HOGUERAS Y ENCAPUCHADOS / CUENTO

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             HOGUERAS Y ENCAPUCHADOS

Al Dr. Manuel Ansó y Monzó, catedrático de Historia Natural,

fundador de la Sociedad Espiritista Alicantina (España) y

la revista mensual «La Revelación», Ramón Alba, Ramón Lagier,

el librero Lachâtre, Alberico Perón y Francisco de Paula Coli,

los primeros sembradores del ideal espírita en España,

de Cádiz a Barcelona, de Alicante a Madrid, de 1855 a 1861

El fue partícipe de La Revelación que el Obispo de Barcelona bautizara con fuego y apadrinara con su odio teológico.  Odio censurador y represivo. Atestiguó el Auto de Fe que, «con gran aparato de curas, encapuchados, cruces y demás chirimbolos», el Obispo puso en marcha, perpetrándolo al quemar dos enorme cajas de libros, ante los ojos asombrados de los parroquianos y vecinos que se fueron aglomerando en la Plaza Pública.

A mayor encono represivo del Estado y la Iglesia, mayor impacto en la curiosidad de la gente y mejor se consignaría la Presencia de La Revelación. Con la Luz se muestra el Sendero del Progreso y la Transparencia de La Revelación. El rumbo hacia el ser cósmico y la Razón Universal que lleva a transformar el animal humano en angélico, puros como la luz y salvos del temor. La Revelación o  la enseñanza es sobre la integración final que completa el círculo de la existencia, nacer una y otra vez y experimentar sus renacimientos espirituales, cada vez en mayor madurez.

«Revelación es también es la actitud del Obispo que redujo a cenizas trescientas obras espiritistas y la puso a merced de la antorcha de los inquisidores», diría en su nota.

1861. La fecha.

«Estuve allí y vi a la gente con sed de luz y de conocimiento. Cerca de la hoguera a más de uno ví que metía sus manos al fuego para salvar algún folleto, mientras la soldadesca del Santo Oficio les pateaba o forcejeaba con ellos para que devolvieran al fuego cualquiera de los libros extraídos... vi a las damas que lloraban, cuando en su búsqueda identificaban uno o más fragmentos de la Carta de Alverico Perón o el Libro de los Médiums. Escuché el momento en que el blasfemo, vestido de autoridad e ignorancia, gritaba: La Iglesia Católica no puede consentir, que estos libros, contrarios a la fe católica, pasen de un país a otro para pervertir la religión y la moral. Y testigo soy de la respuesta del librero barcelonés después de quemados los libros y que quedaran entre las cenizas sólo pedacitos de papel, triste memorabilia arruinada, y ya eran veintenas de gentes buscándolos.

Recuerdo que el Sr. Lachâtre se abría paso, consolando a unos y otros: Os traeré todos los libros que queráis al otro viaje de Marsella».

Si es posible que, en medio de las zozobras  del mundo, la esperanza se sostenga, y con luchas altruístas y caridad infinita, se abra el paso al amor sincero entre seres de pluralidad de mundos es porque hay inteligencias organizadoras. Hay Maestros, vivos y muertos, seres de luz y se comunican. Nunca han dejado de hacerlo.

Esta es La Revelación que editorializa en el primer número de la revista que ha fundado para esparcir la idea de la reencarnación y del espíritu progresa que permite la evolución, mala palabra por los creyentes dogmáticos de la Inteligencia superior de Dios y un amor de labios, sin obras, no movido a resolver disputas.

El director de La Revelación fue, desde entonces, el mejor amigo de Lachâtre y de su librería establecuida en Barcelona, primer difusor en España de las ideas de Allan Kardec y sus libros. Por amistad personal suya con Kardec pidió a este que le remitiera otras obras suyas. Mas, al reclamar los derechos de aduana, que  cobraron los agentes del gobierno español, las obras no llegaron a su destino.

Se corroboró que el obispo de Barcelona, por sus fueros, juzgó los libros perniciosos para la fe católica y organizó la expedición por medio del Santo Oficio.  Fue a confiscarlos y se dio banquete de censura con multitud de antorchas incendiarias. Allan Kardec reclamó la devolución de los libros, pero el Obispo de Barcelona dijo: «Primero, máteme Dios».   

      De manera que no sólo no fueron devueltas las obras enviadas, sino que los derechos aduaneros pagados quedaron en poder del fisco español. Se cometió hurto tras hurto en galas de complicidad de poderes. En lugar de Kardec haber iniciado una acción diplomática contra el gobierno catalan y de obligar al gobierno a restituir los libros, consultó los espíritus.

«Deja que la ignominia siguiera su curso. No habrá mejor propaganda», le comunicaron.

Desde esa fecha, una ola de periodismo espírita fructificó su labor en la sociedad española y avanzٴó desde Cádiz, Alicante y Barcelona, hacia toda América. Mas tarde, comentó Lachâtre a Manuel Anzó: El mismo Dios castigará a los blasfemos sin vara y sin fuete.

Del libro CUENTOS PARA ESOTERISTAS
de CARLOS LOPEZ DZUR