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Al poeta, al amigo Joaquín Torres Feliciano
tus penares sociales, tus pasiones de bestia,
no arreglarás el mundo. Tu corazón es prioritario.
Y antes de que inicies utopías
de transformación, arréglate tú.
Deja la amarga dulzura diabética
en el rincón; la piel doliente del cáncer
que se disuelva en fuego;
no la traigas metida en un morral
y me la saques en cara.
Al estrés mátalo a palos en tu propio descanso.
En tus ratos libres, echa a las alcantarillas
tus lamentos y tira la líbido de placeres frívolos
al tubo, no sufras por ninguna mujer.
No codicies lo que no te alimenta ni crece
para tu dicha; no confundas egoísmo
con la fatua bondad,
con hipócrita desprecio por tí;
deja que los peces furtivos
fluyan a la mar y no bebas aguas de Mara,
aunque tengas sed.
El Gran Océano la Maya sabe lo que pudre,
o a lo que transformará en nueva vida.
Tú no seas juez de la Muerte, quien sí sabe
la justicia de morir, de transformar, de crear
sobre el cadáver de la pena y otras penas
y las perturbaciones cósmicas de tu mundo
y otros mundos; tú sé un viajero,
mi más dulce pescador; tú mira la noche
en el Norte porque allí envió la Estrella
para que vengas a Oriente,
donde nace la Luz.
2.
¿A quién quisiste que triunfara sobre ti?
¿A quien te dice, como yo, que tu historia es efímera
y tu mundo también? ¿a quién te dice:
«Tu cáncer como todo se acaba»,
el caos en algún punto engendrará su orden
y el orden engendrará el caos alternativo?
¿A quién quisiste que triunfara sobre ti,
a quien dijo: «Nosotros»,
o a quien priorizó el Yo y siempre Yo,
… tú dividido en Yo, tú sin Unidad en Mí?
¿Quién te sacó de la moderación
que he amado en ti?
¿Quién el que dijo que auto-restringirse es
que me olvides y desobedezcas cuando te digo:
«Basta»; quién te dio el puñal con que piensas
en herir y matar la gangrena con tus manos?
¿Quién que te pida que eches puños a la pared
y coces al aguijón? ... y todo por un poquito de dolor
que no resistes, por quedar, por viejos hábitos,
creyéndote el más fuerte, tu propio redentor?
Tú, espectro de redentor de mundo,
socialista y anárquico,
bondadoso en camisa de once varas
y harapos de chepecherepe, apréndelo ya:
El orden de tu mundo engendra el caos;
pero mi Dolor de Caos es parto del Orden
y mi Nosotros es Humanidad Nueva.
Doy la Estrella para que vengas a Oriente
y la pongo en el Norte para que sea tu triunfo
y te doy la Rosa Blanca de mi beso
para que estés a salvo de las cadenas de Ayin.
Te doy la Tormenta, pero, en el centro te pongo,
donde el ojo del huracán es calma y refugio seguro.
Cuando ya estés conmigo comprenderás
que sin la Muerte no puede haber
nada nuevo en el mundo.
Comprenderás que yo soy la Verdadera
Boca de Peh y que con mi boca condeno
las ciudades, tiro las torres del error y la injusticia
en tu mundo de arcilla, en tu morral de polvo.
Al fuerte pongo la Corona, tú aún eres cobarde,
Por un dolor de muelas, menosprecias
el relámpago de vida que se metió
en tu cuerpo, tu cuerpo Amigo,
tu cuerpo que necesita
de Nosotros.
3.
Tzaddi, meditador mío, poeta
de la Torre y las prisiones, pescador
en la Psiquis de mis ángeles mutilados
y cautivos, vuelve al Pozo.
Me verás Desnuda y ninguna hembra será
más hermosa ante tus ojos.
Sobre tu tierra-mundo-prisión-torre
de orgullo, caos, lujuria, intemperancia,
derramo mi jarra de misericordia.
Queda de ti que aceptes mis consuelos.
En la tierra de tu sedienta conciencia
vacío mi jarra y te digo: el poder de la Vida
está ocho veces derramado,
el poder de la Vida brilla en el Cielo
y es una estrella de guía
que doy para cuando vengas a mi portal
de Oriente, a mi útero unitario,
Y seas conmigo la voluntad del Nosotros,
en Amor Puro,
tú, acostado sobre un pétalo, o loto,
de mi rosa blanca;
tú, llamándome Isis, hermana,
llamándome, Esposa mía, Delicia unitaria
de Nuestra Carne y Espíritu.
Por de pronto: Bebe.
Que no traiga yo jarras de agua en vano.
Tzaddi Carlos, sediento meditador,
poeta al que dí un Anzuelo para que fuese
el pescador en mis aguas. Otro jarro
también derramo en el Pozo de tu subconsciencia.
Bebe ahí, bebe antes de que seas digno
de mi beso, porque tu boca está seca
y tus labios amargos.
En la región del Mediodía, en el árbol del Sur,
te dí mi nombre para que me invoques,
lo grabé en madera dura, con mis ojos
porque son ojos que penetran en cortezas
y escriben en verdadero fuego.
Te dije: Soy la Mujer desnuda, la Deseada,
la misma que Afrodita vivificó con aliento
para que Pigmalión fuese feliz.
No doy cuerpos de mármol, poeta.
Yo no fundo pueblos que sean la Torre
de alguna prisión; yo no trafico con el miedo
ni la duda. Ni la desilusión. Yo no soy
espejismo. Ni Maya. Ni capricho.
Soy el Amor puro que se toca,
que biologiza, que perdura, que domina
la Nada... Mira cómo llego a tí,
desnuda para que veas la Hermosura
que promete la Vida; y la veas con esos ojos,
cegatones y dañados, que no te dí yo.
Con dos jarros de agua, vengo
porque uno es para el Pozo de tus arquetipos
y otro para la Tierra, tu espacio biológico,
tus círculos concéntricos en los cinco arroyuelos
de tus sentidos. Y tu Racionalidad de bestia.
4.
Para que creas que la Vida es buena,
que está llena de sorpresas
y horizontes de dicha, Nosotros,
cuando quieras, desde hoy, confiemos
el uno del otro.
Te propongo que vengas conmigo.
Sé un viajero tan pronto mi rosa blanca
la tengas en tus manos; deja
tu morral de fuego; no recaudes nada.
Voy a darte un hatillo con oro verdadero,
no memorias de polvo.
Oro verdadero y copas para que bebas
de mi alegría y espadas que te sirvan
para el viaje
porque tus espadas humanas
son mochas calamidades,
libros de guerra.
Escrito en Orange Cove, California
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