Sunday, November 22, 2009

Diciembre 1 / Núm. 48 / Orange County



Contenido 48

Jorge Majfud
Eduardo Subirats: Un rebelde ilustrado contra la soldadesca hispanista

Eduardo Subirats
La muerte del arte y la función del intelectual

Lynette M. Pérez
La representación de «la ciudad» y el sujeto citadino en tres cuentos de Julio Cortázar
Las huellas de Janus
Corazones de metal

Jorgelina Nuñez
Las cartas de Gabriela Mistral y Victoria Ocampo

Susana Reinoso
Tres poemas de adolescencia de Victoria Ocampo
Soneto

Allen Ginsberg (USA)
America / Traducción de poema

Carlos López Dzur
Memoria del segundo visitante
Viaje místico de Francisco Ranero
Tu enemigo, Billie

Alberto Martinez-Marquez
La textualidad performática en Corte al azar de René Pérez Martínez

Maritza Alvarez
Verdad, justicia y memoria
A título personal

Fanny J. Jaretón
Rescate
Te parirás

Alfredo Villanueva Collado:
Visión artesanal y Poemas Escuetos

Rutina
Sonidos
Puñetas
Leçon des tenèbres
Quid incipit vitam
Mallar(mea)na
La tiranía de los colores
Patria
Bisexual Blues
Flores para los muertos
Migración
The living end
Diáspora
Comentario
Horóscopo en cuerpos
El disparejo
Finesterre

Beatriz Minichillo
La oscura
Infancia II

Muhammad Al Magut
Arden las palabras

Ana Lucía Montoya Rendón
Apacible / (Sueños y Cadenas)

Liliana Varela
El asesino
Impresión infernal

Carlos Adalberto Fernández
Gracias por la piecita, cuñada
Acerca de Mundos Orilleros

Revistas amigas

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Jorge Majfud
Eduardo Subirats: Un rebelde ilustrado contra la soldadesca hispanista


Se dice que la diferencia entre los estudios de grado y los de posgrado radica en que los primeros cubren temas generales y los segundos se concentran en problemas específicos y puntuales. Esta apreciación que puede resultar didáctica para tener una primera idea de la dinámica académica en Estados Unidos no deja de ser una simplificación. Si por algo se caracterizan los estudios realizados en el último nivel de la selectiva y elitista pirámide académica es por plantear una crítica y una comprensión global de una disciplina. Con menos frecuencia producen terremotos que suelen cambiar el paradigma con que el resto de la pirámide ve la misma realidad.

NECESIDAD DEL REVISIONISMO: Dos atributos conspiran siempre contra la verdad: la cobardía y la pereza intelectual. Si la primera suele ser el aliado más activo del poder, la segunda es un beneficio gratuito que cada uno otorga a su statu quo. Por esta razón, el revisionismo es siempre uno de los principios irrenunciables de cualquier investigador serio. Todo debe ser puesto en duda. Solo lo que permanece en pié después de un terremoto merece respeto intelectual. Esta actitud de revisionista radical ha caracterizado el trabajo crítico y literario del filósofo español y profesor de New York University, Eduardo Subirats.

Y si bien no se puede decir que Subirats ha descubierto la pólvora en los estudios hispánicos, sí debemos aceptar su coraje intelectual para avanzar con lucidez y fundamento una postura crítica del mismo sistema, de las instituciones y de las vacas sagradas del hispanismo que hunden sus raíces en los primeros siglos del Renacimiento. La verdad antes que los buenos modales; la demolición creativa antes que la rutina clerical. En Las poéticas colonizadas de América Latina, Eduardo Subirats plantea un estilo poco académico, más cerca del texto rápido, sintético e incendiario de Nietzsche que del escrito mesurado, estructurado y obediente de todas las convenciones probatorias que imponen las redes y las herméticas tradiciones académicas.

LAS POETICAS COLONIZADAS: Un estilo por momentos germánico, con frases gramaticalmente duras, extensas pero nunca vacías de sutiles referencias a la filosofía clásica y contemporánea. No obstante, el particular estilo de Subirats también recurre a la técnica de la narración de ficciones para encarnar y dramatizar problemas que normalmente se asumen racionales e impersonales. Pero el lector sabe o asume que, como en un ensayo, el narrador y el autor son la misma persona. Según el autor, este es un libro de confesiones y quimeras. En la primera parte de Las poéticas colonizadas, a partir de una observación puntual sobre la lista de lecturas obligatorias del departamento de Spanish and Portuguese de New York University, Subirats arremete contra la tradición establecida por el racismo, la limpieza étnica y cultural realizada a lo largo de los siglos en España. Esta tradición que se centró en el imposible concepto de pureza —una raza, una religión, una lengua— es considerada por Subirats como un cadáver vivo que pesa hoy en día en los más exquisitos circuitos académicos. Su crítica no es la de un caballero correcto y equilibrado sino la de un hereje que va poniendo el dedo en la llaga aquí y allá.

Parte de esta colonización de la poética latinoamericana es «el secuestro de la intencionalidad intelectual, la domesticación y neutralización del compromiso histórico y político de la teoría». En contrapartida, Subirats pone el acento en el valor mítico y oral de las poéticas de la resistencia latinoamericana y se opone a la neutralización academicista. A favor de esa piadosa conversión del arte en acción comunicativa se arguye que, al fin y al cabo, todo son representaciones, lo mismo la guerra contra el mal que los videoclips de Madonna. […] De ahí también la paradoja que recorre los estudios culturales en su calidad de sublimación corporativa de la sociedad del espectáculo.

Hace muchos años, en un barco de madera en el océano Índico, el escritor y profesor Joseph Hanlon me detalló sus investigaciones sobre algunos sistemas dictatoriales y me dio su definición más sintética de un sistema fascista: el fascismo recurre siempre a la fragmentación de saberes para no perder el control de la real totalidad. Sin hacer referencia a este extremo, también Subirats insiste en denunciar la fragmentación de los saberes especializados que aniquilan o controlan las humanidades.

En las aulas que se precian de libertad «la condición posintelectual no tiene remedio». Hay una carencia de «un proyecto intelectual en el sentido en que lo llevó a cabo el humanismo y la Ilustración de Erasmo o de Wilhelm von Humbolt, y de Emerson a Dewey». Por otro lado, son frecuentes las conferencias sobre los derechos humanos en la Nueva España de 1521 pero en general los especialistas se han vuelto «incapaces de articular una reflexión socialmente responsable sobre los genocidios en tiempo real y a la vuelta de la esquina».

HISPANISMO Y VIOLENCIA: En sus Siete tesis contra el hispanismo Subirats recuerda el carácter simplificador y represor de la diversidad original, lingüística y cultural, con la cual en España se configuró un carácter nacionalcatólico por exclusión de moros y judíos, se negó el humanismo, el iluminismo y las reformas sociales, religiosas e ideológicas y se liquidó el liberalismo. El hispanismo resultante es el reflejo de esa violencia de exclusiones documentadas en un canon donde sobresalen los Unamuno y los Ortega y Gasset. Violencia del fascismo ibérico que se continuó en América con la represión de las culturas indígenas y la negación de la modernidad europea y la «combinación de crueldad autoritaria y mesianismo cristiano».

En su tercera tesis Subirats entiende que «las culturas y memorias ibéricas y latinoamericanas deben revisarse y redefinirse a partir de sus centros espirituales, no de sus fronteras». Uno de estos centros debería ser los espacios y símbolos sagrados compartidos por una tradición estratégicamente olvidada: la judía-cristiano-musulmana y, en América, las antiguas concepciones cosmológicas. «Estas tradiciones y conocimientos se extienden desde códices y obras de arte hasta las tradiciones orales y artísticas milenarias sobrevivientes en el día de hoy». Y más adelante: Pero el descubrimiento y la colonización de América tampoco pueden comprenderse como proceso civilizatorio sino es a partir de la continuidad que recorre sus mitos teológicos de la culpabilidad originaria de los pueblos americanos y su redención por la conversión bajo la cruz, por una parte, y los discursos y violencias de la salvación político-económica bajo los nombres empírico críticos, positivistas, marxistas-leninistas o neoliberales del progreso.

Según Subirats, otras líneas comunes dibujan la historia espiritual del continente, desde Simón Rodríguez hasta Américo Castro, como lo es la frustración, «un mismo límite interno, y del fracaso intelectual y político que definen la idiosincrasia cultural y social del mundo cultural hispano y latinoamericano». Para evitar el compromiso histórico de un proyecto cultural, la posmodernidad diseminó “la prohibición academicista de los ‘grand recits’ —que la industria cultural postmodernista ha elevado a globalizada banalidad— ha servido de perfecta coartada a un hispanismo tradicional».

EL VERDADERO SIGLO DE ORO: Como subscribimos antes, también para Subirats el verdadero Siglo de Oro español no es el siglo del oro de América sino el Medioevo de la cultura hispanojudía e hispanoislámica que la violencia del nacionalismo católico se encargó de reprimir en la Reconquista al igual que lo hará más tarde en América con la Conquista. Por esta razón, los siglos XI, XII y XIII deberían entenderse como la primera Ilustración europea. Bastaría con considerar al filósofo árabe Averroes, “el primer y último ilustrado en el mundo ibérico», que en el siglo XII “por primera vez en la historia europea establece epistemológicamente la separación entre fe y razón […] el real punto de partida islámico de la Ilustración europea» y que luego la cultura imperial se encargó de destruir a sangre y fuego mientras que varios siglos después se les da título de ilustrados a escritores canonizados como Feijoo, Jovellanos, Cadalso y Maynáns quienes «no son ilustrados en un sentido riguroso, porque no cuestionan la Escolástica, no formulan el principio de autonomía de la razón, no plantean el problema social y político de soberanía en términos modernos, es decir, republicanos, seculares y democráticos».

Al mismo tiempo, se excluye del canon de esta Ilustración tardía a intelectuales con mayores méritos, como Simón Rodríguez y Blanco White. Todo lo cual es parte de una tradición de exclusiones radicales propia de la conservadora cultura hispánica. Luego de este renacimiento, no hubo vanguardia intelectual en España que pudiera superarla. Es más, «fue la fuga hacia Italia y Centroeuropa de libros, instrumentos científicos y exiliadas tradiciones hispanoárabes e hispanojudías las que posibilitaron el Renacimiento humanista y científico europeo» y no tanto la recurrida fuga de los intelectuales griegos de Constantinopla.

VACAS SAGRADAS Y MOMIAS: Según Subirats, vacas sagradas como Unamuno, Ortega y Gasset y Maeztu son «momias del subdesarrollo», abundantes en tesis arbitrarias y racistas (95). «Maeztu es tan indispensable para hispanistas como lo pueda ser Goebbels en un seminario de pensamiento alemán contemporáneo» .Subirats termina su libro con El juicio de Bufo, una especie dramatización de un juicio de la inquisición en su versión académica. En síntesis, en Las poéticas colonizadas de América latina Subirats, después de cuestionar la tradición y los cánones del Hispanismo y los Cultural Studies, después de denunciar la propensión a la fe y al prestigio de la tradición en detrimento de la razón crítica, propone una revisión de la práctica académica basada en categorías históricas, estéticas y filosóficas y no meramente geográficas; rehabilitar el mundo cultural negado de España, desde Maimónides, Ibn Arabi o Ramón Llull; reconocer la centralidad de proyectos culturales como los de Simón Rodríguez y Blanco White; y rechazar el posmodernismo hibridista y deconstructivista de excesivo relativismo y neutralidad que reflejan pereza intelectual por proyectos radicales.

CRITICA REVISIONISTA: Podemos esperar que este tipo de crítica revisionista no sólo haga justicia histórica a aquellas tradiciones reprimidas por la violencia y la pobreza intelectual, sino que además estimulen el desafío de proyectos culturales e intelectuales que superen el espíritu lúdico y neutral de todos los posmodernismos que han nacido como cadáveres estériles. Estériles, por su cómplice neutralidad; cadáveres, por su orden de museo y de catálogos, por su paralizante halo de muerte indiferente ante la muerte.

Reproducido de
ArgenPress Cultural

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Eduardo Subirats (Cataluña)
La muerte del arte y la función del intelectual


Hace unos meses se ha pagado por un cuadro de Andy Warhol, ahora no recuerdo si son 40 millones de dólares, una cantidad absolutamente escalofriante. Andy Warhol es para cualquier persona que todavía tenga la capacidad de pensar, el pintor más mediocre del siglo xx, el más estúpido del siglo xx, es la banalidad. En realidad es un pintor de anuncios de sopa y hoy tiene la importancia de un icono; es tan importante él como la bandera estadunidense, y criticarlo vale, en este momento para la ortodoxia absolutamente nacionalista de Estados Unidos, como atacar a su mismísima alma.

Toda obra de arte tiene que tener una visión reflexiva. Si no dice nada, si los ojos de un cuadro de Rembrandt, de su autorretrato, no nos dijeran algo muy profundo, no los iríamos a contemplar con tanta devoción. Lo ojos que pinta Andy Warhol, ya sea Mao Tse-tung o Marilyn Monroe, da lo mismo, no dicen absolutamente nada, son una payasada.

Toda obra de arte debe de ser también una dimensión normativa, es decir, Rembrandt no solamente vale por la intensidad de la mirada que nos reflejan sus cuadros, sino además porque sentó una comprensión de la interioridad humana que ha sido válida para la conciencia europea durante muchos siglos. Es decir, ahí teníamos un modelo moral, un modelo intelectual, un modelo espiritual de lo que teníamos que entender como profundidad humana.



¿Tiene dimensión normativa Andy Warhol? Pues claro que tiene dimensión normativa, Andy Warhol es el arte popular fuera de todo lo demás, todo lo demás no debe existir, todo debe de medirse en función de ese parámetro, y además debe medirse globalmente, porque todo lo que es estadunidense es al mismo tiempo global en función de la ideología imperial. Esa es la permisión que hoy tiene lo que se llama arte global, es un arte producido, subvencionado. Cuando se dan tantos millones a un cuadro, no se los dan porque el cuadro valga millones, el cuadro no vale nada; el cuadro vale porque se dan tantos millones. Si hay mil colores y mil matices en un cuadro de Rembrandt, hay uno en los pastiches de Warhol.

El filósofo Gilles Lipovetsky afirma que vivimos en tiempos hipermodernos, pero... No, en este momento vivimos, desde hace mucho tiempo, en la bancarrota de la moralidad. Lo que se llama postmodernidad en realidad ha sido y es la decadencia. Hoy lo que caracteriza no es la hipermodernidad, porque esta hipermodernidad hoy es la guerra de Irak, es decir, una guerra de alta tecnología, que el pentágono pensaba que iba a ganar inmediatamente porque ¿quién va a poder vencer estas bombas teledirigidas y esta guerra en las estrellas?, pero el resultado es manipulación de la información, control totalitario no solamente de Estados Unidos , sino de la población global, genocidio –650 mil iraquíes se calcula que han muerto a raíz de esta guerra–, y su proceso posbélico y una situación de caos mundial, o sea de violencia generalizada a todos los niveles, es lo que caracteriza hoy esta constelación en la que estamos viviendo: la disolución interna de los conceptos organizativos de lo moderno bajo un espectáculo hipertecnológico, pero ligado a un sistema de poder que está ya definiendo en muchos aspectos un nuevo totalitarismo.

El Estado en este momento hace el papel de legitimación y gestión de los poderes corporativos, funciona de hecho como una maquinaria totalitaria en un sentido diferente a los totalitarismos del siglo xx, al totalitarismo que definió Hitler o Stalin. El hecho de que las vidas privadas de todos los ciudadanos del mundo prácticamente estén controladas o estén virtualmente controladas, el hecho de que nuestras imágenes sean constantemente vigiladas por cámaras, de que los libros que pedimos, la bibliografía que usan los estudiantes, esté vigilada por las universidades estadunidenses, la capacidad de dictaminar que una persona es terrorista de manera absolutamente arbitraria, simplemente porque considera que es capaz de utilizar de alguna manera, a lo mejor en sueños, medios de violencia indefinidos, esos son elementos que definen un nuevo concepto de totalitarismo.

Vivimos en el momento en el que el fracaso del proyecto moderno, la disolución del proyecto moderno, está confluyendo con un nuevo totalitarismo electrónico. Lo que se llama hipermodernidad es este mundo orwelliano, definido por la destrucción ecológica, con todos sus ciudadanos, por genocidios, porque, según las Naciones Unidas, hay 800 millones de seres humanos en el planeta en este momento agonizando, muriéndose de hambre, con niveles de supervivencia que implican enfermedades, degeneración genética. Esos grandes dilemas son los que tenemos que oír y debemos afrontar, esos grandes dilemas son los que planteo en este libro de La existencia sitiada.

AL RESCATE DE LOS INTELECTUALES: Hoy asistimos a una asociación exactamente idéntica a la que existía en Europa en los años de los fascismos, es decir, los fascismos se construyeron a espaldas del silencio de los intelectuales, de la convivencia de los intelectuales, de la pasividad de los intelectuales, y esa situación es la que hoy vemos de escarnio de las masas, de manipulación mediática, de genocidio, de pobreza impuesta, de corear esta idea. Se derrumbó el muro de Berlín para construir muros mucho peores, mucho más criminales. En todas partes se están construyendo muros, se están encerrando las poblaciones por razones étnicas, por razones de lengua y de religión; se están encerrando en espacios incomunicados.

¿Qué hacen los intelectuales frente a esto? Hablan de la hipermodernidad, dicen estupideces; no se dice nada. ¿Ha habido una voz en Estados Unidos que haya podido decir lo que está ocurriendo en este momento? Ninguna, no ha habido, las universidades han estado calladas. El papel del intelectual en este momento es lo que no hace el académico encerrado en su jaula académica. El intelectual tiene el deber y la necesidad de plantear alternativas de orientación frente a esta situación.

Es aquí donde interviene el intelectual, denunciando, planteando esas cuestiones y señalando vías operativas. Claro, es algo muy difícil. ¿Por qué? Los medios de comunicación que tiene el intelectual, ahí donde puede cuestionar cosas, enseguida se le cierran y serán pocas las editoriales que publiquen sus libros. La primera norma que debería establecer un intelectual es la reflexión. Y solamente a través de este pensamiento, de esta reflexión colectiva, se puede concebir una democracia.

Fragmento tomado de
Juan Manuel García: Entrevista con Eduardo Subirats

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Lynette M. Pérez (PR)
La representación de «la ciudad» y el sujeto citadino en tres cuentos de Julio Cortázar


Uno de los temas más sobresalientes en los cuentos de Cortázar es el de la ciudad caótica, acelerada, exasperante, violenta y neurótica. Esta imagen asoma de diversas formas en su cuentística: definida por los ires y venires de sus habitantes, signada por sus reglas y sistemas o aniquilada por sus dictadores. Ciudad y sujeto citadino están íntimamente relacionados pues ésta se define tanto por la gente que la habita como por sus muros y edificios. La representación que se hace de la ciudad y del sujeto citadino en los cuentos Ómnibus, La autopista del sur y Pesadillas está trazada por imágenes y símbolos. Como vemos en el diccionario de símbolos de Cirlot la imagen de la ciudad:

Corresponde hasta cierto punto al simbolismo general del paisaje, del que es un elemento interviniendo en su significación el importante simbolismo espacial. En la génesis de la historia según René Guenón, existía una verdadera «geografía sacra» y la posición, forma, puertas y ordenación de una ciudad, sus templos y acrópolis no era nunca arbitraria ni dejaba nada al azar o al sentido utilitario. Por otro lado, el hecho de fundar una ciudad estaba en conexión con la constitución de una doctrina y por ello la ciudad era un símbolo de la misma y de la sociedad dispuesta a defenderla. (134)

Según Rosario Ferré, la cuentística de Cortázar se divide en tres periodos: el sobrenatural que abarca desde Bestiario hasta Final del Juego, el irracional de Las armas secretas y Octaedro, y uno de corte social que se extiende desde Alguien anda por ahí hasta Deshoras.

En su primer libro de cuentos, Bestiario, Cortázar utiliza la técnica surrealista de conectar lo animal o lo vegetal con lo humano. Este libro está poblado de monstruos salidos del inconsciente. Estas criaturas representan las costumbres y los vicios del hombre de la gran metrópoli.

El cuento Ómnibus nos presenta a Clara, una joven empleada como señorita de compañía en casa de la Sra. Roberta. Ella toma el ómnibus 168 para hacer una visita y como ese ómnibus pasa frente al cementerio de la Chacarita todos los pasajeros llevan flores. Para la mayoría, ese viaje llevaba como finalidad visitar a los seres del más allá, es decir, a los muertos. Sin embargo, Clara ve algo anormal en ese hecho. Para ella esas flores parecían imprimir en el ambiente la presencia de un orden o doctrina amenazante. Por otro lado, los pasajeros parecen ver en Clara algo que no está de acuerdo con su ideología de vida. Algo digno de criticarse: «En el fondo del ómnibus, instalados en el alto asiento verde, todos los pasajeros miraron hacia Clara, parecían criticar alguna cosa en Clara» (Bestiario, 51).

El chofer del autobús, el guardia y los pasajeros del ómnibus parecían ser participes de un mismo orden y por lo tanto dispuestos a defenderlo. Parece que Clara y el otro pasajero habían entrado dentro de un vehículo donde se llevaba a cabo un rito desconocido. Es el ritual de las flores un culto exagerado a la muerte, siendo muertos aquí no sólo los que lo están sino los que como Clara no pueden soportar ser diferentes públicamente de aquellos que reverencian cosas muertas y exigen que otros sigan su ejemplo.

Las miradas que les dirigen el resto de los pasajeros al joven y a Clara son una clara advertencia o un desafío por el hecho de haber violado el rito: «hubo un momento,[…] en que todos los pasajeros estaban mirando al hombre pero también a Clara […] era como si la incluyeran en su mirada, unieran a los dos en una misma observación» (53). [1]

En el pequeño universo representado por el ómnibus, el hecho de comprar un billete de quince y no traer flores parece acercar al muchacho y a Clara. «Le hubiera gustado prevenir al pasajero, una oscura fraternidad sin razones crecía en Clara. Decirle: «Usted y yo sacamos boleto de quince», como si eso los acercara» (54). Según progresa el relato vemos que el narrador casi siempre nombra a los pasajeros por el nombre de las flores que llevan. Sólo Clara y el otro pasajero que tampoco lleva flores son nombrados por sus nombres o por sus rasgos personales. «[…] se instalaron en la puerta de salida; detrás se alinearon las margaritas, los gladiolos, las calas. […] Los claveles negros aparecieron en lo alto. […] » (55).

El ómnibus 168 parece simbolizar a la gran ciudad de Buenos Aires. En las ciudades como en los países los lugareños tienen un código de costumbres y rutinas ya establecido. Todo aquél que entre dentro de su circunfería tiene que integrarse o ser alienado por la etnia. Clara y su amigo deben llevar flores para sentirse una vez más parte de la sociedad. De este modo, la sociedad representada por los pasajeros del ómnibus, exigen que ella y el joven se transformen en objetos exánimes o vegetales. En el cuento finalmente tanto Clara como el otro pasajero que no había traído las consabidas flores terminan comprándolas para sumarse al resto de los pasajeros por medio de ese acto. «El florista estaba a un lado de la plaza, él fue a pararse ante el canasto montado en caballetes y eligió dos ramos de pensamientos. Alcanzó uno a Clara […] Pero cuando siguieron andando (él no volvió a tomarla del brazo) cada uno llevaba su ramo, cada uno iba con lo suyo y estaba contento» (63). Este acto, por un lado, los incorpora a la metrópoli y los acopla a su orden. Por el otro, los aleja uno del otro y de sí mismos.

El libro de cuentos Todos los fuegos el fuego pertenece al segundo periodo. En él, el terror procede del conflicto de los personajes con lo irracional. Los conflictos se desarrollan dentro de un tiempo mítico. En el cuento La autopista del sur al igual que en Ómnibus el suceso que rompe el orden establecido por la ciudad y el sujeto citadino sucede a nivel comunitario, se trata de un tapón que se prolonga por un periodo de tiempo indeterminado. El suceso fantástico tiene que ver con la variación del tiempo citadino. El narrador nos presenta la ciudad desde una óptica compleja: el análisis de un tejido social. En el cuento se retrata una sociedad materialista en la que los valores están revertidos: la gente vale por lo que posee y no por lo que es. Tanto es así que, en el cuento, a los personajes se les nombra por la marca de sus autos y no por sus nombres. En la autopista hallamos la representación de todo un estilo de vida: la forma de vida de la ciudad. Antonio Planells aclara:

que la sociedad tecnocrática entorpece el establecimiento de una comunicación profunda entre los hombres […] e inhibe el desarrollo de una auténtica y natural relación humana. Pero al mismo tiempo se nos presenta una interesante posibilidad […] que el sincronismo de las partes […] sufra un desperfecto, y que tal anormalidad […] posibilite el retorno a la forma más primitiva de convivencia humana, la tribal […]» (15 - 16).

Lejos de la ciudad el sujeto citadino regresa a un nivel primitivo de existencia. La propiedad privada desaparece y los viajeros de la autopista empiezan a compartir sus provisiones. Al pasar del tiempo acelerado a un tiempo más natural se ponen de manifiesto los falsos valores de la sociedad consumista y se entra dentro de un espacio más humano. Como bien señala Planells: «La ruptura del sistema (u orden) técnico posibilitará el advenimiento de las relaciones humanas […]» (16).

El sujeto citadino está acostumbrado a la incomunicación y el aislamiento. Estas características son fundamentales para el establecimiento del estilo de vida citadino. El hombre de la ciudad sabe las realidades de la vida. Sabe que tiene que competir para lograr sus metas y que la comunicación y las relaciones humanas no pueden tener cabida dentro de su lista de objetivos. El mismo sistema que lo impulsa a "señorear" su propia vida, lo aleja de sus semejantes. Si se quiebra ese sistema la comunicación podrá surgir y con ella las relaciones profundas. Sin embargo, si llega a restablecerse el antiguo orden, el aislamiento regresará a la vida de éstos.

En Deshoras, la última colección de cuentos de Cortázar, el abuso, la coerción y el miedo son temas intrínsicamente políticos y se encuentran en la base misma de las dictaduras. En este libro, el terror ya no es el terror de un personaje aislado sino un terror colectivo que corresponde a la realidad política argentina. Cortázar utiliza el tema de lo irracional y de lo sobrenatural para develar la naturaleza insensata de los estados totalitarios. En este cuento se representa a Buenos Aires como una ciudad maligna o una ciudad del mal. Construcción, que señala Rovira, tiene «su origen […] en la ciudad rodeada de serpientes, como símbolo del mal. Estas construcciones se convierten en claves simbólicas […] a la hora de vislumbrar ciudades posteriores» (20).

El cuento Pesadillas es una metáfora de lo que estaba sucediendo en la Argentina de 1978: la larga pesadilla de los registros, los asesinatos políticos y las desapariciones:

Pero no se terminaba, volvió a empezar una hora más tarde, después más seguido, era como si […] estuviera soñando y que su sueño fuera penoso y desesperante, la pesadilla volviendo y volviendo […] invadida por esa cosa que de alguna manera continuaba la pesadilla de todos ellos (La autopista del sur y otros cuentos, 383).

Como explica Rosario Ferré: «su pesadilla encarna un estado de terror que reproduce fielmente el terror de estado» (144). Mecha, la protagonista del cuento, parecía haber llegado a un estado metafísico en que veía el porvenir de la familia. Presentía el horrendo desenlace que les espera y en medio de su sopor trataba de comunicarle a su familia el peligro que los acechaba: una «leve crispación […] alteraba las facciones, como una voluntad de hablar» (383). Tal vez su impotencia representaba la imposibilidad del ciudadano de imponerse sobre la censura y la violencia de la dictadura. La incapacidad que tiene el sujeto citadino para salvar a sus seres queridos del horror político. Su suplicio representa el dolor de toda la familia, es un anticipo de la desgracia familiar ulterior. La protagonista lucha contra el coma, símbolo de esa ciudad opresora que la paraliza y la domina. Una ciudad que finalmente termina destruyéndola. Dictadura y ciudad son una misma en el cuento. La una va a representar a la otra.

Lauro, el hermano de Mecha, es buscado por la policía a causa de sus actividades políticas. Éste siente la proximidad de los militares y su acoso pero trata de no preocupar a la familia: «¿Qué fue eso Lauro?» «Nada Mamá, unos tiros lejos, ya sabés» Pero que sabía en realidad Doña Luisa, para que hablar más» (385). La preocupación de la madre tiene tintes premonitorios. Esos tiros que se oyen a lo lejos penetrarán luego dentro del espacio doméstico y hogareño.

Al desaparecer Lauro y acercarse los militares a la casa, Mecha trata de volver a comunicarse con Doña Luisa: «Mira Luisa - dijo el señor Botto - fíjate como mueve, la mano y también el brazo, primera vez que mueve el brazo, Luisa, a lo mejor …» (388). Pero Mecha fracasa en su intento de avisar a la familia y los militares entran y ametrallan a todo el mundo. En ese momento Mecha despierta. En las últimas líneas del texto se perfila la ironía del despertar de Mecha cuando ya es demasiado tarde para tomar conciencia y hacer algo: «[…] el crujido de madera astillándose después de la ráfaga de ametralladora […] el envión de los cuerpos entrando en montón, todo como a tiempo para que terminara la pesadilla y Mecha pudiera volver por fin a la realidad, a la hermosa vida». (389)

La cuentística de Cortázar ira moviéndose hacia una literatura más comprometida con lo social. En sus primeros libros de cuentos la imagen de la ciudad se va a dibujar desde un plano metafórico, muy de acuerdo con su primera etapa de corte fantástico. En Bestiario, similar al gladiador romano, los personajes lucharán con sus bestias internas y serán derrotados. Clara tendrá que claudicar ante los adoradores de las cosas muertas e incorporarse a su culto. La representación de la ciudad se construye alrededor de la imagen de la urbe estancada por las bestias del fanatismo religioso y político. Su segunda etapa se adentra en los terrenos del psicoanálisis. Los cuentos de esta etapa se mueven dentro de esa frontera en que los límites entre lo real y lo fantástico se hacen difusos.

En La autopista del sur los sucesos que quiebran el orden racional se desenvuelven en medio de un estado de duerme vela. Lo irracional entra intempestivamente en escena y sobrepasa a los personajes. La imagen de esa ciudad acelerada y neurótica domina al personaje cortazariano y prevalece sobre su apetito de comunicaciones profundas. En su última etapa, Cortázar se acercará al relato de corte político. Lo fantástico no irrumpe ya intempestivamente en el texto sino que brota con naturalidad. El estado de Mecha en Pesadillas es probado por la ciencia, se trata de un estado de coma. Sus pesadillas tienen su origen en la pesadilla del peronismo. La ciudad adquiere contornos más reales menos figurativos. Ésta se convierte en cuna de la dictadura, adquiere sus características negativas y su categoría de sistema maligno. La imagen de la ciudad es la de opresora.

Como en toda gran ciudad - lo veremos tanto en la representación que hace el autor de Buenos Aires y de París, las dos grandes ciudades donde vivió - la urbe se va a convertir en núcleo de todos los males sociales: el incesto, la violación, los trastornos psicológicos, la marginación social, la violencia colectiva y el vertiginoso ritmo de vida. Estos vicios marcarán de forma indeleble a los personajes cortazarianos. Cortázar creará toda una codificación alrededor de la vida del sujeto citadino y de la ciudad. Se trata de una mitificación de la ciudad y de sus habitantes que oculta la soledad y el vacío del hombre de las grandes ciudades.


Notas 1. La negrita es mía.
Bibliografía

Alazraki, Jaime. En busca del unicornio: Los cuentos de Julio Cortázar. Madrid: editorial Gredos, 1983.
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Cortázar, Julio. La autopista del sur y otros cuentos. Estados Unidos: Peguin Book, 1996.
Cruz, Julia G. Lo neofantástico en Julio Cortázar. Madrid: Editorial Pliegos, 1998.
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Morillas Ventura, Enriqueta. El relato fantástico en España e Hispanoamérica. España: Ediciones Siruela, S.A. 1991.
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Planells, Antonio. Cortázar: Metafísica y erotismo. Madrid: Ediciones José Porrúa
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Rovira, José Carlos. Ciudad y literatura en América Latina. España: Editorial Síntesis, sin año.
Serrano Simarro, Alfonso / Pascual Chenel, Álvaro. Diccionario de símbolos. Madrid, España: Editorial Libsa, 2004.
Simó, Ana Maria, et. al. Cinco miradas sobre Julio Cortázar. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo Julio Cortázar, 1968.
Yurkievichi, Saúl. Julio Cortázar: mundos y modos. España: Anaya L. Mario Muchnik, 1994.

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Las huellas de Janus

Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado: César Vallejo

Como un adverso arlequín, el padre tiempo,
mirando en direcciones contrapuestas
señala el destino egregio de los pueblos.

Sus predicciones por siempre expuestas
nos lanzan hacia la codicia o el espanto.

Maquinas terribles se recrean en su guerra.
Fuegos fatuos nos arrojan de uno a otro bando.

Conflictos y cambios acosan al planeta tierra
y el tiempo nos amenaza con su sed de mando.

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Corazones de metal

A mi amiga Belen Vargas

El rockero si sabe amar y yo creo que más intensamente que ningún otro, mi entrañable amiga metalera, coincidimos en eso y por ahí le vamos a empezar porque hay que reafirmarnos entre nosotros los corazones de Metal, sino lo hacemos nosotros mismos quien lo va hacer entonces.

Los rockeros sabemos vibrar, donde otros suspiran y callan nosotros explotamos y nos damos... tanto al ritmo Ultrapotente del Thrash Metal o al Emocional del Speed Metal porque el rockero sí sabe diversificarse. Los rockeros si amamos y con el exceso al que estamos acostumbrados.

Amamos el EXCESO de un solo de guitarra y el sonido estridente y la distorsión de ese bajo que golpea nuestros sentidos. Nuestro amor al Rock pesado es tan incandescente y furioso como densas nuestras pasiones. El rockero sabe exaltarse y puede amar y odiar con la misma intensidad con que escucha una pieza de Rock PESADO.

HAAHAAAHA el corazón del rockero es fuerte como el Metal y sus pasiones son eternas (así de fuerte mi pana). El rockero no teme gritar cuando su "Metallico" corazón lo necesita. El rockero es original porque no cree en copias, ni en en clichés sociales, porque está muy por encima de esas bajezas.

La duplicidad no es de su gusto y la censura es su peor enemiga, porque lucha con ella a muerte de ser necesario. El rockero sabe ser diferente y pagar su precio, arracándose la vida a pedazos sin dejar de ser el mismo. Sabe ser contestatario y sabe ser clemente; no se queda en una sola dimensión, pues sabe ser dual y respetar los dualismos.

El rockero sabe AMAR y eso mis Hermanos del Metal es definitivo!!!

Lynette Pérez

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Jorgelina Nuñez
Las cartas de Gabriela Mistral y Victoria Ocampo

Se escribieron durante 30 años. Se azuzaron, discutieron, se amaron. Y reflejaron en sus cartas, que hoy se publican y de las que aquí se anticipan algunas, a los personajes y al mundo de ideas de su época.

Dos fuertes personalidades. Dos pioneras: una, la primera mujer de América latina que recibió el Nobel; la otra, la primera que integró la «Academia de Letras en la Argentina». Gabriela Mistral, poeta y docente chilena. Victoria Ocampo, creadora de un poderoso proyecto cultural continental: la revista y editorial Sur.

Niña fea, criollota, regalona, FUNDIDA, engreída, china alzada. Estos son los epítetos que la chilena Gabriela Mistral le dirige, en una carta fechada en 1939, a Victoria Ocampo, reprochándole su falta de respuesta. Y no se queda allí, unos párrafos más adelante, arremete otra vez: «Gran bribona, camilluda, ñandú de la Patagonia». Lo llamativo de ese trato marca, en cierto modo, el tono de la correspondencia entre ambas escritoras, que se inició mucho tiempo antes de que llegaran a conocerse personalmente y se extendió a lo largo de treinta años (1926-1956), durante los cuales se encontraron solamente en seis oportunidades.

Un intercambio que fija posiciones entre ambas -a menudo encontradas-, establece los horizontes de referencia que cada una toma en cuenta, las define como pioneras en su labor y protagonistas no sólo de la cultura de sus países, ante las cuales se hallaban un paso más adelante, sino como partícipes fundamentales de los acontecimientos de su época. Un intercambio, en suma, entre dos mujeres de carácter extraordinario que consiguieron tender un puente de comunicación no exento de rispideces, a la vez sostenido por un afecto entrañable.

Elizabeth Horan y Doris Meyer, las dos biógrafas que se han dedicado casi con exclusividad al estudio de la vida y la obra de estas escritoras, han preparado una edición extremadamente cuidadosa de la correspondencia que por estos días da a conocer la editorial El Cuenco de Plata. Un material valiosísimo que repone los datos inherentes a la escritura original de las cartas, incluidas las tachaduras y anotaciones al margen, y un número importante de notas al pie indispensables para entender el contexto de las misivas, junto con apéndices biográficos y bibliográficos.

Un poco de historia: A Victoria Ocampo le gustaba sorprender. Mistral estaba de paso por Buenos Aires, camino a Europa, cuando recibió un ramo de flores de parte de aquella hija dilecta de la burguesía terrateniente, a quien no conocía sino de mentas. Era 1926 y Lucila Godoy ya había adoptado el nombre público de Gabriela Mistral tras haber forjado su imagen de gran maestra chilena y eminente poeta, y había trasladado su fama al México posrevolucionario, en donde colaboró con el Ministerio de Educación.

En esos meses, recibe una extraña visita: un joven que afirma ser su medio hermano le encomienda la crianza de su pequeño hijo, apodado Yin Yin. Por su parte, Victoria ya se había casado y separado, estaba terminando la relación con Julián Martínez, su primer amante, empezaba a emerger del ámbito privado luego de la publicación, en francés, de su primer libro, De Francesca a Beatrice y se estaba convirtiendo en la más célebre anfitriona cultural que el país hubiera conocido jamás. De modo que es probable que en carácter de tal no haya querido desperdiciar la oportunidad de agasajar a una mujer que ya había alcanzado un prestigio intelectual al que ella misma aspiraba. Es en respuesta a su gentileza que la correspondencia se inicia, aunque la primera parte de este volumen consigna sólo las cartas de Mistral, que Victoria supo conservar sin contar con la reciprocidad de la chilena.

Cuando el encuentro entre ambas se produce, en Madrid, casi nueve años más tarde de aquella primera esquela, Mistral manifiesta su sorpresa por haber encontrado a Ocampo «tan criolla como yo, aunque más fina». La seducción de clase que ejerce Victoria marcará una diferencia que permanecerá indeleble a lo largo de toda la relación. Mientras la poeta se define como «india rencorosa y vasca testaruda» o como salvaje a mucha honra, reserva para su interlocutora un tratamiento siempre hiperbólico que oscila entre el de semidiosa («Diana») y el mencionado al principio de esta nota -cuando la ofuscación por sentirse olvidada la perturba-, y que deja percibir un rencor sordo. En cualquier caso, Victoria parece siempre inalcanzable, ya por fina, ya por indiferente.

¿Qué dirá V. O. sobre ese encuentro? En un ensayo escrito luego de la muerte de Gabriela, se queja del equívoco en que se vio envuelta: «Me reprochó a boca de jarro el ser hija de la menos americana de las capitales sudamericanas; ser afrancesada; no haber frecuentado a una escritora amiga suya» (en referencia a Alfonsina Storni). Mistral le reclama no haber buscado la amistad de Alfonsina, cuando lo cierto era que Victoria no tenía ojos más que para Virginia Woolf. Aunque décadas más tarde quiso justificarse («Alfonsina era una escritora y yo una nada»), para V. O. la poeta de Mundo de siete pozos, nunca fue un espejo en el que deseara mirarse. Demasiado local y terrenal, y por qué no decirlo, también algo vulgar le resultaba Alfonsina a quien habría dado parte de su fortuna por participar del esnob grupo de Bloomsbury, que lideraba el matrimonio Woolf, en Londres. Pero si Victoria desdeñaba a Alfonsina, Woolf haría lo propio con Victoria, pues a pesar de los halagos que demostraban una adulación casi patética por parte de Ocampo, ella nunca dejó de ser considerada por la inglesa como una sudamericana excéntrica y hasta cargosa.

La diferencia de origen y de posición económica no es un dato menor, al menos no para Gabriela, cuyo nomadismo se explica en parte por la necesidad de mantenerse económicamente mediante su trabajo en los diferentes consulados chilenos en América y Europa, y que a duras penas podría haber subsistido con su jubilación de docente, aunque fuera célebre. Victoria, dueña por entonces de una riqueza que parecía inagotable, creía con bastante ingenuidad que la «aristocracia del espíritu» se imponía sobre cualquier otra. De diferentes maneras, Mistral le hará notar cuánto de ese origen le pesa e incluso resiente su capacidad literaria («Mucho me temo, Vict., que, a pesar de ser Ud. el patrón de lo natural que yo he imaginado respecto de todas las mujeres (...) Ud. por veneno, ponzoñita y droga intelectual, sea la que achica su tesoro o cierra sus presas internas, o no es ya capaz de tirar como la culebra la piel vieja, la carroña esa de la educación de clase que le han dado».)

Relaciones peligrosas: Ningún otro ámbito mejor que el de la correspondencia íntima para dar cuenta de los avatares sentimentales de los interlocutores. A fines de 1938, la revista y la editorial Sur fundadas y dirigidas por Ocampo, pasaban por uno de sus mejores momentos. Durante la visita que comenzó en Mar del Plata y se extendió en Buenos Aires, Mistral fue puesta en el incómodo lugar del testigo de la tumultuosa relación entre Victoria y Eduardo Mallea, uno de los miembros más conspicuos de Sur. «Ayer fue el famoso encuentro de los nietos de los caciques», escribe Gabriela, en alusión al encumbrado origen de los amantes. «Tengo la impresión de que hablé para nada (...) Tengo, al lado de esa, la impresión de que Uds. dos son unos taimados (porfiados, tercos, horribles, feos, tontos y soberbios, ah, sobre todo soberbios, ¡Dios mío!) Allá se irán los dos al infierno, a su infierno, a su nada, a su piedra calva, a su pampa rasa de la soledad...»

Esa no será la única oportunidad en que la Ocampo busque su aprobación. En 1946, Victoria, que promedia los cincuenta, le encomienda a Roger Caillois, 22 años menor, que visite y acompañe a Mistral en su residencia de Brasil. El francés, quien estaba unido a Victoria por una amistad intelectual que se tradujo en años de colaboración mutua en sus respectivas empresas literarias, se había convertido en su nuevo amante y, a pesar de que ella ya había superado largamente los prejuicios en torno de su libertad sexual, es probable que esperara la anuencia de Gabriela sobre una relación en que la diferencia de edad era ostensible. Hay que agregar que en ese momento las circunstancias por las que atravesaba la chilena eran muy especiales. Su sobrino Yin Yin, de dieciocho años, acababa de suicidarse. «Es tiempo de sobra -escribe- de agradecerles sus cartas y su compañía de lejos y de contarles en detalle la mala muerte que entró por mi casa, tercera vez y peor que antes. Mi Yin, mi 'niñito', ahora más que nunca 'niñito' por la locura que me le llevó, no se fue por dolencia (...) se me mató». ¿A qué se refiere al decir tercera vez? Las cartas no lo mencionan, pero en algunas de sus biografías consta que su primer novio, un empleado ferroviario, se suicidó en 1909, después de que ella rompiera el noviazgo. Y al parecer, hubo otra boda frustrada, de la que Gabriela escapó mientras viajaba al lugar donde debía celebrarse. En materia amorosa, la poeta ha guardado profundo silencio, incluso en esa franja de lo privado que es la correspondencia. Durante su larga permanencia en el extranjero -Madrid, Barcelona, Lisboa, Oporto, Niza, Niteroi, Petrópolis, Los Angeles, Santa Bárbara, Veracruz, Génova, Nápoles y Nueva York- que se prolongó hasta el momento de la muerte, siempre contó con la compañía de jóvenes mujeres que oficiaron de confidentes, secretarias, eventuales enfermeras. A fines del año pasado, tras el fallecimiento de la última de estas acompañantes, Doris Dana, se supo que esta mujer, heredera de Mistral, ocultó durante cincuenta años un extraordinario legado literario, que entre centenares de poemas y cartas duplica la obra conocida de quien recibiera el Premio Nobel de Literatura en 1945. Habrá que esperar, entonces, para ver hasta qué punto este descubrimiento confirma la imagen asexuada de la maestra de América o revela una homosexualidad encubierta.

¿Política? Yo nunca hice política: La primera parte de la correspondencia entre las dos escritoras (1926-1939) participa de un debate que por la misma época se planteaba en el interior de la revista Sur. Se trata de la cuestión del americanismo y de lo que cada una concibe como tal. Mistral no tiene al respecto sino certezas: lo americano es una suma de esencias, de raíces, que abrevan en el indigenismo mientras aspiran a conservar cierta pureza y a que se las conozca como tales. Su misión -y confía que también la de su amiga- es promover la difusión de esos bienes culturales, en su mayoría de carácter folclórico, y sacar al resto del mundo de su ignorancia sobre la riqueza americana. Que Victoria escriba en francés incluso parte de su correspondencia, no deja de parecerle un escándalo rayano en la provocación, una «bigamia lingüística» que siempre le reprochará.

Por el contrario, Ocampo entiende el americanismo de manera muy distinta. Para ella, una desesperante suma de carencias -de tradiciones, de referentes- debía impulsar a los intelectuales latinoamericanos a buscar el mejor modo de rellenar esos huecos con materiales provenientes de otras culturas, al tiempo que ellos mismos iban forjando su propia identidad y la daban a conocer. De allí la colosal política de traducción que emprendió Sur y que sin duda constituye su aporte más significativo y perdurable.

Con el tiempo, la discusión cederá lugar ante los fuertes acontecimientos políticos de la época y de los cuales ambas fueron, en mayor o menor medida, partícipes. La Guerra Civil española toca de cerca a Mistral («Y ya están peleando, carabina al hombro, las mujeres en España, las falangistas disparatadas y las comunistas. Yo deseo que ganen las izquierdas, pero no entenderé nunca el que se lleve a mujeres a esa inmundicia de la guerrilla»), que tuvo que trasladarse de Madrid a Lisboa. Su preocupación no se limita a la suerte de sus amigos. En 1937, realiza gestiones en París a favor de la República Española y más tarde le pide a V. O. que publique su poemario Tala y ceda sus beneficios a los huérfanos de la guerra.

La actividad política de Ocampo se ejerce en el terreno interno y el externo, aunque ella nunca la reconocerá como tal. En 1936, funda la Unión de Mujeres Argentinas destinada a hacer valer los derechos civiles de las mujeres, entre ellos, el voto femenino. Y seis años después participa de una organización formada para contrarrestar la infiltración nazifascista en la Argentina. Con igual ahínco, desde las páginas de Sur, se pronuncia contra el comunismo y no es difícil imaginar hasta qué punto el peronismo encarna para ella la idea misma de abyección.

La década de 1945 a 1955 la verá batallar como una de sus mayores opositoras, al punto que la revista celebrará la caída del régimen con un número especial. Las cartas de esa época constituyen lo más jugoso de este volumen pues narran en detalle su furia, la persecución de la que fue víctima («el peronismo no me deja vivir»), la merma considerable de su fortuna y esa suerte de purificación espiritual con la que buscó sublimar su breve encarcelamiento, a cuyo término Mistral contribuyó. Un telegrama personal dirigido a Perón, en mayo de 1953, bregaba por la libertad de Victoria, junto con otros dirigidos a personalidades como Alfonso Reyes y Ernest Hemingway, que instaban a presionar en el mismo sentido. («Querida, querida Gabriela: (...) En los diarios peronistas se dijo que a pesar de mis culpas me soltaban por tu cable».)

Ese gesto será uno de los últimos esfuerzos que Mistral emprenderá con plena lucidez. Los años han pasado y la ceguera provocada por una diabetes mal curada sumada a la profunda depresión que siguió a la muerte de Yin Yin, la aíslan dentro de su propio mundo plagado de obsesiones y delirios místicos. Victoria viaja para verla en Nueva York, en diciembre de 1956, días antes de su muerte. Y le escribe a su hermana Angélica Ocampo sobre esa visita: «Es realmente tristísimo que acabe así... un poco en la línea de sonambulismo de toda su vida, pero como en siniestra caricatura de sí misma». La argentina la sobrevivió más de veinte años. Por entonces, las dos eran, y siguen siendo, leyenda.



03-11-2007 / Fuente: Clarin.com y Bitácora de Luis Aguilera

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Susana Reinoso (Argentina)
Tres poemas de adolescencia de Victoria Ocampo


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Tres poemas inéditos de Victoria Ocampo, escritos a los 16 años fruto de la admiración que sentía por la soprano ucraniana Salomea Krusceniski y el poeta y dramaturgo francés Edmond Rostand, así como de su exaltación espiritual, fueron rescatados por la Fundación Sur.

Las piezas, escritas a mano, en francés y en papel de seda- pertenecían al acervo de los herederos de María Mercedes Carranza, quien, junto con su hermana Matilde, fue muy amiga de la adolescente Ocampo. Cada texto lleva como firma el diminutivo Victorita, y llegaron hace unos días a manos del presidente del Consejo de Administración de la Fundación Sur, Juan Javier Negri.

Las piezas se encontraban en perfecto estado de conservación. Estuvieron durante casi un siglo en un sobre identificado con la leyenda «Pour la Negra et Petite» («Para la Negra y la Pequeña»), apodos escritos de puño y letra por Victoria Ocampo, de cuya muerte se cumplirán 30 años en enero de 2009.

Cada uno de los poemas exhibe, señaló Negri, «la independencia de criterio, la libertad intelectual, la exploración de nuevas fronteras del arte y la cultura, el hilo conductor en la vida de Victoria».

La célebre fundadora de la revista Sur pudo conocer poco después en Europa a los protagonistas de su entusiasmo. Y pese a que, por su timidez, no se atrevió a dirigirles la palabra, por lo menos dejó expresado en los sonetos su deslumbramiento por Krusceniski y Rostand.

Victoria compartió, a los 16 años, lecciones de piano con las hermanas Carranza. Ninguna de ellas asistía a la escuela, pues eran educadas en el hogar. Negri sostiene que fue en esas restringidas ocasiones en que las amigas coincidieron en clases de piano cuando Victoria entregó los poemas a las hermanas Carranza.

En el papel con membrete circular que registra las iniciales RVO (Ramona Victoria Ocampo), en el soneto dedicado a Krusceniski, la mecenas escribió en francés «que tu me plais, ô timbre étrange» («cuánto me gustas, timbre de voz extraño»). Victoria escuchó a la soprano por primera vez en 1906, cuando Krusceniski protagonizó La Wally, de Cilea, con la dirección de Toscanini, en el viejo Teatro de la Opera [aún no existía el Colón], según el relato de Negri.

Victoria pudo conocerla tres años después, una tarde en París. «No pude articular palabra en su presencia. Esto al parecer conmovió a la Walkiria de mis sueños», escribió, encendida, la adolescente Ocampo. La soprano le regaló una foto autografiada en francés.

En tanto, el poema ¡Blancheur! ( ¡Blancura! ) no tiene un destinatario específico y recoge su anhelo profundo hacia «el infinito del ideal».

Para Negri, los poemas revelan que «Victoria, una escritora en francés, era capaz de expresar ideas y conceptos desde muy temprana edad». Y mostró, ya a los 16 años, una alta sensibilidad hacia las artes.

El segundo soneto está dedicado «a monsieur Edmond Rostand», dramaturgo y poeta francés (1868-1918), autor de numerosos dramas y comedias, entre ellas Les Romanesques, de 1894, y Cyrano de Bergerac, de 1897. Hacia 1910, Rostand sería considerado el mayor dramaturgo francés.

Soneto

Me gusta, triste, soñar por la tarde, cuando tañe la hora,
Sea con el céfiro perfumado de la primavera
o de un invierno helado la brisa monótona

que de las campanas me trae un sonido claro y vibrante.
Me gusta imaginarme en una playa bretona
Con su arena de oro y el océano inmenso

Y la queja sin fin de las olas que resuena,
Esas olas de tono glauco y espaldas de espuma.
Amo esos días de verano donde el sol cálido brilla,
el pájaro vuela borracho de luz y gorjea,

las flores perfumadas lo embalsaman todo y el prado es tan verde!
Pero lo que llega más a mi alma sensitiva,
lo que la hace llorar y la cautiva
es escuchar, oh Rostand, cantar su alma en verso.

RVO / Ramona Victoria Ocampo /
La Nación

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Allen Ginsberg (USA)
America


América, te lo he dado todo y ahora no soy nada.
América, dos dólares y veintisite centavos. 17 de Enero de 1956.
No aguanto mi propia mente.
América, ¿Cuándo pondremos fin a la guerra entre seres humanos?
Que te jodan a ti y a tu bomba atómica.
No me siento bien, no me molestes.
No pienso escribir este poema hasta que esté cuerdo.
América, ¿Cuándo nos portaremos bien?
¿Cuándo vas a desnudarte?
¿Cuándo vas a mirarte a través de la tumba?
¿Cuando serás merecedora de tu millón de trotskistas?
América, ¿Por qué están llenas de lágrimas tus bibliotecas?
América, ¿Cuándo enviarás tus huevos a India?
Estoy harto de tus absurdas exigencias.
¿Cuándo voy a poder ir al supermercado y comprar lo que necesite con mi cara bonita?
América, después de todo, somos tú y yo los que somos perfectos, y no el otro mundo.
Tu maquinaria es demasiado para mí.
Me haces querer ser un santo.
Debe haber otra manera de poner fin a esta discusión.
Burroughs está en Tánger y no creo que vuelva. Serí­a demasiado perverso.
¿Acaso tratas de ser perversa o es sólo una broma de mal gusto?
Intentaré ir al grano.
Rechazo renunciar a mi obsesión.
América, deja de presionarme. Sé lo que estoy haciendo.
América, las flores del ciruelo están cayendo.
No he leí­do los periódicos durante meses, cada dí­a alguien es juzgado por asesinato.
América, me solidarizo con los sindicalistas.
América, cuando era niño era comunista y no me arrepiento.
Fumo marihuana siempre que tengo la oportunidad.
Me siento en mi casa durante días enteros contemplando las rosas en el armario.
Cuando voy al Barrio Chino me emborracho y nunca me acuesto con nadie.
Estoy convencido de que van a haber problemas.
Me deberías haber visto leyendo a Marx.
Mi psicoanalista cree que estoy perfectamente bien.
No pienso rezar el Padrenuestro.
Suelo tener visiones místicas y vibraciones cósmicas.
América, aún no te he dicho nada sobre lo que le hiciste a Tío Max cuando volvió de Rusia.
Estoy hablando contigo.
¿O acaso vas a permitir que nuestra vida emocional sea dirigida por la revista Time?
Estoy obsesionado con la revista Time. La leo cada semana.
Su portada me mira cada vez que giro la esquina de la tienda de golosinas.
La leo en el sótano de la biblioteca pública de Berkeley.
Siempre me habla sobre responsabilidad. Los hombres de negocios son serios.
Los productores de películas son serios.
Todo el mundo es serio menos yo.
Y me da por pensar que yo soy América.
Estoy hablando solo otra vez.

Asia se alza contra mí.
No tengo la más mínima opción.
Será mejor que tenga en cuenta mis recursos nacionales.
Mis recursos nacionales consisten en dos porros de marihuana,
millones de genitales, un literatura privada no publicable
que va a 1400 millas por hora y veinticinco mil sanatorios mentales.
No digo nada sobre mis prisiones, ni sobre los millones de desgraciados
que viven en mis macetas bajo la luz de quinientos soles.
Ya he acabado con las casas de putas de Francia, Tánger es la siguiente.
Mi ambición es llegar a ser presidente a pesar de ser católico.

América, ¿Cómo voy a escribir una santa letaní­a con tu mal humor?
Continuaré, como Henry Ford, ya que mis estrofas son tan personas como sus coches.
Más aún, son todas de diferentes sexos.
América, te venderé estrofas a 2.500 dólares la pieza. 500 dólares de rebaja por tus estrofas viejas.
América, libera a Tom Mooney.
América, salva a los republicanos españoles.
América, Sacco y Vanzetti no deben morir.
América, yo también soy los chicos de Scottsboro.
América, cuando tenía siete años mamá me llevaba a las reuniones de la Célula Comunista, nos vendí­an garbanzos, un puñado por entrada, una entrada costaba un niquel y los discursos eran gratis.
Todo el mundo era amable y solidario con los trabajadores.
¡Todo era tan sincero! No te haces una idea de lo bueno que era el partido en 1935.
Scott Nearing era todo un gran anciano, un verdadero mensch.
Madre Bloor me hizo llorar. Incluso una vez ví­ a Israel Amter con mis propios ojos.
Todo el mundo debe haber sido espí­a.

América, en realidad tú no quieres la guerra.
América, son ellos los rusos malos.
Los rusos, los rusos y también los chinos. Y los rusos.
Rusia quiere comernos vivos. El poder loco de Rusia.
Quiere sacar nuestros coches de nuestros garajes.
Quiere llevarse Chicago. Necesita un Reader’s Digest Rojo. Quiere tener nuestras fábricas de coches en Siberia. Con su enorme burocracia controlando nuestras gasolineras.
Y eso no es bueno. Argh. Ellos enseñar a Indios a leer. í‰l necesitar grandes negratas.
Ahh. Ella hacernos trabajar dieciséis horas al día. ¡Socorro!
América, esto es algo bastante serio.
América, esta es la impresión que te llevas al ver la televisión.
América, ¿Son así­ las cosas?
Mejor deberí­a irme al trabajo.
Es verdad que no me quiero apuntar al ejercito o manejar un torno
en fábricas de repuestos.
De todos modos, soy miope y psicópata.
América, trataré de arrimar mi hombro de maricón.

[Allen Ginsberg (New Jersey, 1926 - New York, 1997) es uno de los más significativos y auténticos poetas del siglo XX. Su obsesión por el sexo, las drogas, la religión y la política le han convertido en una figura sumamente provocadora y comprometida]. /
Aproximación social a la poesía de Allen Ginsberg / El Librepensador ]

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Carlos López Dzur (PR)
Memoria del segundo visitante


Leopoldo Fortunato lleva tres días que no se levanta. Tiene el páncreas deshecho por un cáncer. El miedo al gesto violento de su corazón lo mantiene en vela. Madruga con los ojos abiertos, tieso sobre la cama, solo en la habitación. Se imagina leyendo de su propia memoria. Abundantes pasajes, sin páginas, sobre 76 años de su vida. Habría querido esta lucidez para dejar su nombre en la historia y la de aquellos compañeros que fueron tan fieles al Escuadrón de Inteligencia del Batallón 601.

A los 17 años de edad, cuando entró a la Academia, ya algún sueño de gloria recorría su sangre como el asomo de un impetuoso glóbulo rojo. Mas vallas de contención detuvieron su anhelo. Aquellos gritos sofocaron su innata impaciencia: «Obedece, obedece». Tuvo que domarse a ciegas, con entrenamiento de obediencia en una escuela de asesinos que lo llevó a Panamá con los gringos. Recuerda la comandancia en el Segundo Cuerpo de la Armada. Aquellos años, tras la muerte del Ché Guevara, que animaron este sentido de misión heroica por la historia del mañana. El no se arrepiente de una búsqueda discreta de eliminar enemigos de ese mañana que todavía está desvelándolo.

«Sólo la Administración de Reagan fue agradecida. Aquella frase: «You're a bulwark against Communism», aún no encuentra su eficiente traducción. Le gustó más cuando el asesor Richard V. Allen lo llamó magestuoso general.

«¿Y habrá algún argentino de la administración de Viola y Bignone, o de las anteriores a Isabel Perón, que tenga para mí, Leopoldo Galtieri, prenda de su gratitud, agradecimiento o palabra de encomio? ¿Cuántos otros 25 años esperan que yo les ofrezca haciendo trabajo sucio? Trabajo que hoy me restrellan en cara: vos mataste, torturaste a los 18 pibes marxistas, vos sós quien echaste a la cuenta de muerte y de secuestros a tres ciudadanos españoles. Tenés corazón de asesino... Y fue la misma puta Junta quien dijo: Obedecé a ciegas, ya no hay partido ni uniones ni alcandías provinciales, proscrito ha sido el marxismo. Todo está está prohibido para que tengás el pretexto de matar a quien salga a la calle a protestar, o defender a los Montoneros y, entonces, crecéte vós con los batallones. Hacé la guerra sucia que soñaste contra la subversión. Limpiá la sociedad de comunistas, con tortura, con presidio. Sabés hacerlo: vos matás a mansalva, sin juicios, sin preguntas, ejecutá lo que aprendíste en Panamá con los gringos. Tirálos desde helicópterios al río y mar de Plata, electríficales las pelotas...»

Un día Leopoldo Fortunato sacó la ira de sí, demasiada ira, por causa de los 25 años en los Cuerpos de Ingeniería, y miró a la Historia con la misma plutocrasia y cresomanía que Pinochet e ideología del capital que los millonarios del Hemisferio. Su voz cada más autoritaria hizo que se le nombrara Mayor General y, otra voz chantajista y demandatoria, a pocos meses, presionó desde sí por la jefatura de una Comandancia. Y, ya en su pedir con enojo, no hubo límites. «Porque yo sé muchas cosas y si hablo, todo el mundo cae». Esos años de 1976 a 1980, cuando advine como Teniente General, los llamaría en su meditación. «Los años de mi voz chantajeadora y de mi enojo venenoso».

Y, por ambición, pensó que el pueblo estaría con él. Fue una mañana del 2 de abril de 1982. Los británicos retomaron las Malvinas y alrededor de la Plaza de Mayo, aledaña a la Casa Rosada, él se asomó a su balcón del lado izquierdo (no el mismo que alguna vez utilizara Perón). Y dijo: «Allá abajo está mi pueblo y mi gloria» y dio el último saludo, tras anunciar: «Soy el nuevo presidente, digamos adiós a Isabel y tengo un mensaje para Margaret Thatcher, reconquistaremos las Malvinas. La integridad del territorio argentino».

Y ante su encendido patriotismo sonaron las sirenas. Las oye. Y el páncrea dolió más mientras oyó las voces procedentes de la Plaza. La voz más temida fue su corazón agitado, echnado punzadas dentro... ese temido ataque del maldito cardio que, ante tanto desafío, urde callar a Leopordo Fortunato para siempre. «¡Cómo jodés, punzando cardio!» Se ha originado una huyilanga caótica, pánico, gritos de su gente que se dispersa, reprimida por el miedo. Británicos cabrones. Pero días antes, un 30 de mayo, a quienes no eran sus simpatizantes, sino sus críticos que le han creído un «eterno inepto para detentar el poder», los sofocó en la misma plaza.

¡Qué vergonzosa derrota! El que juró que los británicos, al mando de una vieja flaca, son una «mierda», «remanente tecnológico» de la era de posguerra, sin la habilidad de enfrentar el coraje argentino, no retuvo las Falklands. El invasor británico avanzó con los más avanzados sistemas de armas, tropas mejor entrenadas, con profesionalismo verdadero. Leopoldo al pataleo. «Y pensar que pudo negociar, sin esta mortandad inútil». Lo aplastaron como a una sabandija. Las ventajas geográficas y numéricas de Argentina, sus enjundiosos patriotismos, fueron menos que este aliento restante de Galtieri. Ahora, al repasar los crímenes de su memoria y esta temeraria aventura contra el imperialismo, le parece uno más. No dio el grado de héroe victorioso. No pudo.

Allá, retorciéndose él, con el estómago hirviente por dolor, ve la amenaza. Ya no es el hospital el escenario. Lugar de resposo irreposado. Son barrotes, celdas del arresto. Lo han aislado. Lo acusan. Lo interrogan sobre memorias que mejor él mismo abandonó para olvidadarlas. «Estamos en las postremerías del 1983 y me hablan de pasados». Ha perdido la noción cronológica. Una Corte Militar aprieta su corazón para asfixiarlo y le pide cuentas por la Guerra Sucia, que son «entre 8,000 y 30,000 víctimas» [todas descritas como subversivos, aunque sean pibes y pibetas de colegio, maestros, periodistas, no necesariamente guerrilleros]. Hay quejas civiles que preguntan por niños secuestrados y por la desaparición de otros activistas de la izquierda. Dieciocho que parecen especiales. Sus familias han perdido el miedo a reclamarlos. «¿Dónde los tienes, asesino?»

Lo insulta. Ha dado diez años más de servicio patrio y ahora ni como cómplice es bueno... Que como estretega militar ejecutó miles de pendejerías al conducir la guerra en las Malvinas. Esto sí que le patea su corazón debilitado. El mismo Ejército en un informe [«Notas y observaciones de Rattenbach»] pide que se le despoje de todos sus rangos, de todo sueldo, que se le confisque todo lo que tiene... porque es un mediocre, pura adrenalina de homicida; genocida... Como fantasmas, sus incrédulos ojos: Puede verse fuera de la prisión. Lo mandan ante un pelóton de fusilamiento... Oye que ordenan: «¡Fuego!». Oye el fragor de balas. Los chorros de sangre salpican cientos de paredes; y no muere. ¿Será que soy inmortal? Ninguna bala penetra el cuerpo suyo. En 1986, la sentencia vino al fin: 12 años de prisión. Es todo.

Ha vuelto a verse sobre la cama. Alguien viene a verle. Es la segunda visita que recibe, después de aquella qie en 1989, le hiciera Carlos Menem. Trajo noticias de perdón. Se incluye a otros 39 oficiales de rango en el ejército en la amnistía presidencial. «Vos y otros amigos, Leopoldo». Fue una visita breve, cortés; la segunda visita es larga. Es este juego con los remordimientos y el páncreas... No dio tiempo para reexaminar todo. Pero, cuando se fue aquel alter-ego de Leopoldo Fortunato, dijo: «Antes de irnos, pasemos a ver la tumba de tu padre, ¿querés?»

«¿A dónde? ¿Juntos? Que nadie hay que me quiera ver ni respete»

«Vamos, no temas. Donde vas se respeta a todos».

«¿Y habrá algún argentino de la administración de Viola y Bignone, o de las anteriores a Isabel Perón, que lo haga o que tenga para mí, Leopoldo Galtieri, una palabra de encomio? ¿Habrá tiempo para avisar a mis dos hijas, a Lucia Noemi?»

«No».

Aquel invierno, del 12 de enero, el visitante le clavó la guadaña en el pecho y a Gartieri se le viraron los ojos, con el ataque cardíaco. Entonces, se largaron a ver a ver las tumbas de viejos inmigrantes italianos, gente trabajadora y humilde, como su padre y como la que él había dejado de ser.

18-08-2005 /
Microrrelatos

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El viaje místico de Francisco Ranero

Francisco Ranero se pasea a caballo, sin ningún galope, por la que fue en 1860 la extensa finca «Piedras Prietas» en el pueblo de Pepino. Es un viejito vizcaíno a estas alturas. Vino joven como un guardia civil de los que llaman «serafines», por las galas de su uniforme y antes pasó de la comarca natal de Las Encartaciones, provincia de Vizcaya, en España, a un pueblito isleño que aún se llama «Juana Díaz». Para el año de 1888, con quienes hoy son íntimos compinches, amigos de visitar el Casino de Pepino y jugar a la baraja con incondicionales, como Mantilla y Guijarro, se pelearon por la Alcaldía de Juana Díaz y no se lograba acuerdo. Entonces, Policarpo Echevarría, con quien hoy se acompaña, Pascasio Alvarado, Jaime Grau y él, la administraron juntos. «Cuatro alcaldes son mejores que uno», dijo Ranero.

A él, por cualquier nimiedad, le ganan los humos filosóficos. Reexamina la noción de autoridad, obediencia, civismo... El leía a Ferrer i Guardia y la revista que en Bélgica tenían los anarquistas. Sí. Ahora lo tienen contra la espada y la pared, tan sólo por ser español y ex-militar. «Y son esos criollos dominicanos, con esos mambises de aquí, con instintos brutales y un volcán de deseos desenfrenados, por alma y por historia, quienes estorban la convivencia... Que aprendan de nosotros, Policarpo, ¿recuerdas? Cuando el poder se nos fue a la cabeza y cada quien lo quería para sí solo, hablamos al estilo de Francisco Ferrer, el Maestro, y nos los repartimos los cuatro los deberes de la Alcaldía en Juana Díaz».

Cabalgan lentamente para contarse historias y en eso, por los derredores, se oyeron súbitos relinchos. Un caballo cocea. Bufa libre y salvajemente por los terrenos llanos de Piedras Prietas, la que fue hacienda de Teresa Ballester. Entonces, ambos jinetes hincaron ijares de sus caballos y se acercaron a verlo. El enérgico cuadrúpedo tiene una bella pelambre grisácea y largas crines muy oscuras. Es el semental indomable, favorito de Alejandro Alers, el hacendado más rico de la región.

El caballo ha escapado del potrero. Y parece en el éxtasis, «salido del corral de sí mismo», como no puede hacerlo el hombre fornicario. «Hoy el caballo no se siente de Monsiú; volaría, han nacido alas mágicas a su costado». Internalizando la escena, al corazón de Ranero algo sentimental o melancólico lo conmueve. El Teniente Echevarría Alvarado ha mirado sus ojos próximos al llanto. «Francisco, ¿qué te pasa?»

Y el viejo vizcaíno contestó.

«Es que Isabel, mi esposa, es muy linda. Lloro por eso». Como nunca lo comprendería y admiraría el monsiú Alers, dueño de tan hermoso caballo, «Isabel Ballester González: mi Isabelita, es hermosa e inocente», repite... Todavía el caballo, libre y suelto ante su mirada, por un lado, para él evoca el movimiento cíclico de la vida, seres que emergen del caos amorfo de las profundidades, seres que expresan las formas vivientes y con su galopar casi un vuelo hacia ventanas intangibles entre las nubes... «Y son a veces el presagio de guerra; no ya «la madre en nosotros, la intuición bendita y mágica; no ya la herradura que da buena suerte, no ya el tridente de Neptuno, ni las vías de imaginación, nobleza y trabajo».

Por cualquier nimiedad, Ranero cede a expresar sus humos filosóficos; pero ésto que hoy le confiesa es algo que duele. La familia de su esposa lo ha contagiado con la tragedia que motiva cada melancolía. «Es que las Ballester han sufrido mucho». Monsiú las comparaba a todas con «caballos de cien pesos», valiosos, y cargaba sobre unas mulas, no monturas, alforjas y banastas plenas de monedas de oro. E irrumpía como ese caballo que ha entrado a los predios ajenos: «Lo que pese esa yeguita de mujer, yo lo pago. Esa vírgen es mía. Yo la estreno, la desvirgo y la crío».

Isabelita fue una. La pesó sobre una balanza delante de testigos. La demandó de su padre yle pagó cuando accedió al trato. Y, en efecto, Monsiú le comió la honra porque pagó el dinero hasta que un día la abandonó. Pesó a otra.

Este mismo año en medio de las quemas, robos y ultrajes, cometidos contra los españoles, volvió a repetirse la tragedia. Los rumores indican que un negro fue el violador de una de las Ballester y que un intento de ultraje se hizo cuando bajó de los altos de la tienda La Euskelerría la señora de Jaunarena Azcue en el barrio Guajataca. «Don Pedro y doña Cleofe Ballester identificaron a 14 hijos de putas». Fueron los agresores y la Corte investiga.

«¡Qué bueno, Policarpo, que el Coronel nos ayude a regresar a España! Estoy vendiendo lo mío en Pepino y me iré con Isabelita antes que pierda el cuero como amenaza el trovero».

Al recordar la niñez, allá por Soba (Cantabria) y la aldea vizcaína de Carranza, le vuelve el alma al cuerpo. Echa de menos el pueblito de Lanestosa al que se irá con su mujer criolla. En Pepino, le están cantando decimitas de amenaza. Aún le trovan la muerte, por componte, si no se larga del pueblo. Y él no quiere ese odio que le costó un brazo cercenado a Jaunarena por defender la honra de Cleofe.

Por eso está aquí, visitándole el Teniente Don Policarpo Echevarría Alvarado, enviado del Coronel José Sánchez de Castilla. «Me contó lo tuyo: Que turbas de comevacas y tiznaos te molestan; pero esto es más triste, Ranero».

Díle a Braulio Caballero
que toda deuda se paga
y a Francisquito Laurnaga
que pronto perderá el cuero.
A Mantilla y a Ranero,
ese par de serafines,
les dirás que nuestros fines
son de a Guijarro coger
y arrimarle a Castañer
junto con Víctor Martínez. *

El enérgico cuadrúpedo tiene una bella pelambre y largas crines. Es el caballo semental favorito, indomable, de Alejandro Alers. Y algo melancólico le viene a la memoria a Ranero. Ahora, en vez de evocar el caballo y sus símbolos, evoca a Isabel. Un éxtasis que contacta su piel lampiña, no pelambre. Es rosada y blanca. Es una briosa campesina que imagina en ruptura de niveles interiores. Vio a Isabel y Teresa Ballester realizando rituales de cosecha y de viaje.

04-02-2003 /
Carlos López Dzur

[* Décima histórica de la tradición oral. Se cantaba, con el nombre de componte, o contra-componte, por los campesinos involucrados en las Partidas Sediciosas / también comevacas y tiznos / de 1898 en el Pueblo del Pepino, como una forma de avisar un planeado ajusticiamiento contra ciudadanos españoles o propietarios maltratadores del peonaje. El brote de rebeldía campesina se intensificó por causa del hambre, el cierre de comercios y la invasión norteamericana a la isla. El contenido de este cuento y nombres de personajes son reales].



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Tu enemigo, Billie



I long to try something I never had:
«Lover man», cantada por Billie Holiday (1915-1959)

Aquella niña que creció en Harlem la conocí como Eleonora, pero, más tarde, se olvidó el mundo que era de aquellas negras Fagan de Filadelfia que, en el talento, la música, no las dejó en la noche del frío, o esos desamparos del racismo y la exclusión. Eleonora comenzó a brillar tan sublimente que le llamaron «Lady Day», Dama de lo Diurno. Señora del Día, porque, en asunto del canto pop y el jazz, abría sus esplendores de sol, fraseo y tempo de luz para iluminar la melodía.

Desde el 1933, se aproximó a grabarla la Columbia, más tarde, otros sellos disqueros poderosos, Commodores, Aladdin, MGM, Capitol, Decca... Y, entonces, era Queen of Song. La Reina. Olvidaron que ella era Eleonora, que su niñez fue miseria, que de su padre apenas tuvo el apellido. ¿Y Frank DeViese? Diablo, avieso. Y Holiday, ninguno. Hall-oh-crisis! Cada vez que canta «Fruta extraña» piensa en su padre, como un ser que cuelga como fruto pudrido ya en camino hacia el bosque de la nada...

De contínuo y desde siempre, ella juega con las palabras para no recordar ni llorar y aprendió a hacer canciones, o co-escribirlas: «God Bless the Child», porque la suya fue maldita, «Don't Explain», porque es tarde para hacerse ilusiones y tener fe en esta mundo horrible... «Lady Sings the Blues», y una vez termina las canciones, se va su corazón a un recuerdo. La está violando un cabrón y ella tiene diez años solamente. Y la mente, mientras enciende a escondidas en su camerino un cigarro de marihuana, se extasía con aquellas escapadotas de la escuela... se iba de pinta, cantaba a solas cosas tristes y dijeron que estaba loca y el reformatorio, The House of the Good Shepherd, con toda la buena fe de sus curas católicos, no pudo con ella... Como ni hay amor ni buena vecindad, se vino a New York.

Ahora Wilbert Rich no la podrá violar y amedrentarla para que no lo diga. Su madre acaba de sorprenderlos y la jala de las piernas para quitarle de encima al malnacido que la amaciza con sus güevos sobre su vientre. Ni buena vecindad ni decoro ni dignidad en la raza.

«¿Para que recordar ese pasado?», le dice a Abel Meeropol, maestro de escuelas del Bronx, que hace llamar Lewis Allan. Se la quiere llevar al «Café Society», en el barrio Greenwich Village, donde judíos como él alternan con negros, con boricuas, con gente de uniones izquierdistas y sindicatos que promueven lucha y cambio social, integración racial, diálogo y convivencia... «Esa canción duele. No quiero cantarla, Abel».

Y él le habla de un nuevo futuro porque la ha visto en las drogas. Bebe y abusa de tranqulizantes. En 1947, le allanaron el apartamento y la arrestaron por posesión de narcóticos y drogas. Jimmy Monroe, el esposo, es un infiel y le ha dicho: «No expliques esa mancha de lápiz de labios en el cuello». Y se puso a drogarse. «You Better Go Now»... «What is This Thing Called Love?»

Abel Meeropol comenzó a prepararla para Pod's and Jerry, para que vuelva a irle de maravillas, como a la Reina que es y con una orquesta grande. Mejor que la de Count Basie y Artie Shaw. Grande, pero siempre más pequeña que su voz... «your an outgoing warmth, a palpable eagerness to reach and touch the audience, and your mocking wit». Y es que ya hasta los músicos blancos aman su fraseo, su tempo, su feeling... «pero hay que pegarles en la cara. Vas a cantar 'Strage Fruit', porque es como un himno del sindicato contra los linchamientos y después al Carnagie Hall. 'Lady Sings the Blues'. Y Herbie Nichols, al piano... y te voy a decir algo, Billie. El peor enemigo no el padre que te abandona, el vecino que te ultraja de niña, el marido infiel, es la pobreza del Bronx o los ghettos de Filadelfia o Harlem... y la CIA y el FBI que te ha visto creciendo, reclamada en Europa, grabada por Columbia o los estudios de MGM y ha dicho... revisemos que lleva en la cartera, que esconde en su apartamento, quitémole el nombre prestigioso de Reina o Dama del Día...»

Le ha barrido de un manotazo una línea de coca. No te van a quitar la droga para que no la consumas, Billie. Van a dejar que te enfermes con ella. Y van a exponer que eres viciosa y que no triunfarás ni serás ejemplo por ese vicio. La CIA y el FBI; ambos brindan estos narcóticos / alucinógenos / a la gente como tú con el objetivo de distraer su atención sobre el contexto político y contracultural... Para contrarrestrar el fruto extraño de un negro colgado de un árbol por los KKKs, en camino hacia la exclusión y la nada, te dan su versión del fruto extraño, píldoras, cocaína, heroína... Se filtraron en en Greenvich Village, en el rock, el jazz, el pop, en todo reino de creación y hay que parar eso, Billie. No dejes que la canción se prosterne y humille ante ese enemigo: extraño fruto del blanco, el arma feroz para desarticular todos los pensamientos rebeldes...»

Ya era tarde. El 31 de mayo de 1959 fue llevada de emergencia al Hospital Metropolitano. Una cirrosis hepática y una cardiopatía precedió a su arresto. La policía vigiló la puerta de su habitación en el hospital por 17 días, hasta el día que murió. Ya supo que no levantará. Morirá sola, bajo sospecha, criminalizada. No es una estrella ante los ojos de esos malditos guardias que dicen a la prensa: «She's a nigro-felon under police custody». Se ha consultado el banco y tiene setenta centavos como único capital. Los tabloides ofrecen $750 por una foto y una confesión post mortem que diga: «Me maté con una sobredosis». Y aún así, no se permiten visita a menos que se vaya a pagar la cuenta hospitalaria.

25-08-2003 / Microcuentos /
Colaboradores

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Alberto Martinez-Marquez (PR)
La textualidad performática en Corte al azar de René Pérez Martínez


La publicación del poemario Corte al azar de René Pérez Martínez en el año 2008 es significativo por dos razones principales. Primeramente, se trata de la primera colección de poemas de este joven escritor que ha venido participando en la escena literaria puertorriqueña durante casi una década. Pérez Martínez había participado notablemente en las revistas-colectivo Zurde y Puñal de Epifanía, que participaron de la vida cultural de Mayagüez entre principios y mediados de la década de 2000. Del mismo modo, la participación en recitales y actividades performativas de Pérez Martínez se suma honrosamente a la trayectoria de este novel gestor de la palabra.

Por otro lado, la importancia de Corte al azar reside, además, en que se trata de la primera publicación de la Editorial Preámbulo, fundada por este poeta. Esto que acabo de señalar es muy importante al momento de tenerse en cuenta la actual proliferación de editoriales alternativas en Puerto Rico surgidas en los últimos dos años.

Los treintaicinco poemas que constituyen Corte al azar se mueven temáticamente alrededor de la permanencia, la mutabilidad, la totalidad, el tiempo y el agotamiento del sujeto. Este núcleo temático se asienta a su vez sobre una base indagatoria y reflexiva de connotaciones ontológicas (el ser), congnitivas (la percepción) y fenomenológicas (la apariencia y la esencia) que alterna con el marcado lirismo de su lenguaje. La mayoría de los textos de Corte al azar son breves y, en ocasiones, adoptan un carácter aforístico sin rayar en lo sentencioso. Incluso, los poemas de mayor extensión combinan versos breves con versos largos, que articulan una particular cadencia y ritmo, apelando tanto al performance escritural como al performance oral.

El manejo de un recurso formal como la disposición tipográfica se lleva a cabo de forma efectiva con la mesura necesaria de quien tiene control de la economía del lenguaje poético. Es preciso destacar el «Preámbulo» de los artistas Jaime y Javier Ramos Berrocal, cuyo collage integra el dibujo y la palabra, creando un espacio intertextual que dialoga creativamente con los poemas del libro. El Preámbulo de los hermanos Ramos Berrocal es un corte necesario nada azaroso—pero sí lúdico y paródico—que prescinde de las introducciones y palabras preliminares con que se suele bautizar un texto.

El poema que inicia Corte al azar sustenta una visión particular del ser, del mundo y de la palabra donde el polvo es la esencia de las cosas:

ya hasta las palabras huelen a polvo
al mismo polvo
que imperceptiblemente se sienta
en las hojas de las plantas caseras
que habiendo olvidado sus instintos salvajes
descansan sin agitar sus tallos de cuando en cuando
tan fino el polvo que tupe los poros
tan ligero y sutil cuando se posa sobre el pelo
tan indomable el polvo que vuela
y sigue su camino
hasta asentarse en cualquier lado

y ahora hasta las palabras huelen a polvo
ingrávidas palabras suspendidas en el aire
polvo de todos los días
incansable polvo

En los mitos creacionistas, el polvo es el origen y es el fin de todo, alfa y omega, génesis (nacimiento) y apocalipsis (fin). Además, más allá de la alusión al aspecto mítico, esta tematización del polvo como eterno retorno sugiere una red intertextual con la literatura bíblica, particularmente el libro de «Génesis», en el cual el primer hombre llamado Adán nace del polvo al que Yahvé insufla vida. Igualmente, el poema podría vincularse con el verso final del soneto de corte metafísico «Amor constante más allá de la muerte» del escritor barroco español Francisco de Quevedo y Villegas se lee «polvo serán mas polvo enamorado». Finalmente, podría establecerse una relación dialógica entre el poema inicial de Corte al azar y los poemas que forman parte del libro Invitación al polvo de Manuel Ramos Otero, en el cual se confronta el constante devenir de la vida y la muerte, Eros y Thanatos. Si las palabras huelen al polvo omnipresente y hasta omnisciente, que subyace la totalidad material y la totalidad del ser; por extensión, la palabra es también el principio y el fin de todo.

El agotamiento del ser, que figura en varios poemas de Corte al azar, se acerca al «pensamiento débil», expuesta por el filósofo italiano Gianni Vattimo. Según este pensador, es el filósofo alemán Friedrich Nietzsche quien comienza cuestionando en su anuncio de la muerte de Dios la estructura unitaria del ser u ontos on metafísico. Para Vattimo lo que surge a partir de lo expuesto por Nietzsche es un ser cada vez más fragmentado, rizomático y contingente que se evidencia en nuestra actual condición postmoderna. En Corte al azar esta idea se presenta en varios poemas. He aquí dos ejemplos:

MUEBLES

a nosotros también nos cubren con trapos
y nos dejan descansar
inmóviles
por algún tiempo


(SIN TÍTULO)

cuando alguien amenaza con quitarme
una de las hojitas que me forman
recuerdo la mañana
la sangre que perdí armándome
y la deshidratación continua
que causa cargar todo el día
con tanto yo

En cuanto al performance escritural se refiere, las reticencias, los espacios vacíos en los mismos versos y entre versos, la repetición y el uso de paréntesis y corchetes, remiten al acto de recepción en que la lectura se convierte también en un acto performático. Me remito al poema titulado La noche de capa, sombrero y cuchillo, que expone la condición existencial del ser humano en los siguientes términos:

II

[cuando la noche te corta,
y amaneces desangrado en cualquier esquina
y el día se encarga de cocinarte las heridas
sólo
(tan solo)
queda sobrevivirte]

Entre corchetes se ofrece no ya un poema sino un intrapoema, en el cual, uno de los versos se aparece en paréntesis indicativo de la palabra dentro de la palabra. Fuera de los corchetes que implican una suerte de producción ilimitada de significantes, está el silencio del poema. La repetición y la reticencia son recursos estilísticos que se toman un giro conceptual; como en el siguiente poema, en el cual el significante “niño” trasciende el significado convencional y adquiere una amplia dimensión ontológica:

niños gritando niño
corriendo niño
riendo niño…

niños cantando niño
bailando niño
sonriendo niño…

niños hablando niño
caminando niño
preguntando niño…

niños llorando niño…
tristes niños
sufriendo niño

En otros poemas como La recordaba, Saboreando y el poema sin título que comienza con el verso “llega la noche como llegan casi todas,” el elemento rítmico establece un rejuego entre oralidad y escritura, sin perder su dimensión poética. Saboreando es un poema intertextual que contiene, entre otras instancias, una serie de referencias directas a personalidades de la escena literaria y la escena musical, como lo son Louis Armstrong y Franz Kafka. Aquí el uso de los paréntesis ocurre como un continuum de versos subyacentes y autónomos, en los que se exhibe eso que el poeta Fernando Pessoa llamó, en un celebrado ensayo sobre la poesía portuguesa, la «plasticidad» de la poesía.

A juicio del autor lusitano: «entendemos por plasticidad la fijación expresiva de lo visto y oído como exterior, no como sensación sino como visión y audición». De forma que el poeta implícito remite su singular percepción:

lo primero que veo
se asemeja al más común de los desastres sociales:
un hielo flota solo
lágrima sólida que se licúa
en un último intento solidario
(tu café y tu río ahora se le unen)
(tendré que nadar un poco)
(difícil, muy difícil)

El/la lector/a se sitúa ante un poema objetivo, en el que los sentimientos y estados emocionales quedan descartados, que da paso a una proliferación de imágenes de carácter surrealista que conjugan sueño, vivencia y consciencia:

cuatro manos con olor a tumba me salvan
Ray y Kafka
sin conocerse, sin conocerte, sin conocerme
me dan golpecitos en la espalda
(nunca me había dado cuenta
del hambre que causa el suicidio)
(más letras, por favor)
(savais-tu que j’aime les images des statues?)
(y ahora es Tom Waits)
sigo…
(pero se acaban los frutos)

En el poema performático sin título al que aludí con anterioridad, la enumeración y repetición de las acciones, torna su semiosis hacia la factura diferencial producida por el ritmo y el uso
continuo de la reticencia:

lo enciende…
lo mira…



lo enciende…
lo mira…


lo fuma…


lo saborea…
… … … piensa…
… … … piensa…
… … … piensa…

lo fuma…

Para concluir, la edición de Corte al azar merece un comentario aparte, tanto por el cuidado de la misma, como por el diseño gráfico y artístico, a cargo de Alfredo Pérez Rodríguez, que lo convierte en un libro atractivo sin perder la sencillez que lo caracteriza. La corrección, a cargo de Elizabeth Santiago Berríos, hace de cada poema del libro un trabajo impecable. Con este poemario, René Pérez Martínez se estrena como editor al mismo tiempo que consolida su oficio de poeta y performero, donde ya ha comenzado a dejar una marca en las letras nacionales.

[El Dr. Alberto Martinez-Marquez es profesor del Departamento de Humanidades, del recinto de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla].

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Maritza Alvarez [Chile]
Verdad, justicia y memoria


Amigo
Que no te violente la violencia
que siembra a diestra y a siniestra
cada vez más muerte
más ruina
Que no se te olvide la segregación
y la miseria
el robo a los indígenas
el rostro del delincuente
Pero usa tu habilidad
tu destreza
tu sabiduría
Encontrarás el camino exacto
entre la verdad
la justicia
y la memoria

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A título personal

Vierte este día su sonido sobre mi
Me dejo cercar de él
Y no sé si camino porque quiero
O porque el camino me lleva
Pero a nadie más que a mi le importa
Las diferentes culturas la han vivido
Los hombres que han venido
Y ya han partido la han aprendido
Existe, es verdadera
El primer hombre la sintió
Y en algún minuto de su existencia la experimentó
Todo el mundo sabe que está
Pero a nadie le gusta hablar de ella
Mi mundo completo le pertenece hoy
Y contrarío a la vida y me acomodo a sus caprichos
Qué puede decirme nadie si sólo a mi me importa
Qué pueden señalar las estrellas
Si tintinean mientras van apareciendo
Si ellas quieren tintinear ¡déjenlas ser!
Pero esta noche sólo yo las veo
Y sólo yo las siento chocando en los cristales
Cuando la noche sonámbula y sonámbula yo
Arrastra mis pies hacia la ventana
En qué carril habré de ubicarme, no sé…
En qué parada habré de esperar
Con qué vestido he de abrigarme
Te vivo hoy completamente entregada
Solitaria como el sentimiento más íntimo
En esencia eso es y no existe más
Pero a nadie más que a mi le importa
Por tanto, a título personal me lo tomo
A título personal lo hablo
Y no puedo vivenciar otra cosa
Es la realidad y hoy es sólo mía

Maritza Alvarez

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Fanny G. Jaretón (Argentina)
Rescate

Con el resto de amor que guardo en las manos
acaricio un mundo de bondades.
Me doblo como la caña de bambú
a un viento milenario.
Sostengo el vientre de la memoria
pujo por saldar
el motivo que me trajo hasta aquí.

Nov. 23, 2009 /
Fanny Jaretón / El humanismo erótico de FGJ

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Te parirás

Anoche cuando el Ángel de la muerte
vino hacia mí
supe que desesperadamente existo.
Supe de lo breve duplicando lo efímero
Del cualquier nombre en cualquier lugar.
De la puerta que se cierra
apenas la hemos abierto.
De lo abierto.
El pozo, el corazón y la inocencia.
De las ganas de marchar
hacia atrás.
Algo así como nacer de nuevo
y arrepentirme
aferrarme al amor
como cosa de Ley Primera.
Hacernos Hermanos, hacernos amigos
Hacernos desde el dolor sin que duela.

Nov. 23, 2009 /
Fanny G Jaretón / Textos / Colaboradores

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Alfredo Villanueva Collado:
Visión artesanal y Poemas Escuetos


[Alfredo Villanueva (Santurce, Puerto Rico, 1944) es profesor emérito del Eugenio María de Hostos Community College, City University of New York. Miembro de la junta ejecutiva de Latino Artists Round Table, NY. Primer premio de poesía y cuento de Casa tomada, NY, 2006. Entre sus once poemarios se cuentan Pato salvaje (1991), Entre la inocencia y la manzana (1996), De antiguo amor (2004), y Pan errante (2005) Antologado en varios volúmenes, entre ellos: Papiros de Babel: Poesía Puertorriqueña en Nueva York (1991); Noche Buena: Hispanic American Christmas Stories (Oxford, 2000), y Literatura Puertorriqueña del Siglo XX: Antologia (UPR 2004).

En respuesta a alumnos de Literatura del Hunter College que escribieron al poeta y educador Villanueva, él respondió a las preguntas realizadas].

«No se escribe con el corazón o el cerebro, sino con las entrañas». A esto habría que añadirle: «Escribo con las cuatro tintas vitales: sangre, semen, sudor y lágrimas».

Uno de los grandes lugares comunes de la poesía es que las emociones se sienten con el corazón, esto, porque es considerado un órgano noble, digno de tal función. Por el otro lado, hay poetas que desdeñan «el corazón» por asociarlo con el sentimentalismo, y desean escribir una poesía que apele al intelecto, al cerebro, a la contemplación estética.

Yo me he ido por mi verdad somática. El primer órgano que se me afecta en el proceso de emocionarme y/o escribir es el . . . estómago. Las entrañas son esas partes del cuerpo a las que la estética tradicional no les permite percibir emociones por considerar-las «inferiores».

De hecho, creo que escribir desde «la entraña» crea una poesía certera, que no utiliza las palabras como adornos sino como armas de combate y seducción. Cuando escribo, todo mi cuerpo participa, todas mis tintas participan: el semen, que es la fuente de la procre-ación masculina; la sangre, que es la fuente de la vida; el sudor: manifestación de la arte-sanía del que escribe; y las lágrimas, manifestación del dolor que sufre todo el cuerpo (incluyendo el corazón y el cerebro) tanto por el proceso de escribir como por lo que se acaba de escribir

Poesía seca y poesía mojada: Uno de los peores problemas que tiene la poesía es que los poetas son grandes narcisistas.
En la poesía lírica, impera el YO. Estos poetas escriben una poesía en primera persona , llena de adjetivos, en la que se cantan y se lloran. No saben desdoblarse y mirarse desde afuera." Es interesante notar que en esta poesía hay poca acción verbal. Y, naturalmen-te, es poesía donde una tinta predomina sobre las otras. Es un problema tanto de conte-nido como de forma. Estos poetas llegan a los 60 escribiendo poemas al novio/a de turno
(gime a break!)

Rimbaud dijo «Yo soy otro». Creo que ese es el comienzo de la «poesía seca». Uno se mira desde afuera y describe lo que ve con un ojo clínico»--. No hay tema que le sea ajeno. Pero la forma es lo más importante: en la poesía seca la imagen predomina por sobre la palabra, el verbo por sobre el adjetivo, y cuando estos aparecen, se intenta por todos los medios utilizar las palabras trilladas y lugares poéticos comunes. MI poeta favorita en este respeto es Emily Dickinson. En español, sí, Benedetti los llama mojados, pero hay muchas formas de mojar un poema) Nicanor Parra, Gloria Fuertes. Y naturalmente, Mallarmé y los Herméticos italianos: Ungaretti, Quasimodo, Montale. La emoción/experiencia estética queda plasmada en las imágenes, no en la palabrería. No hay tema que uno no se atreva a tocar: la vejez, la enfermedad, la muerte. En un sentido se trata, de la forma más elegante y escueta, de escribir lo que otros considerarían ati-poemas.

Es difícil discutir el tema sin ejemplos. Acabo de recibir un poema atroz de un dominica-no que para colmo muy ufano lo ha publicado en Internet. Se los adjunto como ejemplo de todo lo que aborrezco en materia de creación poética. Por otro lado también les incluyo una selección de mis Poemas escuetos. Pueden encontrar más muestras en:
Ver bitácora

Las Polaroids surgen poro un lado como intento de reproducir verbalmente el concepto fotográfico de fragmentación en instantáneas de Lucas Samaras. Por otro, surgen como respuesta a un comentario de un colega de que «ya no es posible escribir novela sino fragmentos». Aquí me permito ser autobiográfico, pero intento, como en la poesía, mantener el sentimentalismo a un lado y dejar que cada episodio hable por sí mismo. No las escribí orden, pero ahora, para que sean publicado, me imponen que tengan alguna secuencia. Describen mi despertar sexual, mi vida en CUNY, mis amoríos, mis muertes y muertos.

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RUTINA

Duermo.
Construyo un sueño,
una cinta cinemascópica.
Un largo cuento.

Despierto.
No lo recuerdo.
Paso el día sonámbulo
hasta el regreso.

De nuevo rasgo la liminar zona.
Cierro los ojos. Duermo.
Hermes lame párpados abiertos.
Construyo un sueño.

4.9.07 /
Libro

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SONIDOS

Casi duermo. Pero entonces
cruje un mueble.

Una sirena se abalanza
sobre la calle, deyección roja.

Otra sirena se desengañita.
Un auto, falsamente torturado.

Llega el vecino,
reventando contra las paredes.

Un minúsculo
ratón trepa a la mesa.

Pasan borrachas
las putas nuevas, a grito pelado.

Agarro la almohada.
Una paja no consigue calmarme.

Alfredo Villanueva / Poemas escuetos / Entrevista a Alfredo Villa ueva
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PUÑETAS

De niño,
consolaron el miedo a la noche.

De adolescente
descargaron el miedo a la vida.

De adulto,
fueron suplemento compartido.

Y ahora,
alivian el terror, y la espera.

Alfredo Villanueva / En Alebrijes

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QUID INCIPIT VITAM

¿La muerte?
Una disolución, una sequía.

Primero, dejan de fluir
las tintas, imperceptiblemente.

No circula el semen por las venas.
Las pupilas no destilan sangre.

El sudor deviene ácida lluvia
que devora junglas de palabras.

Fiebre apolínea apretuja el cuerpo
hasta su liquefacción dionisiaca.

Gea golosa bebe su copa.
Hermes rehace los desechos.

Alfredo Villanueva / En Alebrijes

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SABIDURÍA

Nunca ha querido
como quieren las hembras.

Nada de fantasías de permanencia,
agostarse al lado de un extraño.

Vivir felices para nunca
en un cómodo infierno hogareño.

Ha querido
como quieren los machos.

Sabiendo que todo amor desaparece.
Que un solo cuerpo nunca es suficiente.

Que lo hicieron puto e imborrable.
Que someterse es aceptar la muerte.

Growing Up Hispanic: Discourse and Ideology in Hunger of Memory and Family Installments

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MALLAR(MEA)NA

Que sea la escritura
lo más pornográficamente invisible.

El efímero trazo de una lámpara
sobre el roto negativo de una cámara.

Coito interruptus entre tinta y nalga.
Cuerpo desnudo que no se alcanza.

Esa lengua que se desliza
sobre una superficie inexistente.

La flor ausente de todo sobaco.
La polla en blanco sobre la hoja blanca.

Alfredo Villanueva / En Wikipedia

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LA TIRANÍA DE LOS COLORES

Harto de categorías de género.
Los jarrones rosados insultan
Eres maricón, dueño mío, indican.

También gusto del azul penetrante.
Nunca lo he visto en cojones operantes.
Una polla cerúlea aberrante.

Los machos visten colores de carne.
Bellos como una aurora de verano.
Peonías y rosas en el músculo vivo.

La gracia de los dioses en cuerpos ondulantes.
El mendigo añora lo que no recibe:
la perfección de lo que se pudre.

Alfredo Villanueva / Poemas escuetos

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PATRIA

Lo siento tanto. Un territorio
colonial, que tira perros por los puentes
y se deja regir por piojos evangélicos
no es ya un lugar

que se pueda respetar, y ni siquiera
añorar. Los que podrían
decir algo nada comunican, acostumbrados
al poema que no se atreve,

no confronta el paisaje putrefacto,
ignora el mantengo de los electos
porque, de atreverse, dolería
más allá del feroz sistema nervioso.

Se fue la patria. Queda burundanga.
Y yo, solo, perdido, abandonado.

Alfredo Villanueva / Poemas Escuetos

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BISEXUAL BLUES

Aunque ya no me quieras.
Por haberte querido,
Por seguirte queriendo.
El amor no se acaba
por que no nos veamos,
por que te atraigan otr@s.
Mas prosigue su marcha,
imperturbable, vivo
a pesar del veneno,
los vástagos, la esposa,
el papito, la chilla,
a quienes daño hiciste,
a quienes daño hicimos.

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FLORES PARA LOS MUERTOS

El planeta está lleno
de amanuenses mediocres.

Escriben por la paz.
El terror les da orgasmos.

Los machorros desgarran
sus ovarios inútiles.

Las hembrunas se arrancan
las vergas ilusorias.

Paloma aliñada
con laurel en el pico.

Sazón excremental.
Ha muerto la palabra.

2.11.07 / Alfredo Villanueva

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MIGRACIÓN

Todavía el espectro recorre
esos lugares que no existen.

Los encuentra porque la calle
es un collar de quimeras telúricas.

Caracas, San Germán, Río Piedras, Niu Yol.
¿Qué le dieron? ¿Cómo lo violaron?

Le dieron cuchilladas añoranzas,
nostalgias de pesadilla.

Es el Tántalo del pastel y la arepa,
la sopa de pescado de la tía.

Del ritmo dolido de la chipola, el cuatro
que el imperial sobrino hace guitarra.

Las calles llenas de cubujones
de antigüedades, o librerías.

Mas despertar en cada una de ellas
y darse cuenta de que nunca fueron

lo ha borrado. Hemorragia ausencias.
Vive en alucinaciones atrapado.

Lo digiere el tremedal de la Doña,
la niebla del riachuelo.

Perdió la inocencia de los espacios
sagrados. Lo dejaron roto.

16. 11.07 / Alfredo Villanueva /
Colaboradores

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THE LIVING END

A los mal llamados locas de este mundo:
acaben con los heterosexuales.

Especie enferma del trasero y la testa.
No entienden que el placer es la meta.

Prefieren el fundamentalismo,
la gula fecal de la codicia.

Por lo tanto, enfunden metralletas
junto a tetas de silicón, vergas de paja,

mus/culitos hechos en gimnasios,
antivirales en las gavetas.

Agarren navajas para las gargantas
de gordas cristianas repartiendo panfletos,

o colonizados misioneros
predicando la biblia del odio evangélico.

Cáiganle a balazos o batazos
a quienes nos persiguen. Somos tan machos
como las feministas o las femeninas
y los que las destripan. Guerra a muerte.

9.12.07 / Alfredo Villanueva

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DIÁSPORA

Ser colonizado:
sofocarse en pantano de brea.

Patalear, sabiendo
que la más pegajosa
de la muertes lo espera.

Ningún mar,
por azul que sea,
rescatará
el des/encantado
cendal flotante,
masacota caliente.

Chicharrón dáctil
que todavía aúlla
palabras calcinadas.

21/1/08 / Alfredo Villanueva Collado

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COMENTARIO

La izquierda
puertorriqueña
es la colita
de la derecha.

21/1/08 /
Biografía

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HORÓSCOPOS EN CUEROS

Cuidarse de los Leos.
Aman la carne fresca.
Terminan devorando carroña.

Acuarios en peceras, bañeras.
Agua por todas partes, desiertos.
Tacañamente indiferentes, pantanos.

Tauros. Se dejan querer.
Luego cambian de parecer.
Regresan al anonimato de los sueños.

¿Escorpios? Intensamente aman
y mueren, dejando vacíos
sobre los que uno llora para siempre.

Libras. Los mejores
y peores de tod@s. Oscilan.
Ese que no soy yo en el espejo.

7.08.08 /
Biografía / Colaboradores

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EL DISPAREJO

Sabe que sí es poeta
porque nada le importa.

No mueve montañas.
No cambia destinos.

No está por la paz.
Más bien por la guerra.

Ni está por la guerra,
más bien, exterminio

de la más letal
especie asesina.

Es poeta porque
parar nunca puede

de mirar atento
y aterrorizado

las pocasvergüenzas
de sus semejantes.

Compulsoriamente,
compulsivamente

observa, apunta
lo que un erudito

disecta, desecha.
Ni a la puta diestra

ni a puta siniestra
deposita el culo.

Sólo pajero
parasítico

o mirón
pasajero

que se distrae
pero se aburre

mientras los otros
se arrodillan

ante las sombras
fantasmagóricas

de las cavernas
ideo/ilógicas.

Ni profetita
ni sedicioso

Ni opositor
ni solidario.

Ni maldito
o iluminado.

Caminante
que no hace camino.

Cualquiera, nadie.
El disparejo.

15.09.08 / Alfredo Villanueva Collado

<>

FINISTERRE

Un poema
tan apretado,
que nada quepa
entre las letras.

Ni dolor
ni añoranza.
Ni el lector,
ni la espera.

Sólo una pausa
tolerada.
La necesaria.
Punto y aparte.

15.09.08 /
Biografía / La Mejor Venganza

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Beatriz Minichillo (Argentina)
La oscura


Esa, la oscura
que me aprisiona con sus tentáculos,
me carcome hasta la raíz
y manifiesta sus enconos.
La que me recorre con violencia
sin una sola disculpa,
se ensaña con mis razones
y las da vuelta como un guante.

Esa, la indómita
que me domina arteramente
que busca mi perfil más cruel,
que nada en mis profundidades
con absoluta precisión.

Esa que aflora
cuando nadie la reclama
y se enquista como una célula maligna
y me estrangula.
La que me recorre paso a paso
triunfante y ufana
sin embargo sabe que no podrá.
No podrá conmigo.
No podrá.

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Cuadro de Eddier Talaga / Colombiano

Infancia II

Dulce costumbre
ardiendo en paraísos florecidos,
en las rejas de un olvido derribado,
en el vértigo de un triciclo rojo.

Aquellas risas
con sabor a chocolate añejo,
a una calle que confinaba el mundo
entre cien metros.
Las voces reverberando
tras una puerta de goznes crujientes
que ya no se puede trasponer.

El grito que se extravió
en el espejo roto de la sombra.
Un nombre tirado al viento
como una moneda
que rueda incesante
pero que al fin recuperamos.

Un objeto perdido
en alguna estación de tren
por la que nunca transitamos
pero que nos espera impasible
allí, en el momento exacto

Beatriz Minichillo

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Muhammad Al Magut (Arabia)
Arden las palabras


Poesía, inmortal cadáver, me aburres.
Líbano arde,
Brinca cual yegua herida al borde del desierto
Mientras yo busco a una chica robusta
Para rozarla en el autobús,
A un hombre de rasgos árabes
Para derribarlo en cualquier sitio.
Mi país se desploma,
Tiembla desnudo cual cachorro de león
Mientras yo busco un rincón retirado
Y a una aldeana desesperada para seducirla.
Diosa de la poesía
Que penetras en mi corazón cual cuchillo
Cuando pienso que compongo poemas
A una chica desconocida,
A un país mudo
Que come y duerme con cualquiera.
Puedo reírme hasta que la sangre
Fluya por mis labios.
Yo soy la flor letal,
El águila que golpea a su presa sin piedad.
Árabes,
Montañas de harina y placer,
Campos de balas ciegas,
¿queréis un poema sobre Palestina,
sobre conquista y sangre?
Yo soy un hombre extraño:
Tengo el pecho de lluvia
Y en mis ojos ausentes
Hay cuatro naciones heridas buscando su muerte.
Estaba hambriento,
Escuchando la triste música
Y dando vueltas en la cama cual gusano de seda
Cuando saltó la primera chispa.
Desierto: tú mientes.
¿Para quién es esta muerte púrpura
y la flor recogida bajo el puente?
¿Para quiénes son estas tumbas
inclinadas bajo las estrellas,
esta arena que nos das
cada año cual cárcel o poema?
Ayer regresó este héroe de labios delgados
Acompañado por el viento, los tristes cañones
Y su larga lanza brillando cual puñales desnudos.
Dadle un anciano o una prostituta,
Dadle estas estrellas y las arenas judías.
Allí En medio de la frente
Donde cientos de palabras agonizan
Quiero la bala de gracia.
Hermanos,
He olvidado vuestros rasgos,
Aquellos seductores ojos.
¡Dios mío!
Cuatro continentes heridos en mi pecho.
Creía que conquistaría el mundo
Con mis ojos azules y mi mirada poética.
Líbano: mujer blanca bajo el agua,
Montañas de pechos y garras.
Grita, mudo,
Alza los brazos
Hasta que estallen las axilas
Y sígueme.
Yo soy el barco vacío,
El viento cubierto de campanas.
Sobre los rostros de las madres y los cautivos,
Sobre los versos y metros decadentes
Verteré fuentes de miel,
Escribiré sobre árboles o zapatos,
Rosas o muchachos.
Aléjate, desgracia,
Bello muchacho encorvado.
Mis dedos son largos cual agujas
Y mis ojos son dos héroes heridos.
Desde hoy no habrá versos.
Cuando te derriben, Líbano,
Y se acaben las noches de poesía y frivolidad
Dispararé la bala en mi garganta.

(Salamiyed, Siria 1934 - 2006)
Traducción del árabe: María Luisa Prieto

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Ana Lucía Montoya Rendón (Colombia)
Apacible / (Sueños y Cadenas)


¿En qué parte de algo indiviso
puedo poner la referencia?
¿En qué lado está la diferencia?
¿Qué ave chilla el sobre aviso?

Amaneceres archivados en mi pecho
tantos, tantos que mí ser obnubilado
exige mi dolor acabe, destino desalmado
herido de muerte retorcido en el lecho.

Miradas acuciosas hacia mi cuarto interno
recuerdan una aldea en la montaña
manzana con trenzas del cielo al infierno
el amor sueña allá en la cabaña.

Solo eso...
y sea mi vida apacible,
escuchando el canto del río
y, versos y melodías de guitarra en mi alma.

22 de Noviembre 2009

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Liliana Varela (Argentina)
El asesino


Me está persiguiendo, lo presiento. Sé que anda tras de mí y mi bebé. Nos persigue a ambas; ya lo hizo con mi anterior bebé y no paro de acosarnos hasta que logró asesinar a mi chiquito….

¡OH DIOS, QUE NO SUCEDA DE NUEVO!

Debo ser fuerte, secar las lágrimas y seguir escapando. A éste lo protegeré más que al anterior, no dejaré que las malvadas manos del asesino lo toquen. Es mi hijo, es mi sangre, mi carne, es mi única esperanza de dejar una impronta en este mundo. No, está vez juro que no lo tocará.

Todavía no me vio. –SHHH pequeño, no llores o nos descubrirá…

Sé que está escondido, agazapado entre las sombras; esperando a saltar cual un felino acecha a su víctima. Pero esta vez no logrará su cometido.

Si pudiera llegar hasta aquel pasillo…pasar inadvertida ante sus vigilantes
Que le obedecen fielmente.

Ahora, voy corriendo; mi niño no llora, mejor aún.
Llegué al pasillo…¡Gracias, Dios. No me ha visto su leal sirviente.

Falta muy poco para que pueda llegar a la libertad y buscar ayuda; esta vez no me atrapará como la anterior. Estoy decidida a todo, mi hijo crecerá a mi lado y seremos felices.

¡OH NO! Me ha visto. Debo correr con todas mis fuerzas.

Aguanta pequeño, aguanta por favor.

Mi niño me mira con sus bellos ojitos bañados en lágrimas; es tan indefenso, tan bello. Me resulta increíble que alguien quisiera dañarlo. ¿Qué mal puede hacer esta criatura? ¿por qué su vida es una amenaza para alguien? ¿Quién puede ser tan miserable para asesinar esta maravilla de Dios?…

Sí, hay alguien: él. Ese maldito asesino que odia a los bebés –al menos a los míos- esa porquería de ser que es capaz de destruir una vida indefensa como esta sólo para satisfacer sus propios instintos.

Corro, corro cuánto y cómo puedo, abrazando contra mi pecho a este inocente ser. Las fuerzas empiezan a abandonarme pero no cejaré en mi intento de escapar. Debo buscar ayuda…

Estoy tan cerca; no quiero mirar atrás, sé que me sigue.

¡BASTA! Estoy decidida a luchar; no puedo llegar con mi bebé a la salida.

Descansa en el suelo pequeño, escondido te dejo. Ahora yo voy a convertirme en cazadora, lo esperaré y lo mataré con mis propias manos si es necesario.
Vigilo…allí viene, siento su jadeante respiración…

No me ve y yo salgo de mi escondite. Lo ataco con furia, con desesperación, con locura. Debo vengar la muerte de mi anterior pequeño, debo exterminarlo para que no toque a mi niño ni a ninguno más.

Su sangre me salpica la cara y el cuerpo, no me interesa…Sé que se extingue, lo estoy asesinando; ahora yo soy la asesina. Muere, bastardo. Muere…

–¡Saquen a esta mujer de aquí y llévenla a enfermería de inmediato!

–Doctor, disculpé. Yo estaba en el pasillo pero no sé como pasó sin que la viese.

–Ya he dicho que esta mujer debe estar confinada a su habitación, sola. Su historial dice que ha quedado traumatizada debido a un aborto que se realizó … Ah! Levanten los trozos del espejo roto no sea cosa que alguien más se lastime.

Liliana Varela

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Impresión infernal

Amaneció sintiéndose muerto, quizás lo estuviese. Tal vez su pesadilla no había sido tal y la realidad era la de aquel oscuro sueño. De todas maneras no interesaba, igualmente se sentía en el infierno. Nada podría hacerlo sentir mejor … ni peor.

Ya nada tenía sentido; ni el café por la mañana, ni el beso de despedida, ni siquiera esos dos pequeños que dormían en el cuarto contiguo.

Ella se había marchado, lo había abandonado como un trapo viejo que ya no servía. Tal vez hubiese sido mejor verla padecer una enfermedad terminal y morir de a poco, al menos así existiría un motivo para recordarla con el pensamiento puro y con su imagen en un altar.

¡Pero no! Ella había elegido la deshonra, el sacrilegio, el deshonor. Había decidido abandonarlo, llevarse a sus dos hijos e irse lejos.

¡Claro! La excusa perfecta era que él bebía ¡cómo si eso fuese un pecado!; tantos años manteniendo el hogar y por dos míseros años de desahogo alcohólico, ella se sentía capaz de decirle que era un inútil y un bueno para nada ¡y encima acusarlo de golpeador sólo por unos cuantos cachetazos bien dados!
¡Patrañas! ¡ella lo dejaba por otro! Pero él no resistiría eso ¡no lo permitiría! Antes prefería verla muerta que lejos y con los hijos de ambos.

Ella estaba totalmente loca últimamente ¡acusarlo de tener deliriums tremens!
¡por favor… sólo por haber visto dos o tres arañas un día cualquiera! ¡sólo por una confusión con unas manchas de humedad de la pared!. Estaba demostrado que ella buscaba volverlo loco para así abandonarlo más fácilmente.

Pues bien, al fin se había ido…pero sin sus hijos ¡No señor! Eran hijos de ambos y ellos debían dormir tranquilos sin saber del malvado plan de su madre.
Demasiado horror vivía ya con esas pesadillas repetidas noche tras noche como para seguir martirizándose con la huida de esa perra.

Se golpeó el pie con el arma que siempre tenía consigo para proteger a su familia de cualquier peligro; la pateó con furia mientras entraba al baño luchando con ese obstáculo que le impedía cerrar la puerta .

-¡Maldición este maldito perchero que no me deja cerrar bien la puerta! –vociferó tirando el mueble hacia un lado.

El cadáver de la mujer al caer evidenció unos ojos abierto al espanto; el mismo espanto que tenían las caritas de esos dos niños que yacían sin vida en la habitación contigua.

Liliana Varela

[Liliana Varela fue finalista en el certamen de cuento breve de Mis Escritos 2008. Es autora de los libros Poemas Oscuros, Cuentos varios, De epígrafes propios y ajenos y otros. Actualmente es una de las moderadoras y fundadora del foro literario Muestrario de Palabras y edita junto con otros autores la revista digital del grupo Palabras al Sol. Realiza también junto al grupo Río de Letras. encuentros literarios mensuales en Capital Federal. Conduce junto con Patricia Ortiz un programa de radio de literatura en general: Al Borde de la Palabra Junto con María Fischinger y Patricia Ortiz es una de las fundadoras y editoras de la naciente Ediciones Muestrario.].

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Carlos Adalberto Fernández (Argentina)
Gracias por la piecita, cuñada


Gracias por prestarme la piecita, cuñada. Un tiempito nomás; uno de estos días el Negro me va a venir a buscar.

Sí, es verdad, me echó. Pero no por loquear, no. Yo nunca le falté a mi hombre, como hombre. Le tomé el puesto, solamente, encaré al Viruela para proteger mi pareja. Los hombres, entre el honor y el orgullo pierden de vista lo verdaderamente valioso: la vida, la familia. Lo hice a un lado sin aviso, que está mal, pero el Negro, después de la operación, no está para poner en juego su fama.

Pero claro, su honor se lo defiende él, aunque no esté para evitar pinchazos. ¡Qué infantiles, los hombres! Todavía soy joven para el luto y el Negro, mientras yo pueda, no se muda al cajón.

El Viruela sabía que era el momento oportuno para agrandarse, antes el Negro lo amainaba con la chancleta, ahora estaba en baja.

Fue ¿se acuerda, cuñada? Cuando yo era joven, soltera y calentona y me gustaba que el Viruela, entonces primer cuchillo del barrio, me arrastrara el ala. Bué, yo era una perdida en esos tiempos. Cualquier ala era buena.

Hasta que apareció el Negro. Me agarró para su lado, sin aceptar peros, que yo por otro lado no tenía, sólo para coquetear. Y me llevó con él. Y no pude seguir jodiendo. Ni quise, alguna vez hay que pararla.

Es por eso que ahora, con el Negro enfermo, la vuelta del Viruela me sonó a velorio.

—Si tiene algún reclamo, que pase por caja; yo lo espero —opinó el Negro. ¡Qué fanfarrones, los hombres!

Una noche que el Viruela se cruzó en mi camino, nada casual, me anunció el desastre.

—Prepará las valijas, que te mudás.

No soy tan astuta, esto ya lo tenía pensado: —¿Y yo no opino? Hace mucho que no nos vemos, digamos, de cerca. ¿Por qué no pasás por casa esta noche? El Negro tiene un viaje a Benavides.

¡Qué fáciles, los hombres! El Viruela se fue contento, en ganador.

Esa noche llegó, silencioso como un puma. El Negro estaba en el bar.

El Viruela sin saludar se me echó encima. —Después hablamos —me dijo ya casi jadeando

La navaja de afeitar del Negro, brillante como luna nueva, le hizo un surco suave y hondo en el cuello. Los chorros de sangre marcaban los latidos del corazón. Estaba asustado, el pobre. Las manos no le alcanzaban para parar el oleaje. La cara del Viruela era un homenaje a la incredulidad. Sí, estaba muriendo. Sí, yo era la homicida. Sí, yo lo hubiera matado mil veces más para proteger la vida de mi hombre.

Cuando llegó el Negro, yo lo estaba esperando, navaja en mano, tirada en el zaguán. No dijo palabra. Me siguió hasta la pieza. Casi se resbala en el charco de sangre.

—Yo lo hice venir, para matarlo —simplifiqué—. Te quería retar a duelo, aprovechando. Nos salvamos.

—¿Me defendiste? ¿Me salvaron unas polleras?¿Yo qué soy, el maricón de la familia?—Estaba desencajado. ¡Qué boludos, los hombres!

El Negro no es de pegarme. Ni yo lo hubiese permitido, soy su mujer, no su felpudo. Pero esta vez me encajó un cachetazo que todavía estoy buscando la cara. Después, qué incomprensibles los hombres, me atropelló ahí, en la mesa del comedor, pa que aprenda quién es el hombre, gritaba. Fue memorable, me dieron ganas de andar buscando otra víctima, para el futuro.

Pero claro, después, a patadas, me echó con este atadito. Y aquí estoy, cuñada.

No es que no le de razón al Negro. Los hombres son celosos de su imagen, como pavos reales. Pero yo sigo con marido y Ud. con hermano.

Y él va a volver a buscarme. Uno de estos días. Estoy segura.

Carlos Adalberto Fernández / Mundos orilleros / Mundos orilleros / 2

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Ver: Encuentro con Carlos Adalberto Fernández / Revista El Abasto, n° 102, septiembre 2008


Acerca de Mundos Orilleros / De malos, malevos y malandras, de Carlos Adalberto Fernández

El de los guapos es un mundo que atrae. Hay coraje, hay códigos. Sus acciones alcanzan el nivel del mito. Pero en la vida cotidiana pocos actos lo alcanzan. La vida es dura y los exigencias muchas, de modo que se aparenta, se trabaja de mito.

Las verdaderas historias, entonces, visten los ropajes de la leyenda, pero no son tan heroicas. Hay agachadas, traiciones, como en todos lados, pero más disimuladas. No observan las conductas ya devenidas rituales. Aparentan hacerlo por instinto de conservación, no por guapeza. Sus historias ganan riqueza, porque sobrevivir requiere ingenio, astucia, coraje.

Este es el mundo que Carlos Adalberto Fernández presenta en Mundos Orilleros (Buenos Aires, 2008).

«Luego de una reprobable incursión adolescente, en el 2005 me inicié como narrador. Logré un primer y dos segundos premios, algunas selecciones y antologías. Abandoné los concursos y me dediqué activamente a la creación literaria. Participé en el grupo literario Paginantes, cofundé el grupo Muestrario de Palabras, fundé la revista virtual \ Palabras al Sol, la cual dirigí en sus primeros números. Actualmente publico en diversas revistas virtuales».

«Un poeta amigo definió mi narrativa: ... ese mundo sin salida de antihéroes patéticos, de la muerte, de la sinrazón... personajes unidos por el hilo inconmovible de un destino absurdo. Otros ejes son la tensión moral-instinto, las bifurcaciones que llevan al mismo lado».

Carlos A. Fernández / En la Voz de la Palabra

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