Sunday, September 19, 2010

Septiembre 30, 2010, Núm. 68, Orange County



CONTENIDO 68


Germán López Velásquez
Mucha poesía y pocos poetas en el Bicentenario de la Independencia

Miguel Pérez de Lema
El contable de estrellas

José Agustín Goytisolo
Los celestiales

Carlos Duque
Contracultura y revolución

Francisco Antonio Ruiz Caballero
Un Diez por ciento

Alexander Vórtice
Estupefaciente
El peso de la injusticia

Luis Alberto Battaglia
¿Y si la vida fuese mariposa?

Daniel J. Quirós
Interpelación a Casandra
Caminata Porteña

Crítica de cine
El desencanto, Jaime Chavarri, España, 1976


Pedro Du Bois
DA INJUSTIÇA
OS PÉS DO OVO
Datas
Todos
Sobre os gestos
Mácula

Arturo Cardona Mattei
Libertad

Juan Manuel Pérez Álvarez
Mercado en el desierto
El que viene

Liliana Varela
Lágrimas de sangre

Alejandro Drewes
Mar oscura
Legado
Cansancio

Leopoldo Panero
Canción para una discoteca
Himno a Satán

Canillita
Mierdolandia

Carlos López Dzur
Cómo se corta la cabeza a una hidra
Nuestro hijo, Yayael
Te hundíste en el Empíreo inmóvil

Fanny G. Jaretón
Mediumnidad
Esparcida
Encuentro cicatrices cuneiformes

Darío Rojo
¿Qué lectura tiene la literatura en Internet?

Revistas y Grupos amigos

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Germán López Velásquez (Colombia)
Mucha poesía y pocos poetas en el Bicentenario de la Independencia


La historia de Colombia es la historia de una fantasía. Seguimos levitando; con los pies por encima de la tierra. Nuestro nivel de locura se aproxima a la catalepsia, es decir, a la inmovilidad total, a la extinción del alma nacional. Sin alma no hay movimiento, por supuesto. Nuestra nación sigue postrada, alienada, paralizada. Es una tragedia porque nos acercamos a los doscientos años de la llamada independencia de España, que realmente medio se concretó en 1819 con las batallas del Pantano de Vargas y del Puente de Boyacá.

No es verdad que nos hayamos independizado el 20 de julio de 1810, es un decir de historiadores de enseñanza primaria.

Si nuestra independencia se hubiera sellado en esa fecha, no tendría razón de ser la gesta libertadora de Simón Bolívar, que seguía sin concretarse en 1830, el año de su solitaria y prematura muerte y que empezó, precisamente, después de 1810. El grito de independencia de los terratenientes, comerciantes, intelectuales y juristas del 20 de julio, los criollos ricos, que querían el poder para ellos en la Nueva Granada, no es más que el comienzo de una encarnizada lucha de clases. Y el pueblo, como siempre, utilizado y acribillado por la revolución contra España.

Vale la pena rendirle tributo, reconocimiento sincero, abrazo fraternal, a los soldados de esa época, a los que se alistaron dando cumplimiento al Acta de Independencia para proteger a Bogotá de una arremetida española. También a los que acompañaron a Bolívar y a todo su enjambre libertador. Sin duda, verdaderos colombianos.

Esos ejércitos populares, revolucionarios, renunciados a la vida total de sacar a España de nuestros territorios, merecen todos los monumentos públicos. Si imagináramos siquiera por un momento, el cruce a caballo desde Bogotá hasta Quito, en la llamada Campaña del Sur, comandada por Bolívar, entenderíamos el sacrificio. Ahora hay grandes autopistas, vehículos raudos, restaurantes en las vías, hoteles lujosos donde se suspende la travesía, armas de largo alcance, aviación militar, artillería moderna, trajes contra el frío, medicinas, termos y alta tecnología en los teatros de operaciones militares. Las bombas lanzadas del cielo son de al menos 500 libras de pólvora. Un estallido verdaderamente universal. En esa época, la faena tenía otro precio. Era el verdadero compromiso, la entrega.

[El autor es abogado, escritor y periodista colombiano. Autor de los libros Violaciones, Muera El Quijote, Con Aurora en la Habana y Delirios de la Literatura Colombiana, Es fundador y director de la Revista MEFISTO de Arte, Literatura y Medio Ambiente, hace 25 años.
Publicado en La Urraca]

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Miguel Pérez de Lema (España)
El contable de estrellas


Dice ahora Stephen Hawkings que Dios no existe. Que no es necesario para la creación del universo.

Dice el físico que se ha puesto a hacer números y al final le ha salido que no. Que Dios ya no entra en su ecuación. No es que lo haya despejado, es que lo ha tirado al cubo de la basura de la historia.

Este Stephen parece poquita cosa, pero cuando se pone a echar cuentas, es un tío que rasca.

También es verdad que Dios tampoco se ha esforzado mucho por caerle simpático al bueno de Stephen. Un tipo que usa pañal y tiene el cuerpo hecho una maraña no es raro que tenga cuentas pendientes con el sumo hacedor.

Lo cual que lo ha borrado. Delete all.

Me gustaría decirle al bueno de Stephen que no hay problema en que dejemos de creer en Dios, que el rechinar de dientes vendrá el día que Dios deje de creer en nosotros.

Pero no me atrevo. A ver si me hecha la cuenta a mí también y resulta que yo tampoco soy matemáticamente demostrable.

Como le decían al alcalde en Amanece que no es poco, yo le diría a Stephen, Stephen «¡todos somos contingentes pero tú eres necesario!»

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José Agustín Goytisolo (España)
Los celestiales

No todo el que dice: Señor,
Señor, entrará en el reino…:
Mat. 7: 21

Después y por encima de la pared caída,
de los vidrios caídos, de la puerta arrasada,
cuando se alejó el eco de las detonaciones
y el humo y sus olores abandonaron la ciudad
después, cuando el orgullo se refugió en las cuevas,
mordiéndose los puños para no decir nada,
arriba, en los paseos, en las calles con ruina
que el sol acariciaba con sus manos de amigo,
asomaron los poetas, gente de orden, por supuesto.
Es la hora, dijeron, de cantar los asuntos
maravillosamente insustanciales, es decir,
el momento de olvidarnos de todo lo ocurrido
y componer hermosos versos, vacíos, sí, pero sonoros,
melodiosos como el laúd,
que adormezcan, que transfiguren,
que apacigüen los ánimos, ¡qué barbaridad!
Ante tan sabia solución
se reunieron, pues, los poetas, y en la asamblea
de un café, a votación, sin más preámbulo,
fue Garcilaso desenterrado, llevado en andas, paseando
como reliquia, por las aldeas y revistas,
y entronizado en la capital. El verso melodioso,
la palabra feliz, todos los restos,
fueron comida suculenta, festín de la comunidad.
Y el viento fue condecorado, y se habló
de marineros, de lluvia, de azahares,
y una vez más, la soledad y el campo, como antaño,
y el cauce tembloroso de los ríos,
y todas las grandes maravillas,
fueron, en suma, convocadas.
Esto duró algún tiempo, hasta que, poco
a poco, las reservas se fueron agotando.
Los poetas rendidos de cansancio, se dedicaron
a lanzarse sonetos, mutuamente,
de mesa a mesa, en el café. Y un día,
entre el fragor de los poemas, alguien dijo: Escuchad,
fuera las cosas no han cambiado, nosotros
hemos hecho una meritoria labor, pero no basta.
Los trinos y el aroma de nuestras elegías,
no han calmado las iras, el azote de Dios.

De las mesas creció un murmullo
rumoroso como el océano, los poetas exclamaron:
Es cierto, es cierto, olvidamos a Dios, somos
ciegos mortales, perros heridos por su fuerza,
por su justicia, cantémosle ya.

Y así el buen Dios sustituyó
al viejo padre Garcilaso, y fue llamado
dulce tirano, amigo, mesías
lejanísimo, sátrapa fiel, amante, guerrillero,
gran parido, asidero de mi sangre, y los Oh, Tú,
y los Señor, Señor, se elevaron altísimo, empujados
por los golpes de pecho en el papel,
por el dolor de tantos corazones valientes.

Y así se perduran en la actualidad.

Ésta es la historia, caballeros,
de los poetas celestiales, historia clara
y verdadera, y cuyo ejemplo no han seguido
los poetas locos, que, perdidos
en el tumulto callejero, cantan al hombre,
satirizan o aman el reino de los hombres,
tan pasajero, tan falaz, y en la locura
lanzan gritos, pidiendo paz, pidiendo patria,
pidiendo aire verdadero.

(Salmo al viento, 1958)

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Carlos Duque (Venezuela)
Contracultura y revolución


Vivir o no vivir: saber si algún destino
vale que nos juguemos la vida toda entera:
Ludovico Silva

Si hay alguien que creyó en el poder de la palabra y en las dimensiones que ésta puede alcanzar en el alma humana fue Ludovico Silva. Este gran pensador dejó «para las nuevas generaciones» un problema planteado: la contracultura. Hoy, cuando se vaticinan momentos duros para la humanidad, se hace cada vez más urgente analizarlo a fondo.

El estudioso incansable de la obra de Marx, que supo recoger su esencia y de-velar las patrañas y falsas interpretaciones que muchos estudiosos y teóricos hicieron del autor de El capital, llegó a tener en sus manos de alquimista del pensamiento una buena aproximación de esa materia pura que aún no se ha bien empleado, el marxismo. A partir de una ardua tarea que le llevó gran parte de su vida a hurgar en lo más recóndito de este planteamiento, logró analizar el pasado y el presente del mundo que le rodeó, y dejar un sendero abierto pleno de herramientas para continuar abriendo el camino hacia un socialismo con otra mirada que lograra combatir el modo capitalista que, como él mismo decía: «tiene más muertes que un gato».

Hoy cuando se avizora una nueva reorganización de fuerzas en el mundo y se escuchan voces que hablan de la caída del imperio más grande que ha existido sobre la faz de la tierra, o de al menos otra muerte más que debemos procurar sea la definitiva, se hace de suma importancia el enfoque marxista de Ludovico.

Este imperio se ha mantenido no sólo por su gigantesco despliegue tecnológico-armamentista, sino también por su perfeccionamiento sistemático de arrollamiento y arropamiento cultural, o contra-cultural para usar el término de Ludovico que aclara: «La única cultura auténtica que se produce, y que casi nunca llega al pueblo, es forzosamente una contra-cultura, compuesta de anti-valores y totalmente enfrentada al sistema social». Todos estos anti-valores son disparados, de manera implacable, segundo a segundo, mediante sus cañones de propaganda ideológica: cine, televisión, libros y revistas, publicidad, modas, entre otros, llegando a aniquilar costumbres, tradiciones y manifestaciones humanas por completo.

Una fotografía que podría ilustrar esto es el devastamiento entero que dejan las industrias transnacionales cuando pasan por selvas y bosques; así parece quedar el espíritu de los pueblos cuando pasa la maquinaria contra-cultural: arrasados, como los árboles que tardaron siglos en echar sus fuertes raíces y que de un momento a otro pasan a formar parte de un cuadro desolador.

Los laboratorios de alienación cultural van a la par de los últimos avances en armas de guerra que cada semana se exhiben en Discovery Channel, al mismo tiempo que se fabrica un nuevo avión, como última «pieza artística de guerra» indetectable por ningún radar ni dispositivo de rastreo, se fabrican también nuevas estrategias para idiotizar a los pueblos con finos instrumentos de dominio que atraviesan las fronteras, los hogares y las mentes sin que puedan ser percibidos.

Todo esto dictado y avalado por un «Dios» pervertido en infinidades de religiones y llevado al mundo terrenal por sus gobernantes. En La otra historia de los Estados Unidos, Howard Zinn refiere que, entre las disputas que se suscitaron sobre tomar Filipinas o no, hubo una anécdota del presidente McKinley sobre cómo contó su toma de decisión a un grupo de ministros que visitaban la Casa Blanca:

Solía caminar por la Casa Blanca, noche tras noche, hasta la media noche; y no me avergüenza decirles, caballeros, que más de una noche me arrodillé y recé a Dios Todopoderoso para que me iluminara y guiara. Una noche —era tarde ya— me vino de la siguiente forma; no sé cómo sucedió pero me vino:

Que no podíamos devolverlas a España —eso sería cobarde y deshonroso.

Que no podíamos dejarles solos. No estaban preparados para la autodeterminación y pronto caerían en la anarquía y en un gobierno peor que el que les había dado España.

Que sólo cabía hacer una cosa: hacernos cargo de todos los filipinos y educarlos, elevarlos, civilizarlos, cristianizarlos y por la Gracia de Dios, hacer todo lo posible por estos nuestros semejantes.

Y Eduardo Galeano nos cuenta en su libro Espejos, que en el año 1900 el senador de los Estados Unidos, Albert Beveridge revelaba que «Dios Todopoderoso nos ha señalado como su pueblo elegido para conducir, desde ahora en adelante, la regeneración del mundo». Ese mismo senador republicano afirmaría ante sus colegas en la sesión del 9 de enero de ese mismo año, en cuanto a la ocupación yanqui de las Filipinas que «La declaración de la Independencia no nos prohíbe cumplir con nuestro papel de redimir al mundo».

El descaro de estos gobernantes es insólito y lo más terrible es que lo han dicho de forma abierta y lo han llevado a cabo a lo largo y ancho de nuestro planeta, no sólo porque creen que es su derecho, sino porque el mismísimo Dios se lo manda. Así vimos a George Bush como un «buen samaritano» invadir Afganistán e Irak en nombre de la libertad y de ese misterioso ser que tanto invocan para sembrar terror.

Pero detrás de los políticos está también un buen número de teóricos e intelectuales que han venido armando el libreto donde se desenvuelven estos emisarios de la muerte, y estructuran un flanco ideológico de avance por donde se pasea la superestructura de poder. Esta ideología, que ha sido impuesta a todas las sociedades existentes por las clases dominantes y que Ludovico Silva la definió -a partir de la obra de Marx- como:

una región específica de la superestructura social, compuesta por un sistema de valores, creencias y representaciones, que tiene lugar en todas las sociedades en cuya base material exista la explotación, y que está destinada, por el mismo sistema, a preservar, justificar y ocultar idealmente —en las cabezas mismas de los explotados— la explotación que tiene lugar en la estructura material de la sociedad.

Es, sin lugar a dudas, la misma ideología ocultadora que Bolívar —sin ser marxista— veía ya en los fundadores de la sociedad norteamericana cuando lanzaba tan certera profecía: Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad.

El intelectual norteamericano Noam Chomski, en una entrevista realizada por Atilio Borón, devela claramente el descaro del imperialismo al poner en evidencia a uno de los fundadores de la ciencia política de su país, Harold Laswell, quien en su artículo sobre «opinión pública» afirmó: «que las minorías inteligentes deben reconocer la «estupidez y la ignorancia de las masas» y no sucumbir ante ningún dogmatismo democrático. Las masas deben ser controladas, por su propio bien, y en las sociedades democráticas, donde la aplicación de la fuerza es más improbable, los gerentes deben recurrir «a una nueva técnica de control, especialmente mediante la propaganda».

Este principio o fundamento es impuesto en primer lugar a la sociedad norteamericana, allí fue, y es, ensayada y perfeccionada sobre sus ciudadanos; todo el dolor y el terror que le imprimen al mundo sus gobernantes es visto como una «promesa patriótica» en el universo mental de gran parte de ese pueblo estupidizado, hasta el punto en que la idiotez se vuelve peligrosa y letal para la vida en este planeta.

De esta manera el capitalismo se ha convertido en una máquina brutal que va triturando la sensibilidad de las almas, fabrica ilusiones, vende sueños, crea espejismos, que llevan al individuo a estrellar sus narices como ciegos contra las vitrinas y las pantallas. «La cultura —como dice Galeano— se está reduciendo al entretenimiento, y el entretenimiento se convierte en brillante negocio universal; la vida se está reduciendo al espectáculo, y el espectáculo se convierte en fuente de poder económico y político; la información se está reduciendo a la publicidad, y la publicidad manda». Tal como lo titula su obra, vivimos en La escuela del mundo al revés.

La cultura de los pueblos no se expresa, por decir algo, en los museos, la casas de poesías, en las fiestas tradicionales o en la gastronomía propia; se ha generado una desraización de la cultura expresada hoy en las grandes multitudes de gente que va de shopping, ni siquiera a comprar, sino, a postrarse ante el Dios mercado. Lo vemos a diario, tal es la distracción de nuestros pueblos. Basta pararse el fin de semana en la estación del metro aledaña a cualquier centro comercial para ver las procesiones de parejas y familias enteras, que van a al gran templo a adorar sus vitrinas y sus santos de plástico que visten sus túnicas Hugo Boss, Nike, Adidas y que en la mayoría de los casos no pueden adquirir, porque una sola pieza puede triplicar el salario de un mes de cualquier obrero latinoamericano.

Esto conlleva a que después de doscientos años de independencia nos mantengamos desarticulados como pueblos y nos desconozcamos como naciones fraternas, ya que la imposición de esa contra-cultura es tan implacable que cualquier niña o niño (y adultos también) pueden decir con certeza los colores de la bandera de los Estados Unidos de América, pero muchos serían incapaces de describir la bandera de Bolivia, Perú, Panamá, por no decir de nuestros países vecinos. Como dice Fidel: «Es más fácil dominar a los siete enanitos que dominar a un boxeador, digamos, aunque sea de peso ligero. Ellos han querido conservarnos como vecinos enanos y divididos para mantenernos dominados».

¿Cuántos ciudadanos de Nuestra América conocen a los cantores y cantoras como Alí Primera, Silvio Rodríguez, Chico Buarque, Mercedes Sosa, Lilia Vera? Pero si hiciéramos una encuesta para comparar, nos encontraríamos con que buena parte del porcentaje sí conoce a Michael Jackson, Britney Spears, Backstreet Boys y demás «artistas» enlatados. Así como ocurre con los escritores y artistas que venden su alma al diablo capitalista, que parecieran estar presente en la voz de Ludovico en su poema Cáncer del mundo:

venid, venid a ver a este hombrecito
que no sabe cantar
venid, venid a oír sus palabritas
sus pendejadas y ridiculeces.


Ante esta triste visión a escala mundial es que reluce el pensamiento de Ludovico como al final del oscuro túnel -el del capitalismo-, cuando plantea que:

en el supuesto caso de que la humanidad llegase a una etapa socialista mundial uno de sus signos obligados sería la uniformización cultural, entendiendo por ello, no la negación de variedades regionales (que enriquecen la cultura), sino la existencia de una cultura accesible a todos, basada en los valores humanos, y de la cual puedan todos los pueblos participar por igual.

Es aquí donde entra en juego el papel de la cultura en las trasformaciones que el mundo exige, o más bien lo que Ludovico denomina como contracultura capitalista, es decir: «el modo específico de ser cultural de la sociedad capitalista moderna y que se enfrenta a la cultura ideológica, o a la ideología a secas. La contracultura es la lucha contra el imperio universal de los valores de cambio, en tanto la ideología es la lucha por mantener idealmente el statu quo de la sociedad basada en los valores de cambio».

En este sentido, Luis Britto García afirma que: «La cultura es la mediación que el hombre crea para cubrir con símbolos la distancia que lo separa de la naturaleza. Así, desde el principio y por esencia la cultura fue una contracultura. Una disruptiva facturación de símbolos, artefactos y conductas, progresivamente diferenciada de, y con frecuencia opuesta a, la normativa natural del instinto».

Partiendo del mito de Prometeo, Britto sostiene que «La cultura de occidente sanciona sus códigos con la combinación mítica de la constricción y del fuego infernales, nueva metáfora de las llamas encadenadas». Y dice que:

Las contraculturas, por el contrario, recurren a la metáfora del fuego desencadenado. La quema de dinero en la Bolsa de Nueva York, la incineración de las tarjetas del servicio militar por los pacifistas, la quema de sostenes por las feministas, el incendio de los ghettos por los afronorteamericanos y el combate callejero con molotovs, constituyen ritos de purificación opuestos al fuego cautivo de los cilindros del motor y de la carga de los proyectiles. El fuego desencadenado, por lo mismo que simboliza el tiempo inmediato y eternamente presente en la naturaleza, se opone al tiempo de la civilización, estructurado y prolongado hacia el pasado y el futuro por las cadenas de la casualidad. El desencadenamiento del fuego busca así clausurar un orden perimido, para sustituirlo por un tiempo nuevo y purificado.

Si la contracultura es la insurgencia del orden cultural, el arte está llamado a propiciar esa ruptura. Por tanto, la función del artista en la actualidad ha de ser la de convertirse en un ente contracultural, es decir, un firme combatiente de la cultura capitalista dominante, de esa «ideología a secas», ante la cual Ludovico se llegó a preguntar valientemente ¿por qué, si Marx habló tan claramente acerca del peligro de la ideología, como región contrapuesta a la cultura y a la conciencia de clase, todavía se sigue sosteniendo, dentro de los círculos marxistas, la vaga idea de que hay, al lado de una «ideología burguesa», una ideología proletaria, revolucionaria?

Ludovico sostenía con amplia firmeza, -y esto le llevó a tener detractores-, que: No hay cosa tal como una «ideología revolucionaria», puesto que la ideología, por definición, está al servicio de las clases dominantes y explotadoras. Lo único que puede oponerse a esa ideología es la conciencia de clases que asuman las clases explotadas. Por tanto la fortaleza de una contracultura propia de nuestra época, debe estar enfocada a la destrucción del capital material que está alimentado por eso que Ludovico llamó plusvalía ideológica, que no es más que la ideología que se transmite en los medios de comunicación junto a toda la parafernalia neoliberal que se reafirma en el inconciente colectivo (Freud) desde la escuela, la iglesia y demás mecanismos de alienación universal.

En este sentido, el único campo de lucha donde se le pueden terminar de doblar las rodillas a ese Goliat que se encuentra hoy en plena crisis mundial, es en el de la contracultura, que es también, en cierto sentido, la «batalla de las ideas» de la que Fidel ha venido pregonando al mundo y que repercute en nuestro país, en particular. Sólo a través de ésta se logrará dar el paso certero hacia el camino de la igualdad, no ya de la igualdad material sino de la igualdad espiritual, a la que cada uno de nosotros tenga acceso y pueda definir el verdadero sentido de la vida.

Bien dijo Freud, en El malestar en la cultura, que el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si (y hasta qué punto) el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción.

El maravilloso poeta Federico García Lorca en su Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros cuando hablaba del «anhelo de alegría» y «el afán artístico, amor a la belleza y a la cultura», que había en su querida Granada; este ser hermoso, artista en el verdadero sentido de la palabra, ponía el valor del arte por sobre todas las cosas:

Yo he visto a muchos hombres de otros campos volver del trabajo a sus hogares, y llenos de cansancio, se han sentado quietos, como estatuas, a esperar otro día y otro y otro, con el mismo ritmo, sin que por su alma cruce un anhelo de saber. Hombres esclavos de la muerte sin haber vislumbrado siquiera las luces y la hermosura a que llega el espíritu humano. Porque en el mundo no hay más que vida y muerte y existen millones de hombres que hablan, miran, comen, pero están muertos. Más muertos que las piedras y más muertos que los verdaderos muertos que duermen su sueño bajo la tierra, porque tienen el alma muerta. Muerta como un molino que no muele, muerta porque no tiene amor, ni un germen de idea, ni una fe, ni un ansia de liberación, imprescindible en todos los hombres para poderse llamar así.

Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión».

Lorca describió ese encierro que vive el hombre moderno al estar sometido a la máquina demoledora del capitalismo. A esos millones de hombres y mujeres que viven hoy la debacle económica que ha desencadenado el sistema brutal imperante, que tienen que trabajar muchas veces más de 14 horas para poder sobrevivir -si es que a eso se le puede llamar vida- el día a día.

Pero Lorca habla también del «supremo bien de la belleza que es la vida» cuando el hombre puede gozar del arte y la cultura, de ese despertar del aletargamiento del trabajo mecánico de autoaniquilamiento del hombre; no se refiere a la cultura idealista o elitista, sino a la cultura como una «fiesta de cualquier índole» y él sí que supo rescatar las raíces verdaderas del pueblo español, tanto en su obra escrita como en la puesta en escena de sus piezas teatrales.

Uno de los mayores poetas del cine como lo fue Andrei Tarkovski, que vivió parte de esa terrible perversión en que degeneró el sueño de la Unión Soviética, sostenía que «uno de los más desoladores aspectos de nuestra época es la total destrucción en la conciencia de las personas de todo lo que está ligado a una percepción consciente de lo bello». La cultura moderna de masas está dirigida al consumidor, la civilización de la prótesis, está mutilando las almas de las personas, creando barreras entre el hombre y las cuestiones fundamentales de su existencia, entre el hombre y la conciencia de sí mismo, en cuanto ser espiritual. El artista, por ello, no puede hacerce sordo al llamado de la belleza; solo ella puede definir y organizar su voluntad creadora, permitiéndole, entonces, transmitir a los otros su fe. Un artista sin fe es como un pintor que hubiese nacido ciego.

El artista debe ser el primero en sentirse llamado a estirar la honda contra el gigante, y en contraponerse a la cultura dominante. En nuestros tiempos, decía Ludovico, un poeta que se limite a hacer versos es un pobre poeta. Ludovico como poeta también supo poner su fuerza en esta batalla y resultan sorprendentes sus palabras en la introducción de su libro de poesía Cuaderno de la noche (1968):

La cultura ha llegado a producirme asco. Lo que antes fue para mí el sentido máximo de la existencia, la puerta de oro después de la cual estaba el cielo de los elegidos, la montaña en cuyas alturas estaban lo bello y lo bueno con gran desdén hacia las nimiedades de la vida corriente, todo eso ha explotado de pronto ante mis ojos y me he quedado sin nada y ando con los pies cansados, cansados, sin suelo donde apoyarlos; flojo en la inseguridad de quien ya no tiene otro ideal que el odio hacia todos los que viven engañados; y nado en el desprecio, como un perro arrojado de pronto al mar.

Este dolor que brota desde lo más profundo del alma de Ludovico es la comprobación del desprecio por esa cultura ideologizada y rancia que debió respirar para ese momento de su vida; es ese sentimiento que él mismo cuenta en su obra Contracultura, invadió a Edgar Allan Poe, Baudelaire, Rimbaud y todos aquellos que se han enfrentado a la cultura imperante.

Ludovico, en su ensayo Al rescate de la poesía analizaba desde su perspectiva la manera como se tendía a ver a los poetas en la sociedad venezolana:

como unos seres extraviados, sumidos en una bohemia infecunda, cuando no afectados malamente del cerebro: especie de parásitos sociales que se comen las migajas de la burocracia cultural, y que no participan para nada en el desarrollo del país. Desgraciadamente, los poetas nuestros no saben responder a este reto que les plantea la sociedad. Entre nosotros jamás se alza una voz digna y fuerte que sepa dar el tono y enfrentar de una vez por todas el filisteísmo reinante. Los poetas se quedan callados, haciendo sus versos y lamentándose de que la sociedad sea injusta con ellos. Nuestros poetas ignoran que es preciso luchar, en guerra a muerte y sin cuartel, para defender el lugar y sitio preeminente que tiene la poesía dentro de la sociedad. Se dejan vencer, no dicen nada. No escriben su protesta. Todos los grandes poetas, por el contrario, han sido seres que han entrado en conflicto con su sociedad, de una manera u otra.

Y más adelante afirma que «el poeta, que en nuestras sociedades modernas es un hombre que vive en perpetua guerra contra las grandes ciudades capitalistas, tiene que aprender racionalmente qué es el capitalismo, y es más: tiene que denunciarlo. Tiene que estar en guerra, porque la sociedad está en guerra con él».

¿En qué sentido el arte es revolucionario? se pregunta Ludovico quien padeciera ese malestar cultural, y responde: En el sentido en que contribuye a la expansión y la liberación de la conciencia y la sensibilidad humanas.

Para que exista una verdadera transformación, una revolución en pleno sentido de la palabra, debe haber una batalla de la contracultura que rompa los viejos esquemas. Así como no hay Revolución sin cultura revolucionaria, nos dice Luis Britto García, toda verdadera Revolución es Cultural. Piensa, y vencerás.

La nueva geometría mundial que se plantea la humanidad requiere una amplia revolución cultural. Hoy, para bien de la sociedad venezolana, han despertado innumerables voces poéticas (y artísticas en general) que van ampliando el panorama. Sin duda alguna está bullendo y ha de surgir un movimiento poético que transforme esa cruda realidad que vivió Ludovico. Vemos que a lo largo y ancho del país surgen pequeños «fueguitos», como diría Galeano, que hacen arder la palabra, de lo que se vislumbra una buena hoguera. Las condiciones sociales cada vez se abren paso aceleradamente y las condiciones poéticas parecen resurgir de una época que escondía sus brasas bajo las cenizas del individualismo.

Sin lugar a dudas se auguran nuevos tiempos para el arte y la cultura, y los artistas están entrando cada vez más en sintonía con la realidad, asumiendo el reto. Todo proceso verdaderamente revolucionario, nos dice Ludovico, debe tender a la transformación de la sensibilidad del hombre. Y refiriéndose al Che afirmaba que: «si bien la misión de la revolución es transformar la sensibilidad y la conciencia, para que se inicie el proceso revolucionario es preciso que haya unos cuantos hombres que hayan realizado en sí mismos esa transformación, es decir, que sean previamente hombres nuevos».

Nuestro gran poeta Gustavo Pereira en el recibimiento del Premio Nacional de Cultura 2006, dijo como parte de su discurso que:

Por la cultura pertenecemos a un país, nos miramos en las fuentes de nuestro ser social. Por ella aprendimos a defender espíritu y tierra ante todo invasor, por ella enfrentamos las pretensiones hegemónicas de los imperios, las degradaciones del atraso y el estancamiento, las carencias o los abismos de nuestras resoluciones e irresoluciones. Por ella accedemos a los cauces vivos de nuestra identidad, pero por ella también aprendemos a reconocernos en el otro, a ver en el otro el complemento que nos falta. Por ella, sólo por ella, podremos superar
el subdesarrollo y la pobreza.

Estas palabras deben llevar a plantearnos la cultura desde otra perspectiva distinta a la hora de enfocar el rumbo político de Nuestra América y de todos los pobres de la tierra que padecen los embates de este monstruo de mil cabezas. Y decir como el gran escritor norteamericano Henry Miller, en su libro El coloso de Marusi:

El mundo debe hacerse pequeño de nuevo, como lo era el mundo griego; lo bastante pequeño para que quepamos todos nosotros. Hasta que no sea incluido el último de los hombres, no habrá una verdadera sociedad humana. Mi inteligencia me dice que tal modo de vida tardará mucho tiempo en llegar, pero me dice también que nada que no sea eso satisfará nunca al hombre.

En este momento histórico, la humanidad asoma vestigios de aproximación para que ese fin supremo de la felicidad se logre. El rumbo que empieza tomar nuestro país en la apropiación y conducción de su propio destino vaticina nuevos tiempos en que el ser humano vaya hacia ese sueño del Che, hombre nuevo por excelencia y paradigma a seguir, para concretar la premisa o no, de Ludovico cuando decía: Porque una cosa sí creemos: que el pensamiento de Marx tendrá que realizarse algún día, si la humanidad, por supuesto, no da el «salto» hacia la nada.

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Francisco Antonio Ruiz Caballero. (España)
Un Diez por ciento


La audiencia de la Tres había caído,
No podía con la audiencia de la Siete,
Y su share estaba por los suelos.
Rodolfo Cisterna, jefe de gabinete,
Sombrío híbrido de molusco y cucaracha,
Con una sonrisa de tulipán en la boca
Y un Rólex de oro en la muñeca,
Necesitaba un gran escándalo para reflotar el barco,
Que se hundía en aguas cenagosas.

Cierto torero había estado una noche
Compartiendo cama con una marquesa
Pariente directo del Rey de España,
Y de aquella noche loca con el torero borracho
Había nacido un infante del Reino.

El escándalo, ocultado sabiamente por las monjas Clarissas,
Tenía ramas colaterales que afectaban a Federico,
Poeta que presumía de ser el amante de la marquesa,
Y de ser el verdadero padre de la criatura,
Siendo, sin embargo, un gay en el armario.

A su vez Federico visitaba a Julio,
Importante hombre de negocios, gay en la cama,
Pero traficante de drogas en Sanlucar.

Rodolfo Cisterna, con un dossier que haría temblar a un Dios,
Sin pensar en las consecuencias y satisfecho de sí mismo,
Destapó el escándalo en Salsa Amaranto un sábado por la noche,
Y las acciones de la compañía subieron un Diez por ciento.

Al estallar la noticia las magnolias de mi jardín temblaban de rocío.

La mujer del torero, embarazada de cuatro meses, sufría un aborto.
El torero se pegaba un tiro, comido por los remordimientos.
La marquesa pasaba a ser la aristócrata más puta de España.
El niño en cuestión era designado por las cortes de la Nación heredero de la corona,
Habiéndose criado para arquitecto.
El poeta se daba a la bebida,
Todos sus poemas a una mujer de oro eran falsos, falsas las palabras de fuego y de topacio,
falsas las rimas desesperadas, falsa la luna, la constelación del jacinto, el lirio de Judea,
y la palabra Dios escrita con malaquitas.
La Cadena Siete contraatacaba con otro escándalo pavoroso.
El Hotel donde la marquesa hizo el amor aumentaba hasta el éxtasis sus ventas,
Y Rodolfo Cisterna, veraneando en Sanlucar, era atacado por un yonki con Sida,
Que le daba un tajo en la cara.

Finalmente, y para que sirva sólo de adorno, el Papa Benedicto 58,
Visitando aquel convento de Clarissas,
Sufría una caída de espanto, y se rompía el fémur.

José Garganta Profunda, el chivato,
Sobrino de Sor Angustias,
Cobraba tres millones de pesetas de la Tres
Y se los gastaba, íntegros, en el Bingo.

Y yo turisteaba en Florencia con mi hermano pequeño.

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Alexander Vórtice (España)
ESTUPEFACIENTE


PURA fibra, amor, puro veneno.
Arco de denuncia en las calles enlutadas
y sangre reclamando secuencias de sal.
Cápsulas de pereza y gótico relámpago
de colmillos cruzados,
de dagas al viento, entre mis dedos…
Y decir: «Moriré esta noche»,
y enseguida decidir
que es un frenesí
mi decisión.

Cóctel de dependencia
en esta ciudad de hijos y furcias;
amor: te encontré seca de esperma
y sólo pude darte adhesión…

Ojo por ojo y vientre que lastima…,
divinidad que es mi estupefaciente afable,
siempre mujer que tuvo el gusto
de padecer mis estúpidos prejuicios.

Alexander Vórtice / Bitácora

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El peso de la injusticia

Uno va transitando como si tal cosa y se va topando con una serie de acontecimientos que, en el peor de los casos, le indican que todo es fugaz e insignificante. Asedia la vida y sobre todo la infamia salida de las manos de pérfidos personajes que, mediante sus mentecatas actitudes, te hacen pensar que el abismo es todo lo que nos rodea. Entonces, en los momentos difíciles, llega un soplo de felicidad con ansias de poner las cosas en su sitio; algo te susurra que debes manifestar, incluso desde la desesperación, la tempestad que llevas dentro.

Es como una flecha que te indica el camino hacia la calma y la esperanza. Dicen que el alma pesa 21 gramos ; 21 gramos de simpatía, antipatía, morriña, inercia... Pero, ¿cuánto pesa la injusticia? Supongo que más, mucho más. Lo interesante del tema, es que hay vidas y vidas. Cada persona es un universo de sustancias que pululan de manera singular, hasta que se encuentra con otro universo de vida, y llega el plural.

Existen personas a las que la vida y la infamia les pesa de sobremanera; personas como el gran poeta José María Fonollosa (1922-1991) al que, como suele ocurrir con los genios, le llegó la fama y el éxito literario después de muerto, habiendo pasado miserias de todo tipo. Tal fue su zozobra ante la vida que le tocó vivir, que llegó a expresar con énfasis en uno de sus poemarios: «No a la trasmigración en otra especie. No a post vida. Ni en cielo ni en infierno. No a que me absorba cualquier divinidad. No a un más allá, ni aun siendo el Paraíso reservado a islamitas, con beldades que un libro garantiza siempre vírgenes. Porque esos son los juegos para ingenuos en que mi agnosticismo nunca apuesta. Mi envite es al no ser,a lo seguro. Rechaza otro existir, tras consumida mi ración de este guiso indigerible. Otra vez, no. Una vez ya es demasiado». Este rugido se le escapó a Fonollosa desde la inmoralidad del tiempo que le tocó vivir, desde la ternura de saberse solo ante la furia de la corrupción inquebrantable. La semana pasada muchos jóvenes tomaron las calles de Madrid y Barcelona violentamente, en principio para solidarizarse con el asesinato de un joven de 16 años en Grecia a manos de un policía.

Esto fue lo que ellos dijeron; creo que el trasfondo también puede ser otro: la juventud se ve vacía, odiosamente tratada por el capitalismo tiburón, por la crisis, por la desconfianza en el sistema... Lo cierto es que yo no acepto ni tolero ningún tipo de violencia, pero, sin duda, algo se está cociendo en la amplia mayoría de cerebros de nuestros jóvenes que perciben como no son respaldados por ningún tipo de Gobierno, sea del color que sea, sin vivienda, sin empleo, sin futuro... Porque duele en demasía saberse apto y competente para ejercer en la sociedad, y observar como son los de siempre los que manejan el tinglado y se reparten el pastel sin esconderse de nada ni de nadie. Semeja que las nuevas generaciones serán las que pagarán los platos rotos del egoísmo, de la estafa, de la insensatez y el despilfarro de las anteriores generaciones que ya no son válidas, ya no son un referente.

Esperemos que la actual situación social mejore pronto, por el bien de todos. Sino, me atrevo a presagiar una especie de revolución donde los cabecillas ya no serán simples e ineptos jóvenes con ansias de violentar por violentar. Si la situación no cambia advierto bandas de jóvenes ampliamente preparados que pedirán de la manera que sea su sitio en la sociedad. Veo banderas de todo tipo, unidas ante el peso de la injusticia; veo las calles colapsadas por el cambio y una gran pancarta que dice: «Si algo se te da bien, nunca lo hagas gratis».

Alexander Vórtice

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Luis Alberto Battaglia (Argentina)
¿Y si la vida fuese mariposa?


Tal vez sin más razón que la locura
la pena o el invierno
se parecen al alma y ya no sé
mis sueños,
tal vez porque las líneas paralelas
no se unen pero son tan parecidas...
apenas de repente y sin embargo
el resto era mi vida.

Tal vez porque es de noche y tengo miedo
y el frío del silencio me asesina,
y llevas caracoles en el pelo,
y no soy mar ni playa;
tal vez, sólo tal vez, porque te amo
con las verdades y mentiras puestas
y el eco de la lluvia, y que te llamo
pero nunca hay respuestas.

Tal vez amor
supimos demasiado
y el barco que se aleja
lleva en las olas lo que no supimos,
tal vez porque nos deja
un duende azul si nombre,
o somos grandes, somos tristes, somos,
y nadie nos responde.

20-3-2010 /
Guarida de Poetas / L. A. Battaglia

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Daniel J. Quirós (Costa Rica)
Interpelación a Casandra


Soy yo, Casandra,
pero no puedo
recordar el futuro
(Natalia Litvinova)

¿Acaso perdiste
el divino don
de la profecía?

Entonces,
¿quien habrá
de ignorarte
y llorar arrepentido
por sus ciudades caídas?

¿O era quizás,
solamente,
una simple apolo-gía
del repudio
a las altaneras pretensiones
de algún dios?

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Caminata Porteña

A Nat Litvinova

Ojalá se pudieran palpar,
a la distancia,
las irregularidades que surcan
los dedos y manos
de aquella que plasma su ser
sobre los lienzos de mi espíritu.

Que la brisa bonaerense constituyera
mi aliento sobre su semblante
y un leve frío
y la humedad de la lluvia
no más que la sensación primera
de mi ósculo juguetón sobre su mejilla.

El sol sería ella
reflejada en mis ojos.



[Daniel J. Quirós Nació en San José, capital de Costa Rica, en diciembre de 1982. Es sociólogo de profesión y diseñador gráfico autodidacta por pasatiempo, así como entusiasta de la fotografía. Escribe poesía y su obra permanece inédita.]

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El poeta Leopoldo Panero

Crítica de cine
El desencanto, Jaime Chavarri, España, 1976


Magnífico y descarnado documental sobre la familia Panero, de recuerdos de una época ya pasada y de rencillas en una familia en plena decadencia. Leopoldo Panero (1909-1962) fue un conocido poeta adscrito a la generación del 36, falangista y afín al régimen de Franco y durante años poeta oficial de la dictadura. En el documental aparecen la mujer de éste, Felicidad Blanc, y sus hijos, el alcohólico Juan Luis, Leopoldo María, enfermo de esquizofrenia (poetas ambos) y Michi, conocido animador de la «movida» madrileña. La muerte del padre da pie a un ejercicio de crítica ajena y propia, con ferocidad desacostumbrada sin duda para los espectadores en el momento de su estreno (y a la que hoy nos ha habituado ya la proliferación de reality shows).

Los «asesinos de los ruiseñores», «la estirpe infiel de los Panero» denostada por Neruda, conjuga tanto la ambigüedad de la generación poética de la posguerra, su superficialidad fingidamente trascendente, su necesaria falsedad (y su inevitable verdad), como su opuesto, encarnado en la transgresión de toda norma, en el buscado satanismo de Leopoldo María. En último extremo, estas cualidades tienen su raíz en esa locura poética y real que lleva al ser humano al conocimiento de sí mismo.

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Pedro Du Bois (Brasil)
DA INJUSTIÇA


Amaldiçoado em lágrimas
rasgo olhos ao horizonte

poente
inutilizo a noite
na chegada
em refúgio

(os cães ladram)

rememoro a hora
da notícia transmitida
palavra por palavra

revejo minha imagem
cristalizada
no congelamento
da lágrima depositada

(os cães farejam)

as dores se afastam
no distanciamento
necessário ao medo

o corpo estremece
ao se pertencer em dores

no horizonte hostil
da janela aberta
o futuro se depara
com a impertinência
do presente

(os cães comem)

afasto suas mãos das minhas:
o contato é lucidez
inoportuna na desesperança

a oração despercebida
rompe o silêncio
e se perpetua

afago o deslizar da hora
em horas subsequentes

(os cães se defendem)

murmuro o nada acontecido
e desacordo em sonhos

o retorno convive
com o fato
desproporcionado

revivo o outono em folhas
pelo chão

recupero a sanidade
e me faço cristal

de rocha esfacelado
(os cães se diferenciam)

sofro o instante
e gesto
o silêncio
o emudecer transmite
a incerteza da pergunta

na vastidão ampliada
da insensibilidade

(os cães desfazem)

posso perguntar
o que bem entendo:
mas não entendo

posso exprimir

a minha raiva:
mas não pretendo

posso aproximar
os olhos à fotografia:
mas não enxergo

(os cães confundem)

calendários dizem que os anos passam
o exercício diuturno de recuperar
o inconsciente e o aguardar
refulgente: recomposto

o exército lancinante dos ataques
distribui ossos que estalam

(os cães apavoram)

um dia destaco na pedra
o sinal: acordo

um dia acordo e na pedra
destaco o sinal

um sinal na pedra
é destaque quando acordo

(os cães se acovardam)

olho e enxergo
ouço e escuto
pego e sinto
levo à boca
e o sal amarga
o recesso de onde retirado

avaros dias de permanências
permanentes signos
aparentes esboços

o processo desarruma o fato
em procedimentos

(os cães arfam)

ouvidas as testemunhas
os peritos dizem
das especialidades

nada
nada

a improvável condenação
confundida em versos
na reversão da realidade

(os cães obedecem)

choro atravessar o espaço
desconsolado em fatuidades

remoço a fotografia
e me instalo diante
da orfandade

perder significa atos
ao despropósito
de continuar vivo

(os cães silenciam).

Pedro Du Bois

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OS PÉS DO OVO

No frigir dos ovos
apaga o fogo
e coloca a frigideira
sob a água
concorrente: ovos estalam

frígido em ovos nevados
sucede o corpo ao pecado
antecipado por estar quente
antes da hora. O vento ressoa
portas e janelas: ovos
colocados em pé.
(os pés do ovo)

Pedro Du Bois

<><>

DATAS

Não é o dia aprazado
o atraso me faz
fragilizado
ao encontro
altero o calendário
ao necessário
nos dias seguintes
retorno ao anterior
acaso: incompleto
o ciclo se debate
em dúvidas estelares.

Pedro Du Bois

<><>

TODOS

Senhora de todas as horas,
refrão e canto; silêncio e hora
decorrida; na apresentação
mesquinha se diga revelada.

Em todos os balcões de bares,
senhora, em todos os caixas
de supermercados e nas filas
de ônibus, induza o espírito
ao retorno: como alimentar
corpos naturalmente expostos?

Senhora de todos os gostos, na hora
que é nossa em pertencer ao estado,
observe à sua volta e se revolte.

Pedro Du Bois

<><>

SOBRE O GESTO

Além do gesto, senhora, a importância
decide a vida. Estrangula o choro,
refaz o sentido.

Senhora, o choro retrai
a angústia em restante medo.

Fosse o sono a dedilhar
a corda imensurável da música
de fundo, senhora. O choro
é o carrilhão desabalado do relógio
ao findar da corda.

Pedro Du Bois / Index

<><>

MÁCULA

Desprovido de mácula mancho o passo
com sangue: acetinado preço
do inocente declarado; o pecado
urdido em mortes se rebela
contra o antagonismo da verdade;
o sangue jorra minha vida esvaída
ao sentido de me dizer libertado;
maculo histórias em interpretações
despropositadas, reinvento atos
de coragem em paródias
prosódias
sarcasmo
desprovido em mácula.
O sangue cessa o alvor
do corpo despropositado.

Pedro Du Bois / Aviso urgente

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Arturo Cardona Mattei (Puerto Rico)
Libertad


Y me fui mar adentro
Y luché con olas de monstruosos movimientos
Aguas inmensas…aguas de grandes lamentos
Desordenadamente grandes que despertaban miedo
Allí pasé un tiempo de ellas aprendiendo

Y me fui a las montañas con mis aparejos
Y vi que las cumbres eran hermanas de los cielos
Marché atrevidamente y subí como águila que reta los vientos
Escalada forzosa de un llamado sacramental testamento
Allí pasé un tiempo con ellas acometiendo

Y me fui al bosque donde la Fauna diosa me regaló un beso
Y vi los animales moviéndose en libertad… no en cautiverio
Vivían sin verjas, sin alambradas coartándole sus derechos
Y se bañaban en las aguas de los muchos ríos inmensos
Allí pasé un tiempo conociendo su hábitat tan excelso

Y moví mis dedos adentrándome en un librero gigantesco
Y vi gentes de muchos pueblos guerreros
Página tras página los saberes me llovieron
Y comprendí avergonzado lo llano de mi intelecto
Allí pasé un tiempo entre libros y genios

Y le pregunté al viento el motivo de sus bienes realengos
De dónde sale, quién le espera en el otro extremo
Por qué se esconde en la noche, por qué de día usa blancos velos
Y con suave roce me dijo: mi secreto no tiene dueño
Con él pasé un tiempo blanqueando mis negros cabellos

Y vi un hombre arropando su esqueleto con harapos viejos
Me dio coraje por los muchos años de tan ingrato cortejo
Cabizbajo, abatido de dolores graves en constante forcejeo
Aquel hombre me dijo: sólo quiero limosna de los altos cielos
Con él platiqué hasta recomponer mi perturbado ego

Y me fui al camposanto, hogar de todos los muertos
Y vi tumbas blanqueadas como la nieve de crudos inviernos
Y me preguntaba: ¿por qué tan amargo silencio?
Miré a todas partes sin recibir el más mínimo aliento
Allí cavé una fosa para el día de mi secuestro

Hoy sé lo que ayer no sabía
Hoy comprendo que el mundo no es todo armonía
Que hay esclavitud en los pueblos de esta Tierra impía
Que hay hambre, maldad, egoísmo y tiranía
Y me pregunto: ¿dónde está la Libertad que el hombre nos dicta?

Libertad, amiga mía
Amiga de los pueblos que navegan noche y día
Tus rayos libertarios en los libros geniales agonizan

Libertad la del hombre que guillotina bondades y alegrías
Libertad perdida la que paseamos entre porfías
Hoy te ensalzamos hasta los cielos gozosos
Mañana ponemos velo negro sobre tu rostro
Hipocresía la del hombre que cuelga cadenas sobre nuestros hombros

Libertad, amiga mía, vecina de lobos
En tu vientre quejoso nos va la vida a todos

17 de septiembre de 2010
Caguas, Puerto Rico


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Juan Manuel Pérez Álvarez (España)
Mercado en el desierto


Llegan con sus caravanas
llenas de mercancías,
y pregonan a voz en grito
con megafonía, sus cacharros.
Están en el desierto,
pues del pueblo en paz
los han expulsado cuando querían
apropiarse hasta del lenguaje.

Ponen carteles en cada pared desnuda
y aún quisieran el templo para ellos,
para colgar allí sus mentiras y adorarlas.
Con astucia, intrigan maneras
de apropiarse del aire que respiran
para obtener ganancia con su robo.

Y piensan que con publicidad,
van a cambiar la verdad de color,
y piensan que van a silenciarla
con murallas de cera que se derriten
heridas por el sol. Es mentira la verdad
pregonan ladrando,
aguijoneados por las pulgas de su ambición.

Hagamos a la basura altar.
Pero su misma basura los infecta
como látigo de su codicia.
Tecnología, sonajeros,
cachivaches, para entretener al que pasa,
y robarle mientras la cartera.

Pero mirad la plaga que ahí os llega.
Mirad, necios, el virus que os consume
pudriendo vuestras entrañas. Sois corrupción
y a la corrupción volvéis.

Y por más que inventéis nuevos productos
que son el mismo anuncio, pues no valen
el medio en el que se difunden,
por más que hagáis carteles más grandes
y pantallas poligráficas de arena,
estáis en el desierto, y os ahogáis
en vuestro propio excremento.

Y la verdad ha pasado victoriosa
montada en el asno de la humildad,
y os ha abandonado en un infierno
que no os da ni para comer.

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El que viene

Ese hombre que está en la silla móvil
de la parálisis, y camina lento,
es el héroe que viene a salvarnos.
Ha cargado con la enfermedad
en nombre de los que vivimos.

Todavía no veis su victoria,
porque solo os parece un tormento.
Pero la victoria está con él,
está en su pedregosa escala,
está coronando un monte invisible.

La victoria es su corazón abierto
como la flor para el que ve.
Su sonrisa es el triunfo.
No hay otra alegría ni otro éxito.
Cuando pasa, pasa renovando
el roto regalo de la luz
que da caprichosa apariencia al mundo.

Cuando pasa, pasa curando enfermos,
pasa dándole al pobre la comida,
y al desgraciado devolviéndole el gozo.
En su debilidad está su fuerza,
su medalla brilla más en la noche
del dolor, y escribe su nombre en el tiempo
con la sangre de su entrega, que es su gloria.

Juan Manuel Pérez Álvarez

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Liliana Varela (Argentina)
Lágrimas de sangre

«el rojo se lo tragó el demonio
y la fe que nacía
echó reversa sin tocar la puerta»:
Ana Lucía Montoya Rendón

Qué sabrán ellos
lo que es el dolor silente
el que atraganta el azul
el que nos vuelve requiém.

Cuatro cirios y en el centro
el obtuso trofeo de la vida
(el que todos obtenemos sin distinción
de status ni raza)

el frío congelando huesos sin médula
la culpa del hálito aún sostenido...
todo se vuelve gris
en el rito anguloso que nos ata

y nos recuerda
lo frágil que somos
/ y lo infelices.

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Alejandro Drewes (Argentina)
Mar oscura

A G.

Bruma en el espejo de futuros
días sin regreso, demasiado lejos
ya de puerto: digo con qué palabras
convocar tu sombra entre sombras
y este final de partida en el ancho
país de extranjería, aquí donde
toda voz ha callado. Escritura
entre copos de ceniza, como
silba el duro viento del sur y cruza
otro bosque de lápidas. Ni memoria
de algún alto verano se guarda ni llaves
en casa vacía: apenas el infinito
pudor de nombrarte queda. Y esta honda
mar oscura, y por un tiempo
la vida, ese asunto desgraciado.

Liner Notes

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Legado

Pero qué hay de las horas como nubes
que tan alto pasan. Del anillo en su leve
fulgor como evaporada lágrima, hundida
en los eriales de toda memoria

y qué dirán los labios entonces, cuando
se haya vuelto el mundo una sola gasa
de humo y verdor transparente, qué habrá
de aquel tiempo. Otra sombra en la ceniza

que tiembla, una danza de hojas detrás de la luz,
paridas palabras que no salvan. Deja caer
entonces apenas la frente en la piedra y reza,
duramente reza, al Dios de los turbios siglos

por venir, a sus legiones reza bajo la hosca
tormenta inminente. Azul plomo la morada
en el espejo del fondo del mar. Carne o fruto fugaz
de los días, dime tan sólo qué hay detrás de las nubes.

<><>

Cansancio

Did you help me to carry the stones?
Pink Floyd

Repetición y pavura
de las horas concedidas.
Al corazón su oscuro
peso, el denario leve del aire
todo cuanto va quedando
atrás. A medio camino
este grito callado, la sorda
pregunta, el cuerpo baldío
de un amor que no ha sido
cada lento clavo en la cripta
milenaria. Impávidos ángeles
extramuros cantan. Y ninguno
te ayuda con tu saco de piedras.

[Alejandro Drewes es un poeta, escritor, traductor (catalán, inglés, alemá y francés), nacido en Buenos Aires, en 1963. Es el editor de la revista AERA.
Ver. Más textos suyos en: Liner Notes]

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Leopoldo Panero (España)
Canción para una discoteca


No tenemos fe
al otro lado de esta vida
sólo espera el rock and roll
lo dice la calavera que hay entre mis manos
baila, baila el rock and roll
para el rock el tiempo y la vida son una miseria
el alcohol y el haschisch no dicen nada de la vida
sexo, drogas y rock and roll
el sol no brilla por el hombre,
lo mismo que el sexo y las drogas;
la muerte es la cuna del rock and roll.
Baila hasta que la muerte te llame
y diga suavemente entra
entra en el reino del rock and roll.

[Poesía: 1970 - 1985]

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Himno a Satán

«Ten piedad de mi larga miseria»:
Le fleurs du mal: Charles Baudelaire

Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente a la muerte:
tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina y sangre
las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.

Poemas del manicomio de Mondragón

Leopoldo Panero

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Canillita (El Salvador)
Mierdolandia


En las noticias, muerte
en los diputados, mentiras
en los magistrados, corrupción

Mierdolandia, mi país
las instituciones engusanadas
la familia podrida

Comercio, piratería
función pública, robar
religión, pedofilia.

Gobierno crimen organizado
universidades fábrica de delincuentes
penitenciarias centro de estudios de post grados

Las putas son santas
los que emigran cobardes
los pastores hipnotizadores de tontos

Los políticos vergüenza nacional
los gays y las lesbianas orgullo nacional
los delincuentes productos de exportación

Canillitas Feliz

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Carlos López Dzur (Puerto Rico)
Cómo se corta la cabeza a una hidra


No cayó su caudillo a manos de jóvenes, ni le hicieron tajos los titanes, ni soberbios gigantes pusieron en él la mano: Judit, hija de Merari, con la hermosura de su rostro le paralizó: Judit 16: 8

Estuvo el Eterno, regocijado en el rostro de Judit
y la ha mirado por 3,500 años, porque
más que hermosa es la paz y la pone
en el rostro de alguna mujer; y con ese don
hizo a Judit para que en días de guerra
detenga a Jabes / el Dolor / y diga a los Impuros
sóis hijos de Jezebel
ay, de quienes nacen salvajes y rezan megalomanías,
y así dirá y se destuvo
la bella mujer de Judá,
Judit que enaltece a Hashem,
quien en duelo está por los ejércitos
en la casa de Merari, su padre, junto a quien clama:
«¿Cómo se vencerá, oh Hashem,
contra quien de hambre y sed nos mata
poco a poco?»: Y respuesta llega:
«No por la fuerza ni por el poder,
sino por Mi espíritu,
dice el Eterno de los ejércitos».

Y en los días de Nabucodonosor
a los babilonios le llamaron hidras / racimos
de enormes víborras, venenos de muchos dolores
y en templo de Ierushalaim se dolía
con lo más severo de Jabes, el dolor
de la más bella mujer de Judá.

Y sólo Ajior la vio salir de Betulia
en días en que la guerra se llamara Dolor
y el Eterno / Hashem / dijera a su pueblo
no por violencia o por armas vencerá
la semilla del amor que es mío.

Y sólo Ajior, gentil se conmovió
cuando la vio entre los asirios: «Lléveseme
ante el General». Ante Ajior y Holofernes,
daría discurso de Hashem. Se haría mirar.

«¿Cuál es tu discurso, mujer?»
Y la hermosura del rostro de la paz
le quitaba más fuerzas que el deseo
de poseerla porque más dulce que la uva
su rostro / el rostro de Hashem /
y su piel más tibia es que la sangre
que pueda manar herida por espalda...
A manos de jóvenes armados
no cayó su caudillo; ni ni aún cuando pasó del banquete
de la seducción a la tienda de las intimidades.
Su guerra no la podrá violar.

El General empezó a dar besos y a querer desnudarla
(«¿Y no te dije, por amor a la paz, que no lo hagas?»)
y no hubo tajos de otros titanes, ni soberbios gigantes
cuando se inclinó a Judit, hija de Merari.
Y no tenía fuerzas; ella hizo que mirara
a su rostro, sólo a su rostro, hasta juntar
la energía de la Espada de Hashem
que de un tajó cercenó la Hiedra.

2006 / De
Teth, mi serpiente / Carlos López Dzur /

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Nuestro hijo, Yayael

Quiero ver a nuestro hijo Yayael:
Yaya al solicitar de su mujer el calabacín
donde guardaba los huesos de su hijo

Yo lo amé, Liani mía.
Nuestro hijo fue la flecha de huibá
que disparé al firmamento;
le dije que sus huesos serían la pieza dura
de mi cosmos, la ceiba más ancha
y erguida de mis bosques, el orgullo
de mi armazón, mi cumbre y mi atalaya;
todo lo blando y dulce de mi cuerpo
se lo confié a él, a nuestro hijo.

El tendría que proteger
con huesos vivos la esencia de las cosas;
tu corazón de Liani, mi pozo de edades
en el alma, porque somos filósofos
del agua del Origen y las hormonas
de todas las sustancias; pero él, oh Yayael,
traicionó la médula amarilla; se ufanó
con gesto parricida y quiso matarme
hasta el profundo tuétano.

Yo lo amé, no lo dudes, amada mía.
Lo separé para que llorara
con pureza hasta su sombra
y llevara su ofrenda de huilque
al que da los carbonatos en la piedra
y en el fuego arde con fosfato;
lo llamé al modelo cristalino
de estos troncos vitales de los huesos.
Y se burló otra vez de mí, su padre.

¡Pero quiero verlo; es el hijo
de Yaya, nuestro hijo, el heredero!
Aún lo amo, Liani hermosa,
aún lo amo.

09-02-1988 /
Lope de Aguirre y los paraísos soñados

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Te hundíste en el Empíreo inmóvil

El miedo de perderte fue la amenaza latente
de los otros, Beatriz, y me hizo imaginar
que te arrebatan nuevamente.

Ida, tragada en nueve cielos móviles
de Maya, y dije: «¡Te he pedido,
finalmente, para siempre!
Te hundíste en el Empíreo inmóvil
donde ya no se puede codiciarte».

«Esta es la fiera impura; no te engañes.
Que creas que no te amo y sí te amo.
Otros harán que el mundo duela.
Otros urdirán que te sientas solo».

«No me codicies meramente, házme libre.
Cuídate. Búscame. Voy a estar en tus voces,
no en tus egos. No vivo en las selvas del capricho.
Vivo en la sustancia de tus necesidades».


6-12-1978 /
Bitácora personal / Carlos López Dzur

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Fanny G. Jaretón (Argentina)
Mediumnidad


Mi cuerpo ha estado tirado a la vera de tu abandono
durante quince días.
Los cuervos se espantaban de mí
por el olor que deja el amor del engaño.
Los enterradores de espíritu apagaron la luz
y se echaron a dormir.
Los alcahuetes y curiosos pasaron hoja mas
hoja menos que no engrosarían el libro de
otra primaverita que no hará verano.
No quiero gastar pegamento en un cartel
que me identifique como muerta desconocida.
Ni ocupar lugar en el frigorífico
por quien nadie reclamará.

Fanny G. Jaretón

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Esparcida

Cuando te Conocí, las palabras
empezaron a replegarse de manera extraña.
Un siseo opuesto a la condena logró traspasar al tiempo.
Y te marqué con trece besos sobre tu espalda la hora
que señalada serviría para tu ida. Sin vueltas
no hablo que me dejaras sin tu cuerpo.
Hablo, como un granizo que ahora golpea todo el cuerpo mío
del trueno abstracto
que hizo llover al barro que sepultara tu espíritu.

Fanny Jaretón

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Encuentro cicatrices cuneiformes

Encuentro cicatrices cuneiformes
ahuecando la propia existencia,
ya en el vacío de las horas
me han robado todo por decir.
Espero, calma, el siroco de las letras:
un frío ambiguo naciendo en sitios inexistentes.
Finísimo placer con lágrimas de esperanza
y la boca a punto de estallar.

Alas para volar / En Poemas en Añil

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Darío Rojo
¿Qué lectura tiene la literatura en Internet?


La Red es sinónimo de información; sin embargo, un libro ofrece muchos datos aledaños al producto literario. Aquí, una mirada reflexiva sobre la convivencia de la literatura en pantalla y en papel.

Una energía diferente de la que impulsa al león y a la gacela de documental, hacen que el humano opine calmada o compulsivamente- sin siquiera manifestar el mínimo intento de evitar esa conducta—, sobre todo lo que lee o lo que ha sido escrito. Por esta razón, hay quien asigna el fervor o desprecio por un escritor a distintas causas: la conjunción de la primavera con un mísero velador, la imagen de una escritora en contienda con una pata de pollo, o los ecos de una aburrida musiquilla. Exagerado o no, hay cierto consenso en que la recepción por parte de un individuo de la literatura tiene infinidad de variables que van tejiendo la tensión entre el ideal individual de lo literario en estado puro y el poder de cada hecho que circunscribe el encuentro con la literatura.

Internet como sistema puede llegar a influir en la repercusión de un texto de manera que éste sea contemplado positivamente, e incluso, hacer invisible cuestiones que podrían llegar a merecer mayor consideración.

En cuanto al signo positivo, hay, por razones meramente cronológicas o por la proximidad con nuevas tecnologías, una leve aura de modernidad que se transfiere a sus textos nativos: los que han llegado a la red directamente de la musa. Para mucha gente, y sobre todo, para quienes el presente es un cifrado de constantes novedades, esta característica asegura una lectura preseleccionada por un tribunal que asegura que el futuro traerá grandes bendiciones.
Este hecho de alguna manera se relaciona con que en Internet es posible la constatación fehaciente del interés sobre esos textos.

E incluso de una manera muy efectiva para el marketing que consiste en atenerse principalmente a la cantidad, sin complicados argumentos y sin la necesidad de estructuras mediadoras. Cada lector convertido en emperador romano o gritón de esquina, puede dar su opinión, allende las estadísticas que cualquiera puede consultar. Esta posibilidad de operar como una gran maquinaria de marketing en la que todas las preguntas son respondidas menos una— ¿ese fan instantáneo pagaría por eso que le da tanta satisfacción gratis? — la hace funcionar como trampolín para otros sistemas, como por ejemplo el editorial. El internauta como masa y pueblo virtual que ha dado su voto para que aparezca la candidata en el mundo palpable: librerías, teatros, cines o televisión, y de allí regrese al pueblo virtual pero con dinero concreto.

Pero no siempre se trata del efecto trampolín, a veces hay productos literarios que harán del entorno Internet su límite y lugar de permanencia. En algunos casos porque demuestran cierta incompatibilidad con otros sistemas, sea por una heterodoxia de componentes— conjuntos de digresiones de un blog, etcétera- o por una magnitud desmesurada. Por ejemplo, un proyecto de obras completas, tal el caso del sitio arquivopessoa.net que contiene cuanta letra haya dibujado el escritor portugués. Un caso como éste, en lo que respecta a repercusión, tiene todas las de perder. ¿Qué se hace en un medio gráfico con un sitio tan monstruoso? A menos que el azar de la noticia lo atraviese, poco puede hacerse. Se supone que la aparición de un libro ha sido producto de un proceso de selección natural, a diferencia de Internet, que acumula sin límite, y no importa, en este caso, si el sitio pertenece a una institución o a un adolescente estrafalario.
En breve se liberarán los derechos de autor de Roberto Arlt.

¿Cómo se comportaría la recepción de ese caudal de obra, si en vez de unas lujosas ediciones encuadernadas en piel lo que hay que enfrentar es sólo un sitio como el de Fernando Pessoa? No creo que la diferencia dependa de la calidad de experiencia de lectura, porque respecto de ella, las ventajas y desventajas de cada una de las tecnologías está bien clara. Sillón para el libro, silla para la pantalla— aunque se está tratando de equiparar—, la magia onomástica de los distintos buscadores en la computadora, y el tacto, olfato y subrayado del papel, aunque esto último también se procura emular. No hay por qué elegir, pero si en Internet la forma libro-revista se ha quebrado, podemos pensar por qué hay sistemas— de crítica, de prensa- que necesitan de esos formatos clásicos para poder absorber el texto.

Sitios equivalentes ya existen, y usualmente equiparados con productos de diferente naturaleza y calidad, hermanados sólo por tres dobles ve. Porque si bien en Internet generalmente importa quién habla, es más común que se genere una sensación de paridad por un aspecto muy simple y físico: la imposibilidad de alterar el formato respecto del sitio— no hay un monitor que cuando llega al sitio equis se vuelva redondo y mueva los botones de una manera sugestiva— .Y en cuanto diferenciación, aunque parece un mero detalle, el libro es emperador.
Curiosamente siendo Internet casi un sinónimo de información, es evidente que el libro ofrece muchísima información aledaña al producto literario que ofrece. Y sobre todo cómo arroja esa información, con qué inmediatez.

El ejemplo más bobo: una faja en un libro lo distingue en una mesa de novedades, y, según la causa de la faja, habrá otras instancias de diferenciación. Quizá las razones de que la faja virtual, o el elemento en pantalla destinado a ofrecer determinada información no obtenga tanta eficacia sólo tiene que ver con los tiempos de lectura en computadora; de todos modos la diferenciación se comporta de otro modo. Así como hay pequeñas dificultades técnicas que hacen que determinados productos de naturaleza mixta no accedan rápidamente al corpus de una tradición. Por ejemplo, con los reportajes televisivos, documentales, recitales en vivo o conferencias, hay que tener más que buena voluntad para integrarlos al concierto dela memoria escrita y la transcripción o la existencia de la crónica será sin duda un paso más que habrá que agregar para que esas palabras sueltas lleguen a la tecnología del libro.

Pero esas son batallas menores comparadas con la milenaria religión que proclama que es más lindo comprar libros que leerlos, que Internet puede convertirnos de un plumazo en sobacos ilustrados, y que al haberlo leído todo, sólo nos resta destinar nuestros días a las repercusiones de los círculos de agua que se crean cuando un libro cae en un río. Un libro que nadie ha de leer, que quizás no importe leer. O sí.

Tomado de MediaIsla y la revista Ñ

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1 comment:

  1. Hola amigos de REVISTA MUÑECA VIRTUAL les escribe su fundadora y directora MARTHA CECILIA OROZCO OSPINA, reciban como siempre un cordial y cálido saludo desde Medellín, Colombia estamos próximos a Diciembre.. La navidad que es para creyentes y ateos la mejor época del año.. Espero de corazón realmente lo sea en medio del invierno mundial y temperaturas extremas en otros lugares... Sea esta época pues, la mejor manera de expresar amor por aquellos que lo necesitan ... No esperes a que otros lo hagan .. Se el primero en el corazón de los humildes y seras grandes entre los grandes sin haber tocado un escenario u obtenido riquezas..
    Un abrazo y recuerdos bonidos..
    Martha Orozco
    Directora
    Google Blog REVISTA MUÑECA VIRTUAL
    No soy lo que los crueles e infames me han quitado, soy lo que ahora ves.
    MARTHA OROZCO.

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