rueda de Dios, el Señor Tiempo y el Kairós divino.
«¿Qué quiso decir al Homo Oeconomicus?» Se acabó el apogeo, el control del comercio con Oriente, la grandeza que la región veneciana tuvo. Vino, tenía que venir, una lucha y la amenaza y la necesidad de pensar sobre un Dios que apiada de las miserias, que es el Dios de todos, el puede entender el hombres desde el tiempo del reloj, aunque no busque el alma y su fe sea sencilla...
Venecia, en algún momento, se alió con los francos contra los lombardos, se alió con el Imperio Bizantino contra los normandos. E hizo tolerancia y benevolencia con el Islam y se pudo sobrevivir y prosperar, aún cuando el Imperio Bizantino se pusiera en guerra con los árabes, porque se entendía este giro y Paulo V no estaba allí como un agente retardario.
«¿Por qué tu dios, Nuncio de Paulo, siembra tanto rencor por la humanidad del planeta? Tú ni entiendes al Dios de Cardenal de Cusa ni al dios relojero de los venecianos... ¿Por qué no han de volver las naves de Venecia a Alejandría, Beirut y Jaffa, por qué no una República que también piense en los hambrientos y haraposos en vez de pensarse sólo en construir imponentes catedrales y adquirir prebendas de reyezuelos corruptos y monjes beodos y lujuriosos?»
«Dígame, ¿usted seguiría lo dictado por el Concilio Trento?»
«Yo sí», dije.
«Usted mencionó, Fra Servite, amor y benevolencia para el árabe, ¿qué objeto tiene eso? Son enemigos de la fe y de la Orden de los Siervos de María. Ahora es el Cisma lo que debe preocuparnos. La herejía protestante, Fra Servite».
3.
El mandato del Papa Pío IV, terminado el Concilio de Trento, me importó más que todo lo que el Nuncio me alegara y debatiera. Explica mi poco interés en los obispados, pero soy sincero. La enseñanza me ha llamado mucho más la atención, más que las leyes y las matemáticas. «Las matemáticas son el Libro del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal que fue prohibido».
«Pues incluye, por igual, la Historia del Concilio de Trento y mis escritos sobre ciencia experimental en el Indice de Libros Prohibidos... si se me exhorta a no leer a Cusa y sobre su interés por la música de las esferas y los soles cósmicos, si la amistad de Cusa con Vicenzo Galileo es tan reprochable como la mía con su hijo, me temo que prohibir las ideas de Galileo, confiscar su telescopio, también será conveniente a su mentalidad; pero a mí no me cuesta elogiarlo, seguiré haciéndolo y no comprendo cómo usted, cómplice de asesinos, no pidió a la Iglesia por mí el auxilio económico durante mi convalescenia. Los dolores en la cruz de mis cuchilladas no han sido pagados por Roma», mencioné.
El Gobierno de Venecia reconoce mi talento. No me dejará morir, alegando que soy un protestante. Un hereje. Un apóstata.
4.
«Su vanidad no ha sido todavía reventada».
«Un poco más y lo logran. El Gobierno Terrenal está siendo conmigo más misericordioso que la Curia Católico-Romana, ¿no es una vergüenza para su jefe Paulo V?», enfatizo.
El mismo interés sincero y razonable que le conocí al Papa Pío IV yo lo profeso: el deber de condiciones éticas intachables. Emtre los papas que conocí, tres de ellos, Pío fue el mejor, el más sabio y quien se interesó en crear seminarios especializados para la formación de los sacerdotes y confirmó la exigencia del celibato clerical. Los obispos no podrían acumular beneficios y deberían residir en su diócesis.
Recuerdo 17 años de vela, de lectura, quemando mis pestañas hasta altas horas de la noche, antes de que se me diera la oportunidad de ser Veedor episcopal de la República de Venecia y terminar este libro. Estoy orgulloso de mi Istoria del Concilio Tridentino. No es polémica con la Curia o indisponerme con Paulo ni sus perros falderos lo que me satisface... limpio el templo. Humildemente, Pietro Soave o Polano lo hace; que lo informe por mí, yo doy la mente y mi fervor. El da el cuerpo del libro. No es éste sino un recurso de limpieza, no apostasía, desde Londres... en el fondo, ¿por qué estudio así? ... sino por una viva investigación del alma. Este es un deseo no mezquino; pero, Paulo quiere quitarme la vida. Antes fue sólo oponer su inquisidor ante mí.
Uno estudia porque el alma te desafía a que la busques. No es tan obvia como decir, la tengo y con ella hago lo que plazca. Es un pabilo encendido, trapo asfosforado en el interior del encéfalo. El alma es un candil en el trayecto del Puente de Varolio... mentira que yo haya dicho éso, que salga una máxima de escarnio. Mentira que sea intermediario de intereses anglos.
«Quieres una subvertir la religión católica y hacer de Venecia una república protestante y no te dejaré, porque primero...»
5.
El 5 de octubre, quienes me atacaron me dejaron por muerto; sobreviví al estilo de sus feas faenas para herir y asaltar a quien no lo espera, homicidas de oficio. El cirujano dijo: Agnosco stylum Curiae Romanae, y le dije: «Lo sé y el Papa Paulo V, algún grado de complicidad contrajo en el empeño de matarme».
Cuando no estuve en mis estudios, sí... hasta de mala gana, iba e intervenía en las estúpidas disputas de la comunidad. Disputas que siempre nacen del miedo que tiene la gente a ser libre, o a tolerar. La gente dependiente y maliciosa crea rencillas para llamar la atención. El que está ocupado, con los asuntos de la libertad y su quehacer de justicia, no molesta a nadie.
En verdad, en 1601, el Senado de Venecia, quizás por darme algún dinerillo, que ni necesité ni pedí, me recomendó para una ocupar un obispado en Caorle. «Es una aldea pequeña y no te quitará tiempo», me dijeron.
Yo hablé de la búsqueda del alma; no de dinero o de cosas mundanales; pero enemigos no faltan. Entonces, ví que los enemigos los tuve en las Nunciaturas. Hablar sobre espejos y telescopios significó: Mirarte a tí mismo, porque Dios no es suficiente; mirarte con incredulidad, ¿acaso se pide con ello la ayuda del demonio, ser tentado? Y el telescopio: invenciones de los demonios, ateos, pecadores... para espiar al prójimo, AL cristiano en aras de vanidad y concupiscencia...
«La ciencia sería tan dañina como dice en sus manos, no en las mías», contesté. Arguyó que no debo hablar a nadie, ni escribir siquiera, a riesgo de que, como hereje, sea ún hostil a la Iglesia que lo que soy. A su juicio, camino en cercanía de ellos, los cismáticos, doy íntimas palabras a los protestantes, visito sus casas y los hago participar de la misa.
«Pero aún no te hemos reventado», dijo.
Venecia a que vine me conoce. Me aclamó. La Curia Romana es la que me juzga enemigo y apóstata. El, sobre todo. Muchos amigos me nominan para representar la Iglesia en Milopotamo, Caorle, Nona en Dalmacia. Son los honestos. Sin embargo, Roma parece el corazón de Jezabel. Me aísla, desata su desprecio. Es que se ha declarado ell' interdetto.
Entonces, ellos condenan a los herejes. Acosan. Yo los estudio a fin de ver la bondad de sus interpretaciones. Conversar no me hace hereje, en ese sentido despectivo. No soy un religioso comido por el miedo, aunque la Curia Romana no entienda mi actitud. Todavía, como el primer día en la Orden, intento redescubrir mi alma y sé que está atraída por herejes, de quienes no entiendo por qué han de ser despreciados con esa saña. El poder de Roma.
Aprovecharía mi tiempo libre para escribir una historia de los Papas y una historia del Concilio de Trento.
Herejes: hereje ese pillaje y ese cáfila de monjes usureros que no quieren otra ley que sus complicidades. En años sucesivos, tras mi regreso, hice claro que no se prohibirá que seleccione a mis amigos, ni espíritu ni de carne.
Y el nuncio papal (de muchos que conocí y me envidian y prefieren que se me vea la cara, que el que yo esté en soledad meditativa) y había uno, que el obispado lo anhelaba para unode su protégé, que no soy yo.
Entonces, me acusó de ser un perverso veneciano y dijo:
Sarpi niega la inmortalidad del alma. Duda de la sabiduría de Aristótoles. Con la fe en extravío se hace de extraños pensamientos. Sarpi es un hereje consumado. No conviene que intervenga en ningún obispado, grande o pequeño. Ese silencio suyo es aparente. Hilvana algún programa con el Senado de Venecia. Tiene amigos en el Concilio de Trento. Es un fantasma maligno en la Costa del Mediterráneo.
Y las sectores financieros del Diablo mueven sus recursos hacia el Norte, a bastiones marítimos, donde los herejes urden planes contra la Iglesia... Prefiere el libro de oraciones de los ingleses, pero no acaba de declararse anglicano. De Lutero habla como si fuese un delincuente. A los calvinistas lo enumera entre los fanáticos y es difícil que Fra Sarpi se vea cómodo entre protestantes, aunque en muchos detalles lo es.
«Quédese con el obispado. Dígale a Clemente Octavo que mi hábito santo no tiene culpa de lo que pienso, sino las bocas como la suya», lo confrontó.
«Usted, hermano Paolo, no quiere darse cuenta que estos tiempos son difíciles. Que los Habsburgo son los enemigos».
«¿Quién no es un enemigo para usted? Para mí, el enemigo es la usura y la ignorancia».
«Sabemos que usted, hermano: odia a Roma, la Inquisición... lee a Johannes Kepler... y escépticos, como herederos de Tácito, Michel de Montaigne, Pierre Charron. Fra Paolo, usted lee de malas tradiciones y su interés en la política se inclina a la República, no a la Iglesia. Y mucha de la violencia que usted observa, en desobediencia a Roma y la Santa Madre Iglesia, es el uso de solitarios y eruditos herejes, vínculados a conflictos y personalidades sospechosas. Los viejos Imperios de Oriente utilizaron a sus sabios. Y el método del imperio Romano, tal como lo ejercieron los paganos y los piratas templarios, provoca, no sólo confusión, escaramuas, codicias por poder, que nada santo invocan. La usura veneciana compromete la Iglesia en toda Europa y quien defiende la usura es partidario de los Habsburgo».
Ahora lo escuchó que le sacó en cara que le desagradara decir la misa, lo hace muy pocas veces y lo evita cuando es posible. No quiere que se ventile esta cuestión como si dudara de la validez de una y cada una de las normas papales. Según se agudiza la crisis de los territorios italianos, se le pone entre la espada y la pared. El riesgo de traicionar la causa de Venecia, en la que cree, por la que estudia tanto.
6.
Los ojos del cura acusador de Fra Sarpi Servita al tipo de alma que él prefiere no la quiere para sí. Es complicada. La suya, tan acusadora, es un alma llena de simonía y ambición material, que Sarpi repugna. Alma tan típica de aquella Venecia que entró en conflicto con el Papado, por causa de lo mismo. «Usted complica la vida, Servita».
Antes que muriera el cura, poco años después que Sarpi regresó al encierro de Venecia 1605, hubo que poner límites hasta a las prerrogativas papales por gente como esta alimaña, o alma de muchas mañas. Venecia adoptó medidas como las siguientes y hombre como Sarpi defendía las tesis: los tribunales seculares pueden entenderse con ofensas que los sacerdotes llevan practicando contra las leyes de la ciudad y hay que prohibir que se funde iglesias hasta debajo de las piedras.
«Esas congregaciones viven a costilla de la fe de los bobos, recogiendo limosnas para curas corruptos y mujeriegos». Y ni siquiera piden el consentimiento de la Ciudad y los curas adquieren propiedad, lucran en privado y se escudan en la membresía a institución, no punible en el entero territorio de la república. En 1606, un nuncio papal demandó papal nuncio demandó la sumisión incondicional de los venecianos. Y se preguntó al hereje 'Servita' con quien está, si con los sumisos y los insurrectos. Y dijo que estaba con los que «buscan el alma». Con los que fueron huérfanos, a temprana edad, y siempre se sintieron solos; Paolo, hijo de comerciante, vive entre libros, come poco, estudia mucho, se interesa en las ciencias, en los idiomas, en las tecnologías. A veces, es cierto, se olvidar de orar mucho, aunque a Dios lo ve en todo.
Siente que es injusto que le digan: hereje, malcreyente, hipócrita. Ha dado muestras de querer al pueblo, a los pobres, a los niños. Las pupilas de los niños le han permitido una observación que tiene rango de postulado científico: «El iris se contrae». Los niños han visto que traza fórmulas matemáticas, dibuja símbolos que no son las letras que conocen. Dirán que vivir tan fastiadiado y sólo lo enloquece; pero, otros colegas del curato no le dado ni el respeto intelectual que merece y no son niños ignorantes. Son los presuntos doctos.
Fra Servita se entusiasma, o se consuela, cuando habla sobre cristales bruñidos y telescopios como el que está perfeccionando Galileo. Para él, que Harvey reclame ser el descubridor de la fisiología de la circulación cardíaca o de la sangre en las venas es cosa de un memorandum, deshonestidad y robo. «La gente no respeta el conocimiento. No respeta a Dios».
Afirman que se ha vuelto un ateo filósofico. Alguien peligroso como Bacon. Y él sólo dice que busca el alma y que Dios lo agradece. Dios no es tonto.
CLD / Blog / Cuentos
* * *
Las frutas
Desprende tu amor si acaso aún cuelga
como una fruta tan alta que no alcanza ninguno.
Hazlo disponible, si es así, a la boca hambrienta.
Baja el amor de las alturas ingratas.
Inclina los penachos del árbol imposible.
El fruto siempre comienza humildemente
a nivel de raíces y, lícuamente, circula
y te da savia, su beso se aproxima hasta los labios.
Una fruta es como tu pensamiento, o un mimo,
o un abrazo, disponible a tu espacio.
Si tuyo es el fruto, juzga si es bueno.
Un árbol no es tuyo solamente.
Es tan sencillo ir y hacerlo público.
No hay que cortar tallos ni troncos ni ramajes:
basta que quieras que se desprenda el fruto.
asirlo al alcance justo de tu gesto.
Díle a la gente que tu cosecha es buena
porque precisamente la hicíste disponible
para ellos como amor. Y el amor es bueno
si es social, si se cultiva para otros,
no para uno mismo. En otras bocas
es que la pulpa verifica lo sabroso.
Ahora coteja el hecho: si eres bendito
porque díste de ese amor de lo alto.
Descubre si te está buscando un amigo,
si el vecino pregunta por semillas,
o alguien cercano ya extendió su mano.
Dí a tu corazón si está llegando el pueblo
y si el más hambriento de amor te sonríe;
verifica si llegan a tu casa,
si claman por un poquito más y te bendicen.
En soledad nadie está si sus frutos dulcifican
generosamente; no te hace sólo el prójimo.
No tomes como algo personal si alguno
comió sin darte gracias. Compensa suficientemente
la medida de tu amor, ese amor que se mide
porque descuelgas el fruto y lo sabes tan bueno
como una gran bellota, llena de dulzura,
que te place que no se quede en tí,
se comunique, se esparza. Tu obtienes
un tesoro con el descolgamiento.
26-05-1999 / Cuaderno de amor a Haití
* * *
La Bestia / Hayo Bischat
«We have to have a concept of peace that includes conflict…
in which conflict is loving conflict. As Karl Jaspers said:
Every real dialogue is a loving combat»: Sam Keen
Un día comencé a imaginarla. La invitaría
a mi lado. La vería en las penumbras.
Los que me hablaron sobre Ella jamás se aproximaron
a su sombra ni a distancia…
El odio no les permitió la simpatía.
No me dijeron que es tan bella. Me engañaron.
Su aparición es espontánea.
y, su entidad, la más inevitable…
Un día la llamé Criatura Libre,
bestia del corazón onírico,
y la exhorté: «Habla conmigo».
Me dijeron que no invoque demonios y medité,
«¿cómo desagradarme yo con lo que eres,
si los demonios no existen?»
Amé tu idea con las polivalencias de tu posible ente.
Te mencionó brevemente el Libro Isaías; me solazaron
las referencias que de dí me dieron.
Sobre todo, que te dijeran la indómita, impetuosa,
criatura rotundamente bella.
Te integré a mi corazón como el más antiguo
de mis símbolos. Te dije: ¡Madre mía! cuando voces
armadas de cuchillos, o pedernal hiriente, te llamaron
fatídica, rebelde, en súmero himno descrita por lujuria.
Un día te contuve en mi lenguaje. Te integré
a mi diálogo de vida; dejaste de ser una abstracción
del sinsentido. Te hallé contigua a este amor de infinito
y esta cercanía que es mi aquí, mi cuerpo mismo.
Y te imaginé, primera dama de la Historia.
Te ví en lecho de ramas, árbol abierto.
En el vientre del tronco yacías.
Esa fue tu cama flotante en el cauce del Eufrates.
¿Cómo llamarte Bestia, Innana, si vives en el jardín sagrado
y te gusta el rumor dulce de las aguas? ¿si eres
como un bebé que navega cuando vas rumbo a Uruk
para dar alegría? Un día vendrían a decirte
cuán bella crecíste como Lil, la noche, y cuántos guiños
de luz dejaste de tus ojos en el rastro de lo oscuro…
04-03-1990 / De El hombre extendido
* * *
No teman a La Bestia
a Lilith, esposa de Adán y primera mujer
antes del nacimiento de Eva
Contigo haré las paces porque yo me siento
igual que tú, si es cierto lo que dicen tus acusadores.
Que abríste la puerta de lo prohibido.
Que rechazaste el orden del Establecimiento
y aquello que pretendió ser la mala ley
contra tu rango / privilegio de Primera Madre.
Amaste la Luna llena, lo sé y toda autonomía.
¿Y cómo te llaman hoy? Luna Negra.
Con la autopertenencia te reclamas desde el ovario,
a las mamas desnudas y tu cabello ondulado,
abundante, es rojo y lo rizas y con él inventas
tu perfil y media luna y te ocultas con un manto
y, ¿quién ha visto tus nalgas tan hermosas
que no se desdiga en delirios, al soñarse
otra vez en el gozo de tu opulenta figura?
Haré las paces con el misterio que te alude,
bello animal, ambivalente corazón del inframundo.
Te veo en tránsito a una civilización que te olvida;
pero son ellos los seres aberrantes, malignos ellos
que cometen desacato y te maldicen,
comen de tu pan y se van, opositivos,
desagradecidos, tentados por los homicidios,
ávidos del deseo, porque nada más hermoso
ha sido visto, desde que nacíste,
perfecta entre las bestias, más perfecta
que el simio y el primate que es el hombre.
Mala bestia, te llaman, Doble-Opuesto,
diablesa, Luna Negra, Serpiente, Apátrida,
Infanticida, Transgresora.
Aquí estoy organizando esta memoria.
Te anticipo con amor: Lilith, me agradas.
Y nada humano es más real que tú.
En consecuencia, te llamaré como Adán
al bendecirte, mi descanso. Y aseguro ya
que fuíste, has sido y serás La más amada,
Caminante nocturna, Placer Militante
de la hembra más grata y adorable.
04-13-1990 / De El hombre extendido
* * *
Alejandro Drewes (Argentina)
Detrás de nosotros
(versos mínimos para una despedida)
hijos de la borrasca del tiempo
gris que nos ha tocado,
de su aroma oliendo a viejo
desencanto y fatigados huesos
que quisieran apenas
un quieto lugar en la tierra.
Solía cavilar a veces
sobre un seco trazo de humo
fulgurando en la memoria
de los que caminaron conmigo
-pero mira: tan enhiesta es la rosa
bajo el grave arco solar-
y a su manera frágil dice algo
de nosotros. Pero me lleva
el aire tenso de la despedida.
He dicho que caigo bajo la rueda
de las repeticiones; que han huído
de aquí ya todos los pájaros:
pero queda la hierba del cielo,
escasa y pura queda y tus ojos
en la distancia quedan y aún el espejo
en el mar de inmutable niebla
y de otro verano los pinos. Al cabo
del día nueces amargas, y de cada palabra
el diario peso que cargo conmigo.
AD en: Revista Axolotl
* * *
A Pablo Neruda,
Primavera en oscuridad
Pero adónde se han ido tus pasos errantes
y agrios bajo esa brusca luz de setiembre,
a dos días de la sangre negra y los saqueos,
dónde buscar por enésima vez tu océanica voz
quebrada en la desmesura del tiempo vivido.
Saber dónde quedan esas calles turbulentas
de Santiago ensangrentada y dónde buscar
el último trazo de uvas remecidas al viento celeste del mar,
y qué olvido de mármol el camino hacia tu Isla insepulta
y qué triste pasa tu navío de altas estrellas, ya oscuras.
Y cómo decirle al corazón qué poco ha quedado de todo,
y ver pudrirse apenas en silencio los frutos del árbol,
y las vides sin sembrador y los campos rotos, muertos.
Tu voz y las manos cortadas de Víctor, y Raimon y la voz
que recuerda ese tiempo y quisiera llorar, pero es tan tarde.
[En Buenos Aires, 24 de setiembre, 2005]
* * *
Naturaleza muerta
Con el pobre corazón
en vilo seguía buscando
algún signo de vida
entre la nevisca
y los últimos escombros
-pude salvar apenas
palabras como ciervos
huyendo a los remotos
mundos de lo Abierto-
como piedras fueron
volando las palabras
y con ellas el ciclo
de la noche y la luz
vertical de los años
y lo dicho en el yermo
del pasado y el espacio luego
donde corre o ha corrido
el humo de todo lo que arde.
Flotando bajo las aguas
de estrellas milenarias
un súbito temblor de la tierra
en caída libre hubo
al vacío innumerable.
Y así la negra manzana del mundo
podrida hasta el fondo.
26.8.07 / Liner Notes
* * *
Un paisaje
Sabes, hubo en tiempos aquí
bosques tan erguidos, bosques
como inmóviles flechas
y entre ramas nuevas
se abrigaba el canto
de pájaros de oro: era el alba
Hubo una vez un remoto lugar
y un paisaje tan verde, unos años
grabados en la memoria dañada
de la tribu. Pero al cabo no engaña
el signo crepuscular de la hora
ni vuelve atrás el flamígero viento
infinito que sopla y que pasa. Todo
es la mísera raíz de cuanto ha sido,
todo arena o ceniza deste yerto paisaje.
© Alejandro Drewes / en Revista Aera
* * *
Noche, Negra noche del mundo
Y la noche pare hondamente
en el corazón de cada uno.
Östen Sjöstrand: Paisaje del llano
Noche ominosa, noche en que yerran
infelices las hojas bajo un negro viento
y cada cosa que se cierra en sí misma
con un tristísimo eco de cristales rotos,
en el fondo proceloso de la tierra
presentir que habrá parido la Bestia
su estirpe letal, que mañana este mundo
será uno en su llanto y crujido de diente
contra diente, y será dos en su sangre
vertida por nada: violados han sido
los sellos, el agua oscurecida de pronto,
lobos del tiempo acechando en su sed
su hora y su día. Ya muerden el cuello
sagrado de Persia, y el mundo no siente
nada en su garganta. Pero estas palabras os dejo,
su extraño legado, el horror de los otros:
Y las huestes que avanzan desde el hondo
pozo de esta misma larga noche: que destrozan
los cristales y arrasan los huesos y las flores.
Y la tumba del ser y los cuatro jinetes de toda pavura.
© Alejandro Drewes
* * *
Norman Mailer (Estados Unidos / USA)
Las incertidumbres de la existencia /
Sartre, Dios y el existencialismo
Yo diría que Sartre, pese a la indiscutible fuerza de su pensamiento, su talento y su personalidad, sigue siendo el hombre que hizo descarrilar el existencialismo y lo sacó de circulación. Esto puede deberse en parte a la distancia que mantuvo respecto del pensamiento de Heidegger, que pasó toda su vida activa trabajando afanosamente en socavar los puntos de apoyo de la filosofía, precisamente allí, en la grieta entre el Ser y el Devenir. Me animaría incluso a sugerir que lo que Heidegger buscaba era una conexión viable entre lo humano y lo divino que no enardeciera demasiado irreparablemente a los mandarines alemanes en vigencia en la era poshitleriana, que no tenían ningún apuro por perdonarle su pasado y difícilmente iban a estimular su propensión a lo irracional.
Pero Sartre se sentía cómodo en el ateísmo, aun cuando carecía de fundamentos donde plantar sus pies filosóficos. Al diablo con eso: no los necesitaba. Estaba preparado para sobrevivir en el aire. Estaba dispuesto a decir: Somos franceses, pensamos, podemos vivir con el absurdo sin pedir a cambio ninguna recompensa. Y eso se debe a que somos lo suficientemente nobles para vivir con el vacío y lo suficientemente fuertes para elegir un camino por el cual estamos incluso dispuestos a morir. Y todo eso lo haremos desafiando abiertamente el hecho de que, en efecto, no tenemos dónde estar parados. No buscamos un Más Allá.
Era una actitud; era una postura orgullosa, como vivir con el propio pensamiento en un espacio sin forma, pero privaba al existencialismo de la posibilidad de emprender exploraciones más interesantes. Porque el ateísmo, en materia de filosofía, es una empresa estéril. (¡Pensemos sólo en el positivismo lógico!) El ateísmo puede contender con la ética (como Sartre supo hacerlo alguna vez con máxima brillantez), pero en materia de metafísica termina en un callejón sin salida. A un filósofo, después de todo, le resulta casi imposible explorar cómo es que estamos aquí sin acariciar alguna idea de lo que puede haber sido una fuerza previa. Si la existencia nació ex nihilo, lo que se sofoca es la especulación cósmica. En el caso de Sartre, la cosa es peor: la existencia nació sin dar pista alguna que indique si estamos aquí con un fin bueno o si no hay razón alguna que nos justifique.
Y al mismo tiempo, Sartre tenía un endemoniado talento filosófico. Podía funcionar con precisión en los niveles más altos de cada una de las estructuras lógicas que desplegaba. ¡Si al menos no hubiera sido existencialista!
Porque un existencialista que no cree en algún tipo de Otro es como un ingeniero que diseña un automóvil que no requiere conductor ni acepta pasajeros. Para que el existencialismo florezca (para que se desarrolle a través de una serie de nuevos filósofos que construyan a partir de premisas anteriores), necesita un Dios que no se confíe en el fin más de lo que nos confiamos nosotros; un Dios que sea un artista, no un legislador; un Dios que padezca las incertidumbres de la existencia; un Dios que viva sin ninguna de las garantías preestablecidas que presiden como un íncubo la teología formal y su flatulenta afirmación de un Ser que es Todo Bondad y Todopoderoso. ¡Todo Bondad y Todopoderoso: qué oxímoron gargantesco! Un Dios así, sin duda, dejaría desamparado a cualquier teólogo que quisiera explicar un terremoto. Ante la ira de un tsunami, lo único que sería capaz de hacer es tirarse un pedo.
La idea de un Dios existencial, un Creador que en términos artísticos, quizás hizo lo mejor que pudo, pero pecó acaso de negligente a la hora de diseñar las placas tectónicas, ese Dios no está dentro de su horizonte.
Sartre era ajeno a la posibilidad de que el existencialismo prosperara si aceptaba que tenemos un Dios, en efecto, y que cualesquiera sean sus dimensiones cósmicas (no importa cuán grande o pequeño aceptemos que sea), ese Dios encarna algunas de nuestras fallas, nuestras ambiciones, nuestros talentos y nuestra melancolía. Porque el fin no está escrito. Y si lo está, no hay lugar para el existencialismo. Pero fundemos nuestras creencias en el hecho de nuestra existencia y no nos costará demasiado aceptar que no somos sólo individuos sino acaso parte vital de un fenómeno más amplio que va en busca de alguna visión de la vida más sutil que la que se desprende de nuestra condición humana actual.
Se podrá argumentar que no hay razón para que esta idea no esté más cerca del ser real de nuestras vidas de lo que lo está cualquier cosa que puedan ofrecernos los teólogos oximorónicos. Ciertamente es mucho más razonable que la idea de Sartre según la cual, pese a su deseo apasionado de una sociedad mejor, estamos aquí independientemente de que lo queramos o no, y que tenemos que arreglárnosla lo mejor posible con esa nada endémica instalada sobre la eterna falta de fundamento.
Sartre era realmente un escritor de dimensiones mayores, pero también era un verdugo filosófico. Guillotinó al existencialismo justo cuando más necesitábamos oír su grito, el alarido bárbaro que nos dice que hay algo en común entre Dios y todos nosotros. Como Dios, somos artistas imperfectos que hacemos lo mejor que podemos. Podemos tener éxito o fracasar, exactamente igual que Dios. Ésa es la tonada implícita, si no latente, del existencialismo. Haríamos bien en volver a vivir con los Griegos, volver a vivir con la esperanza de que el fin permanece abierto, pero que la tragedia humana tal vez sea nuestro fin.
Las grandes esperanzas no tienen fundamento real a menos que uno esté dispuesto a hacer frente al destino que quizá también esté en camino. Esos son los polos de nuestra existencia, y lo fueron desde el primer instante del Big Bang. Puede que algo inmenso esté removiéndose ahora, pero para conocerlo, haremos mejor en alentar la esperanza de que la vida no nos suministrará las respuestas que tanto necesitamos, pero nos ofrecerá el privilegio de mejorar nuestras preguntas. No será el absolutismo moral sino el relativismo teológico lo que haremos bien en explorar si tenemos verdadera necesidad de un Dios con el cual podamos comprometer nuestras vidas.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel): Publicado en: El Arca Digital
* * *
Antonio López Medinilla (España)
Frags. de «el SUR-sub, XII (segunda parte)»
Mama del cáliz
Que ansía redimir
Una vez sucedido el deseo,
Magna Ubre Férrea,
En la Piedra arrodillada-
¿Señora de las Bestias,
Recuerdas, recuerdas
Las aves
Que huyeron
Del Árbol
Al besar Lo No?
Desconocen Las Escrituras:
Están vivas-
Vivir sin
Respuestas ante un espejo
Entregando un destello,
Cualquiera,
Cuando apenas hay
Semejanza en las semejanzas-
Un castillo miserable
Acoge mis riquezas-
No pasarán-
Vuelan-
Un exceso de realidad
Al rumor de las horas y las olas-
Oramos como lloramos-
Oramos nuevamente,
Ahora donde nunca,
Y sigue sucediendo-
Consecuente
El llanto por la lluvia
En el desierto-
Un continuo de eclipses
En el yermo desolado
De tus ojos,
Círculo agotado
De ver mi nunca-
Me das sin-
Adoro La Herida,
La sed torrencial,
Que ardan tus manos,
Que aguas nos hablen,
Que nadie te nade-
Que nadie recuerdes-
Que aves-
Dejaré de fumar-
De igual modo
Cesará la Escritura-
Pero esas muertes
(descubro que no soy yo)
No me interesan-
Aún oigo al niño
Que no quiere nacer-
Si no es giro, me no-
La perspectiva es todopoderosa-
La esfera modelable en la hoguera-
Dijimos que
Cuando la larva
Retomara el marasmo
De tu sangre, hablaríamos
En la mente de la carne,
Del alimento del ángel, Bestia-
Eres todos los nombres-
Ninguno, por tanto-
¿Me reconoces, Lilith Libélula,
Cuando separas
Mis palabras y
Cantas la distancia?
Me gustaría creer en el libro
Al borde de tus OjOs,
Y en la espiral de tus brazos
Acopiando el cielo protector
Que al atardecer se desmorona-
Y sin embargo, insecto,
¿Cuándo mi voluntad
Pudo arrebatar
Su potestad a la Plaga?
Desfallezco como un miserable
Al arrancarte las alas-
-Ya no huirás, compañero.
-Tampoco tú, insecto ángel.
Ignora los signos en la arena,
Ignora la misión de la hierba-
La mecanógrafa es una estúpida-
¿Cómo se logra
Cubrir Lo Bajo, Ur?
¿Cómo escribir
El no ser
Que oculta el mundo?
Rata griega entre helechos,
La pregunta ya no
Precisa una respuesta-
Eso me dice antaño,
Antaño y axial,
Donde el fuego de las estrellas,
Danae, donde el cofre-
Hoy los dioses
No llueven
Las llaves debidas-
¿Qué he de revelar, Tiresias?
¿Qué porvenir sin ojos,
Sin vida, sin espada ni?
The sky is falling,
Nada, Danae-
Reacciona, viejo tetudo,
Revélame qué sucederá-
Dos mundos en uno,
Aunque irás solo
Hasta el último gesto
De la hierba/Ur-
ALM / Antonio López Medinilla
* * *
Pedro Du Bois (Brasil)
XLV – A Objetividade da Coisa
A coisa é formada
na realização de sonhos.
Objetiva ser o peso
concentrado em luzes,
o inescapável
e a sutileza
do sentimento.
Primeira e seguinte,
a coisa é objetivo
diverso do objeto.
[Pedro Du Bois, em OS OBJETOS E AS COISAS]
* * *
Maritza Álvarez e Ian Welden
De ruegos y bosques…
Arrebátame el aire
Despójame de silencios…
Arráncame el último latido
Mira que te sueño
Y me ahogo y te sueño y me ahogo
Despacio ven a mi puerta
Que vulnerada y asustada te espera
Brújulas y estaciones ya no son nada
Los bosques se han llenado de hojas
Moribundas
Amarillas
Casi cenizas de hábitos
Aplastadas de caminantes
Presurosos
Los niños vienen y hacen columpios
Enramadas
Y casas colgantes
¿Qué hay detrás de esta bruma?...
Intuyo amaneceres
Apariciones fantásticas
Rodeadas de tu imagen…
Envueltas en tu halo poderoso
Rústico hombre que navegas
En mi fuente serena
Llévame a tu lugar secreto
Regálame las estrellas
Amor poderoso
Casi sin aliento te he buscado
Por bosques y desiertos
Océanos y cordilleras
Tendidos cual trampas
A nuestros pasos
Tan tímidos pasos…
Cansados ya de la tarde
Hacemos un pacto
Nos esperamos en la esquina secreta
Ocultos
Sangrando
Delirando…
Oh!, despiadado horóscopo travieso
Que juega con nuestros destinos
En madrugadas frágiles como ésta…
En tardes cenicientas
De este sentimiento noble…
Me sumerjo y descifro
En planetas taciturnos
El futuro inalcanzable
Veo en tus ojos
Y leo tus pensamientos
Y regreso en silencio
A mi solitaria morada
Sin tu cuerpo de maderas sagradas
Pero con tu alma bendita
y tus huellas ocultas y secretas
Arrebátame el aire
Despójame de silencios
Llévame a tu lugar secreto
Regálame las estrellas
Bios / en: Sequoyah
* * *
De mi anhelo pasado
Un hijo tuyo
Un hijo del mar
y de las espumas saladas
Un hijo que siembre
la vida entera
y sus tierras
y sus soles
Un hijo tuyo
que sea mariposa que vuele
y sea carpintero de tiempo completo
Que sea guitarra y canciones
Que suba y baje las escalas de la vida
Que enseñe y que ría
pero también
que llore y espere
Ese hijo
sólo puede ser tuyo
De las sombras y los ríos
De los sitios oscuros
y de soledades dormidas
Pero ese hijo también sea luz
sea el que abra caminos y mares sea el que apriete clavijas
sea el grito del mudo
Guerrero incansable
Astro dormido y cautivo
que sólo se rinda
ante el calor de su amada
Maritza Álvarez
Marzo 2009
* * *
Fanny Jaretón (Argentina)
A medias
…Ah, que alegría salir de los sueños de golpe…
Álvaro de Campos
Álvaro:
he traído una gasa
embebida en alivio
la poso en tu frente
la extiendo hasta los ojos
guardo el latido arterial
que zumba por tus sienes.
Yo también al delirio lo supe
realidades
y nadie me guardaba, cuando
mandé llamar por mí.
Ahora camino más sola
o hago como si así lo hiciera.
La sombra me va llegando dársena
Álvaro, el oleaje apura
al sonido: Shooner.
Me arrimo al muelle sereno
y en un botellón ámbar
arrugado va el mensaje
que venía hasta aquí:
ultramando cielo ronco,
mar que jamás conocí.
No obstante
espero en el muelle
soñando acortar camino
si es que nadie regresa esta carta
por viajar sin sello postal
adulterando todo intento
-desamparo al delirio-
que es usted el del sueño
pesado,
Álvaro, el oleaje apura,
y no quieres, ni me dejas
partir.
24/5/05
* * *
Cristina Castello (Argentina)
«Yo, Picasso»: genio y chamán
Desde su adiós clama Libertad
El «Guernica»— ese extracto de universo sin palomas
El «Guernica»— ese extracto de sangre, rebeldía y llanto
«Yo, Picasso» era su frase favorita. Fue un desesperado por la vida y la arrasó. No tuvo límites. Ni para crear, ni para doblegar. Ni para beberse el arte, el alcohol y los burdeles; ni para encerrarse en silencio, para crear. El 8 de este abril se cumplen los treinta y seis años de su adiós (¿A Dios?). Hoy grita, gime, increpa y resiste desde el «Guernica», su obra maestra. Desde ese cuadro que es historia, que escribió la Historia, y que es emblema de libertad, «Yo, Picasso» sigue alertando a los inocentes de la Tierra. En el corazón de este mundo trémulo, su clamor pictórico y vital tiene hoy, aún más entidad.
Niño prodigio y superdotado; comunista y pacifista, o burgués. Tierno y cruel; amigo y traidor... aquella vez. Aunque ardió en su fuego, salió siempre ileso, él. Calcinaba a los otros. A las otras. Las mujeres eran sus diosas, pero también, «frazadas para limpiar pisos» y «máquinas para sufrir». Sus ojos desorbitaban destinos. Lo rodeó la muerte y lo abrazó la vida, hasta los 91, cuando nos dejó. ¿Quién fue: Eros o Tánatos?
Fue un chamán, un genio; el mayor artista del siglo XX y hasta ahora sin parangón. Pintor, escultor, grabador, dibujante, su obra fue decisiva para el desarrollo del arte, incluso para el diseño gráfico, la ilustración y el cómic. Ganó un dinero incalculable; mientras otros artistas morían de hambre, él vivía en castillos y, cuando sus obras los desbordaban, no los vendía: compraba otros.
Se declaraba pacifista y fue miembro del Partido Comunista Francés, hasta su adiós. Pero si bien la obra del Picasso de los 20 años, refleja el desconsuelo de los excomulgados de la humanidad, el de los cuerpos abismados, y el de los ciegos, después nunca mostró explícitamente un compromiso con el dolor universal. Hasta que el demonio nazi aliado a ese otro amo de los infiernos —el Generalísimo español Francisco Franco— se encaramó en pájaros asesinos. Pájaros-aviones que bombardearon la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, y la muerte puso huevos en la herida. ¡Oh ruiseñor de sus venas! (García Lorca). El chamán Picasso reaccionó de inmediato en favor de los republicanos. Henchido de ira y pletórico de arte, pintó el célebre «Guernica».
El «Guernica»— ese extracto de universo sin palomas. El «Guernica»— ese extracto de sangre, rebeldía y llanto, a partir del cual hay un antes y un después. Un antes y un después para la pintura; un antes y un después —o debería haberlos— en las conciencias de quienes miran esos tres metros de alto y ocho de largo, de arte, furia y piedad.
Con esta pintura, nada más —y nada menos—, que está en el Museo «Reina Sofía» de Madrid, hubiera sido suficiente para la gloria del genio.
El «Guernica» es un alegato contra la guerra, contra el terrorismo franquista y contra todo fascismo. La violencia, las madres, las mujeres, la maternidad, la sexualidad, laten en esa obra, como un retrato del espanto. Fragmentos de vidas y muertes, son pequeñas imágenes de la gran imagen de un caos organizado, en la obra suprema que exige Libertad.
De un lenguaje pictórico sorprendente, es el trabajo de un maestro de la composición que revela, a la vez, la mirada inocente de un niño.
Así fue Pablo Picasso. De pequeño pintó como un adulto, y recién en su madurez, recuperó su mirada de infante: «Desde niño pintaba como Rafael, y me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño». Cierto, no es fácil recuperar la inocencia.
Pero nunca estuvo solo para buscar su mirada virgen; un año antes de morir, cuando tenía ya 90, dijo que la muerte fue la única mujer que lo acompañó siempre. Y entonces, las trece diosas «oficiales» que fueron sus frazadas para limpiar pisos y que, sin embargo, lo amaron incluso hasta el suicidio... ¿Qué hicieron?
Animal en celo
Quiso ser libre como el mar, y resultó esclavo de su sed hacia todo y hacia todas. Como un animal en celo, necesitaba de las mujeres, con la misma potencia con que las mimaba primero, y maltrataba después. Se desesperaba por las adolescentes, quería probar toda forma de sexo, ahogarse de pasión para mejor emerger. Si hasta fue sospechado de homosexual por el novelista Norman Mailer. ¡Vaya «delito»!
Después de haber pintado «El picador», en La Coruña a los cuatro años, se enamoró de Carmiña. Él tenía diez octubres; ella es «La niña de los pies descalzos», cuadro que el Maestro conservó hasta su adiós.
Jadeante de deseo y tórrido de delectaciones, de allí en más todos sus amores —¿sabía amar?— se convirtieron en pinturas. Por sus etapas: azul, rosa, cubista, la de cercanía al surrealismo, la expresionista, las de las máscaras africanas —por todas, después de Carmiña— desfilaron muchas de sus mujeres. La cupletista célebre Josefa Sebastiá— «La Chelito»; las que surgieron de aventuras, producto de la frecuentación de cabarés de París, Barcelona y Madrid y más.
Hasta que llegó —le llegó— Fernande Olivier. Con ella convivió en el barrio de Montmartre, en París, pero se escapó del hogar para crear otro con Eva Gouel, a quien llamaba «Ma Jolie» («Mi Linda»).
1917 le regaló a Olga Koklova, bailarina del ballet ruso, al que abandonó por Don Pablo Ruiz Picasso, llamado así hasta que —por rechazo hacia su padre— comenzó a firmar sólo son el apellido de su mamá. Al año siguiente se casaron: la princesa fue la única esposa de Picasso ante la ley; a partir de entonces, se integró la «alta sociedad» y vivió como un burgués. La rusa aristocrática, se había presentado ante él, altiva:
—«Soy Olga Koklova, la sobrina del Zar», tronó como si susurrara, al tiempo que descubría su escote de aguas sediciosas frente al sediento de toda sed.
Bellísima sobre su metro 55 de estatura, en las obras de su esposo apareció como una tonta, empecinada, e insatisfecha. ¿Existe la realidad o existen los ojos que la miran?
El primer hijo de ambos, Paulo, nació tres años más tarde, y ayudó a disimular el fin del amor, que se anunciaba. Con sus monerías infantiles, regocijaba a las arenas de la Costa Azul, al tiempo que la decadencia de la pareja encontraba su apogeo.
Como si su vida hubiera sido un best-seller, la historia del Genio estuvo signada también por la tragedia. Paulo, con quien siempre había sido indiferente, murió de cirrosis y alcohólico; y —por una perversión del destino— su nieto Pablito se suicidó el día de la muerte del artista, pues Jacqueline Roque, su última y dictadora compañera, no lo dejó entrar al funeral. El pequeño bebió cantidades de lavandina, y se fue de la Tierra... ¿Con su abuelo, a Dios?
Picasso había fumado opio en París con Apollinaire, Mirbeau, Lautrec y Modigliani. Buscaban semillas de sueños para sembrar la aurora. Fumaban para soñar. Y como un sueño llegó a su vida Marie-Thérèse Walter, cuando ella tenía 17 años y él 46. Era 1927.
El deseo erótico se sumaba al placer de la aventura; el secreto de los encuentros era absoluto, para evitar problemas con la ley, por la edad de la adolescente. Cuando nació María concepción, Maia, la hija de los dos, Olga fue abandonada. Y también, a su turno, Marie-Thérèse, quien, sin embargo, siguió asistiéndole con devoción: le cortaba las uñas y el pelo y las guardaba, en un orden cronológico estricto, pues él temía que le hicieran brujerías. Escribió a su amado durante treinta años; y finalmente, cuando él murió, se suicidó en la casa de Picasso en la Costa Azul.
Los ojos verdes de la fotógrafa yugoslava Dora Maar, le llegaron de la mano de Paul Éluard y su dulce esposa Nush, quienes los presentaron en un café de París. Corría 1936 y el chamán cayó rendido ante su belleza e inteligencia. Pero... ¿Es que él se rendía ante algo o alguien?
No, también desertó de aquella mirada esmeralda, para tomar de la mano a Françoise Gilot, en 1943, con quien tuvo otros dos hijos: Claude y Paloma.
Dora, brillante y talentosa, había fotografiado toda la etapa del Guernica, mientras sufría escenas de celos, que continuaron después de la separación. Cada vez que él la encontraba con alguna posible pareja, hacía escándalos mayúsculos; para su delirio, cada mujer llevaba la «marca Picasso» y a ella se debía. Dora terminó en un manicomio, y finalmente se hizo profundamente religiosa.
Fue Jacqueline Roque, su última mujer, la única que pudo dominarlo, bueno... apenas; trató de aislarlo de sus amistades, hijos y nietos, lo acompañó hasta el final. Después de la muerte de Picasso en 1973 en Mougins, Francia, se pegó un tiro, pues no encontraba un sentido a la vida, sin él. Están enterrados juntos, en los jardines del Palacio de Vauvenargues, que Picasso había comprado, pero donde nunca había vivido, en la Riviera Francesa. Mientras se comía la vida, sin saberlo, había preparado su propio sepulcro, suntuoso.
El arte a quemarropa
Casi todas sus mujeres escribieron libros sobre él. Pero cuando Françoise Gilot, publicó Mi Vida Con Picasso, él no quiso ver nunca más a los hijos de ambos, Claude y Paloma. Con la única que se frecuentaba a veces, era con Maia, hija de Marie-Thérèse, se recordará. Ya grande, ella reconoció que su padre hubiera deseado guardar consigo a todas las mujeres; como un coleccionista, las clasificaba por color, forma y espíritu. Como a las mariposas.
¿Cuál de sus mujeres fue la más amada, si es que amó a alguna, más allá del ansia de poseerlas todas? Quizás lo fue la más oculta, la poeta Geneviève Laporte, más de 40 años más joven que él, bella, refinada, sutil. Aparentemente la relación duró un lustro, pero jamás la olvidó. «Nunca podré ser más que tus pinceles /Ser obra de tus manos /Estar dentro de ti», reza un fragmento de alguno de sus poemas para él.
Pero todas le escribieron versos. Y también él escribió, entre cuyos libros, el más conocido es la obra de teatro «El deseo agarrado por la cola». Él lo podía todo. ¿Todo?
El poeta Guillaume Apollinaire lo escuchaba y acompañaba, con el afecto de los amigos verdaderos. Curiosa vida: en 1911 un empleado suyo robó algunas estatuillas del Museo del Louvre y las vendió a Picasso. Apollinaire fue detenido por la policía francesa y el genio fue llamado a declarar. Dijo no conocer en absoluto al poeta. Fue una traición.
¿Y cómo llamar a las expresiones de Joan Miró, cuando, con su esposa Pilar, se enteró de la muerte del gran Maestro? «Pilareta —se alegró— desde ahora el número uno soy yo».
Cada palabra es un autorretrato: aquí, el de Monsieur Miró.
Pablo Picasso dejó un imperio y sus herederos viven en torno de su fortuna; salvo Paloma Ruiz Picasso, hija del pintor y de Françoise, que tiene su propio imperio de fragancias, joyas y bolsos. A ella le correspondieron 30.000 millones de la herencia, es dueña... hasta de rascacielos y, con su hermano Claude, compraron la isla Petalious en Grecia, a la cual casi no van. Amaba a su papá: le importaba su inteligencia y su bohemia; ríe cuando cuenta que —ante ciertos gastos— le escuchaba siempre la misma respuesta: «¿Crees que eres la hija de Rockefeller?».
Picasso, ¿Eros, Tánatos, o ambos? Quizá ninguno. Picasso era un genio, y a los genios no se los suele medir con la misma vara que a todos. Tienen la «pasión del Absoluto», de la que escribió Louis Aragon, aunque no se refería a ellos. Son seres para quienes nada es suficientemente «algo».
Aunque tengan una vida social activa, están aislados. Necesitan encontrar-se en la soledad, su único lugar posible. ¿Saben amar? El arte es un amante tan exigente que quiere al hombre todo entero, según Miguel Ángel Buonarroti. «Nunca podré ser más que tus pinceles», había comprendido sabiamente Geneviève.
¿Hay un lugar cierto para alguien más, en la vida de un genio o de un artista? No, salvo si ese alguien sólo acompaña como una «frazada para limpiar pisos»; o si es capaz de no perder su propia libertad interior y de conservar su propio mundo, en lugar de subordinarse al genio y dedicarse a la ceremonia de su adoración. Una de las pocas excepciones fue la conducta de Johann Sebastian Bach, quien tuvo una cotidianidad aparentemente normal. No hay muchas más.
Aunque transiten las sombras, ellos tienen gula de luz. Tienen furia de hurgar en sus propias ventanas, hacia adentro, para encontrar ese nido celeste. Esa parte de Infinito que justifica y explica el arte, para de vivir entre el cielo y la tierra con aspiración de eternidad.
El mundo es hoy una boa devoradora de vidas. Pueda Picasso, pueda el «Guernica» estremecer otra vez el corazón del hombre. Y que la Justicia «rompa sus andrajos grotescos de farándula, se escape de la pista, se meta por la puerta falsa, donde los mercaderes del mundo dirigen los destinos del hombre, y esa Justicia, pida la palabra» (León Felipe).
* * *
Arturo Cardona Mattei (Puerto Rico)
Vieja dama
Nada agradable tu apariencia
Te vez fea y desdichada
Tu piel de arrugas está maltratada
Tu voz no se oye, no eres escuchada
Gritas tus dolores cuando te acuestas
Cuando te levantas
Vieja dama
En tu cara se ve la angustia
De muchas lágrimas brotadas
Lloras en desesperación
Sin oídos que recojan tu palabra
Vieja dama, de piel maltratada
Vieja dama de la noche
Ni la Luna escucha tus llamadas
No hay piedad ni socorro
Que dé posada a tu alma cansada
Tu grito es desesperante
Tus pies cansados se deshacen
Vieja dama que muere de cansancio
¡Ciento once años llevas esperando!
Y tu consorte no te hace caso
Pides, ruegas y haces plegarias
Y tu amo duerme como si nada
Vieja dama, tus clamores no se cuajan
Vieja dama
Eres como paloma enjaulada
Un poco de pan alimenta tu jornada
Pero tu libertad no es honrada
Tu cadena es larga y pesada
Tu desdicha en tu cara se ve dibujada
¡Ciento once años!
Y tu bandera sigue acompañada
Y tu libertad sigue encarcelada
Y tu piel sigue arrasada
Y tu anhelo sigue en la nada
Vieja dama, clamando tu alma taladras
Vieja dama de muchos años
Abre tu corazón y estira tu esperanza
Y verás que tu bandera tricolor
Entregará su estrella blanca
En un punto lejano más allá de la galaxia
Entonces, serás libre como gacela
Paseando tu primor sobre las montañas
26 de marzo de 2009
Caguas, Puerto Rico
* * *
La furia del río
Alto en el cielo
Las nubes danzan, se agitan
En la cañada el viento enloquece
Y en la lejana serranía
Un velo blanco nos anuncia
Un tremendo desafío
Torrente de lluvia álgida
En demente carrera se nos viene encima
¡El río crece!...gritan los niños
Las bestias enloquecen
En pavorido corrido
El río crece, hay alarma y bullicio
La furia del río
Anega los prados floridos
El río crece, su humor está maldito
Furia del río que corre
Alocado, envilecido
Que rompe cadenas amargas
Que muge en desafío
En la alta serranía
Se encuentra su corazón
También su libre albedrío
Allí comienza su empuje
De estirpe de puro taíno
Aguas de río furioso
Que no respeta, que no tiene amigos
Que humilla la flora
Que huye al infinito
Maldita tu obra brava
Cuando dejas estela de muerte
En tu ruidoso camino
Río de aguas furiosas
En el alto cielo empieza tu hilo
Y en la montaña sacra
Está trazado tu destino
Río que no duerme, que
Desbordas tus bríos
Eres hoguera blanca
En tierra de hombres tímidos
Río de furia incontrolable
Ahoga la esclavitud
En tu belicoso espíritu
26 de marzo de 2009
Caguas, Puerto Rico
* * *
Inquietudes
Quiero caminar, viajar, conocer
Perderme en los caminos
Nacer cada mañana
Tomar del águila sus inmensas alas
Y remontarme con su bravura
Hasta alcanzar la estrella más lejana
Quiero borrar de la Tierra sus fronteras
Remover la roca que impide el paso
Escalar la montaña que reta mi brazo
Y del mar conocer su profundo seno
Y del río serpentear su largo ocaso
Quiero conocer de la lluvia su secreto
Y en el vientre de la montaña
Bañarme con su calor eterno
Del desierto quiero pintar su desnudez
Y del bosque inmenso conocer su abolengo
Quiero conocer el poeta
Que cautiva con sus versos
Y de la mujer el corazón
Que lo sume a mi pecho
Y caminar por los caminos
Que gusten mis pasos
Y que no tengan dueños
Quiero caminar muy lejos
Y llevar mi fardo de sueños
Y pintar los pasos de un viajero
Que quiere dejar huellas permanentes
En su recorrido largo y sereno
Eso es todo lo que anhelo
Caminar, soñar… y escribir
Un inmenso caudal de versos
Quiero caminar los caminos
Pero sin llegar al blanqueado cementerio
24 de marzo de 2009
Caguas, Puerto Rico
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