Friday, September 20, 2013

EL FIERO DESENLACE O PARA DESTRONAR UN FALSO REY


EL FIERO DESENLACE O PARA DESTRONAR 
UN FALSO REY

a Mariana Rubio Mestre de Rodón (n. circa 1826)

Nos arrastrabas al infierno de la hoguera cuando validaste la sangre de Borbones, Mariana, hija de Mestre, pionera entre los Oharriz y Rodones, y ahora tu propia pueblo, desde la Tierra Caribeña, pregunta: «¿Qué hiciste con la vela?» Cda villa ha sabido del rey muerto en los años de tus inmigraciones... Lo que preguntan hoy te tiene trastornada e inquieta. «¿Qué hiciste en nombre de Bolívar o para soltar el trapo de tus aflicciones?»

... sino adelantaste la causa de Bolívar, has servifo mal. Dijo tu pueblo que adelantaste el averno de las divisiones. Escindíste el pueblo originario. Ya sólo la muerte purificará lo que ha nacido: el renuevo de los liberales, la reacción en violencia aniquilante. ¿O acaso ibas a matar al falso rey? A quien llamaste tu rey era Fernando, Mariana, pero no sabías su expediente ni cómo en tu infancia tu padre lo pronunció con lamento. Seguro no te habló  de quien mató al Empecinado y ni del infante que no heredara y quiso hacerlo: de veras que  el poder lo tuvo obsesionado.

El Rey Fernardo escupió sobre principios de su juramento una vez que levantó su mano ante las Cortes y dijo: «Creo y serviré esas normas», presentadas en Las Cabezas de San Juan. «Creo y serviré», vacías palabras y mandó a los agentes de la Muerte contra los hijos valientes de su suelo, contra misericordiosos, contra los que no creen en falsos sueños ni en sucesivos homicidios.

Y se fueron por Mina, el sublevado, por Vidal, Lacy y Porlier, ante quienes vocales de la Muerte exhortaron: «¡Hay que matarlos!»

El no tenía palabra. Movía las quijadas significando Sí y No, como un sofista que predica dos verdades. Tu padre, quien te dijo estas cosas, dio vivas por aquel que proclamara la Constitución de 1812, y a los rivales
del proyecto liberal, llamó demonios negros, memorias del motín de Aranjuez contra Godoy y las tropas de Murat en suelo patrio y, en Bayona, memorias de traiciones.

Y llegó tu Rey, que juró la Constititución que amó tu padre, tu rey que no sería ya más el suyo, Fernando el contaminado, el que es un mentiroso, mal que no tiene cura, séptimo cuervo entre absolutistas, parásitos y traidores… Y tu rey, Marianita, el rey que ya no podía ser amado y compadecido por tu padre, reestableció la Inquisición, persiguió la prensa, el pensamiento libre, las imaginaciones de los espiritistas, a los masones, los poetas afrancesados, los obreros que leen, los que saben que, organizados, son más sabios que los sabios. Entonces, se vistió con ropajes de mala muerte. Encarceló a quien habló sobre la luz y el fuego
y dio promesas y consuelos para el hombre maldito en diluvios de su propia sangre derramada.

Y un día, con ayuda de la Santa Alianza, tu rey, el soberano que aún no había sido maldito por la boca de tu padre, llenó con 100,000 tropas las calles de Cádiz y el Duque de Angulema dijo, con voz vibrante, umbría, temible, «Yo soy la Muerte… yo el Gran Carretero de la Estigia, caronte armado, duque para los huesos molidos y los culos pateados. Vengo por las memorias de Mariana Pineda y todas las marianas que en nombre de Mariana son marianas... Vengo por Torrijos, pues a su pecho lo llenaré de balazos, vengo por los empecinados y, especialmente al Comandante Riego preparo su muerte en el cadalso. Ni el Cura Merino
escapará de mí, voy a matarlo. Lo juro ante el Ministro Calomarde y ante tí, Infante Carlos»

2.

Con una vela de corto pabilo y lenta llama, te vimos ese año, ese final de marzo, ese macabro día con ocho horas de fiero desenlace. Ibas a quemar vivo a un rey, con cuatro matrimonios, pero sin hervor erótico…

… porque ni para eso sirvió Fernando VII (tres esposas y no tuvo en su palacio descendencia verdadera ni varones con sus gonos que lo amen ni quien lo llame, con ternura, padre bueno, memorable, justo… «Eso es como la muerte, Mariana. ¡Eso es como la vela que resbala de tu mano y quema al Pueblo… eso es como la vela de Psique, la curiosa, que gotea aceite caliente sobre el pecho de Cupido!

Y tu gota de ardor es liberal. No lo olvides. En los días en que nacíste, los días fallidos de Pepe Botella, Napoleón puso en libertad a Fernando, ese santo petardo que en Valencay. El, preso o en libertad, sirve a lo mismo. Es uno es que no sirve para nada, uno es que se lanzó a darse un abrazo con espectros, ondinas en las charcas de Cefiso, a darse banquete con su ego, con su narcisismo.

Y llegó tu Rey, porque le llamaste tu rey Fernando VII, y crecíste oyendo su nombre y a quienes le maldijeron
porque, en los tiempos en que llegaste de Venezuela al Pepino, alguien, unos pocos, sabrían lo que es un rey verdadero y cómo, por falta de vergüenza y osadía, empero fabricaron una casa, Casa para el Rey que no merece.

Mariana, tu rey es charlatán, represor, don contreras… te dijeron y su corte está compuesta de seres sin honorabilidades, parásitos, enemigos del trabajo productivo, malos entendedores, granujas, sanguijuelas. Y llegó tu rey en los días del Comandante Riego y de las tropas destinadas a América.

3.

Mariana mía, has estado tan triste. Y tu corazón es El Guayabal en llamas. Y tu edad, una chispa luminosa que el 31 de marzo, a las 4:00 de la tarde, se enciende con tormento. Sentidós casas de los fundadores, herederos, inicial progenie de Pepino, se poblaron de escombros y cenizas.

Los que llegaron en los días de los condes de Floridablanca, Aranda y la Reina María Luisa de Parma, te espíaron desde sesenta y dos chozas de mi gran mirada, y se preguntan: «¿Qué hizo Fernando el rey, Mariana Rubio, del que mucho lees y el mundo odia desde Cuba a Caracas?» ¿Qué hicíste tú que, ya vieja, al enterarte de veras porque inmigran los Rubio, Mestre y Rodones?

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