Thursday, July 9, 2009

Enero 2008 / Núm. 1 / Condado de Orange



Contenido 1

La crítica como verbena noticiosa
Estercolado sea el verso
Sutilezas del verso tumefacto
Extor Henrique Martínez

Frag. 13 / Canto al hermetismo
Carlos López Dzur

Claridad en tu página
Ramón M. Estrada Vega

My Feelings, Exactly
Néstor Barreto

Poétika...
Yván Silén

Despedida IV / 07
Matchornicova

La dimensión ética de Sequoyah
Carlos López Dzur

A los poetas de mi tiempo
Malu de Luján

Piedras abajo
Mario Capasso

La autoestima y el amor casto en Memorias de mis putas tristes
Gustavo Urrea

La prostituta
Norma Segades

José A. Sánchez Sánchez
Autobiografía: Introducción / Cicatrices del alma

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Extor Henrique Martínez (México)


Por una crítica verdadera y sin melindres

1. LA CRÍTICA COMO VERBENA NOTICIOSA


La tipografía que se combustiona como supuesta crítica literaria, lejos está de constituirse en un trabajo sensitivo y sesudamente intelectual. En gran medida, se subsume en un esteticismo lánguido o en un discurso que solamente expresa el superego cultural. Comentaristas y reseñistas de novedades que no analizan ni profundizan los temas o tópicos que abordan. La crítica de los asuntos de la literatura y el arte no se puede orientar con simples melindres y bagatelas porque no dispone de armas teóricas. Es una faena escritural a la que no le meten seso y en la que abundan las desatinadas extravagancias estilísticas o metafísicas, las complacencias para fulano o perengano, la verbena noticiosa y progromo fragmentado de alguna moda culturona.

Los críticos y presuntos cronistas y analistas de la realidad cultural, creyéndose representantes del arquetipo platónico de las altas virtudes estéticas, difunden notitas culturalmente empobrecedoras y apelmazadas con los síntomas de la infoética —punto neurálgico de la sociedad de la información— cuyas estratagemas son la vigilancia y los ataques a la vida privada. Esos críticos no conocen de lo que deberían conocer; y muy pocos de ellos tienen aptitudes e inteligencia de hallar virtudes y gracias en los menguados arcanos del arte y la cultura.

Bueno sería que esa crítica tuviera algo de gorgotera y de virulenta alcaldada, pero ni eso. Además, se verbaliza sin elementos demostrativos y no pasa de ser una contumelia y un baldón. Camándula pancheril y gazpacho clamorero, así es el modo pedestre como se ejerce la crítica; con poca inteligencia, descaro y superficial diletantismo.

Los críticos son una especie enjuiciadores «apriorísticos», prestos preservar la «pureza» y «neutralidad» de cultura; personeros políticos disfrazados de apolíticos. Los discursos literarios que este tipo de crítica elabora son formas expresivas que parecen extraídas de un larvario estado mental o de infantilismo primitivo.

Mas que verdadera crítica es en batida de moralidad, prejuicio, pobretería mental, arrogancia, apasionamiento insensato y otras estupideces. No está de más decir que los pergeñadores de esta atípica critica, son unos amanerados que se comportan peor que sus «criticados»; entes vanidosos que reaccionan como los jarritos de Tlaquepaque: corrientes y muy delicados los cabrones. Empitan en respuesta culeras e injustas diatribas, puerilidad nefasta, desplante sin razón, desprecio por el prójimo, nihilismo o reproche timado, politiquería barata como ajuste de cuentas. Contradictoriamente, en otras palabras, develan una nefasta apatía hacia el arte y la cultura. No a todos puede aplicárseles el mismo rasero, pero sí a la mayoría, que obra «siguiendo la onda», sin convicción ni pertinencia de lo que hace y escribe.

Algunos actúan condicionados por el entusiasmo, ya sea para lograr simpatías, treparse en alguna chambita o asegurar refugio capillero. Los más ortodoxos y pachorrudos suelen levantar flamígeras enjundias en pro de los rancios y pútridos valores de la cultura oficial. Estos últimos son los mas cretinos y mamarrachos; son incapaces de superar las contradicciones históricas y de conciencia, y son nefastos porque optan por echar mano de las ecuaciones genéricas y de las confusas analogías; chapuceras coartadas —mecanismo de la neoescolástica niueich—muy «ad hoc» para interceptar lectores y hacer de la cultura un asunto de diversión y entretenimiento pasajero. Y con esa logística proponen para establecer los buenos oficios de la palabra. Todo sea para no instalar el cerebro en una polémica o debate de ideas y continuar con pataleos, berrinches, indignación fingida, estallidos irracionales y espumarajos de verba de determinista, unilineal y sin fundamento. Al tiempo que se elabora un esquema fetichizado de expresión de una realidad no objetiva sino especulativa, acrítica, fragmentada y ahistórica. Elasticidad de nociones e intolerancia de cosas y mentes diferentes y contrarias a las de su acusada comunión estético-literaria.

Para enjuiciar y valorar determinado producto literario, y a efecto de legitimar su discurso, la crítica necesita no únicamente recurrir a argumentaciones que lo respalden, sino analizar tales argumentaciones. Hechos, datos o documentos que le den la razón.

Un escueto informe de gacetilla, aderezado con tilicos pormenores y que expone una verdad a medias —parcialidad que vale lo mismo que el camelo— no hace las veces de crítica. Eso se llama runflería sicologista de anatemistas «acríticos» y de alienados pequeño burgués que ven la realidad y dejar que ésta sea interpretada por otros.

Una «crítica» ejercitada con balizajes estrepitosos es la que yo me impongo; una critica rompedora de madres. Se trata de combatir el carácter trascendentalista y epifenoménico del discurso mamón y pendejo que abunda; despojar de su abstracción esa retórica hueca, frívola y mezquina que repiten los promotores y los agentes publicistas del establecimiento cultural oficial y empresarial y ofrecen como panacea absoluta de la engañosa libertad de expresión; hipérbole de la humillación y la segregación cultural. Palabrería encubierta como un mojigato remedo de la tradición estética y artimaña del superego despiadado y del conformismo social disfrazado de erudición postiza. Por otra parte, hay que evitar los trucos del amiguismo y las estrategias de socialización. Aunque esto, a mí ni me va ni me viene.

2. DE LA UNIDAD Y EFECTIVIDAD ESTÉTICAS EN UN POEMA

En ocasiones nos topamos con poemas constituidos con estrofas inconexas que no alcanzan la unidad o asociación intrínseca. Se trata de segmentos de un discurso poético inacabado o interrumpido, pero que algunas veces son susceptibles de exclusión sin llegar a perder su unidad. En cambio, sucede que ciertos poemas, determinados como unidades sintácticas, carecen de relación consecutiva con respecto de otros conjuntos verbales que lo conforman, y tales conjuntos verbales pueden ser extirpados de su contexto e integrar nuevas unidades o pequeños poemas. Este proceso de separación o ramificación es factible cuando un poema fue elaborado en trozos, sea por que el poeta lo escribió en diferentes estados o tiempos emocionales, o bien, porque lo sometió a condiciones de reposo y pulimento.

En este caso, si se procede a realizar un aislamiento de estrofas no se vulnera la unidad del texto, esto en razón de que composición poética es de naturaleza intuitiva y ondulante, es decir, su merito estriba en que se adapta a los movimientos líricos del alma, en combinación con los sobresaltos de la conciencia y, además, porque su forma no es rígida, como sucede con el tipo de géneros donde hay intriga o trama.

La poesía se encuentra siempre abierta a la arbitrariedad y sus límites son la imaginación y la sensibilidad. Si usted, lector o lectora, corta un poema en varios fragmentos, éstos podrán subsistir por separado; y es lógico que algunos trozos no tendrán viveza ni efectividad estética, pero en otros fluirá la savia poética. (Dicho al margen: este proceso de escisión me recuerda la idea de los gnósticos y de ciertos epígonos de Schopenhauer que imaginan a los seres humanos como fragmentos de un dios que se destruyó para no ser).


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Es cierto que los viejos moldes de la preceptiva clásica son como corsés o camisas de fuerza, y un poema puede estructurarse a través de la versificación libre y dinámica, pero otra cosa son las futilezas experimentales que los incautos y melolengos confunden con la efusión verdaderamente literaria. Si un hacedor de lírica no alcanza un alto grado de elaboración artística no puede decirse que lo que escribe no sea literatura; es obvio que lo es, aunque no sea literatura de grandes vuelos. Lo que tampoco equivale a menguada calidad, a rebajamiento de obra como producto mediocre o «kitsch».

Recuérdese que la unidad de un poema se consolida al elegir las palabras como vehículos de comunicación para proyectar el estado de ánimo o la emoción poética, pero su mecánica resulta a veces riesgosa, pues la pieza a confeccionar puede acabar en galimatías, en cursilerías, en esquematismos, en disparates, en chocheces... qué sé yo.

Salvo excepciones monstruosas del calado de un Rimbaud o de un Daniel, los primeros partos de un poeta son siempre deformes abortos (que no es motivo para que no se le haga justicia). Siempre es más vil el ninguneo y el desdén que una crítica visceral que señala las incongruencias y fallas de la obra. Igual de ruines son la bufonería del adulador y los halagos ñoños; acciones que son más repugnantes y perjudiciales que una crítica despiadada.

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3. REBUSCAMIENTO Y COMPLEJIDAD SEMÁNTICA

La intromisión forzada de términos prestigiosos de la retórica racionalista (metástasis, sinéresis, catáfora), vocablos de complejidad semántica, tecnicismos y antiguallas del clasicismo, suelen ser expresiones que más que ayudar al poema lo enferman, lo degradan y lo pudren; por ejemplo, enfrían la pasión de un poema los arcaísmos insertados de manera premeditada y con el fin de elevarlo a categoría «culta»; el rebuscamiento desprende del verso la emoción, suprimen el mundo interior, el eco y las impresiones sensibles que el poeta había expresado, siguiendo su ritmo de espontaneidad musical.

La artificiosa inserción de terminajos «cultos» hace de la poesía en un simple objeto frío, y cuya consecuencia es que se contemple el discurso sólo mediante su forma (lo que en el plano sociológico significa un desdén de lo popular).

La utilización exagerada de expresiones artificiosas y rebuscadas constituye un vicio retórico conocido como cataglotismo, fenómeno lingüístico que se genera a punta de vocablos deslavados y manoseados en exceso. Un ejemplo es el término spleen; cliché de rancio abolengo que, antes de 1790, Tomas de Iriarte lo insertó en uno de sus versos: «Es el spleen, señora, una dolencia / que de Inglaterra dicen que nos vino» (Poesías, 136) y posteriormente el maldito Baudelaire lo dejó despellejado.

Una digresion a proposito: el autor de Las flores del mal en otro de sus libros, Los paraísos artificiales (Acerca del vino y el hachís), emplea la palabra spleen como el estado emocional donde se descarga la bilis, la cólera, la melancolía o el rencor; y, precisamente, sus Pequeños poemas en prosam llevan el subtítulo de «El Spleen de París». Para Valery significaba un sentimiento ambivalente de amor y de odio. El vate Amado Nervo también recurrió a este cliché en una metáfora que elaboró por vía de aposición: «Y tu spleen, niebla límbica, que haces...»

4. ELEGANCIAS O AMPULOSIDADES VERBALES

La poesía puede pregonar elegancia sin recurrir a las ampulosidades verbales, pues en lugar de realzar el discurso, conmover o causar impresión, la terminología refinada oscurece la forma, provoca confusión y apatía en el lector (a mas de que al poeta lo tildan de ridículo, pedante y mamón). Generalmente los productos literarios condimentados con dichos conceptos no trascienden más allá del elitismo y del orden espacial restringido a capillas y grupúsculos tertuleros.

Existen otros aspectos retóricos que, no obstante ser propios de la vanguardia, merman la poesía. Me refiero al abusivo empleo de técnicas como el «colach», el «cut-up», las representaciones fragmentadas, la utilización de imágenes discontinuas que se yuxtaponen en forma arbitraria; recursos que manejados mamarrachescamente le restan calidad estética al producto que, al final de cuentas, alcanza simplemente un valor sicológico.

Y este proceso presupone una inestabilidad que invierte el sentido del discurso (lo prosaico puede llegar a considerarse poético, y viceversa); afectación que acarrea la ambigüedad y, en sus grados extremos, induce a los potenciales lectores a comprar gato por liebre; persuadido a adquirir un objeto diverso a lo que pretendía leer (alienado bajo la concepción de que cualquier cosa puede llegar a convertirse en literatura).

Las representaciones fragmentadas también trasgreden el ritmo poético, interrumpen la secuencia lógica, perdiéndose así el sentido del discurso; la imagen se torna difusa y la armonía se desarticula; en tanto que a la eufonía de la palabra sino la extingue la debilita. Cualquier lenguaje puede ser elegido como instrumento expresivo de la poesía, pero otra cosa es saber conducirse en el movimiento que tienen las palabras.

Debido a la dislocación sintáctica el discurso poético se transforma en prosa inconexa y la poesía declina en lo abstracto y lo metafísico, y es probable que el cientificismo e intelectualismo se antepongan al sentimiento y efusión de los sentidos. Brotan, como gusanos en un cadáver putrefacto, ejemplos en los que resaltan los pormenores aludidos, y en los que se avizoran saltos abruptos, metáforas exageradas y términos retumbantes propios del ditirambo, la braquilogia y la greguería.

5. BRAQUILOGIA, GREGUERÍA Y MIMESIS

la braquilogia es la omisión o supresión gráfica de una palabra representada por puntos suspensivos, y la greguería es la imagen fugitiva que tiene como sustrato la estética funcional que se define como la representación insólita y contingente; complejo emocional de la velocidad que pone patas arriba a la realidad, la descoca (el surrealismo y la poesía de vanguardia son ejemplos claros de la greguería). La greguería es atribuible a los poetas que no salen de su mundo interior, extraviados en su propia realidad y sin motivaciones sociales. Es un fenómeno que elimina uno de los elementos imprescindibles del discurso poético: lo auditivo.

Las vanguardias (surrealismo, dadaísmo, futurismo, estridentismo y ultraísmo) despojaron a la poesía de su naturaleza sonora. Además del gusto o tendencia abusiva hacia la magnificencia, la braquilogia y la greguería, se añade la falacia poética a la que se recurre por vía de la mimesis, o sea la representación de hechos no vividos e creados desde su mundo interior y trasladados al discurso poético como burda ficción, hechizo, imitación e ilusión. En otras palabras, realidad virtual que solamente es apariencia y, en sus extremos, un engaño. O sea, puro blof de pájaros nalgones.

6. PRODUCTO DEPURADO DEL ESPÍRITU

La literatura no puede ser un producto depurado del espíritu, según el pensamiento retrógrado de la estética burguesa (para sus teóricos existe una permanente noción de identidad: «A es A»; o sea que un espíritu mediocre no puede abandonar tal condición, y el pobre siempre será un pobre diablo; y gracias a que «A no puede ser B», ¡qué armonía se respira!, y el poeta iniciado sólo alcanza plenitud por un milagro).

La concepción que se tiene de la literatura es cultista, elitista y todavía entendida en el rancio perfil aristocrático. Se trata de una actitud idealista que separa el ser del no ser; cábala semántica de la cual se deduce que la poesía solamente se logra por la omnisciencia de lo absoluto (la inspiración divina, Dios, el estado, la Providencia, la magia, etc.), por la asignación de un destino determinado.

7. CHUPAPOLLAS, VERGUEROS Y ZAMPABOÑIGAS

Hay libertad para escupir sobre quién sea, faltaba más. Yo mismo lo he estado haciendo, lo hago y lo seguiré haciendo. Pero al desplegar la contundencia sobre el sujeto que critico, siempre me he puesto frente a él. Y procuro no zarandear las cenizas que ya ardieron. Mi punto de partida es el producto que elabora el bato o la ruca a quien le aviento putacazo. Todo parte del objeto analizado y la declarada tendencia de hacerlo figurar como un papanatas, babosete, blofero o cretino —espetándole en su cara todo tipo de descalificativos, imprecaciones o virulencias verbales— es por desmérito propio y no porque a mí se me antoje decir tales chingaderas.

Si he despotricado en contra de un guataclán de cabrones —escritores, supuestos intelectuales, estetas de fibracel, cretinos inflados de chinguetas, etc— lo hago porque me respaldan argumentos válidos para ello. Y si tildo de chupapollas, zampaboñigas, vergueros o sarreados a ciertos huéspedes de mis cretinadas, es porque tengo mis razones fundadas: he leído, releído, analizado y espulgado pormenorizadamente lo que escriben mis «criticados» y sé lo que representan como hacedores de productos culturales. Suficiente motivo tengo para decirles a dos tres cabrones que son pendejetes o chinguetas, según sea el caso. Bastantes razones hay de mi parte para esgrimir que el fulano o zutano es un charlatán de la literatura o un babiecas cuando ejerce su talacha escritural.

Las mismas razones fundadas para arremeter contra oportunistas y malabaristas del lenguaje y demás mamertos. Y para legitimar la escupidera que aviento no me baso en simples especulaciones o deducciones de bajo perfil sicologista (aunque sirven como elementos auxiliares pero no son suficientes para justificar el discurso). Me sirvo de la fuente teórica o empírica para que el manojo de palabras no se sostenga solamente con ganzúas hipotéticas o con probabilidades teóricas de escasa concreción.

¿Se puede hablar de crítica cuando lo que se hace es proferir burla y escarnio? Han existido personajes que equivocadamente manejaron esas fórmulas llanas, pero al hacerlo contaban con la suficiente autoridad para lanzarse como hienas hambrientas sobre sus víctimas; caso singular fue León Tolstoi, quien dijo que la obra de Shakespeare era una mierda y su autor un pinchi plagiador. El tiempo le dio la razón al creador de Otelo.

*

George Lukacs * * *

Noam Chomsky
* *

¿Porqué Tolstoi al criticar a Shakespeare lo embadurna de giña? Porque Shakespeare no fue moralmente superior a la época que vivía. Porque en la obra del escritor inglés no encontramos una sola palabra que muestre simpatía por el pueblo. Shakespeare se colocó al lado de la clase alta; sus dramas son esencialmente aristocráticos. «Cuando introduce en escena a burgueses y hombres de pueblo —dice Gramsci— los presenta casi siempre en forma despreciable o repugnante, los convierte en tema de burla». La opinión de Tolstoi a este respecto ¿estaba correcta o el ruco la cagó?

Como dirían los chilangos: sí y no. La crítica de Tolstoi no fue elaborada desde una perspectiva estética, o sea literaria, sino desde una vertiente moral. El autor de La guerra y la paz criticó al Shakespeare pensador y no al Shakespeare literato.

8. DESCOCADAS AFIRMACIONES ARBITRARIAS

La crítica de hoy rebaja o adula, pero esa actitud sicológica bien sabemos que es insuficiente para constituir una verdadera crítica; su significado es parcial y no contribuye a crear una auténtica crítica. Ahora, agréguese el diletantismo, las descocadas afirmaciones arbitrarias, la turbación de la conciencia provocada por los problemas existenciales, la errónea o desviada percepción de la realidad que se tenga, las fulgurantes crisis morales, la limitada capacidad de discernimiento, etcétera.

Sumando todo este bagaje ¿qué es lo que se obtiene? Un mazacote de palabras que no rebasa el nivel de una estulta propaganda, mezquina y estrecha. El máster Gramsci decía que la cualidad más delicada, incomprendida y, sin embargo, esencial del critico de las ideas y del analista de desarrollo histórico consiste en saber encontrar la verdadera identidad bajo la diferenciación y la contradicción aparentes, y en encontrar la diversidad sustantiva bajo la identidad aparente [Cultura y literatura, p. 99].

*

J. P. Sartre



Tres grandes teóricos: Gramsci, Mariátegui y Olabo de Carvalho, últimos en la serie gráfica,


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Estercolados sean tus versos


Tufo de líquidos rectales y vaginales
combustión de saliva y semen
todo puede ser materia de inspiración

al final sale un poema tan eterno como el orgasmo
versos como patrañas de un insolente
bramidos del vendaval de las pasiones
ausencia y el presagio de la congoja

me persiguen las pesadillas
se desangran las economías
escribe tus últimas palabras y corre lejos
huye de ti
desplómate de a mentiras
haz sufrir a tu mercenario corazón
húndete en borracheras
piérdete en la taciturna fealdad de las teorías
emborráchate con tu embeleso ideológico
esa pose de mozo radical veinteñero
perfección del engaño
mito reseco

cazador de bendiciones
disfrutemos el paraíso psicológico
heteróclito que no respetas ni la ortografía
no entiendo la tergiversada claridad de tu lenguaje
me tienes ebrio con tus palabras
háblame con los latidos que salen del corazón
oficio no repara pena descompuesta
quema tu nombre con gasolina
y aunque digas palabras bonitas
al final
todo acaba en bazofia verbal.


Éktor H. Martínez / Biografía


* * *

Sutilezas del verso tumefacto

Llevamos tiempo reptando así
con el culo al aire
en el chiripeo de la información que desinforma
karma como fritanga de supermercado
belleza capaz de dar por lo feo un espanto al mismo miedo
a apurar sendos cacharros de vino
hasta dejar al Diablo seco
pequeña es la generosidad
ruin
mezquina
porque gavilán que coge y suelta no es gavilán
ese porte de distinción que existe en la gente vulgar
y la refinada electricidad en el pericardio
de la lucha de clases
producción artística de incoherencia sistemática política
sin el ingrediente ético
similitud del alma muerta

la esencia está en la fraseología
es la descripción de la inmanencia
predecir con fantasías
la rentabilidad del versolibrismo:
entre las clases sociales todo es poesía
llámese vivencia espiritual o forma patológica
instinto arcaico de una conciencia volatizada
barrida en un santiamén
denuedo de habilidad de la mentirijilla ornamentada
particularidades de la metáfora
ocupando el mejor sitial del coro poético
nada por aquí
nada por allá
trivialidades que son los temas más trascendentes

La verdad con palmetazo y nalgada ya no funciona
y el criterio que prevalece es
pan para nosotros y hambre para los otros
opinólogos que hablan de arte y cultura
en bajos indices de lectura /solvencia intelectual
menguando
en mentidas magnificencias
linfática inocencia que ofrece alcanfor
con lodo axiología sosa y falsa
sentimientos efímeros en sutilezas del verso tumefacto
algunos poemas tienen el linaje del mérito
(otros no lo tienen)
la duración histórica está en la cronometría
del pícaro y del lacayo
como el agua que rodea al pez en todos los mares y lagunas
en todas las horas y minutos para robustecer la impresiones

ocho siglos de cruzadas no son nada
el premio fue mayor a la desgracia
idealismo histórico de sueños quijotescos
no importa cuántos hidalgos o caballeros quedaron enfermos
lo de ayer no cuenta porque la intención es «hic et nunc»
y si el lobo se harta de carne se mete de fraile
soporte incoactivo de escritores alcahuetas
que muerden las mazorcas del dualismo
machismo pausado de la andropausia
vaivén hormonal en retintita anal,
imbéciles fronterizos que se van a chingar a sus madres
feministas taimadas que suponen
que la menstruación es lo peor del mundo
piltrafa desmadejada o configuración de la materia
cuatro milímetros navega un espermatozoide en un minuto

El poeta se vuelve Edipo
porque la vida es demasiado cabrona para la poesía
pero el poeta es tan sólo edípico
en el acto de arrancarse los ojos
para ver sin ellos lo que otros no han podido ver
con sus propios ojos
imitador que se parece al mono que imita
la globalización adquiere un poder lírico
se necesita otra atmósfera sentimental
hemos perdido hasta la capacidad de silbar
\arrumacos y piropos
la nostalgia de los vencidos
en un frasco entero de fenobarbital
sistema financiero resbaladizo y tramposo
la unidad orgánica sustancial que exige la moral
solamente puede ser posible entre calzón y caca
en términos de lealtad o fidelidad
todo lo demás es quimera
detrás de una máscara de risotadas
el don de la concupiscencia:
«no te agaches porque te cojo»
Dios nos da probaditas de felicidad
para que siempre estemos sufriendo
ergo
Dios es un culero

Y así se cumple la catarsis
con la maña de rematar lo que apenas empieza.

EXTOR ENRIQUEZ MARTINEZ


* * *

Carlos López Dzur
(Puerto Rico)


Frag. 13. / Del Canto al hermetismo

Sin fianza, incomunicado,
por tres días, en ayunas, le preguntan:
¿Qué sabe usted del rosado y lindo pie,
rubendariano, qué sabe de una zapatilla de cristal,
hecha de vidrio soplado?

Es mejor que lo diga: el hambre de los viejos
en la cárcel, la CIA la vuelve secreto,
irrevelable, y mata más que la miseria en ghettos.

Johnson y sus presupuestos populistas nombró tantos
chulos del pobre y el jodido, un país
de «miserable, estáte quieto».

No querrás tú morir en una celda,
quemarte en una morgue, anónimo
por tan sólo no confirmar lo que dijíste
una tarde, en tertulia con un cura bocón,
el Papa apócrifico, héroe de jipis
y bribones, de homosexuales y rameras
en el ciclo post-bushista y clintoniano.

La más seria pregunta que clavan
uun odio ventajero y la ambición de crecer
en el sistema del Pentágono, es:
¿Por qué escapó aquella princesa transmundana,
aquella mujer que robó el corazón del poderoso?

¿Será cierto que ha muerto, o se fue
a servir con los toparcas de la izquierda,
turanios del maoísmo o con islámicos
con dagas turcas y cabezas tambochas
cubiertas con turbantes?

CARLOS LOPEZ DZUR

* * *

Ramón M. Estrada Vega
(Puerto Rico)


Claridad en tu página

Rústica, tu página final,
compañero de veladas y emergencias,
me revela un secreto.

Lo anuncio al aire y al silencio detenido
para no herir esta noche de vigilia,
un verso muy libre de ataduras.

No se enteran tus hermanos
de militar compostura, amarillos
sobre los tablilleros de inútiles sostenes.

Tu página final, amigo fiel,
apocalipsis que asombra,
es estupor que hiere como látigo al mundo,
cortando hebras de sol sobre una plaza
donde una multitud espera un rumbo.

Del libro Caminos (1996), p. 121.

* * *

Néstor Barreto (Puerto Rico)

My feelings, exactly

Un hombre que juzgara todo únicamente a la luz de su propia experiencia; que rehusara argüír sobre cosas que no hubiera visto y experimentado; que hablara estrictamente por sí mismo; que se permitiera a sí mismo, solamente, directas, provisionales pero bien fundadas opiniones; que cada vez que un pensamiento se le ocurriera, se tomara la molestia de notar, o bien que lo había formado por su cuenta, o de que lo había leído en algún sitio o escuchado de otros y que en caso de lo primero se debía al azar, a una fuente desconocida, mientras que en el de lo segundo, era un mero eco —y que él no piensa en nada, no entiende nada en absoluto, excepto por las vías azar o ecos— un hombre así sería el más honesto del mundo, el más veraz, el más desprendido. Pero su misma pureza lo volvería incomunicado; su verdad lo reduciría a una no-entidad: Paul Valery, Pieces sur l'Art (Piezas sobre el Arte) v.14

como me crié en sonadora aguas buenas primero
y la plaza de diego en santurce
después, mi juventud espiritual tiene mucho en común
con siddartha gautama, aunque la muerte y la ausencia
me tocaron niño todavía duró mi inocencia bastante
por lo que por mí no cambies

de la manera en que me enseñaron a respetar,
como un reconocimiento de los límites,
no como convicción, sino como practicalidad
y como a la escena entré bastante equipado
no me verás en listas ni filas de peticionarios
mi nombre lo verás asociado
a proposiciones anfibias
de cuádruple filo

así como mi enseñanza fue individualizada
fue mi heurística
me atraía la tribu pero no como para beatificarla
sobre su ternería fundé una iglesía,
no siempre fui a mí pero base tuve, conozco la cruz
pero no me da ganas, perdóname lo cínico
pero no me puedo parar aquí y servirte papilla

tuve la protección, me duró suficiente,
no me lo sacaron en cara
me siento liviano y no se supondría
monto una cosita híbrida con la letrecita p
verdaderos bacanes se curan con mi actividad
pero no entro diciendo que no sé quién soy
(de puro preguntar, algo sé)

los que piensan que yo soy un libro abierto
¿qué habrán leído?
malditas aristocracias del pensamiento,
preguntarse por qué no les rendí pleitesía

nadie dirá, por cómo me trataban, que fui producto
de la idea regional de la democracia
nadie que no haya leído un poquito

a ruegos como tal no estoy acostumbrado,
ni me quiero acostumbrar
papi fue firme en eso
las claves de lo verdadero estaban en todos lados
y más evidentes cada día
y él fue una por una desvelándome
los mitos de la sujeción

en casa siempre hubo carro que yo recuerde
y la esperanza colindaba con la inevitabilidad
corté por lo llano
veo excitación en las filas siento su filo en el ano
no es difícil tenerme contento, déjame ser
un bárbaro (para lo que me quieres civilizar)

mi casa es la angustia del origen
y la patria es el lugar de la infancia
sí he sido más patriota pero no más infante
¿qué te pasó? me preguntas
tengo que contestar, nada (y me dejó sin aliento)
por poco salgo pato (pero por poco no cuenta)
creo que sé de lo que se trata

así que no es que no me criaran bien
ni que me lo quitaran todo
no es de ver los ídolos actuando en su intimidad
ni de que me entrenara como argumentador

si la suerte no fue parca tampoco fue
lo que se dice generosa
ese medio feliz me envolvió a pesar de la seriedad
con que me lo tomé
averíguate si traicioné mis ilusiones y verás que no
chequéate en el récord si mercadeé
con mis sentimientos, exacto

estuve pendiente de ti por inexistente que me fueras
porque te podía imaginar bajo ese no-aspecto
loco que me lo recuerdes. loco que se me reporte
con nombre y apellido
los que ven algo más en mis expresiones
contribuyen con su plan
esto es sinergía pura y por eso
aunque parece reservada, no lo puede ser

hay quién dice que lo tuve todo,
si esto es haberlo tenido todo
nos podemos dedicar a compadecer
si tú comprendes seguramente algo compartes
socialización, astucia, rencor, algo

las leyes de supervivencia según se enseñaban
en plaza me han servido para todo artes histriónicas,
reglas del timing,
exaltación de la imaginación
siempre me exigían concurso
y como me gusta la penumbra,
me llevo con los migrañosos

la prisa que no me molesta me resulta graciosa
soy un gufeo que mejor hubiera sido
no haber comenzado en un camino de acacias
cualquiera hubiera podido haber sido peor

seguí de rolimpín cuando todo aconsejaba
estacionarse en cualquier espacio que encontrara
me creí el privilegio que había ingeniado
para sobrevivir mi pedacito de humanidad
lo que mis padres me contaron parecía peor
porque sé no confiar en palabras
ajenas, siempre tuve esta idea de lo que es ser al pleno
que no tomaba en cuenta marcas, ni listas
de must do's
estuve en la miradera lo suficiente
para atreverme a profetizar
pero prefiero parecer cándido

algunas cosas tienen que cambiar
empecemos con el público blanco
(por ahí empecé yo) nunca apelaremos
a los capitanes de industria
lo que ya de por sí es difícil que empeore
la puta, si yo sé cuáles, la puta doble,
si yo me atreviera a producir listas

me lo enseñaron todo, lo ví todo
y como me llevaron a todo
algo se me pegó sin pasar por la volición
un esponjoso cerebro en un ambiente hostil
puede engendrar cada cosa

he pensado mucho sobre esto,
me crié con anarquistas insertos
la rebelión estaba en el aire y el silencio era
como el del bosque, una barahúnda,
una pared con acentos aquí y allá
a modo de concierto magno, la actitud sapiencial
la orden embarrada a vuelta redonda de ternura

siempre me enseñaban el costillar del cuento
siempre me señalaron al autor o autores
siempre nos cantaron inocentes
mientras no fuéramos cogidos

la cuestión que me inculcaron fue no dejarme coger
aunque no en casa, en casa reinaba la responsabilidad
entre las virtudes, pero fuera de casa
no reinaba la jaibería

vi de todo temprano, yo creo que tengo para contar
se habló de un laboratorio de tolerancia
medio en broma medio en serio
se habló de echarle algo al pote del espíritu
con el aspaviento necesario, en su peor momento
y cuando más repartido se había hecho
se habló de empujarme a donde yo quisiera
mientras yo hiciera lo propio
en forma melosa, cantarina, esmerada en ser alegre
a riesgo de hacerme demasiado dúctil
viví y me enamoré a lo ideado,
si fracasé lo verás
si no y alcancé la altura, la inventé junto a mi viejo
cuando formulaba conforme anhelaba
y no me compungía apelar al llanto y un poco irritaba
a papi que era un jeque aguantando
mis pruebas sicológicas de los siete y medio (trauma bobo)

yo creo que recibimos lo que pagamos
si yo ví algo que no debí, pronto lo volví otra cosa
yo participé de muchas maneras en el despertar masivo
al mejor futuro posible, yo entretuve la idea
de precipitar el cambio
mi problema era el cambio a qué,
mis escenarios eran tenebrosos
mis resultados contradictorios
comparados con los de todos
tiene que haber sido la crianza

a mí me dieron la voz. no sé si la palabra
es dieron o si tuve que pagar
por ella, pero sea como fuere yo obtuve la voz
con la que me he venido
bandeando cincuentaipico de años en un espacio
y tiempo alternos insertos en el espaciotiempo social
pero conectado con algodón de feria, proezas estocásticas
a las que no es importante hallarle autor,
respuestas a preguntas tan duras
que uno mismo teme hacerse orientaciones a tiempo
que alteran la imaginación como la meningitis
pero en la otra dirección

vivo lo suave de los colegios en el alba de la angelía
corresponde a mis nombres cooperar
con que se decida algo no se puede conformar
un@ con estar harto porque se puede
romper algo, tampoco se puede dormir en las pajas
las pajas resuelven en el momento
pero tarde o temprano sale tu ignorancia,
se abre paso como un rompehielo
y cada día son más difíciles,
el público ideal aun no se ha definido,
y esa falta de diana permea todo

yo me acostumbré a pensar en términos de unos y ceros
se me hizo difícil la transición a todos ceros y peros
traduje algunas cosas que no cayeron tan bien al verse
horneé por años unos odios
que por eso son tan blanditos
y con los horrores de lo que no era posible
forgé el friso que
adorna o disfraza, según lo entiendas
copias del pezón no hice teniendo a mano el original
pieza de resistencia, la fricé en el tiempo
estuve conciente de un potencial treno urbano
si no flaqueé fue por lo que fue

pienso que tuve las oportunidades que necesité
sé lo que significa ser para la especie,
sé que es una sensación o sea un sentimiento,
concuerdo con las excepciones
en preguntar ¿yo para qué?,
me salen algunas respuestas que apestan.
sé por mi capacitación que se pueden editar
sólo que editar no es olvidar y lo que yo busco
eventualmente se encuentra
si tú vives lo suficiente lo llegas a ver todo
un poco de profundidad rinde bastante
proezas inútiles pasan al olvido por toneladas
(su cupo es tremendo)
gran parte de mi preparación consistió
en enseñarme a escogerlas

ya era una ventaja puntual existir (para variar)
ya las correxiones hacían posible
larguísimas temporadas del monocultivo,
salté las subsectas,
me dediqué a sentirme harto
pasé la página y comprobé que imaginaba correctamente
y me percaté de que tenía talento para sobrevivir,
pero que no era eso sólo

le tuve cuidado a retahílas de decisiones malas,
casi siempre a la tercera o cuarta paraba,
miraba dentro de mí
y sin soltar ni un carajo me tiraba al vacío
por un instinto distinto capaz de salvarnos en bonche
con una letrecita, la letrecita...

y caminé en una vereda apenas distinguible
por donde pasaban muy pocos
y a veces tan rápido que no era posible apreciarlos

si le van a dar pan al ángel,
dénselo antes de que se vaya
digo yo, después de mucho cavilar,
si bien el ángel no come valora el gesto,
si bien el gesto se esfuma, es si lo dejan

no le des nada, no le hace, el ángel no repara
yo no necesité creer mientras crecía
porque me enseñaron a aceptar de entrada
las más grandes limitaciones

escaleras exorbitantes, mis padres se cogían riesgos
con todo atenor con sus fracasos principales
su sueño no permitía exabruptos de ningún tipo,
si en mi casa no se podía ser
mi amigo, se tenía que actuar como tal
nada boto era exaltado, se compartía el derecho
pero si hubiera transplantado esa teoría en lo seco
se hubiera topado con el oxímoron clan /estado
realistas practicantes, me dieron a escoger ¿qué tú crees?

pulgar prensil y barbilla prominente, lanilla no pelambre
por poco no llego allegro ma non tropo ¿cómo? fácil
me enseñaron mucho y hubieran querido enseñarme más
pero hubo un momento que me negué a escuchar

después terminé siendo jefe de la división
de contradicciones por un tiempo
todo el departamento me respondió con tautologías
l@ pertinente continuaba interesándome
así que seguí tirándome mis estudios graduados
nunca tienen un propósito gracias a dios
los trataba de imitar en todo (cito del original)
y fóquit encima de fóquit fui construyendo este refugio
no lo vendo por nada, a la p le dí con el coro
saturé el cercado, parecí un malagradecido,
cultivé un adversariado de fariseos
que no había ni visto mis cotos de caza
porque no existían
en sus mundos y como les raspé dos o tres
me impidieron entrar por las buenas, como si yo
no tuviera suficiente con sentir

por eso te veo muy atad@ a mi formación
con cosas propias de un auditorio
los daños que te importan son a segundos
y todo tendía a eso aun siendo mi intención
lo que pareciera la verdad
no l@ pude anticipar tod@ siempre se planta un invento en el medio

compuse los trenos urbanos con que eventualmente
se justifican pistas de acelizaje
que aun anunciadas eran difíciles de visualizar
colecciones que sólo un loco,
alturas que dependerían de un chorro descomunal,
colisiones entre dos maneras opuestas
de hacer las cosas, setos completos cubiertos
de cuant@ rosa ¿por qué toses?
hay razones para que no seamos uno
y hablo de razones remotas que me parecen venir al caso
y siento sus cositas mordisqueando
déjalas, son lo mejor que hago

a causa de sentir que mis actitudes
salían de madrigueras me echaron los perros (mi sentir)
en los momentos gestuales precisos
como para quitarme las ganas
lo que pasa es que mis ganas son de antes
no han inventado la jauría que pueda

yo tengo esta cara de repelillo
me la tendrías que lavar en lejía
para quitarme el gesto
tal vez ni me importa ¿no has pensado en eso?
podría no importarme

y no habría nada que hacer, de mi vida soy el guri
¿qué queda después de eso?
sólo lo que tú puedas añadir para cerrar el círculo
y después ¿con qué propósito?
prueba que yo la llevaba al palo o al menos eso yo creía

el palo era un imán para el que quizás yo
no estaba listo ni tú
a mí me da cosa quedarme [veo al ángel barbado y toco palo]
haber leído los que en algún momento han sido palos
ellos no debía desayudar
y si tenían la piel cubierta de pelitos, como ocurre
eran del tipo de palo que me gustaba mear

tiene que ver con la crianza
pero también con inclinaciones orgánicas
sin control, aumentos en la tasa de la libertad
no consideradas en masse, de días que yo llamo afortunados
por no tener a mano otra palabra que igual empieza con p
tiene que ver con el relajo continuo del exterior
a duras penas atisbado por tanta verdad hundidora
nadie se imagina lo invertido para que yo viera
el santo cada vez que alguien ve sólo el milagro

yo digo que fue eso, una combinación de iglesias
y liceos y cofradías aplicadas
como culpas al alma de un animalito
que decidió entre cosa y cosa hacer lo que le tocó
sin permitirse dar excusas, culeco
y la maldita pavera que no me suelta
ni en las cuestas ni en las curvas ni en las rectas

a ver quién es lo que no suelta qué
a ver si no es cierto que bajando hasta las calabazas
toda esa educación, todo ese acceso,
con contártelo no basta parecía menos pero confía,
el entrenamiento era bueno si querías ser jefe o iatrista
o memoria colectual
a mí me fascina calibrar lo que pasó
a la luz de lo que se esperaba
con el fondo de a dónde se me dirigía
como me negué al programa
contando las veces en que me monté
para tirarme a mi aire, contando las veces
que hice selección
con las decepciones correspondientes
contando las creaciones pilladas
en un embudo deseático seguramente
igual de tremendo que el tuyo
identificada en ambos costados con la p minúscula
con la que comienza su númen
y hasta cuando acabar ahí lo aprendí


De la obra inédita noemas; sección 23.5 libreta loca ©2007 néstor barreto

* * *

Yvan Silén (Puerto Rico)


Poétika...

Me he cansado en lo sublime
de escribirte con el falo...:
Darío de Dies


I

Yo no vi a Dios un domingo por la tarde
y no lo vi debajo de la lluvia escojonado i encima
de la torva do llovían sica. Y vi al Minotauro-Ikaro
que caía entre las nubes. En do el amor "es" un fraude,

un ente, un asko kantiano equivocado
en do me duele los cojones
cuando escribo sublimemente solo
entre las sombras fallidas. Porque chichar no basta
y reír deprime entre los peces (losas).

¡Yo vi a Dios un domingo en el ocaso!...

Y los die son lo mismo que un Deus en la marmita,
do anónimamente me procuras. Y do
seudónimamente me abrazas y orino lila
para espantarte ante los ojos de los niños. Me burlo
del destino como el Fauno cojo que da leche
en la mañana y en la tarde dará miedo. E

II

io lloro y he sido Era antes qu'Helena y
me he lavado la cara en un sartén de gnomo
(do te sientas a escribir como fregona--
do te masturbas acomodador de cine, pluskuam-
perfecta, tú, retorcida, amanecida de phallus--).
Y escribo con mi lengua encojonado de amor,
y con mi semen escribo budistamente,
y con mi excreta Jesúsmente escribo

(las paredes--1972--los cristales, los espejos)
o el niño denario d'Hera le obsequium sombrero
con la olla de pavos hirviendo, con los testículos

molidos, en do preparo el pan mientras levito,
para el día que salgamos d'Egipto, ¡oh, Hera, io
te festejo, Mierda, con las Furias del anciano!

III

Io te festejo con el amor de los asesinos
que cunden la patria en los monederos
falsos de los aëdos malos; que cunden
la matria con la teca (de las furis que

robarán también mi latín vulgar: mi
falo de hoz en la vendimia (d'esas
aves que se abren chochas al alba
en el rocío siniestro de los besos).

Estoy apocalipsando entre lo triste y lo alegre.
Y solo estoy como un gato angora
que cría m'Yra en los aleros verdes de las lunas.

Que cría libélulas de ojos de lupa
que ven en el secreto el sentido siniestro
de una mujer que s'entrega enamorada.





IV

Hoy es Thanksgiving de Mierda, ¡qué asco!
Y los puertorriqueños comerán ilotamente los
carcass que se pudren en las naves invasoras.
Tiempo de vidrio (comerán) en los espacios curvos.

Y los puertorriqueños manyarán cretinamente
copas de lata y vulvas de lata.
(Hoy místicamente me habita una mujer
que comerá envenenada un deus furioso.)

Hoy comeré agua (por ti) y beberé navajas.
Hoy comeré tierra y comeré espejos.
Hoy beberé mi propia sangre derramada.

Hoy es Thanksgiving de un deus crucificado
como ese pavo irreal en los barcos extranjeros. (¡Hoy
existe una mujer...que se ha entregado enamorada!)

9 de mayo del 2007
22 de noviembre del 2007
Nueva York
©yván silén/07 / Bios


****

Matchornicova (Austria)

Despedida IV / 07


Estas imposiciones que cansan la vida,
manteles de sonrisas vagas y lenguas de todos colores,
manojos de margaritas asomándose en los ríos
mientras crece la marcha de una luna fría.

Estas imposiciones de la palabra humana,
estas raras estadías de la noche más larga
llaman ha retirada sin extender la mano,
llama a desaparecer desde la lejanía.

Estas informaciones que tejen desde otra orilla,
hacen caer muy lento hacia la soledad
por esto:
cambio cielo por tierra,
nombre por ojos,
silencio por un adíos hasta siempre;

viento y despedida es la frondosa canción
de un cansancio tan viejo,
tan harto de compromisos
tan gastado ...
tan lento...

Matchornicova/ 11.11.2007
Austria / Bios

* * *

Carlos López Dzur / Ensayo


La dimensión ética de Sequoyah

Siendo yo el fundador de la revista Sequoyah, versión en papel y cuya aventura creativa compartí con otros compañeros universitarios y docentes de San Diego State University y la Universidad de California, aprovecharé este segundo lanzamiento por la vía virtual para explicar los motivos que inspiraron dar este nombre a la publicación. Voy a elucidar un poco sobre la dimensión ética de este personaje histórico y su legado inspirador en distintas áreas: I. El guerrero y el hombre político; II, el ente multicultural y ser humano y, finalmente, III. la ambición de inclusividad (representada por él) en momentos de agresión cultural, siendo éstos el epítome de una historia de exterminio.

Entiendo que esta temática es indispensable. Es labor intelectual para un proceso de problematización y, por tanto, la mejor tarea contemporánea que el grupo de académicos y nuevos autores, habría de plantearse. Lo que aquí se expone es cómo la revista Sequoyah, así como el personaje que la inspira, se entiende con el tópico que describe a los Estados Unidos como una nación de inmigrantes y cómo se determinan, históricamente, los momentos de explotación capitalista y dominio cultural del blanco. Ninguna literatura ni problematización cultural que eluda este tipo de análisis será significativa. Sequoyah como revista quiso serlo y lo será.

¿Cuál fue el precio que pagó el indígena nativo-estadounidense al desatarse el proceso del descubrimiento de estos continentes y de la migración hacia América por los colonos europeos? ¿Qué superestructuras políticas, sociales y culturales, permitieron que los nuevos colonos reclamaran para sí las tierras? ¿Cuál es la enseñanza que la vida de Sequoyah nos da frente al proceso?

Este hombre (Sequoyah) que muchas veces es mencionado como guerrero no es necesariamente el que combate con el fuego de las armas, lo que hizo breve, ocasional y frustradamente, al descubrir otros métodos más efectivos para defender sus causas. Más bien, le colocaría en el grupo de indígenas a los que Benjamin Capps, historiador que citaremos aquí varias veces, llamó «The Partisans of peace»: el cacique Washakie, de la tribu Shoshoni, quien en el decenio de 1850, ordenó a su tribu que ayudara a los colonos blancos a trasladarse a través de su territorio en Wyoming, el jefe Joseph, de la tribu Nez Percéz de Oregón, quien, en pese a ser forzado por la caballería blanca a huir a Canadá y ya cercano a la frontera, se sometió, no sin antes haber dicho: «Better to live in peace than to begin a war and lie dead» / «Mejor es vivir en paz que comenzar una guerra y yacer muerto»; el indígena Cola Marcada (de los Brulé Sioux) y su sobrino, Caballo Loco, quienes negociaron un tratado de paz con la armada estadounidense en 1877, rindiéndose. Sin embargo, Cola Marcada (Spotted Tail), pagó con su vida tal conducta y, en represalia, lo asesinó un miembro de su propia tribu (B. Capps,1995).

Una revista de humanidades, Sequoyah, no será una revista sectaria ni partidaria; pero rechaza el cómodo apoliticismo y la trivialidad de la propaganda. Aquí recordaré dos cosas, Sequoyah inició la publicación del primer periódico nativoamericano, The Cherokee Phoenix, con la misma actitud que un grupo de poetas y académicos iniciamos uno nuestro. Con más recursos informativos en nuestro beneficio, constatamos lo que ya Sequoyah sabía y lo convirtió en un guerrero espiritual y político. El sistema político del blanco les estaba quitando la tierra y el derecho a disfrutar de la paz y la felicidad.

Oren Lyons, director de Estudios Nativo-Americanos de la Universidad del Estado de Nueva York, campus de Buffalo, escribió:

«Cuando Colón pisó las tierras de América y después cuando los Peregrinos llegaron, la libertad era rampante en Norteamérica. Todas las Naciones Indígenas aquí eran libres. Es decir, la gente nativa. Todos eran iguales y había una gran sociedad aquí... Los indios tenían mucho tiempo para ideas y concilios. Eramos personas que nos sentábamos bajo los árboles por largo tiempo para hablar sobre la sociedad, las leyes, los procesos de paz y conservación de la paz y muchas cosas no escritas, pero que todos sabían... Cuando llegaron los primeros europeos, el Concilio de Jefes de las confederaciones y las Seis Naciones indígenas ya estaba formado. La Confederación Sioux era la mayor. Los Wampanoag se reunieron con los Peregrinos...»

«Muchos de nuestros jefes fueron maestros de la libertad y tenían una perspectiva muy amplia. Una historia muy larga, pues, hemos estado en un solo lugar por largo tiempo. Hemos visto el sol salir por el mismo lugar por cientos de miles de años y, del mismo modo, tenemos una familiaridad con la tierra misma y sus elementos. Sabemos lo que es gozar de ellos. Las ceremonias, que son tan antiguas como nosotros como tribus, sirven a ese respecto... Agradecemos y respetamos todos los árboles y aprendemos a través de las ceremonias... y cuando las personas son destruídas y se destruyen sus
lenguajes, se destruye el conocimiento con ellos. Enfrentamos enemigos muy poderosos».


Los cálculos más modestos indican que antes de la migración europea a los territorios indígenas en Norteamérica, los hoy llamados EE.UU., la población nativa fue mayor a los 12 millones. Cuatro siglos más tarde, el cálculo se redujo por un 95%, quedando escasamente unos 237,000 indígenas. [1]

El ejemplo que utilizó el profesor Oren Lyon, en sus conferencias, para referir el exterminio de los pueblos sabios que, con sus metáforas del Arbol de la Libertad, inspiraron el sueño de inmigrantes de todas las naciones por establecerse en los EE.UU., fue la Nación Cherokee. Explicó como The Removal Act of 1830 accionó una serie de eventos conducentes al Trail of Tears en 1838, la marcha forzada de los Cherokees, que resultó en la destrucción de la mayoría de su población.. Otra naciones indígenas nativoamericanas sobre las cuales diserta, en sus conferencias sobre el genocidio, son las que habitaron en California y Texas. En California, por ejemplo, a consecuencia de las crueldades y masivas matanzas perpetradas por los mineros y colonos más antiguos redujeron el número de indígenas del cuarto de millón a unos 20,000, al apropiarse de sus tierras mediante el Homestead Act de 1862. [2]

Un día, entre 1828 y 1829, Sequoyah se verá en la alternativa de una politización profunda frente al hecho de los problemas del genocidio sistemático de su pueblo, la exclusión y la expropiación forzada de sus tierras. Son más o menos los años en que el Presidente Andrew Jackson pide al Congreso que apruebe una legislación que quite a los indios del Sur, llevándoseles por la fuerza a lo que hoy es Oklahoma. Este destino, tal como lo describe Capps, sería «una sección de las planicies sin árboles del Suroeste que vendrían a ser llamadas como Territorio Indígena y que eventualmente serían el estado de Oklahoma» [B. Capps, 164]. De un plumazo, de un momento a otro, unos 60,000 indígenas perderían su tierra-patria, «wooded homeland and be consigned to the unknown».

Sequoyah fue conocedor de todo ésto. Quienes sufrirían la expulsión fueron los indígenas de las llamadas Cinco Tribus Civilizadas: Cherokees, la más avanzada, Chickkasaw, Chocktaw. Creek y Seminoles. Estas gentes ya estaban asimiladas, en gran parte, a la cultura blanca. Vivían en cabañas de madera, vestían a la usanza del blanco, cosían a su estilo, araban y labraban la tierra, aprendían los nuevos oficios del colono y algunas indígenas iban a Seminarios Cherokees para la enseñanza, yendo algunas a escuelas de colonos blancos. Pese a que en su tosudez, el Presidente Andrew Jackson decía que los indios, por semisalvajes, eran ineducables, a lo que el Congreso añadía que su asimilación es imposible, el verdadero temor fue el alto número de matrimonios interraciales y el proceso aculturativo que ésto tendría implícito. Los líderes indígenas estaban aprendiendo a leer y escribir el inglés y, más peligrosamente, a juicio del colono blanco, a comprender la ley. [3]

Pues bien, ese fue el momento en que Sequoyah viajó a Washington para negociar los términos en que los indígenas se trasladarán de Arkansas a Oklahoma. El había vivido en Oklahoma por diez años cuando el Jefe Principal, John Ross, encabezó a los cherokees del Norte de Georgia en el llamado Trial of Tears / Marcha de Lágrimas / al Estado.



En 1838, el grueso de la Nación Cherokee fue obligada a punta de pistola a marcharse de Tennesse y Georgia. Guiadas como un rebaño, bajo la mirada de la guardia militar, marcharon rumbo al Oeste. Fue una experiencia de lágrimas y pesadumbre durante la que uno de cada 3 indígenas murió de desintería, sarampión, tos grave o algún tipo de indisposición. Ancianitas, con cargas pesadas en las espaldas, caían extenuadas por el cansancio, casi muriendo. Al final, sólo 14,000 cherokees, de ambos sexos, sobrevieron.

Una y otra vez se comprenderá por qué Sequoyah se politizó de un modo práctico. ¿Qué vio? Lo ha resumido muy bien Capps al decir:


The Indians, who once had held all of the land in America, retained only 200,000 square miles. And the whites, who started out with no land at all, now (since1871) held about three million square miles…

(Los indios, quienes una vez poseyeron toda la tierra en América, retuvieron 200,000 millas cuadradas. Y los blancos, quienes comenzaron sin ninguna tierra, ahora poseen casi 3 millones de millas cuadradas).

As late as 1876, the Indians were too few, too fragmented and too poorly armed to fend off he waves of intruders. In 1840, before the onslaught had fairly begun, no more than 300,000 Indians roamed the West. But although their battle was hopeless, pride and defiance shone in their faces and rang in their words.

(Tan tarde como 1876, los indios eran ya demasiado pocos, estaban demasiado fragmentados y demasiado mal armados para atajar a las olas de intrusos. En 1840, antes que el ataque violento hubiera comenzado, no más de 300,000 indios vagaron por el Oeste. Pero aunque su batalla careciera de esperanza para un triunfo, el orgullo y el desafío brillaban en sus caras y vibraban en sus palabras). [4]


*



[El cuadro ilustra el momento en que en Jamestoes presentada a los indígenas nativoamericanos «The Christian common law», la Ley Común y la forma de gobierno representativo].


[Bautizo cristiano de Pocahontas, esposa de John Smith. El Dr. Paul Jehle en sus presentaciones, afirmaba que sin el Capitán John Smith y su esposa Pocahontas, «there would be no Pilgrims at Jamestown and Plymouth»] El poeta Robert Bly propuso cierto guerrero interior, «inner warrior» conectado a una iniciación masculina como la de los Ancianos de la Tradición indígena nativa y mesoamericana. Ritual desaparecido al impacto de la civilización moderna, incrédula, materialista y hedónica. Sequoyah, el guerrero, parece quedarse con la definición de Bly: «El guerrero es un defensor de fronteras». Como hombre de armas, posiblemente, Sequoyah fue un fracaso. Como guerrero interior tuvo muchas luces. Una vez se mudara a Willstown, Alabama, la primera experiencia como militar fue enlistarse en el Cherokee Regiment, interviniendo en la Batalla de Horseshoe Bend, con que culmina la guerra contra los Creek Redsticks. Esta guerra deja como lección la necesidad que tiene él y los suyos de adquirir la herramienta del alfabetismo. Ni él ni otros cherokees estuvieron aptos para escribir cartas a sus parientes, leer las órdenes militares que le fueron dadas, o registrar los eventos presenciados. No en balde con Sequoyah, el individuo y el animal político, el mal soldado, cede y trasciende a cualidades superiores. No será como militar un portento; no lo fue; pero ya fue el artífice de piezas de plata, a quienes sus compradores en Georgia pedían que estampara su firma en sus piezas. «Like the white silversmiths had begun to do». [5] De hecho, como han estudiado algunos en cuanto su persona, nació con una minusvalía física que está implícita en el significado cherokee de su nombre: Sikwo-yi, es decir, pie de puerco / pig’s foot.

DEL GUERRERO MINUSVALIDO AL GUERRERO INTERIOR: Se dará una transición del combatiente armado al guerrero interior más afín a lo que Bly expresara. Sabía cómo trabajar con sus manos; lo mismo que con su inteligencia, como autodidacto. Ahora sería un trabajador más que se ganará la vida con lo que supo hacer: extraer sal de las minas y venderla. O trabajar construyendo muebles, o en la plater1a. No obstante, lo absorbió un nuevo interés, como ciudadano: la política y la entiende como parte de su ejercicio inicial: defender las fronteras y su nación cherokee. Anteriormente, siendo muy joven, Sequoyah había huído de su natal Tennessee debido a la usurpación territorial por los europeos, leáse («the encroachment of whites»). Sequoyah se fue dando cuenta de lo que sucediera con la gente y sociedad indígenas. Eran socialmente invisibles. Estaban siendo políticamente marginadas. Sus lugares sagrados y sus ecosistemas estaban siendo destruídos. En medio de tanta injusticial social, entendió que otros, entre los suyos, perdían la fe en torno a los valores ancestrales: la idea de perfeccionabilidad, conducta de autotransformación humana y esfuerzo propio. Una enseñanza de Sequoyah sería pues sobreponerse al sentido de pérdida. No querrá ser conocido como el ser devaluado públicamente, que no quiso ser, como uno del que se dijera: He is the crippled warrior, el soldado de pie de puerco y un recluta de poca monta que no sabe leer órdenes. El fue mucho más que éso y, aunque tuviese, si así se quiere juzgarlo, una experiencia de mercenario o en alianza codyuvante, antibritánica, con el colono blanco, aprendió a discernir, cambiar y tratar, con las imágenes informativas que daría sobre sí mismo el enemigo. El ejército que despojara al indígena estructura en sí una imagen del enemigo. Sequoyah fue consciente de que a ese enemigo habría que absorberlo y conquistarlo de una manera razonable e imaginativa. Hay enemigos que son realmente perceptibles; no meras imágenes de rivalidad.

EL DIALOGO POLITICO: El tipo de diálogo político patrocinado por el «guerrero interior / espiritual» (que Sequoyah admitió ser) habría de ser uno alerta, maduro e informado. El estuvo consciente de que los colonos blancos y su gobierno ya habían firmado muchísimos tratados. El primero fue en 1778 con la Nación Delaware, dos años antes que él naciera. Los Delaware fueron aliados del gobierno revolucionario (¡una lección de solidaridad!) y se comprometieron a ayudar a combatir a los británicos, enemigos de la instauración de la república libre en Norteamérica. La experiencia de los Delaware con 18 tratados sucesivos, firmados entre los blancos y los jefe indígenas, fueron invalidaciones prácticas del compromiso de convivencia. Trajeron las semillas de discordia y desconfianza a la Nación Delaware. El blanco, colonialista o revolucionario, no quiso honrar los pactos convenidos con los indígenas, porque su mentalidad excluyente servía a los propósitos de unas mayorías blancas, realmente odiosas, opresoras y sin valores.

La mentalidad de exclusión estuvo representada en la región occidental de agricultores de Virginia por los llamados baconites, es decir, los partidarios de Nathaniel Bacon. Este hombre convocó el apoyo de los primeros enemigos del indio en la emergente Norteamérica colonial y el mismo Gobernador Real de Virginia, Sir William Berkeley, en la sección oriental de Virginia, los catalogó como una gentuza que marea y no piensa. Multitud irracional. Tal fue su definición de los baconistas, «a giddy and unthimking multitude». [6]

Si el diálogo real es un combate amoroso, he aquí que con la rebelión de Bacon en 1676 se prepara el camino del odio racial y la hostilidad social contra el primer sustrato étnico de los EE.UU.. Tal es la antítesis del diálogo real, del enfoque de problematización gnoseológica y educación social que Sequoyah tomó para sí, como un autarca amoroso y sagaz. Eso es, para mí, el estilo político de Sequoyah, como antes fue la actitud de otros partidarios de la paz en las épocas coloniales y post-coloniales de conflictos con los indios y otros marginados.



HOSTILIDAD Y EXCLUSION: Ciertamente, muchas tribus en el periodo colonial resentían la incursión del blanco. Creyeron que no vale la pena ninguna negociación. Un renombrado guerrero y subjefe de la Tribu Comanche, Quanah Parker, fue el último en firma un tratado de ayuda médica para su nación en 1867. «Digan a los jefes blanco que no hay confianza de los guerreros comaches. Los Quohadas son guerreros y saben sufrir y pelear». En medio de una despiadada lucha en las Planicies del Norte, Nube Roja, de la etnia Oglala Sioux, con la misma reluctancia firmó un acuerdo de paz con el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. De no negociar, por la lucha tan fiera y larga entre ambos bandos, la nación Oglala Sioux, habría sido exterminada.

El jefe de los Kiowa, Oso Blanco (Satanta) accedió y firmó un tratado de ayuda médica en 1867, pero seguía atacando poblados blancos. Capturado por el general Sherman que insistía en darle pena de muerte; fue indultado y, una vez liberado, continuó su lucha contra los hombres blancos. Nuevamente capturado, se suicidó en la prisión. Para el indio, aún la filantropía y valores espirituales de los capellanes cristianos, fue una mentira y una trampa para mejor controlarlos, despojarlos y arrinconarles donde quisieran.

La razón fue haciéndose obvia y aleccionadora. ¿Qué honorabilidad y cuáles valores de confianza transmitirían los agricultores blancos, sean o no revolucionarios, cuando confligían entre ellos mismos, se esclavizaban entre ellos si y atacaban a traición, aún después de fingir un pacto con las confederaciones indígenas? Acaso, ¿no comenzó el primer asentamiento inglés en Virginia como un barrio de arrimados, siendo los indentured servants semi-esclavos para sus amos?

El historiador Benjamin Capps cuenta el caso del Coronel John M. Chivington, exministro cristiano y quien, tras dejar los hábitos, se convierte en un soldado mataindígenas. El guerrero bruto y bestia que haría historia en 1864 al encabezar la infame Matanza de Indios Cheyennes en Sand Creek (Colorado). Al evaluar el resultado de la matanza de Cheyennes y Arapahoes, el coronel Chivington escribió: «Estoy totalmente satisfecho. Matar a los rebeldes pieles rojas es la única manera de tener paz y quietud».

Sir Nathaniel Bacon no fue sólo un agitador y militarife etnofóbico, un mataindios, como habría sido Custer más tarde. Más aún, él representaba la voz de una comunidad que pedía al Gobernador W. Berkeley una abierta política de hostilidad contra los indígenas de Virginia. No hacerlo ocasionó que, con el ejército iniciado a cuenta propia, el elato e irracional Bacon rancheara, con rapiñas de odio y asesinato, a familias enteras de indios pacíficos. Acrecentada la vanidad de este asesino, avanzó sobre el pueblo de Jamestown y lo quemó. El Gobernador Berkeley huyó, aunque, al fin y al cabo, se reestableciera el orden con el arribo de tropas británicas.

Lo que el grueso de la población indígena supo, antes y después de Sequoyah, fue y sigue siendo que el blanco no es confiable. La gente blanca exige que el gobierno sea su garante y cómplice de los saqueos cometidos y la opresión que ejercen contra el débil.

Otro ejemplo de un expediente que inspiró la desconfianza del indígena es la Paxton Boys Uprising. En Pennsylvania, en el pueblo de Paxton y otras villas vecinas, durante el 1763 y 1764, los brotes de violencia contra los indígenas surgieron para desafiar una legislatura colonial que entendía que los indios no eran el problema principal.

La gente saqueadora y racista tendía a ser blanca. Estos hijos de Merop, demagogos y agitadores, quisieron, como todavía hoy lo desean ante los inmigrantes de México y Centroamérica, leer la cartilla con voz de trueno y decir cuántas son cinco a cada político. El meollo fue: ¿A quién beneficiará? Siendo que el blanco es primero, el gobierno que se ponga de nuestra parte, so pena de castigo. Chantajes al gobierno.

La consecuencia, a fin de poner una presión suficiente y sacar raja del asunto, fue la violencia. Los Paxton Boys comenzaron a matar indios pacíficos y marcharon a Filadelfia, donde un grupo, encabezado por Benjamin Franklin, persuadiéndolos de regresar a sus casas lo que les prometería fue darles ayudas en bonos del gobierno, en caso de que sus hogares o propiedades fuesen atacadas por indígenas. [7]

Cuando Sequoyah se politiza, dentro de una actitud de aculturación e inclusión, la idea prevalecientes es que el indio es un tontejo, o un morón genético, ente viviente, sí, pero proclive a la violencia y los malos instintos.

Un delegado al Congreso por el Territorio de Montana, James M. Cavanaugh, declararía ante la Cámara de Representantes: «I have never in my life seem a good Indian (and I have seen thousands) except when I have seen a dead Indian.» (Nunca he visto en mi vida un indio bueno (y he visto miles), excepto cuando he visto al indio muerto). [8]

Cónsono con la expresado por Cavanaugh, sentía el jefe militar del gobierno de los EE.UU.en las Altas Planicies, el general William Sherman, al comentar: «The more we can kill this year, the less will have to be killed the next war. They all have to be killed or to be mantained as a species of paupers»; («A más podamos matar este año, menos tendrán que serlo en la próxima guerra. A todos hay que matarlos o mantenerlos como una especie de hambrientos». [9]

DEL DEFORME AL ARBOL MILENARIO: Nacido en la villa de Tuskegee, en las cercanías del Río Tennessee, en circa 1767, Sequoyah fue el hombre que diseñó un silabario o alfabeto para preservar el idioma, por cuanto el Concilio Nacional de la Nación, reunido en New Echota, Cherokee, misma que le premió con una medalla de plata.

Según el antropólogo James Moony, Wureth (Wut-teh), su madre indígena provino del Paint Clan, y su padre fue el Jefe o Cacique de los mismos. Siendo pequeño, Sequoyah vivió sus primeros años, con ella en su villa natal. Su verdadero nombre, al parecer, fue Sogwali o Sikwâ'yǐ. Esta raíz se tornó en una derivación de la palabra cherokee siqua que le fue dada por los misioneros. Siqua significa «hog» / cerdo, referencia a una deformidad infantil, o una lastimadura posterior. [10]

Algunos autores alegan que Sequoyah tuvo un padre blanco, comerciante de Virginia, cuyo nombre fue Nathanieal. Esto explica que tuviese un nombre y en apellido inglés, George Gist o Guess, además del que prefería. Moony añade que «el hecho de que Sequoyah no habla inglés apunta a que su madre y él fueron abandonados por su padre».

Aquí hay base para suponer y bosquejar el ciclo de karma racial de su vida. Si bien el análisis que pretendemos no es necesariamente hablar acerca de su personalidad en términos sicológicos individuales, estudiada adecuamente o no, en Sequoyah se sostuvo una personalidad. Como se presupone en cada individuo una «carga genética y temperamento y una experiencia en el mundo», que se matiza por sus aprendizajes y por el riesgo de irse deformando de acuerdo a las condiciones, imposiciones, necesidades e insatisfechas y etiquetas y estigmas con que lo dotara y juzgara el exterior. De él, según sus estudiosos, se recuerda a un individuo de genio excéntrico, muy trabajador y perseverante.

No será él lo que, en su tiempo, se refería como un hombre agresivo y brusco (el «wop» de la jerga norteamericana, más tarde un término derogatorio aplicado a los italianos y otras minorías de igual complexión); por de pronto, fue sólo el «hog», «usuful-for-nothing: hog-fat».

Más bien, hablalamos de un ser humano quien inspiró que im árbol de madera roja fuese bautizado con su nombre: «These towering trees stand as a living tribute to the diligent spirit and abiding intellectual achievement of a man who singlehandedly invented a written language for his people even though he could neither read nor write English». [11]

Al describir una implicación simbólica de la secuoya como árbol ha escrito una poeta argentina: «La secuoya es el nombre de un árbol que alcanza 140 metros de altura y puede vivir más de 2000 años, como muy pocas obras, frases o textos. Las ideas que viven en esos textos, buscando perpetuarse, se impregnan en quienes los leen y luego se deslizan en los escritos de ése lector en busca de otros lectores a quienes contagiar {…] Las ideas propagadas de escritor a lector de manera sucesiva, sin que la intención de éste último sea la de plagiarlas pueden vivir más de 2000 años y algunas son capaz de alcanzar 140 metros de altura, como la secuoya». [12]

Para el 1808, se mudó a Willstown of Alabama. Estableció un taller de platería. Cerca de 1809, fue cuando comenzó a desarrolar un nuevo sistema de escritura, el que dio sus resultados doce años después. Acreditada la invención del silabario; o al menos, su promoción, no obstante hoy, algunos historiadores orales contienden sobre el abecedario creado por Sequoyah para convertir el lenguaje hablado de los cherokee en una lengua escrita. Hubo una simbología lingüística más antigua. «But even if there was an ancient written Cherokee language, it was lost to the Cherokees until Sequoyah developed the syllabary. The development of the syllabary was one of the events which was destined to have a profound influence on our tribe’s history. This extraordinary achievement marks the only known instance of an individual creating a totally new system of writing». [14]

Sequoyah peleó en la Creek War entre 1813 and 1814 contra Red Sticks. Mas este hecho, hay autores que lo dudan. «If he in fact was disabled, it is highly unlikely that he would have fought, but his disability could have even been a result of the battle itself». [13].

Sequoyah conoció y protegió su Tradición, así como viejas costumbres tribales. Se hizo cazador y comerciante de pieles y platero. Nunca aprendió a hablar, escribir o leer el inglés. Sin embargo, estuvo fascinado con la habilidad de la población anglocaucásica para comunicarse unos con otros, al elaborar signos distintivos o marcas sobre papel, lo que indígenas inocente referían metafóricamente como hojas parlantes, papeles que hablan («talking leaves»). Habría entonces visto libros o gacetas en papel por primera vez.

Un día que Sequoyah, siendo analfabeto, visitó a Charles Hicks, próspero agricultor en el área quien escribía en inglés y enseñó al jovencito a escribir su nombre, escribiéndolo en hojas de papel. Sequoyah comenzó a jugar con la idea de un sistema de escritura para el idioma cherokee ese año de 1809.


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Notas bibliográficas

[1] La investigadora y periodista Norma Sherry, fundadora de la organización Together Forever Changing, en su formidable análisis Genocide, publicado en 1996, explica que no sólo la matanza humana de indígenas es distintiva de los periódos del contacto y crecimiento poblacional anglocaucásico. Si bien ha sido practicada contra las poblaciones indígenas de la América colonial por los ingleses, continúa contra otros pueblos, aún en la actualidad. «Nuestros millones de voces caen en oídos sordos y en los corazones fríos, sin misericordia, de aquellos que obviamente intentaron triunfar a su modo», escribió en Eyes Wide Shut.

Explica el impacto de una exposición premeditada a las enfermedades. «They were intentionally exposed to smallpox by Europeans». El escritor, de la etnia Modoc, Michael Dorris, puntualiza que una guerra bacteriológica, «a perverted form a germ walfare» se introdujo en los EE.UU. en el siglo XIX de modo intencional. y la esposa de Dorris, indígena Chippewa, Louise Erdrich, también investigadora, arguye: «Blankers were traded that were deliberately infected with smallpox because it was obvious that this was a way of clearing the path».

Benjamin Capps, en su libro The Indians explicita que la tribu de los Mandans, que tuvo 1,600 vecinos, antes de 1837, fue devastada por la viruela, quedando sólo 31 sobrevivientes. La misma epidemia mató casi la mitad de los 4,000 indígenas de las tribus Arikara y Hidatsas (Capps, 162). Adjudica a comerciantes, provenientes de la Costa Oeste, con tratos con Europa, especialmente comerciantes y mineros alemanes, el haber traído la viruela y el cólera, lo que supuso la muerte de infinidad de indios. Se calcula que la mitad de la tribu de los Cheyennes del área superior del Río Arkansas murió por esta causa (Capps, 154).

Al mismo tiempo, Dorris y Erdrich, ya citados, exponen que el acto más ofensivo para esos pueblos fue la desaparición del búfalo, ya que para los indios que habitaron en las Planicies, la vida dependía de este animal.

«At the beginning of the nineteenth century, there were an estimated forty million buffalo, but between 1830 and 1888 there was a rapid, systematic extermination culminating in the sudden slaughter of the only two remaining Plain herds. By around 1895, the formerly vast buffalo populations were practically extinct. The slaughter occurred because of the economic value of buffalo hides to Americans and because the animals were in the way of the rapidly westward expanding population. The end result was widescale starvation and the social and cultural disintegration of many Plains tribes.

[2] Esta ley durante la Guerra Civil, como la anterior Ordenanza de 1785, puso tierras a disposición de los colonos europeos; pero, la Ley de 1862 es mucho más generosa, ya que ofrece 160 acres de tierras públicas de modo gratuito a quienes se comprometan a utilizarlas para los propósitos de asentamiento y cultivo durante 5 años.

[3] Benjamin Capps, The Indians (The TimeLife Books, Virginia), p. 164

[4] Ibid., p. 6

[5] Wilma Mankiller y Michael Wallis, Mankiller (St.Martin’s Press, 1993}, ps. 81-83.

[6] John A. Garraty, 1,001 Things Everyones Should Know About American History (Doubleday Dell Publishing Group, Inc., 1989}, p. 154.

[7] Garraty, ps. 154-55.

[8] Benjamin Capps, p. 192

[9] Ibid.

[10] Estudios biográficos sobre Sequoyah incluyen: Holmes, Ruth Bradley, and Smith, Betty Sharp. 1976. Beginning Cherokee. Norman: University of Oklahoma Press, p. 291; Samuel C. Williams, «Sequoyah, ~1776-1843», artículo publicado en: http://www.tiro.com/syllabics/Cherokee/Sequoyah.html;

[11] Williams, op. cit.

[12] Fany Jaretón, Carta personal

[13] Samuel C. Williams, op. cit.

[14] Ibid. Williams arguye que el silabario de Sequoyah quedó finalmente eleborado en 1821, cuando tuvo la edad de casi 40 años. Agrega en el artículo Sequoyah, ~1776-1843: «Those sharing Latinate forms may or may not have been suggested by the Rev. Samuel Worcester, who helped Sequoyah to improve and finally adapt the script for use as foundry type. This adapated script was (probably) first cast into type by Baker & Greele of Boston in c. 1829».



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Malu de Luján


A los poetas de mi tiempo

Van los poetas dejando su canto a la vera de su puerta.
Recoge el viento luceros que en el horizonte quedan.
Agitar de sollozos, silencio que hunde
en el mar su tristeza.
Danzan los poetas de corazón anhelante y honda mirada,
donde el amor navega.

Dejan sus versos de colorida promesa y escapan
de cadenas que en la tierra su ancla tiembla.
Van por las calles donde nadie les encuentra
donde nadie sabe lo que su pecho encierra.
Llevan al cuello la marca sufriente de dolor
y niebla, espina clavada de oscura trascendencia.

Llevan los poetas prisionera su pena
dejan sus pasos la cansada huella,
antorcha sin tiempo y rosa serena.

Los poetas son como los gitanos que errantes marchan
cual vuelo de pájaros que llevan alas
donde sus penas cuelgan, llevan plumaje
de adormecida belleza y su vuelo es danza,
es canto, es sueño y regocijo
pero también... ¡tristeza!

MALU DE LUJAN / Biografía

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Mario Capasso (Argentina)


Piedras abajo (cuento)

Cae la llovizna y el hombre, que ya ni repara en ella, apostado en la terraza, con el cuerpo levemente inclinado hacia la derecha, apunta con su arma a uno de los que, abajo, en la calle, no se queda quieto ni un momento y coloca una piedra tras otra. Si al menos se detuviera un instante, si cualquiera de ellos se detuviera un instante, se ilusiona el hombre del arma, que sacude la cabeza para desprenderse de las gotas y que enseguida se pregunta si él entonces tendría el valor o la suerte de disparar. ¿Y si tuviera alguna de esas cosas? ¿Y si además acertara con el tiro justo y derribara a alguno? ¿Qué pasaría entonces? ¿Qué harían los otros?

Los otros, sí, los que no ha podido contar de tan iguales y construyen ese empedrado bajo la llovizna que no cesa y el cielo que nunca aclara. Confusamente reconoce no saberlo, el hombre del arma apunta y no acierta con las respuestas, y tampoco sabe, o no lo recuerda ahora, cuando fue que empezó todo, y todo es ese presente en el que los de la cuadrilla, como él llama al grupo, van colocando una piedra y luego otra y otra más y sin embargo la construcción parece no avanzar, como si cada piedra reemplazara a una anterior y así. Y así.

Entonces el hombre en la terraza, que ha pensado todas estas cosas, que ha dejado de apuntar, que ha colocado el arma en el piso, apoyada contra la pared, repite el gesto de sacudir la cabeza, trata de fijar la vista, intenta concentrar su atención y comprender los movimientos de los que están abajo, en la calle, y una vez más no lo logra. Tiene al menos una certeza, y eso lo tranquiliza un poco, los de la cuadrilla, como él los llama, jamás elevarán la vista para mirarlo, la experiencia de esas jornadas se lo ha enseñado, porque ellos permanecen serios, indiferentes, lo ignoran o quizás simulan ignorarlo, y eso que alguna vez les ha gritado, si hasta los insultó aquella tarde, pero ellos siguieron y siguen reconcentrados en su trabajo diurno.

Diurno sí, porque durante las noches. Las noches ahí abajo son otra cosa, pero, se dice, mejor no pensar ahora en lo que será la noche, no justo ahora que la hija ha subido y le ha traído una taza con café o algo que debería parecerse, la hija no debe ni siquiera sospechar lo que son las noches allí abajo. Abajo, el insoportable abajo de las noches, cuando la oscuridad es casi total, apenas casi, porque la luz de la luna, aun con las nubes, le permite entrever lo que pasa en la calle y, pero basta ya de pensar en eso, que la hija le está preguntando algo y él en lugar de contestar le pregunta si ha dormido bien, y también si ha estudiado, y la hija se encoge de hombros y dice para qué, y que mamá ha dicho que le diga matalos, decile a tu papá que los mate, que los mate a todos, que hoy, que eso ha ordenado su madre, y el que hoy vuelve a sonar, implacable, definitivo.

Entonces el hombre expulsa un suspiro, mira hacia las otras terrazas, y se da cuenta o acaso apenas intuye que ya no habrá un disparo que lo absuelva, que ya los otros han dejado de apuntar a los de "la cuadrilla", como él los llama, o tal vez quede todavía alguno en algún lugar que él no alcanza a observar, eso podría ser, se esperanza, eso podría ser, se repite, y así quizás podría surgir de alguna otra parte el fogonazo salvador, el movimiento que pusiera en juego una ficha nueva en ese tablero en el que los de abajo ponen piedras en la calle y los de arriba vigilan y apuntan y no hacen fuego y esperan, eso si es que queda alguno, alguno como él, que no se va a dar por vencido, y cuando se da vuelta y quiere decirle algo la hija se ha marchado y la llovizna sigue, entonces agarra la taza y bebe el café, que se ha enfriado, cada gota se ha enfriado en ese invierno que parece no irá a terminar jamás, y el ruido de las piedras abajo sigue. De un trago, o dos, no más, el hombre ha bebido y ya está de nuevo apuntando, o más bien tratando de apuntar a la cabeza de alguno que, hijo de puta, no se queda quieto ni un instante, ni uno, y coloca una piedra y luego otra y él lo tiene en la mira y tal vez un solo tiro bastaría y así las horas pasan y pasan, como piedras.

Ahora es el mediodía, deduce el hombre en la terraza, abajo nada ha cambiado pero ha subido su mujer y le ha traído algo para que coma, es lo que hay, le ha dicho o es lo que él ha creído oír. La mujer se ha quedado algo alejada, no se asoma a la calle y lo mira, y cuando él mueve los labios ella le dice matalos, qué esperás para matarlos, no ves acaso lo que va a pasar si vos no los matás, y cuando el hombre escucha las palabras, antes de que las palabras se terminen, deja de apuntar y apoya el arma a su derecha, contra la pared, y comienza a dejar que el pan se moje en su mano, el pan que le han traído, uno sólo hoy, apenas uno y tan breve, aunque no pregunta nada, y el pan se moja en la lluvia que no cesa, y el hombre le dice a la mujer por qué no me trajiste ropa seca, y la mujer se da media vuelta y se aleja, y ya casi desaparece pero antes le dice te dije que los mataras, y escupe con violencia y dice yo te lo dije y se va. La mujer ya no está y el hombre mira la terraza vacía y casi no la reconoce, tal vez por la bruma que crea la llovizna y que desdibuja todas las cosas. Luego come, despacio, el pan entra mojado en el cuerpo mojado. El cielo sigue igual y la llovizna sigue igual.

El hombre termina de masticar sin apuro ese pan que le han traído y ahora le duelen las piernas, por momentos el dolor se le mezcla con el recuerdo del dolor, tal vez el de hace un rato cuando aún no se había dado cuenta que las piernas le dolían, o quizás el de hace unos años, cuando los dolores todavía no se le mezclaban. Trata de olvidar el dolor y se asoma y allí están, las piedras, los hombres y las piedras infinitas, y uno de los hombres se está secando la frente con un trapo, guarda el trapo en el bolsillo y parece que va a mirarlo a él, pero no, se da vuelta apenas un poco y habla con el que está al lado, y el que está al lado sonríe, asiente con la cabeza y no dice nada y se agacha y coloca una piedra, otra piedra.

Es noche ahora y la llovizna sigue. Las piedras están quietas. Las mujeres han llegado y los hombres de la cuadrilla, como él los llama, comienzan a meterse en ellas, que van pasando de mano en mano, una tras otra, y las mujeres se dejan caer una tras otra, hasta el ruido de la noche es similar a aquel que se escucha durante los días, un ruido seco y duro, y él, allí arriba, empapado en lluvia y sudor, sin descanso posible mientras espera que su mujer o su hija le alcancen algo para comer por favor, y alguna ropa seca. Fuerza la vista y ni siquiera alcanza a distinguir aunque sea una de las caras de las mujeres, que cada vez parecen ser más y más, es así, como si cada noche alguna se sumara, o más de una, las caras se le borronean en la neblina mientras él se sigue mojando arriba y ya hace rato que no apunta, no apunta y oye las risas de los de abajo, que parecen esta noche renovarse y festejar algo, como si a la fiesta hubiera llegado el último invitado. El que permanece arriba sufre con las risas de los hombres que no dejan de moverse y de penetrar en las mujeres y no lo miran nunca.

Ha sido una noche terrible, piensa el hombre, quizás la peor que le ha tocado presenciar, pero en algún impreciso momento advierte que ha terminado, un leve cambio en la luz del amanecer, o tal vez la señal sea el hecho de que las mujeres ya no están en la calle y están las piedras, lo que para el de arriba es casi lo mismo, salvo por las últimas risas y el jadear de los hombres, porque el ruido es siempre igual, un ruido seco y duro, de piedras o de mujeres que se van incrustando, y las piedras se acumulan y sin embargo no hay un avance visible.

Y entonces, aunque llueve igual que los otros días y el cielo sigue tan oscuro como siempre y las horas han pasado tan iguales, el hombre se da cuenta de que algo ha cambiado, la hija no ha subido, y no hay café esa mañana y hay más viento, un viento arremolinado que lo hace tiritar. Tendría que disparar, ahora, ¿qué puede pasar?, o a lo mejor convendría esperar, ¿qué podría pasar?, con un solo tiro la pesadilla habrá terminado, se dice, pero no dispara, no dispara y el día transcurre con los minutos cada vez más pesados, y nadie le ha traído ni comida ni ropa seca, y que no importa, se dice el hombre, no importan ni el frío ni el hambre ni el cansancio, ya nada tiene la menor importancia, se dice, él no se va a dar por vencido, jamás, y apenas alguno se quede quieto apretará el gatillo, se dice. Están atrapados, se dice.

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Gustavo Urrea (México)


La autoestima y el amor casto en Memorias de mis putas tristes


En Memorias de mis putas tristes, la primera novela en diez años del Premio Nóbel Gabriel García Márquez, se plantea que, aún en la ancianidad, se puede amar y ser amado. Lo desafiante y controversial es que el sujeto de amor sea una adolescente de catorce años, virgen y víctima de la prostitución y él, un viejito de noventa años de edad. En este ensayo escribiré sobre las vicisitudes del anciano célibe que se vuelve loco de amor por una doncella.

Destacaré algunas características de su personalidad en cuanto a la autoestima y el amor casto que en él se define. Brevemente, ubicaré la época que la novela refleja y describiré algunas características básicas de los padres del hablante como partida de mi trabajo.

El padre del hablante fue una persona de aparente rectitud moral y de carácter perfeccionista, quién murió el día que se firmó el tratado de Neerlandia, hacía 1902. Este es un documento de paz que dio por terminada la Guerra de los Mil Días y las tantas guerras civiles del siglo anterior (Márquez, 16). De esta fecha es que data la narración de Memorias de mis putas tristes, cuando a los doce años de edad, el hablante tiene su primera experiencia con una Celestina que, en términos generales, lo introdujo prematuramente a la sexualidad al capturarlo en el edificio colonial donde su padre trabajaba en las notarías coloniales de la calle de los Notarios (Márquez, 104).

El hablante de Memorias de mis putas tristes es descrito como feo, anacrónico, culto por influencias de su madre, una mujer italiana, bella y talentosa, a quien él recuerda mucho (Márquez, 30). Se queda solo ante la muerte de su padre cuando era adolescente y de su madre cuando tenía treinta dos años de edad. El hablante heredó la casa colonial de sus progenitores pero vivía en la pobreza evitando su estatus real. Se infiere que por ser hijo de un empleado de alto rango y una madre talentosa, se le presumía la solvencia que no tenía como los viejos hidalgos del Renacimiento en España: “Tengo fama de cicatero porque nadie puede imaginarse que sea tan pobre si vivo donde vivo” (Márquez, 23). En general, por este perfil, es deducible un rasgo de su baja estima que Renny Yagosesky en su monografía La autoestima describe como la dependencia: «La dependencia es el signo más característico de la inmadurez psicológica, que lleva a una persona, […] a no pararse sobre sus propios pies y vivir plenamente su vida» (ibid., 8). Aplicada esta descripción del ser dependiente de Yagosesky, podemos concluir que el personaje es inmaduro, dependiente y no ha logrado vivir plenamente. El personaje evita circunstancialmente la responsabilidad del matrimonio. Él no se casa ni forma una familia como se lo había aconsejado su madre. Toda su vida sexual dependía de las prostitutas: «Las putas no me dejaron tiempo para ser casado» (Márquez, 42). Por esto, el personaje redescubre tardíamente la necesidad de una nueva relación y aún de reinventarse a si mismo, recobrando la autoestima.

Según Yagosesky, la ausencia de la autoestima se basa en la desvalorización:

En general, el desvalorizado es un ser que no se conoce, que no se acepta y que no se valora; que se engaña y se autósabotea porque ha perdido el contacto consigo mismo, con su interioridad, y se ha desbocado hacia el mundo con el afán de ganar placer, prestigio y poder […] El desestimado no se percata fácilmente de que ha roto el equilibrio que necesita para vivir paz y disfrutar de la vida, que como un don especial le ha sido (Márquez, 8).
El hablante justifica su desvalorización y desequilibrio al declarar que: “el sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor” (Márquez, 70). Su declaración es una idea desvalorizada ya que cuando pudo amar en su juventud no lo hizo y es una idea de justificar su dependencia e inmadurez al sustituir el amor por el placer.

Yogasesky explica que un aspecto de la autoestima es mucho más que la dotación fálica que orgullezca a un varón. Dice, por ejemplo, que “la gratitud es norma en la vida de quién se aprecia y se sabe bendito por dones naturales que posee” (op. cit, 11). En la novela, el personaje destaca por su vanidad sexual, el tamaño de su pene, y así se lo recuerda una de sus examantes, Casilda Armenta: “Despiértala, tíratele hasta por las orejas con esa pinga de burro con la que te premió el diablo por tu cobardía y mezquindad” (ibid., 96). Esto implica que el protagonista ha querido vivir en base a su dotación fálica (lo físico) pero descuidando su ser espiritual y valores de este tipo. Estos valores espirituales están implicados en él (cuando reza), pero su baja estima se los cohíbe hasta que decide cambiar a los noventa años.

A lo largo de la novela aprendemos que el protagonista es un gran lector de los clásicos, aficionado a los conciertos de música culta y quién ha disfrutado los servicios de la prostitución. “Hasta los cincuenta años eran quinientas catorce mujeres con las cuales había estado por lo menos una vez” (ibid., 16). Con ellas era generoso. “Nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle y a las pocas que no eran del oficio les convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata aunque fuera para botarla a la basura” (ibid., 16). Aún con esta generosidad y virtudes felices, en él imperan los comportamientos de baja estima.

Uno es dar compulsivamente cierta paga para ganar aprobación entre sus sexo-servidoras. Entre otros síntomas de baja estima, el hablante asumía como estados habituales la tristeza, el miedo, los celos y la culpa. Se lee de la narración, esta confesión del personaje: “después de la muerte de mi madre, me desvelaba el terror de que alguien me tocara mientras dormía” (ibid., 77).

También sintomático de la baja estima del viejito es la escena en que se deja llevar por la ira cuando se reencuentra con su amada. El viejo ante un malentendido sufre un ataque de celos: «Ciego de una furia insensata, fui reventando contra las paredes cada cosa del cuarto: las lámparas, el radio, el ventilador, los espejos, las jarras, los vasos» (ibid., 90).

Para el hablante, la edad “no es lo que uno tiene sino lo que uno siente” (ibid., 60). Pero aún con lo positivo que la declaración contiene, puede ocultar su baja estima por el temor a vivir aburrido, resentido o asustado, así como el negarse a ver otros puntos de vista. Desde otra perspectiva, Robert Crooks y Karla Baur citan al sexólogo e investigador Weg, quien observa que:

Entre las necesidades de una relación íntima, se incluyen el tacto, cariño, compañía, afecto, amor, dignidad, auto-estima, madurez intelectual y toda interacción humana comienza a una edad temprana como parte del desarrollo humano y continúa hasta la muerte. Estas necesidades y sus realizaciones pueden ser más críticas en la vejez en cuanto otras relaciones se esfuman (op. cit., 458).

Con esta teoría de Weg, podemos relacionarnos a la necesidad del personaje que el día que cumple sus noventa años quiere satisfacer sus deseos amorosos con una adolescente virgen. Así comienza la narrativa: “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen” (Márquez, 9). Esa pasión amorosa y tardía es posible a través de los arreglos cómplices y su amistad con Rosa Cabarcas, la intermediante y dueña de una casa de citas clandestinas que el hablante conocía desde hace tiempo. Cabarcas se encarga de encontrarle la niña.

Sin embargo, ahora solo es capaz de contemplarla, se limita a nomás dormir con ella, disfruta de ello y llega a enamorarse como jamás había hecho con las quinientas catorce mujeres que había contratado para esos servicios de prostitución. En una ocasión él besa todo su cuerpo, le canta al oído y le confiesa su amor. Ella responde afirmativamente y la autoestima del hablante se sublima reemplazando el deseo carnal por un sentimiento de ternura.

El anciano manifiesta sus sentimientos amorosos aprovechando la columna del periódico en que trabaja. Redacta cartas de amor a su amada reproduciéndolas en manuscrito por su gusto anacrónico. Con esto se va convirtiendo en un hombre popular, le apodaban el maestro del amor. Las publicaciones de sus manuscritos son otro indicio de la estima que posee de sus habilidades ortográficas, caligráficas y literarias.

En ese tiempo él era energético, tenía su casa limpia, sus libros en orden y alucinaba con ella en cada momento de su vida cotidiana: «La casa renacía de sus cenizas y yo navegaba en el amor de Delgadina con una intensidad y una dicha que nunca conocí en mi vida» (op. cit, 65). Durante un aguacero torrencial, él la imagina ayudando a salvar los libros que le leía. Aparte, en momentos libres, le enseñaba a leer y su cariño por ella iba de más y más: «Le cantaba mi vida, le leía al oído los borradores de mis notas dominicales en las que estaba ella sin decirlo, solo ella» (ibid., 75). Era un amor casto y tierno que él nunca experimentó en su juventud. Le regalaba chocolates suizos y flores cuando la iba a visitar al prostíbulo. Ella era todo para él. Su amor por ella fue semejante al de un joven cuando añora el amor por primera vez: «No me conocía a mi mismo en mi dolor de adolescente” (ibid, 82). El sentimiento carnal lo sublima con ternura y protección similares al que un padre tiene por su hija. Incluso, le compra una bicicleta para que se vaya a trabajar en la labor de la aguja.

El momento culminante del relato (durante el cual puede decidirse la suerte final de la relación), es un crimen ocurrido en el prostíbulo. El incidente es ilustrativo de la corrupción del lugar, las componendas entre la madama administradora con sus clientes asiduos y finalmente del tipo de investigación politiquera y manipuladora que hace la prensa amarillista.

El impacto emocional de este inesperado crimen daña la salud y la fe que tiene el anciano en su amada. Ella, así como la dueña del lugar, desaparecen agudizando la soledad y bajando la autoestima del protagonista. No es por demás, Rosa Cabarcas en su afán de quedar impune y salvar su negocio, huye bajo la protección del militar involucrado perdiendo el contacto con Delgadina y el anciano. Cuando reencuentra a su amada después de un mes, atormenta la imaginación del viejito el pensamiento de que Rosa Cabarcas había vendido a Delgadina al militar para quedar impune. Los celos y el despecho son tan intensos que menosprecia a su amada: “¡puta grité!” (ibid, 87). Él cae al borde de la locura y es por lo que destruye el cuarto donde la citaba. Esto implica el comportamiento de un ser con baja estima. Yogasesky explica que uno de los comportamientos de la baja estima es “celar de manera desmedida a amigos o a la pareja e irrespetar a las personas” (Yagosesky, 9).

El enamorado senil interpreta con angustia que no hay lealtad de Rosa a quien creyó su amiga. Es una vil explotadora. No cabe duda, en el negocio de la prostitución no hay respeto por los jóvenes ni ancianos, todo es lucro. En el desenlace de esta narración Rosa trata de explotarlo una vez más al proponerle un apuesta post-mortem a beneficio de Delgadina. El primero que se muera le dejará toda la herencia a la niña. Aunque Rosa confiesa que es sola y no tiene a nadie en la vida a quien heredar porque habían muerto su esposo e hijo único, se infiere que la propuesta es uno de sus viejos trucos para quedarse legalmente con los bienes del viejo si es que muere primero. En ella no hay lealtad.

Sin embargo, el anciano se convence que su felicidad radica en Delgadina, se reconcilia con Rosa y cede a la apuesta en beneficio de su amada. El viejito se transforma en un hombre sin egoísmo. Él deja los celos y revalora su estima. Se ha encontrado plenamente a si mismo en el contexto de su edad: “Gracias a ella me enfrenté por vez primera a mi ser natural” (op. cit., 65-66). Por último, el hablante admite los cambios: “Hoy sé que no fue una alucinación del primer amor de mi vida a los noventa años” (ibid., 62) y espera la muerte que él desea, morir amando a Delgadina. Ya morirse de amor deja de ser una licencia poética.

En resumidas cuentas, Gabriel García Márquez nos deja una moraleja: la autoestima es posible a cualquier edad y su fruto es el amor desinteresado.

* * *

Obras citadas

García Márquez, Gabriel. Memorias de mis putas tristes. Nueva York: Vintage Español, 2004.

Crooks, Robert, & Baur, Karla. Our Sexuality. New York: The Benjamin / Cummings Publishing Company, Inc, 1993.

Yagosesky, Renny. La autoestima, [Online] [12 de febrero de 2007] p. 8, 9. 11.
Disponible en: http://www.webislam.com/?idt=3857

* * *

Norma Segades


La prostituta

Quiero mirar la noche oscura
lamiendo la ventana y sus cristales:
Etza Jara (Ecuador)


El recuerdo de un hombre que es ausencia
se repite en los gestos, en el hambre obstinado
del hijo que no duerme en mitad de esta noche
que la aguarda detrás de los cristales
con su morro jadeante de animal al acecho,
con su lengua lasciva.
Viene de una mañana
con aluvión de llantos y urgencias en las súplicas,
viene de una mañana inexorable erizando intemperies,
viene de andar descalza las dudosas asepsias
de hospitales vacíos
esgrimiendo los filos de la vida.
Viene desde miradas espinosas
evitando las pieles que han sido mancilladas
por el falo del viento o espermas de crepúsculos
que no engendran jazmines en la sangre.
Viene del veredicto de los ojos hostiles,
viene de la desdicha.

Anduvo soledades
pariéndole los soles con sus vulvas de fuego
en esta miserable travesía por antiguos prejuicios
donde todo parece lejano a los pecados
del instinto insolente,
donde todo parece cercano a la mentira.
¿Cómo cotizará sus felaciones
cuando cruce la puerta hacia esa telaraña
de tinieblas viscosas?
¿A cuánto ha de venderse para cubrir los gastos de las fiebres?
¿Cuál ha de ser el precio, el trueque por su pübis,
por su sexo sin clímax
cuando la sombra avance
en alas de murciélagos hidrófobos, violentos,
reclamando la ofrenda de su vientre, sus diestros orificios
y ella atraviese calles de roncas desvergüenzas, de humillaciones largas,
de feroces combates y vigilias?

NORMA SEGADES


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José Antonio Sánchez Sánchez
(Almería, España}

Autobiografía: Introducción / Cicatrices del alma

Tengo tantos recuerdos de horror que, si fuera posible, desearía borrarlos de mi mente.

Muchos años de silencio, de esconder el dolor de unas profundas heridas sufridas siendo aún un niño, unas heridas que, aún habiendo cicatrizado, perduran en mi mente.

No pretendo dar lecciones ni culpar a nadie por lo ocurrido. Creo que el único culpable fue el destino, el tiempo tan difícil que nos tocó vivir. Pero es mi deseo dar a conocer mi drama familiar, mi vida, incluso a aquella parte de la familia que desconoce todo por lo que pasé.

Soy consciente de que más tarde o más temprano, como es ley de vida, tendré que marchar pero no quisiera irme sin dejar constancia de mi paso.

Taberno en 1937
Taberno es un pueblo pequeño de la provincia de Almería.

En el año 37 la vida en las zonas rurales de España era muy diferente de cómo es ahora.

El hambre llevaba a familias enteras en situaciones desesperadas a cometer actos igual de desesperados.

La educación no estaba, como ahora, al alcance de todos, si no de unos pocos, y la mayoría empezábamos a trabajar de muy niños para no morir de hambre.

Hoy vemos por la televisión como se vive en los países del tercer mundo, a niños trabajando antes de cumplir los 10 años y a mujeres sometidas al dominio de sus maridos o padres, y nos parece una realidad muy lejana cuando lo cierto es que hace apenas 70 años esa era también nuestra realidad.

A mí particularmente me encantan los programas culturales que nos ponen en televisión y procuro (siempre que me es posible) no perderme ninguno. Por eso cuando veo en alguno de ellos la forma de vivir de algunas tribus perdidas atrás en el tiempo no puedo dejar de sonreír, ya que me hacen recordar que aquí mismo, en nuestro país y muy poco tiempo atrás, yo he vivido y visto con mis propios ojos pasajes y costumbres que, si bien no son iguales, en algunos aspectos sí que son muy parecidos.

El hecho que voy a describir, sin ir más lejos, lo he vivido en mi propia familia y lo he visto en televisión en muchas ocasiones por otras tribus y culturas lejanas.

Mi abuela cuando se formaba una tormenta, temiendo que le pudiera destrozar su cosecha, no dudaba de actuar según las creencias heredadas de sus ancestros.

El primer paso a seguir era tirar un puñado de sal en la puerta de la calle al mismo tiempo que sacaba la trébedes (donde se solía poner el puchero para guisar) a la calle. Ésta la depositaba en el suelo procurando que las patas quedaran siempre hacia arriba. El significado de este proceder lo ignoraban, pues nunca se preguntaban el porqué de las cosas, ellos solamente sabían que había que hacerlo porque desde siempre se había hecho así y era una tradición heredada de sus padres y abuelos.

Antes de que llegara la tormenta mi abuela se situaba en medio de la calle a "conjurar la nube", como ella solía decir. Este ritual no tenía otro objetivo que desviar la tormenta hacia otro sitio y, de esta manera tan práctica, poder salvar su cosecha.

El ritual de conjuro consistía en ponerse de pie mirando hacia la tormenta al mismo tiempo que braceaba y con voz muy alta rezaba unas oraciones, que debido a mi corta edad yo no recuerdo.

Si con este ritual de mi abuela la tormenta se desplazaba hacia otra dirección salvando su finca de los daños que pudiera originar, su conjuro había surtido efecto y daba gracias a Dios. Si pasaba lo contrario le quedaba el convencimiento de que algo había fallado y no le habían salido bien los rituales.

Otra de las creencias era la manera tan “original”que tenían para curar el dolor de cabeza. Cuando alguien lo padecía en la mayoría de los casos pensaban que habías cogido una insolación. Hasta aquí lo veo correcto, lo que no veo tan correcto es el proceder para solucionar este problema. Pero mi abuela, igual que muchas mujeres de aquélla época, tenía la solución.

Al afectado solían ponerle en la calle sentado en una silla con la cara hacia el sol. A continuación llenaban un vaso de agua colocándoselo en la frente y haciendo presión en forma de ventosa. Al calentarse el agua, como es normal, empezaba la evaporación y al ver el vapor salir exclamaban satisfechos

«Mira, este humo es el sol que le sale de la cabeza».

Y de esta manera tan “sencilla” ellos creían haber solucionado el problema.

Otro caso que no puedo dejar de describir es el siguiente: cuando nacía un niño, en los cuarenta días primeros de su vida había que quemarle el aljorre, como ellos lo definían.

Esta costumbre normalmente solían hacerla las mujeres y consistía en introducirle por el ano un palito de espliego caliente. Sinceramente no sé en que se podía favorecer al niño con esta práctica tan absurda ni porqué lo hacían, pero lo considero una atrocidad, ya que lo único que conseguían era un sufrimiento inútil para él.

Más casos: el mal de ojo tan arraigado sobre todo en Andalucía.

Como todos sabemos esta creencia aún perdura en nuestros días, pero en aquella comarca para este mal tenían remedio mediante el rezo.

Los más propensos a sufrir este mal eran los niños, pues según sus creencias existían personas que, aún en contra de su voluntad, tenían la desgracia de ocasionar este mal. Si por cualquier circunstancia el niño tenía la desgracia de ponerse enfermo, la familia pronto empezaba un estudio exhaustivo de todas las personas que habían tenido la gentileza de hacerles una visita.

Después del recuento de todas estas personas pronto encontraban algún culpable de la desgracia, y en lo sucesivo pondrían todos los medios para librarse de esta persona tan desagradable, quedando fichado como un trasmisor del mal.

Una vez que al niño le habían hecho el “mal de ojo” lo único que se podía hacer ya era buscar a alguien que le pudiera rezar para que el niño llegara a sanar. Pronto encontraban a alguien, porque por aquella comarca abundaban las personas que tenían esa facultad. Ni siquiera hacía falta que vieran al niño, pues con algún pelo o alguna prenda de ropa del niño que llevaran a la sanadora ya era suficiente para que ésta le pudiera rezar y el niño quedaría curado. Lo curioso de todo esto es que esa facultad sólo la tenían las mujeres.

No solamente hacían “mal de ojo” a las personas, también se lo hacían a los animales. Cuando paría alguna yegua al potrillo le hacían una cruz con la tijera en la culata y le colocaban una cinta en forma de lazo en la cola. De esta manera si venía a verle alguien que tuviera esa facultad de hacer “mal de ojo” fijaría más su atención en la cruz y en el lazo que en el potrillo, quedando éste a salvo, ya que la creencia era que el “mal de ojo” lo hacían con la mirada, y muchas veces en contra de su voluntad, al alabar la hermosura del sujeto.

La ignorancia sin duda tenía mucho que ver en las costumbres y el día a día. Las labores estaban divididas en cosas de hombres y cosas de mujeres.

A partir del nacimiento de una niña su suerte ya estaba echada: sería una esclava durante toda su vida. Primero de los padres y después del marido, el cabeza de familia como se suele decir.

En aquel entonces la norma era la esclavitud a que se veían sometidas aquellas pobres mujeres por parte de su pareja, la discriminación ejercida hacia la mujer, que se llevaba a cabo por todos aquellos jerarcas egoístas y sin escrúpulos.

El dominio del cabeza de familia sobre su mujer, sus hijos, y a menudo sobre sus nietos, era absoluto.

A los niños nacidos en aquella época se le solía poner el nombre de los abuelos. Prevaleciendo siempre el machismo, había que cumplir primero con los paternos y secundariamente con los maternos. Si el número de hijos continuaba en aumento habría que hacerlo con los padrinos. Esta norma siempre se llevaba a cabo ya que de lo contrario nunca te lo iban a perdonar.

El trato que daban los nietos cuando se dirigían a sus abuelos era de padre y madre. Cuando te dirigieras a ellos que no se te ocurriera llamarlos abuelos, ya que esto sería una ofensa para ellos y estaba muy mal visto.

En cuanto a los malos tratos de los abuelos hacia sus nietos, era normal que, con pasividad por parte de la mayoría de los padres, los maltrataran físicamente.

Para aplicar el castigo no te pegaban con la mano, sino con la famosa correa para que te dejara bien marcado... Yo mismo procuraba ver a mi abuelo lo menos posible ya que por el mínimo motivo, éste no dudaba en sacar de su cintura esa arma tan arraigada en aquel entorno y tan temida por los niños de la época.

Mi abuelo era una persona terriblemente tacaña a pesar de que gozaba de una situación económica bastante holgada. A él, gracias a Dios, no le faltaba para comer ya que su finca además de grande era generosa, produciendo lo suficiente para poder vivir sin sacrificios.

A pesar de todo, para evitar tener que trabajar y eximirse de responsabilidades, decidió partir las tierras y darlas en herencia a los hijos. Dividió la finca en cinco partes iguales y distribuyó a cada cual lo que le correspondía. Las condiciones de escritura fueron que de toda la cosecha que se recolectara, la tercera parte sería para él, no pudiendo los herederos bajo ningún concepto vender la herencia.

Si en un caso de necesidad a él le hiciera falta para su sustento tendría atribuciones para recoger la herencia y en un último extremo venderla si así lo creía conveniente.

[Biografía Mínima: Mi nombre es José Antonio, y tengo 69 años y resido en Monzón Huesca) desde el año 1984. Vi la luz por primera vez en un pequeño pueblo de Almería en el seno de una familia humilde; corría el año 1937 y sobra decir que no eran buenos tiempos. Los años siguientes, los de nuestra posguerra, fueron incluso peores. Al menos para mí, pues los tengo grabados a fuego en mi memoria.

Un recorrido de mi caminar a grandes rasgos es éste: infancia de pies descalzos y pastoreo de ovejas y cabras en la comarca de los Vélez (Almería); tres años en un internado de Valencia, con rezos diarios y hambre a toneladas y mis hermanas en un edificio próximo sin que se me permitiera verlas, azotes con porra cada dos por tres, y una pena inmensa por no poder abrazar a mi madre, a la que siempre adore; retorne al sur, a las ovejas y a las cabras, a los amos poco caritativos; me alisté en la marina (durante ocho años) para intentar ver la luz y me licencié a petición propia para estar cerca de mi mujer, Francisca, mi gran amor y con la que me casé entremedio; la emigración a Barcelona en busca de una vida mejor; el nacimiento de los primeros hijos; la entrada en la plantilla de Aiscondel de Cerdanyola del Vallés («mi gran suerte»); la primera casa en condiciones y el horizonte sin grandes nubes; entierros y bautizos.

Lo anterior es un recorrido de mi vida en una docena de titulares. Pero hay más, bastante más y lo recojo todo en mi libro de memorias Cicatrices del alma, en el que he invertido un año de trabajo. En mi autobiografía («lo he querido contar todo») explico los sentimientos que me han embargado en cada trance, y cómo surgí de las cenizas después de una mala racha o una tragedia, y cómo capeé los temporales (algunos auténticas tempestades). Yo he querido sacar todo lo que llevo dentro, toda la tensión acumulada, y ahora me siento mejor].

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