«¡Ay, tras viejo, chocho, paíto»: Eulalia Prat
En la foto: Juan Prim i Prats, ex-gobernador
de Puerto Rico y pionero de la Revolución Gloriosa
... hermanita mía, tú sabes tanto. Tú si sabes decir las cosas. Aquí en Pepino se vive en un barranco. Hablé con Mercedita Cores para que ofrezca el recado de tu esposo a Miguel Rodríguez Cancio... Y con papá no se puede hablar. Dice que me va a dejar sola porque yo no le hago caso por pensar en musaranas... me siento tan sola en verdad, si no fuera por Guillo, quien me da una amistad desde lejos, porque a mi padre no le levantaría la mano como hizo a Nuñez... Dice él que se quiere ir a Cuba y tú me dices que Cuba es batey de una guerra que nunca se acaba...: Eulalia Prat en carta a su hermana Dominga, residente en Barcelona, 1865
«¡Ay, tras viejo, chocho, paíto»: Eulalia Prat
«¿Cómo que irse a Cuba? ¡Has trabajado duramente! ¿Dejar todo por miedo a ese tajalán que fuñe en las trastiendas? ¡Esos agitadores sueñan con Jauja! Mire, don Manuel, ese Betances terminará como aquellos que son como él. ¡Guillotinados! O en el Morro» , explicaba Coll, oriundo de Arecibo, pero catalanista como Prat. Añadió: «Durante la revolución en Francia, a los pleiteros como Betances se los llamó jacobinos. ¡Pedían sufragio universal, confiscación de propiedades a la nobleza y a la clase pudiente en general, justicia social! No sé, o mejor sé. ¡Qué va, mentiras!».
«Usted baila más en el aire que un remolino. Es mejor no saber tanto; pero tener una idea por destino. Una meta», se molestaría don Manuel al escuchar al veleta. No sabe por qué le pidió consejo.
En diecisiete años de silencio conspiracional, las Colonias americanas invirtieron lucrativamente en Cuba. La alianza de intereses cubanos y extranjeros fomentó las fábricas de azúcar, ranchos de ganado, ferrocarriles, muelles, bancos, sociedades anónimas y oficinas bancarias, empresas pesqueras y navieras y explotación minera. Esto es lo que el mollejón de Coll le explica.
En estos años, precisamente, lucró don Nepo «La Pasca» Ortíz y quería compartir con Manuel Prat su renacimiento. Ambos supieron alentarse en tiempos de pobreza y orfandad en España.
«Quizás yo tenga la misma suerte si me voy a Cuba», decía Manuel Prat a Eulalia, su hija.
Hablaría de ese modlo sólo por hacerse el importante y hacerla sufrir. «En lo que Manuelito no se fija es en que ya está solo, más solo que yo, con una vieja enferma, nuestra pobre mare, no son hijos que trabajen un fundo y él no es mozuelo ya, o más, es malo que se crea uno, por sus morrillos duros. Quiere ser aventurero; se cree Quijote y soñador», escribe Eulalia en su carta.
Se han sentado en el batey, frente al balcón, los vecinos de siempre que visitan a Manuel. Este día se quedó Coll hasta tarde y está comunicativo. Tiene una racha de nostalgia desde la mañana. Eulalia es observadora y paciente. Lo escuchó y todavía lo oye. Está obsesionado por los recuerdos que su padre tuvo de la Revolución Francesa, a la que llama un fracaso.
«Mi padre me contó sobre Luis de Saint Just, enemigo de Dantón», oyó Eulalia que Coll dijo a don Manuel. Arocena escucha y superpone o empotra en la conversación una teoría de que gente como él y Maniel mismo han nacido para ser héroes. Como la gente del Valle de Oronoz.
«Había apoyado el ataque de Robespierre a Jacques-René Hébert... Las ideas hebertistas son como el moriviví. Renacen, se multiplican como moscas. Vea: México se despedaza... Son gente airada, enragés, calvatruenos, endemoniados. Son herejías anti-cristianas... Quieren venganzas, el endurecimiento del Terror. De ahí que hizo bien Robespierre. Mandó a guillotinar a Hébert... pero se matan entre ellos mismos, porque sin Dios uno se hace criminal... Ahora que en México se han metido los hebertistas para impulsar ideas ateas y atacar a Nuestra Santa Madre Iglesia, hay que rezar mucho, don Manuel, y a usted tambien se lo digo, Arocena... porque, como en tiempos de Robespierre, son intereses extranjeros los que se barajan. Conspiran, pervierten y animan a la plebe a atacar a los amos... ¡Son alemanes y franceses! Unos traen el socialismo alemán, otros el anarquismo francés y otros la masonería inglesa... Haití y Santo Domingo están como perro y gato... México, pura matazón, ejércitos de España, Inglaterra y Francia, muchos perros y una sola presa»—, de este modo el Maestro Coll parecía más convincente que el ex-alcalde segundo Cabrero y el Dr. Rabell Rivas.
«Entonces, Cabrero me dice mentiras. Me dijo que ya España no quiere maltratar a México. Que fue por eso que Juan Prim fue querido en Puerto Rico e hizo una elegante retirada porque anduvo allá con tropas, como los franceses. ¡Mira que comerse a México cuando ya por cuatro decenios era un pueblo republicano y con un indio al mando!»
«¿Lo llamaste querido? Tu pariente Prim i Prat, si es que es y no de los Prat buenos, es un calvatrueno, republicano», acotó Arocena.
«Ese peor que Betances porque le dice a los negros que son iguales a los blancos. No quieren una sociedad de trabajo. Cada uno a trabajar por lo suyo. Quieren la guerra de las clases, pero mire como hizo el negro en Haiti... imitó regímenes de generales. Y si no trabaja el blanco que no dobla el lomo, porque no sabe labrar y no labra el negro, porque no quiere hacerlopara el blanco,, pues, no labra inguno, ni blanco ni mulato. Eso es hambre y del hambre a la anarquía», intensificó con su ataque el maestro.
Eulalia sufría más que Manuel Prat, su padre, oyendo a estos seres negativos que le inundan la casa. Ni modo que ella deseara acompañarlo en su búsqueda estúpida de un paraíso para que ella se case. «Busco un país que no esté muerto de hambre, ni ande en la gresca, debe haberlo en alguna parte. Algún pais con gente de limpia sangre y gran saber que llegue a redimir a Eulalia de su soltería. Y triste: España no es, se debate entre liberales, levantamientos y carlistas».
«¡Ay, tras viejo, chocho, paíto».
Tanta gente en este pueblo de Pepino, del Cura a los Amell, Arteaga-Echeandía, Alers y Cabrero, se dedican a pensar que las colonias del Norte se naufragarían con Lincoln y que la esclavitud es y será indispensable para el progreso. Dice que los estados esclavistas de Norteamérica miran a Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, con codicia.
«Pero es codicia benévola: elyankee no es malo. Malo es el francés, el holandés, el inglés pirata. En este tema, lo que se define como el anexionismo en Cuba, tengo sentimientos ambivalentes», medita Coll.
Eulalia les ha llevado un tazón de café a Arocena y al pasar ante Coll piensa: «Hasta hoy te conozco»
Su padre prefirió un vinillo que tenía en reserva. Por más que lo ofreció, se prefirió el café que cuela la muchacha.
«Este vino lo mandó Dominga desde Barcelona», presumió.
«Mamá se tendió en su cama. La tienen mareada de tanto que hablan de poner mares por medio y acabar con las revoluciones del mundo».
«Tú eres una soñadora. Vete al guiso y déjate de bayú», la regañó el padre, orgulloso de que se vea tan hermosa. Arocena, había notado él, al tenerla ante sí, se derretía como una manteca.
Del libro inédito CUENTOS SEDICIOSOS Y BOLIVARIANOS
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NOTA: El general Joan Prim i Prats y el almirante Juan Bautista Topete iniciaron en Cádiz, España, un pronunciamiento contra Isabel II que se convertirá en u movimiento revolucionario (Revolución "Gloriosa") y fue en 18 de septiembre de 1868. Ni Manuel ni sus hijas lo hubiesen sospechado. El conservador Coll lo intuia desde antes de 1865.
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