Saturday, September 25, 2010

Octubre 01, 2010, Núm. 69, Orange County



Pintura acerca de John Rolfe, hacendado tabacalero, previa a su viaje a Inglaterra con Pocahontas, su esposa. Ella murió antes de regresar a Norteamérica después del viaje.

CONTENIDO 69


Fernando Savater
El Cíclope Polifemo

Milita Babilónica
Alicia olvida tres pétalos

Ady Yagur
Sobrevivir
Oda a la paz

Julio Carmona
Adiós Violeta: In Memoriam
A Violeta Carnero de Valcárcel. In memoriam

Marcel Valcarcel Carnero
Funerales de Mamá Grande: Tributo a Violeta Carnero

Arq. Luis Lema Osores
¿A quién le importas, hermano?

Carlos Adalberto Fernández
¿Y qué esperamos? / Cuento
Una ilusión wash & wear / Poema
Melina y sus hombres / Cuento

Fanny G. Jaretón
Pardesiano
Hablecedario

Óscar Wong
Poética del Viento

Alejandro Drewes
Como el poema
Voces

Edgar Ramírez Mella
Poema de la Dama Boba

Carlos López Dzur
Del poemario «Teth, mi serpiente»
La nobleza salvaje
Tres cosas que se olvidan y se desagradecen

Oscar Portela
Cuando Yo Estuve

Sylvia Long-Ohni
La que no tiene ojos

Ana Lucía Montoya Rendón
Señor Silencio

Néstor Barreto
El coquí y el ruiseñor

Alejandro Jodorowsky
No prometas caídas ni ulceres confianzas

Jorge Luis Estrella
Frío



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Fernando Savater (España)
El Cíclope Polifemo


La literatura no empieza con un hombre solo sentado ante una mesa, escribiendo sobre un pergamino con una larga pluma de ave mojada en tinta, sino con un corro de hombres y mujeres acuclillados en torno a un fuego mientras alguien cuenta una historia. Quizá es de noche: se protegen dentro de una cueva de la lluvia, del frío, de las fieras que rondan y acechan.

Acércate a escuchar. ¿Qué les narra ese hombre cuyas palabras tienen a todos tan fascinados? Habla de las aventuras de alguien singular que cruzó los mares, desafió a las montañas y se enfrentó con los monstruos. Narra batallas en las que intervienen muchos guerreros humanos y a veces algunos dioses que debían estar aburridos. También aparecen mujeres: la mayoría se limitan a ser hermosas y los varones las cortejan, a veces las raptan o luchan a muerte por ellas; pero otras son valientes, astutas, emprendedoras, fieles a sus maridos o retorcidamente malignas como brujas.

El protagonista de ese relato que alguien cuenta mientras los demás escuchan conteniendo la respiración se parece a nosotros pero no del todo: por lo visto no tiene miedo a la muerte como lo tenemos tú y yo. Y los otros se animan escuchando su historia y le llaman héroe porque aprenden gracias a él que la muerte no domina donde hay un gran corazón.

Ese hombre que habla es el narrador o, si prefieres, el poeta. Al primero de esos poetas —que aún no escribieron pero que cantaron y contaron hermosas historias— nosotros le llamamos Homero. Muchos años después de su muerte, alguien reunió los cuentos que tantos le escucharon en dos grandes libros: el primero de ellos, la Ilíada , trata del largo asedio de la ciudad de Troya por una alianza de guerreros aqueos llegados desde todas partes de Grecia para rescatar a la hermosa reina Helena; el segundo, la Odisea, relata las peripecias sufridas por uno de esos guerreros(—Ulises, rey de la isla de Ítaca— hasta volver a su casa, navegando por gran parte del Mediterráneo.

La Odisea es una magnífica novela de aventuras, la primera de todas y la que ha tenido más imitadores. Si la lees te encontrarás zarandeado por tempestades y naufragios, verás aparecer monstruos implacables, serás hechizado por brujerías, sabrás cómo un rey tuvo que disfrazarse de mendigo para recuperar su trono, cómo la flecha de un arco formidable se clavó en el corazón de la verdad y cómo un viejo perro ciego fue capaz de ver lo que nadie veía. Sobre todo, conocerás a Ulises: astuto, fuerte, obstinado, tramposo y audaz. Hace ya casi tres mil años que los lectores estamos enamorados de él...

Uno de los adversarios más tremendos contra los que tienen que enfrentarse Ulises y sus compañeros en su famoso viaje es el cíclope Polifemo. Se trata de un gigante antropófago con sólo un gran ojo en la cara, que vive en una isla habitada únicamente por otros feroces salvajes de su misma especie. ¿Te acuerdas de los ogros, esos personajes amenazantes que aparecen en tantos cuentos, como El gato con botas o Juan sin Miedo? Pues Polifemo es el primer ogro de la literatura y sirve de modelo a muchos otros.

El cíclope tiene su guarida en una gran cueva, donde guarda también un rebaño de enormes ovejas. Ulises y sus camaradas se acercan a él como amigos, esperando alimento y cobijo, pero Polifemo les hace prisioneros para ir devorándolos poco a poco. Por fortuna, el cíclope no conoce el vino, ese invento maravilloso de la gente mediterránea, y cuando Ulises se lo da a probar se entusiasma con tan grata bebida: es bruto, pero menos de lo que parece. Después Polifemo se duerme borracho como una cuba, Ulises le ciega el único ojo con una estaca bien afilada y los griegos se escapan ocultos entre las lanas de las ovejas ciclópeas.

No creas que Homero y sus oyentes consideraban a Polifemo un monstruo por su enorme tamaño, ni por su único ojo, ni por vivir en una caverna. Lo monstruoso del cíclope era su falta de hospitalidad. A los pobrecillos que llegaban cansados y estremecidos de luchar contra las olas no les ofreció ayuda, sino que los trató como a animales. Para aquellos antiguos griegos, como para tantas otras culturas, no había peor pecado que esa falta de hospitalidad.

Acuérdate cuando veas en tu ciudad al extranjero, al inmigrante, al que pide refugio y comprensión. No seamos nosotros ogros odiosos para ningún ser humano.

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Milita Babilónica (Chile)
Alicia olvida tres pétalos


Un pétalo lo dejó en la cama en la que el hombre dormía sin saber de ella. El hombre pudo ser el hombre pero estaba dañado por los días en los que no amó. Después que bebió su magia de ojos de cielo se le desplegaron los silencios que no alcanzan a entenderse. No sabe de las noches en la que se juega a los amantes. Hubiera sabido entonces de fresias en el cuerpo, del dulce olor de los jardines que se ocultan.

Le cuesta olvidarlo. Después de tantas décadas sin los tangos el paso se hace tembloroso y no se sostiene. ¿Cuántos días hará que no la sueña? ¿Le habrá asaltado la tarde? ¿Habrá entrado por su puerta aunque estuvieran sellados los ingresos? Hay peldaños que son de papel y que se incendian cuando la tarde deja hacer al sol por sus techos de espejos… El hombre con los ojos de cielo que no habla, la mudez como testigo de los juegos del ego y del desacierto.

(Terrome terrome tesic tesac terrome terrome tepun p’atrás).

Dejó otro pétalo corcheteado en un informe para que muriera a golpes de escritorio, muerto de tijeretazos sin lunas y de aire acondicionado, de papel higiénico en rollos de 200 metros y de jabón líquido por litro. Lo mató a golpes de saliva burócrata. Lo transó por mercados a futuros improbables. Los oficinistas no sangran, suelen amar la sopa para uno y el café descafeinado con sacarina; pero no aman las margaritas porque inducen al desorden y le vuelven sábado por la mañana cualquier lunes. Como buen tecnócrata se negó a los juegos con el tiempo.

(Terrome terrome tesic tesac terrome terrome tepun p’atrás).

Alicia olvidó otro pétalo, al que arrastraba amarrados a los pies todos los sueños renunciados, a aquel cuyo lastre no permitía el avance de su barco citadino. Renunció a sus canas porque la dignidad no se encuentra en los pigmentos del cabello si no en la prestancia con la que la gente desayuna los domingos en el Café Torres.

Cuando Alicia golpeó sus nudillos contra la pared blanca que contenía su locura se dio cuenta que era de papel crepé y prefirió hacer con ella rosas de origami. No quiso saber más de sus hijos crecidos ni de sus padres mayores, ni de sus uñas demasiado blancas para sus manos. Tampoco quiso tener teléfono que la uniera a él como una cinta permanente y entonces se compró una caracola en la que escucha el océano e imagina las gaviotas.

El hombre desespera por su olvido pero Alicia se despidió en el andén de los amores que agotan y no acostumbra caminar dos veces por la misma avenida.

Que el hombre viejo se habitúe de nuevo a su mujer de iglesia, a su hijo inútil, a las demandas intolerables de sus padres, a su biblioteca inmensa que no tiene con quien compartir, a que le ocupen los libros de Hannah Arendt para matar arañas y a levantarse después de una noche que se alargó infinitamente porque no es feliz, ni siquiera de la manera gris y ladina en la que son felices los capitalistas exitosos. Que se habitúe y que olvide con el mismo estremecimiento nostálgico con el que ella cierra el libro de Pessoa.

(Terrome terrome tesic tesac terrome terrome tepun p’atrás).

Septiembre 23, 2010 /
Blog de Milita Babilónica / en LetrasKiltras

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Ady Yagur (Argentina)
Sobrevivir


Sobrevivir las guerras
el terror el llanto
lagrimas inquietas
dolor, que quiebra.

Brindis absurdo
amargo reproche
sueno dorado,
escondida sangre.

Deuda de sal
rocio sagrado
pasa el tiempo ,
silencio en la calle.

Vida mia
a ti te canto
eco del alma,
voz de esperanza.

Abrazan mis manos
laureles de PAZ
imagen divina,
que me hace sonar.

Ady Yagur

[Ady Yagur (n. 1942) es un poeta cuya poesía ha sido incluída en las antologías 'Cantores del Alba', 2005, Vigilias Nocturnas, 2006, Por Amor al Arte, 2008, Israel Escribe en Español (Buenos Aires, 2007) y Bibliografía Verdes Sueños, 2007, uno de sus poemarios. Es miembro de la Sociedad de Artes y Letras de Córdona, Argentina (SALAC), Poetas del Mundo y otras asociaciones literarias. Graduado en Medicina en Córdoba, Argentina, en 1972].

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ODA A LA PAZ

PAZ, melodia dorada
novia celosa de suenos
esperanza ciegadel tiempo
a ti te canto, en tu dia.

Aroma de suaves jardines
pueblos, libres de cadenas
anhelo verdoso en las cimas
bandera blanca, divina.

Suspiro amante del cielo
nido, del alma mia
beso de oro, infinito
himno mensajero.

Orillas acarician rios
trinos despiertan dias
hombres luchan en la guerra
la muerte, sesga sus vidas.

Dulce, tierra amada
sacro santa de laureles
mi voz anhela la PAZ
eco, de amor a la vida.

Ver más textos de Ady Yagur, en La Revista de Marcela y Ady Yagur, Poeta argentino desde Israel

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Julio Carmona (Perú)
Adiós Violeta: In Memoriam


A Violeta Valcárcel

Violeta querida
Cogisteis el hatillo de la muerte
Partisteis como una nube diluida en el ocaso
Tus grandes ojos cerraron su tiempo
Tus gritos por la paz nos dejaste
herencia difícil de llevar a cuestas
Corea Vietnam Irak Afganistán
A nuestra Cuba agredida sin clemencia.
Nos dejaste Violeta
con la estela de madre y compañera
con el ejemplo de maestra en los tiempos duros
con el encargo de continuar la lucha
no lloramos tu muerte porque seguirás viviendo
lloramos tu partida tu risa tu ausencia
entre los pobres del planeta
nos consuelan en lejanía los recuerdos.

Tus grandes ojos cerraron su tiempo
Aún queda tu mirada vigilante
Tu vuelo de paloma lleva los laureles
Hacia el infinito celeste donde brillan los luceros
Hoy viajas sobre frondosas copas verdes
Mientras el sol hunde su resplandor tras las montañas
Y todo se torna violeta como tu nombre
Así, nos dejaste como cuando la luz se desvía hacia las sombras.
Duerme, duerme, duerme tu sueño eterno
Adiós Violeta.

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A Violeta Carnero de Valcárcel. In memoriam

A Violeta Carnero de Valcárcel, la conocí personalmente –si mal no recuerdo– allá por el año 2006. A pesar de haber vivido yo en Lima por un espacio de veinte años (1966-1986), nunca tuve la oportunidad de ni siquiera conversar con ella, aunque la conocía de vista y de lejos cuando asistió con Gustavo Valcárcel al Primer Encuentro de Poetas realizado en Chiclayo (conservo un libro de poemas autografiado por el poeta). O sea que con Gustavo tampoco hubo una cercanía amical. Producto también de mis aprehensiones cívicas (por entonces era –y creo seguir siéndolo– un tanto renuente a acercarme a los poetas
consagrados). Incluso con la hija de ambos, Rosina Valcárcel (también consagrada poeta), tuve muy pocas oportunidades de tratarla durante mi permanencia en Lima, pese a habernos encontrado en eventos populares o de haber compartido un premio de poesía (en los años setenta).

Pero, allá por el año de 1999, tuvo que pasarme la desgracia de tener un problema judicial (de injusticia laboral, cometida –por supuesto– contra mí) para que se diera la oportunidad de acercarnos amicalmente. Rosina, con esa generosidad que la caracteriza me apoyó con una nota periodística, con un desprendimiento inusual y sin ningún compromiso, pues ni siquiera habíamos cultivado hasta entonces una mínima amistad. Pero esa circunstancia me llevó a buscarla en su domicilio para
manifestarle mi gratitud. Y desde entonces hemos edificado una amistad de la que no sólo me siento orgulloso, sino que cuido como si en realidad se tratase de cultivar una rosa (como la rosa de Martí). Entonces, cada vez que voy a Lima lo primero que hago es telefonear a mi amiga Rosina. Y ella, siempre generosa, reserva un lapso de su tiempo para vernos y conversar e intercambiar libros y abrazos y besos.

Y, a propósito de besos, en uno de esos encuentros, acordamos con Rosina ir un día a visitar a Violeta. Y, al momento de saludarnos con un beso en la mejilla, se generó un lapsus y nos besamos en los labios. Es una anécdota maravillosa. Y allí pude constatar que, definitivamente, la sabiduría popular es totalmente acertada, comprobé en esa ocasión que «de tal palo, tal astilla»: Rosina es un reflejo del inmenso afecto que irradiaba Violeta. Cada quien con su propia personalidad, pero ambas unidas por una calidad humana singularísima.

Violeta Carnero era un amor de persona. Me recibió con una demostración de aprecio que pocas veces he experimentado. Y con una sinceridad a prueba de cualquier duda. Y en los últimos años la he llamado muchas veces desde Piura para saludarla y recibir con su cálida voz la seguridad de que a mujeres y madres como ella muy bien les viene la expresión vallejiana de Muerta inmortal.

Al día siguiente de recibir la noticia de su pase a la inmortalidad (a donde ha ido a encontrarse con su amado Gustavo), volví a difundir un poema que escribí el mismo día que la conocí en su casa. Al poco tiempo volví a dedicarle otro poema que ahora quiero –de manera virtual– hacerle llegar a Gustavo Valcárcel, como expresión de mi rendido reconocimiento al gran aporte que ambos le han hecho al pueblo peruano con su vida feraz.

CARTA ABIERTA A GUSTAVO VALCÁRCEL

Le robé un beso a tu esposa,
Inmenso poeta, Gustavo
(Un pétalo más a la rosa
No le hace menoscabo).

Pero sabes que ese beso
Tiene el don de carta abierta:
Como el fruto del cerezo
Llega a toda voz despierta.

Y a miles veo en soslayo
Dando besos a Violeta,
Convertidos en vasallos

De sus lágrimas discretas,
Pues no deja de haber mayo
Que no llore a su poeta.

Julio Carmona

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Marcel Valcárcel Carnero (Perú)
Funerales de Mamá Grande: Tributo a Violeta Carnero


Por cierto Valieta —como me gustaba llamarla a Violeta Carnero Hoke— era una mama grande, que trascendía el núcleo consanguíneo para
adentrarse en la frontera de la familia universal.

En la mañana de hoy, miércoles 22 de septiembre del 2010, con mis hermanos, amigos y camaradas de todas las épocas, esparciremos tus cenizas en el segundo de los dos lugares que elegiste: la apreciada Casona de San Marcos, testigo de muchas protestas como aquella cuando con Papá, el vate Gustavo Valcárcel, y otros luchadores sociales impidieron que el ultraconservador vicepresidente estadounidense Richard Nixon ingresara a estos claustros, corría el mes de mayo del año 1958.

En este deseo tuyo de estar al final de tu periplo al lado de las cenizas de papá en los jardínes de este claustro, acto convertido en homenaje, no puedo dejar de rememorarte como madre entre las madres. Más que agregar calificativos compartidos de mujer solidaria, sensible, entregada a la causa de los humillados y ofendidos, contaré en pocas palabras cómo te fuiste forjando como un bello ser humano.

La abuela Susana Hoke allá en los años '20 te enseñó en Talara, en esa ciudad socialmente trizada en tres mundos donde trabaja el abuelo Simeón , lo que era pensar y actuar por el prójimo, cuando recogía a niños de la calle, los bañaba y daba de comer. Pero también la lucha de los obreros petroleros contra los abusos de la empresa norteamericana IPC fue forjando en tu alma infantil una rebeldía y búsqueda del porqué de las cosas, que irás respondiendo paso a paso.

Cuando despidieron al abuelo por la recesión económica en los años 30
y se vinieron a Lima conocieron, por primera vez, la pobreza, el hambre y el desahucio. Con la muerte de tu querida madre a pocos meses de llegar a Lima, cuando bordeabas los 10 años, tu sensibilidad y solidaridad alcanzaron altos umbrales.

Fueron, tus maestros, como solías decir, tu hermano Guillermo Carnero y Gustavo Valcárcel, poetas del Pueblo se llamaban estos rebeldes apristas, quienes dieron amplitud y significado a tu mundo. El acercarte en la década del 40 a las cárceles, para llevarles el pan y la solidaridad a los presos políticos que habían combatido a varias de las dictaduras que tuvimos, te hicieron crecer.

El destierro en México y Guatemala en los años '50 te llevó del brazo de papá a conocer a muchos seres valiosos: republicanos españoles, comunistas mexicanos, artistas y exiliados de diferentes países y valorar el socialismo, así como a subir un peldaño más en tu humanidad. Los viajes al interior y fuera del país aportaron lo propio. Como diría Gorki: la vida fue tu mejor universidad.

Te recuerdo hoy marchando, con mis hermanos y padre tomados de la mano, a los mítines del Frente de Liberación Nacional en los inicios de los '60, caminando con nuestra niñez a cuestas gritando por el centro de Lima: ¡cuchillo, cuchara que viva el Che Guevara¡, cuando el bloqueo militar a la Isla se hizo realidad y playa Girón fue la primera derrota del Pentágono norteamericano en América Latina.

Años después, la revista Oiga publicará una foto donde tú, Valieta, y nuestro hermano Gustavo, aparecen golpeados por la policía y tumbados al piso, por reclamar en una marcha callejera en el parque universitario la libertad de los combatientes del '65.

La historia de tu compromiso como periodista y luchadora social es más larga y aleccionadora de lo que aquí he resumido, vendrán otros a contarla de mejor manera. Solo me queda añadir para terminar que fuiste una Madre coraje muy amorosa que siempre buscaste unir, sumar, no dividir, principio válido para la familia y para quienes hoy todavía soñamos con que un mundo mejor es posible.

Hasta siempre Valieta. Tu hijo Marcel.

Reproducido de
Bosque de Palabras

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Arq. Luis Lema Osores
¿A quién le importas, hermano?


¿A quién le importa mi hermano
que estés muriéndote de hambre?
Que tus famélicas tripas
rujan,
lloren
y supliquen
en su vacío infernal...

¿Quién crees levantará
su voz oyendo tu queja
y piadoso te dará
algún plato de lentejas,
una manzana madura
o una verdura fresca?

¿A quién le podrá importar
que sigas en la ignorancia?
Que en tu precioso cerebro
se quemen
bellas ideas
y pienses lo que no pienses
cual si fueras animal.

¿Quién se ha de preocupar
por tu precaria salud?
tu tisis,
tus pulgas,
tus piojos
o cualquier enfermedad.

Seguro que no será
la Curia que es un dislate,
en su ropaje escarlata
con oro y plata bordado;
ellos piensan
que al rezar
piadosamente a algún santo
sobre un alto pedestal,
del cielo verán caer
como lluvia inagotable,
ese precioso maná
que Moisés gozoso daba
en su Biblia de papel.

Tampoco le importarás
a tanto predicador
de lo malo por venir,
niños,
jóvenes
y ancianos
con su cabeza lavada
por el jabón celestial,
tan sólo van a decir:
ten resignación hermano
al paraíso soñado
seas flaco o seas gordo
derecho vas a llegar.

¿Para qué quieres saber
tantas cosas que no sabes?
si casi todo
es secreto,
es un misterio de fe.

Y menos le vas a importar
al que gobierna el Estado
con su séquito mayor,
cuando suben al poder
olvidan la condición
de que fueron pelagatos.
Ahora sonríen...
no ven,
no huelen,
no escuchan
la voz que los eligió.

¿Cómo pueden saber ellos
del estómago que grita
y de los muertos de sed?
Si sacian sus apetitos
con los mejores manjares,
con escogido licor.

De cultura no hay que hablar
pues su léxico exquisito
con palabras rimbombantes
nos dicen que el pueblo es oro
que pronto van a aprender,
el niño,
el joven,
la mujer,
para volver a votar
por todos los holgazanes
que prometen y prometen
salud, pan y educación,
pero al final sólo logran
hacer del pobre un borrico.

® L3mOs /
Luis Lema Osores / Blog

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Carlos Adalberto Fernández (Argentina)
¿Y qué esperamos? / Cuento


—Ya se fueron todos —Hortensia, su hermana menor, que había convocado a la reunión, acercó una silla a la cama de Vicente—. Vamos a aclarar algunas cosas.

Vicente ya sabía de qué se iba a hablar. Llevaba más de una semana en el hospital, con un diagnóstico inicial que no le daba más de tres días de vida.

La preocupación por el desenlace limó inicialmente asperezas entre todos integrantes de la familia. Todos reunidos en la antesala, esbozaron, sin ánimo de polémica, las alternativas para hacerse cargo de las actividades de Vicente, llegando a la conclusión que podían ser suspendidas todas menos la de atención de don Ramón, que vivía con sus divagues en casa de Vicente y a quien, a todo esto, habían dejado olvidado. La responsabilidad fue asignada a Yolanda, la mayor de las hijas, la solterona.

El parte médico del tercer día («no puede demorar mucho») originó los primeros síntomas de fastidio:

Durante la reunión del siguiente día, sin novedades:

—¿No nos dijo que hoy terminaba”? —preguntó, o recriminó, Hortensia al doctor.

—¿Seguro que está grave?¿No estará disimulando? Últimamente lo oí rezongando que estaba cansado del trabajo que le dábamos —Yolanda, la que debía hacerse cargo de las tareas abandonadas por Vicente, estaba belicosa.

Las tareas y turnos a asignar originaban ya violentas discusiones, en las que se evocaban deudas y falluterías de décadas atrás.

Con ese ánimo se llegaba a la charla aclaratoria anunciada por Hortensia.

Vicente intentó calmar preventivamente los ánimos.

—No tienen que molestarse en cuidarme, ya me siento mejor, no puede haber peligro, en todo caso está la enfermera de guardia —-decía, como excusándose.

—Vos qué opinás —le gritaron sus hermanas, con silencio aprobatorio de otros presentes—. No te alcanza con tenernos a las corridas como ni no tuviéramos nada que hacer. Decidite de una vez por todas, hombre ¿te quedás o te vas?¿Lo estás haciendo a propósito?

Dios sabe que Vicente nunca hacía nada a propósito. Nunca tuvo otro propósito que obedecer a sus hermanas, en estantes superiores en el gallinero familiar. Pero ahora los nervios lo estaban consumiendo. Nunca le había costado interpretar y cumplir las órdenes, antes de su madre y ahora de las sucesoras en la cadena de mandos. Pero, ¿Qué puedo decirles si yo mismo no sé qué me va a pasar?¿Qué quieren para calmarse, mi muerte?¿y si me curo no será peor?

—¡Oh, Dios, esta agonía me está matando!— exclamó, sólo ya, en la noche intimidante.

A la mañana, Yolanda lo saluda: -¿Qué tal, todavía disfrutando tenernos en vilo? Si hay algo que conserva la vida es la posibilidad de hacer maldades.

Vicente aguantó como pudo el resto del día.

Eran las 3 de una noche agorera y febril. Se levantó de la cama pausada y silenciosamente. Retiró del armario la valija con ropa que Yolanda dejaba siempre lista para sacarlo o velarlo. Sacó el cinturón y lo colgó de un caño que cruzaba el techo, colocó la silla justo debajo, se subió a ella, tironeó con las manos para comprobar si aguantaba su peso. Se bajó de la silla. Se vistió, se peinó, revisó todo. Sentado en la cama, se quedó esperando la siguiente ronda.

Tomó la valija. Salió de la habitación, accedió al parque, ubicó el portón que daba a la calle transversal, la trepó, saltó y se fue.

Ya al entrar en su casa, don Ramón empezó o continuó hablando de la primera presidencia de Yrigoyen. Estaba sólo, quien sabe desde cuando; se había bañado. Le preparó algo de comer, luego limpió la mesa y la cocina, armó las valijas, dio un beso a su padre –que ya andaba por lo de los talleres de Vasena– y se fue. Calilegua siempre le había sonado como el nombre de un lugar remoto y seductor, por fin podría conocerlo.

Hortensia, a los gritos, dio la versión más aceptada por los familiares que fueron llegando: la enfermera de la mañana descubrió a Vicente colgado, seco como un bacalao: lo descolgaron y lo escondieron en la morgue, para informarlo como fugado y salvar las papas. Los camilleros dejaron el cinturón colgado, total para qué le sirve a un muerto..

Carlos Adalberto Fernández

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Una ilusión wash & wear

Busco una ilusión wash & wear
Envasada al vacío, tamaño vida.
Envase termocontraíble, tipo mina,
batería lunar, recargable a sexo.

Una ilusa digamos, que se rife a ojazos,

que se entregue al quía
sin pedir, sin dudar, sin dejar de soñar.
Oreja sensible al verso franelero,
a la promesa incierta.
Una ilusa, una gila, una otaria, pero buena.

Le prometo cuidarla, protegerla.

jamás desilusionarla.
A cambio entrego en consignación.
rencores, desconfianzas, escepticismos,
deseos de venganza.
Y prometo
contestarle cada tanto «sí querida».

Carlos Adalberto Fernández

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Melina y sus hombres / Cuento

Como todas las madrugadas, Melina se encamina, con paso firme, al cementerio, un descampado al borde del caserío, cercano a Villa Turdera. Se apura, debe volver a la casa para el desayuno. El camino de tierra trepa la loma, que corta el horizonte desnudo, yermo.

Inexplicablemente, de pronto resuenan en el espacio los compases de un tango. Fue un accidente; alguien, lejano, silencia inmediatamente el ruido trasgresor. Pero Melina no interrumpe el iniciado vaivén cadencioso de sus huesos gastados, de sus recuerdos polvorientos.

***

—Tango campero. De los que yo tocaba —se dice. Porque ella integró, en sus veinte, una orquesta de señoritas. Se corrige: no es tanto como suena. Papá la hizo estudiar, en el conservatorio de la esquina, canto y violín. La atiborró de tangos letra, música y leyendas. Iletrado enciclopedista vocacional, ávido de mundos míticos, le contagió el gusto por la música, las historias y leyendas heroicas.

A los veintipico se presentó, una noche, ante la pianista de la orquesta de señoritas que arremetía con tangos y milongas en el bar de Alem, en la recova. Malena –así la llamaron sus padres- cantó un tango.

—No sigas —la interrumpió la pianista—: no cantés tango. ¿Y con el violín cómo andás?

Quedó de violinera. Suplente, temporaria, puesto ganado por simpatía, o lástima. Religiosamente llegaba primera, se sentaba cerca de la orquesta, tomaba café como drogadicta, se iba la última. Algunas veces tocó. La tercer violín estaba sufriendo de incontinencia urinaria. La segundo violín anduvo con un comerciante griego, mientras estuvo en Buenos Aires; se engripó dos veces. Y quedó Melina, le daba vergüenza cuando alguien la recordaba Malena.

Completaba cada noche con una recorrida por Corrientes intelectual: cafés, librerías de viejo. No entendía nada, escuchaba, siempre alguno se sentaba delante de ella y, verborrágico, exponía sobre, por ejemplo, homosexualidad y conciencia política del matarife bonaerense.

Al final siempre se iba sola. «Se estaba guardando» (así hablaba su madre) para el definitivo, tenía que recibirla virgen.

—No es moralina —explicó una vez—, es que llegar usada a la pareja vulgariza, empobrece la relación. Había algo más profundo y tortuoso, pero quién sabe. Ella no.

—Esa, la de la mesa del rincón, sola, es Melina —la presentaban, privadamente, a los curiosos—. Es un bocho, podés hablarle de lo que quieras, sabe escuchar. No busca cama, no es como las otras.

A veces compartía mesa con alguna otra solitaria. No era de su preferencia, pero se entretenía.

—Y dos grapas —pidió una vez la acompañante—. Sin transformarlo en vicio, se acostumbró a la copita diaria, que nunca consintió en que se la pagaran.

Munsen (o algo así) era un marino noruego que periódicamente recalaba en Buenos Aires.

—Es mi cumpleaños —farfulló un mal castellano —, brinde por mí. Era una noche destemplada. El invierno azotaba la recova. Melina, entumecida, brindó. El bar estaba alegre, un poco desbordado. La orquesta reanimaba con pasodobles y polcas. En la mirada del noruego se sucedían nostalgias de fiordos y de planicies heladas. Brindó otra vez

Recobró la conciencia cuando Munsen la penetraba, en el baño del bar. No se resistió, perpleja, ya era tarde. O era hora. Él le prometió escribirle, no olvidarla. Ella –como siempre- no respondió.

La carta de Munsen era tierna, nostálgica. Alguien se la escribió en castellano, pero era él. En dos meses volvía, quería llevarla a Noruega.

La primera carta que Melina escribió en su vida le daba a Munsen una dirección en Turdera. Al final decía “avisame cuando vengas, te voy a esperar a la estación de tren”.

En Turdera, le hizo una tumba prolija, despojada. El veneno lo había puesto rígido. Le costó arrastrar la carretilla por el campo, el cadáver envuelto en arpillera, desde la casa que fuera de sus abuelos.

Pobre noruego. No le guardaba odio. Después de todo, fue sólo mala suerte la que lo juntó, océano por medio, con una mujer cuyo sueño no era precisamente, ser valquiria. Pero le había quebrado el ideal, lo transformó en utopía. La heroína mítica se hizo aventurera mediocre. Y ahí estaba él ahora, pagando el precio de profanar un cuerpo que no le pertenecía. El cadáver, ahí, la eximía a ella de culpa.

Cuando terminó recogió la pala, la puso sobre la carretilla, escupió sobre la tumba y regresó a la casa.

De vuelta en Buenos Aires, la rutina continuó sin variaciones. Siguió tocando tangos, recorriendo Alem, Corrientes. Continuó con el café, abandonó definitivamente la grapa.

Hasta que Leo llegó a Corrientes. La encontró en La Paz. Le habló poco, nada de arte, algo de sueños y pesadillas. Consiguió hacerla hablar, algo de sueños, nunca de pesadillas. Se enamoró de él perdidamente. Pero ya no era virgen, no podía ser de él No podía soportar que él viera la leyenda degradar a anécdota barata.

—Dame tiempo, necesito que me comprendas. A Leo paulatinamente se le fueron agotando paciencia y comprensión.

Una noche Melina informó de una visita a unos familiares en Turdera. Se comunicaría. A la semana, Leo recibió una carta que finalizaba: “avisame cuando vengas, te voy a esperar a la estación de tren”.

* * *

Ya llegaba al cementerio. El viento ejercitaba coreografías alrededor de las lápidas. El sol, todavía bajo, esparcía tenebrosas sombras de almenas. Arrodillada, limpió y emparejó la tierra de la tumba del hombre que le truncó el futuro. La escupió, se levantó y se corrió unos pasos al costado. Arrodillada, limpió la cruz, frotó la chapa y besó la tumba del hombre con quien congeló un presente mítico.

Se levantó, miró la tercera tumba reservada para ella entre las otras dos, giró y se encaminó a la casa.

© Carlos Adalberto Fernández

[Carlos A. Fernández, poeta y excelente cuentista argentino, acaba de publicar su tercer libro de cuentos de Historias de mi aldea [«Historias del Bajo y otras evocaciones»] , cuyo contenido resume él mismo, al decir que son: «Tragedias chatarra. Vidas que para qué. Muertes que estaba escrito. Actos heroicamente ridículos. Vidas efímeras, tal vez intensas, navegando hasta la boca de tormenta y chau... En estos cuentos no hay personajes de otro mundo, ni catastrofes repentinas. Los actores están permanentemente en escena, son vecinos, parientes, relaciones de hora de oficina. Escena y nudo están, quizá desde siempre. El descenlace, tal vez ya se dió, o se esta dando, o en cualquier momento. Un instante de lucidez, un gesto peligroso pero ya impostergable, una palabra que ya no se puede callar... Son todas guerras que alguna vez alguien tiene que pelear ¿Por quién? Acaso por uno mismo, nada más. Tal vez un gesto de enojo ante el Destino, el Inmutable, contra el que muchas veces no sabe luchar». El poeta Jorge Luis Estrella comenta por su parte: «Mundos orilleros ya reflejaba en toda su dimensión tragicómica el ir y venir de guapos, esos herederos del gaucho,cuya cultura defensiva no es placentera sino una disciplina que no se puede obviar, una especie de destino al que hay que someterse sin ni siquiera tener la conciencia de que es así. En Amores, dolores, rencores los migrantes ya no están en la orilla, han invadido Buenos Aires y se han alojado en pensiones,hoteles pajareras, villas al lado del centro. El autor dice que pinta: errantes individuos buscando armar, recuperar o levantar una familia, un lazo con algo, un vínculo aunque más no sea para la reunión de los domingos». Más cuentos de Carlos Adalberto en su bitácora
Ver]

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Fanny G. Jaretón (Argentina)
Pardesiano


Desde este hemisferio, nudo del 21 primaveras
todos hablan del florecimiento contra los miedos
del otodañar.
Mineralizadas profecías, no han querido
tirar la piedra contra algo muerto:
Religión para el cangrejo.
Vuelta atrás, marcha univertical.

Desde el Otro hemisferio, se desatan arcaicos
intolerantes de hojas secas para el estupro
de pimpollos frente a las aperturas.
Polen fertilizante para otros vientos.
Abejitas enrojeciendo la multiplicidad
de la fe en costado horizontal.

Pasear por los Jardines de una teología
Preludiada de 4 estaciones.
A tono con el León, nadie ha puesto la cabeza
a pensar
con el pestañeo al ritmo del espasmo
sobre Aquella serena transparencia
color e intensidad / plasma por la pasión en celo
de la Eterna Primavera.

Fanny G Jaretón / En Sequoyah / Colaboradores en Sequoyah

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Hablecedario

Detrás de la Palabra singular
se ha de escribir el adjetivo en plural
por ejemplo: hermosas.
Hermosas palabras que se esconden
detrás del a primera, vista
donde los documentos pasarían
por la nueva vida que llevaba conmigo.
Junto a la vena del sol
la sangre de Él seduce mis rincones.
Tapa su Boca con Lengua-Ge
en la frontera triangular donde nos recordé
desaparesídos
atenazamos a la camisa negra que le bordé
en el pectoral la estrella dorada.
Qué otras manos podrán desabrochar su botón
de muestra no dijo nada.
El guía me ordenó avanzar azabache
oscuridad de grupa.

Galopea de aullido junto al abecedario gangoengañoso
Entre una pasada y otra, dada vuelta y sin culpa
Él me enseñó a Hablar
Salada Crucé a otro estado
Diente de león muerde tu encerrada pregunta
sabedora del latido en el fulgor, ay del dolor, ay del dolor
de esta muda agradecida.

Fanny G Jaretón / De Trece en Trece: En torno a tus poemas, Fanny / Sacromental: Visión cabalística del poemario de Fanny G. Jaretón

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[Óscar Wong (Tonalá, Chiapas, agosto 26 de 1948) es poeta, narrador y ensayista. Becario del INBA-FONAPAS en crítica literaria (1978-1979) y del Centro Mexicano de Escritores en ensayo (1985-1986). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1988 con el libro Enardecida luz (UNAM, Colec. El Ala del Tigre, México, 1992) y el Certamen Literario Rosario Castellanos en Cuento 1989 con el volumen La edad de las mariposas (Talleres Gráficos de la Nación, México, 1990). Es autor de Hacia lo eterno mínimo. Otra lectura de «Muerte sin fin» (Secretaría de Cultura de Puebla, 1995), La pugna sagrada. Comunicación y poesía (Edic. Coyoacán, México, 1997, 1ª. reimp., 2004), y otros libros. Ha colaborado en diversos medios de comunicación social. Radica en la ciudad de México.
Ver más].

Óscar Wong (México)
Poética del Viento

Es mortal mofarse de un poeta, amar a un poeta, ser un poeta.
Tríada irlandesa del siglo XIII

La memoria personal me lleva a los inicios de 1987, unos meses después del fallecimiento de mi esposa. Llegué a la costa una madrugada, con mis hijos muy pequeños, pegados a mí, aterrados por el viento que azotaba como un dragón voraz: volaban anuncios comerciales, desprendidos por los zarpazos enfurecidos de Long, el dragón de viento. Es una imagen que la tengo muy grabada. En la costa chiapaneca hay temporadas donde el aire azota muy fuerte, sobre todo en otoño. En mi infancia lo escuchaba en medio de la oscuridad, o desplazándose entre la lluvia huracanada. Es terrible ver a la naturaleza descargando su furor. El dragón, ese animal mítico para mis ancestros chinos, originalmente fue un tótem para los pescadores, el conde del viento o Fei Lian; para mí es un elemento substancial no sólo en mi poesía sino en la vida cotidiana. El viento me remite al hálito cósmico, al espíritu celestial, a los ocho trigramas que aparecen combinados en el I Ching de mis ancestros. Es esa dimensión donde se esparce la voz poética, donde surge la Luz.

Cuando se habla del viento, de inmediato pienso en las sábanas que llevan a Remedios la Bella en Cien años de soledad, de García Márquez, o bien a la caracola de Piggy, el gordito personaje de William Golding en El señor de las moscas, resonando no para convocar a una nueva asamblea, sino presagiando la desgracia, el final funesto que le aguarda. Percey B. Shelley tiene un poema, Ode to the West Wind, donde invoca y evoca esa energía, indómita, cósmica denominada viento, a veces como una trompeta profética, o como hojas resecas. Pienso en los libros de Bachelard, ligados al espacio, a la ensoñación, al agua y los sueños y, desde luego, estos elementos ligados al viento. Hay un cuento de Eraclio Zepeda, en Benzulul, llamado justamente Viento. Mi memoria no es muy clara al respecto, aunque de pronto recuerdo a Revueltas, a ese cuento, Dios en la tierra, donde el viento es sórdido, devastador, ardiente, definidor de la divinidad cuando pasa por la Tierra. En fin.

En ocasiones el viento es un espacio lírico, aunque obviamente sirve de contención: circunda a las cosas, las conjura; tiene alas luminosas, a veces sórdidas; reposa sobre el agua como caricia de ninfa, o de hada. Por algo asume diversidad de nombres: céfiro, aura, soplo, hálito, brisa, etc., etc., etc. También se conjunta con el fuego y devasta los bosques (otra imagen pavorosa de Chiapas, desde luego). Robert Graves recuerda las invocaciones de los druidas, en La canción de Amergin, manejada en La diosa blanca. La inspiración surge cuando el viento se desplaza entre los árboles, o se desliza caminando sobre el agua de los lagos. Es una influencia determinante en todas las culturas, tanto como fuerza primordial tanto como energía combinada con la tempestad. Los tornados en Norteamérica demuestran su poder devastador.

De alguna manera el viento es un soporte del mundo, rompe y corrompe, a veces purifica. Significa una fuerza primordial. Es el soplo de Morgana o el silbido de Melusina al metamorfosear su cuerpo un viernes por la noche. Su color, Azul Darío; su aroma, como un espléndido vino degustado por Berceo; su textura, verde cocodrilo, a la manera de Efraín Huerta, El Grande. Alguien habló ya de la Rosa de los vientos y los atenienses de la Torre de los vientos. En su primer sentido es vectorial, desde la segunda perspectiva, un contenedor, un hálito sutil que devasta y acaso petrifica.

Ignoro si haya una poética del viento. Y si la hay debió habilitarla Bachelard, o Dilthey. Desde mi particular punto de vista una poética del viento establecería íntimas relaciones con el agua, la tierra y el fuego; sería una materia como los sueños, parte de un paraíso inmemorial, religioso; el viento es esa voz poética que irrumpe en la realidad, para conjurarla o devastarla; es el hechizo de Merddin, la invocación de Taliesin para modificar a la naturaleza y asustar a los falsos bardos: la englynn cobrando existencia. Es la poesía misma, revelándose, develándose en esas combinaciones sonoras, llameantes en sus significados, que se perpetúan en un canto estremecedor. Es la firma para la paz de Efraín Huerta, transformando el entorno social, el destino del mundo, nuestro futuro. Revelación o conjuro, el viento es el Logos que a través de su sonoridad crea, construya, genera ámbitos novedosos y, por ende, el orbe cobra sentido.

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Alejandro Drewes (Argentina)
Como el poema


Extraño como este
perderse por el fondo
de la propia noche
y pensar que alguien
podría tocar a la puerta
sin que nadie responda.

Esta casa como el eco
astillado de cada silencio
La que a ciertas horas
llora sin paz a sus muertos
y ya solo en eterno
retorno escribo en ancha
mar procelosa estas breves
notas de viaje

Entre brumas un puerto
lejano a veces ampara
y un rumoroso viento
se alcanza de voces amadas
(ardía el verano en plena
danza de los astros)

Pues ahí donde voy
oscuro es el reino
y toda gloria vana
la rosa de cada palabra:
queda el viento cruzando
las ruinas de oro, un sol
de otro tiempo por amor

de tu nombre (libertad)
la sombra espectral
de toda belleza.
Como el poema final
siete veces se clava
en el duro madero del día.

Alejandro Drewes

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VOCES

Pero no vuelvas jamás la mirada
cuando la enésima noche
haya trasegado sus oros
y sea hondamente otro el fino
cristal de los cielos,

pues esto ha sido dicho:
que evitarás la feroz estocada
y a los mastines que te huelen
a las bestias que te buscan,
y a los signos de toda violencia evitarás

pero nunca vuelvas atrás la mirada,
por lejos que te lleve la invisible corriente
de las generaciones, avanza tu paso incesante
—bajo los últimos cascos de corceles oscuros
tal vez la razón de tu viaje- Espalda de sal,
huesos de nieve, se te ha dicho
que ya no mires atrás.

Alejandro Drewes / En Colaboradores en Sequoyah

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Edgar E. Ramírez Mella (Puerto Rico)
Poema de la Dama Boba


Vanidad sube a la azotea:
punzada en el talón, grito en la nube,
tendón de Aquiles y pétalo rojo.

Vanidad víbora en la sangre ébria,
entonces los sucesos más inesperados:
Altalzor y la realidad encrudecida,
el frío polar de las estrellas
sin mar ni norte.

Un paso atrás es ¡buenos días!
un paso al frente una proposición obscena;
si rasco mi oreja derecha
con la mano derecha, — sexo oral—;
si rasco mi oreja derecha
con la mano izquierda: los patos salvajes
no sabrán ya migrar
y por supuesto, la temporada de caza
se extenderá todo el año.

Si tuerzo mi boca
sin fruncir el ceño
las anguilas no encontrarán su camino
hacia el Mar De Los Sargazos
y por supuesto los ríos
de las zonas templadas
llorarán tanto que quedarán secos y exhaustos,
y los desiertos se multiplicarán
sobre todas las ciudades
de los países desarrollados.

A sotavento, si rasgo mi túnica,
un ejército de cadáveres azotará las islas,
y si piso aquel umbral
que todos conoceis,
—donde la sombra habita permanentemente -,
los trópicos caerán en su ciclo glacial
y un fuego gélido echará a perder las rosas.

Por ello y algunas cosas más
cierro los ojos,
cruzo mis manos,
y no me rasco ni camino.

Vanidad baja a los sótanos de palacio,
no hay dolor, sólo polvo y telarañas;
las criptas del rey de corazones
y el rey de espadas, fueron profanadas
durante la última revolución de los escribas
y ha quedado un olor a almendras con caramelo permanente.

Vanidad víbora se esconde debajo de las piedras
y no prueba el vino,
por ello la calle hoy está tranquila
y se detiene la historia interminable.

[Su más reciente libro de poesía es Marginalia. Poeta de exquisita sensibilidad, mano firme y voz bien modulada a la que los años han afirmado el tono. Es un libro maduro, pleno, tan vivo como vital. También es un libro escrito por un meticuloso lector que agradece a cada paso -sin cometer el error de escamotear su intensa personalidad y pasión de escritor- a la poesía, la literatura y el arte. Es un libro lleno de letras negras en el silencio del blanco, de sangre y otros colores, de ensueños y nuevos alucinógenos, de realidades oxidadas y utopías encendidas, de amor y desencanto. Es un libro musical lleno de imágenes en movimiento... Marginalia es poesía, y eso es lo que se nos ofrece a leer. [...] Edgar E. Ramírez Mella nace en San Sebastián del Pepino, Puerto Rico, el 15 de julio de 1954. Estudió literatura comparada; es pintor y poeta... Ha participado en numerosas exposiciones colectivas y fué becado por el 'National Endowment For The Arts' y el Instituto de Cultura Puertorriqueño para presentar su primera muestra individual: Ordinary Works / Cotidiano... Su poesía ha aparecida en revistas de Mexico, Santo Domingo y Puerto Rico. Aparece en dos antologías poéticas de su país. Participa asiduamente en lecturas de poesía en universidades y centros culturales del país. Actualmente prepara una recopilación de sus poesías, El Veneno. Ver más textos en la bitácora
Paradoja]

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Carlos López Dzur (Puerto Rico)
Del poemario «Teth, mi serpiente»


AVISO DE TRES DIAS DE TINIEBLAS

1.

«El Señor le dijo a Moisés: 'Levanta los brazos al cielo, para que todo Egipto se cubra de tinieblas, ¡tinieblas tan densas que se puedan palpar'... Y Moisés levantó los brazos al cielo, y durante tres días todo Egipto quedó envuelto en densas tinieblas»: Éxodo 10:21-22

Sepan que primero, aún para el más humilde
de los peces bajo las charcas de lotos
y a ras de superficie, a flote en tránsito por pantanos,
la tiniebla prevalece y son tres días en lucha
con los egos de las sombras, tres días antes
que haya un libro de zóhar que se deshoje
con sus esplendores, tres días antes que se unja
el Mishkan, alma por tabernáculo,
en el corazón humano.

No diga ninguno que conoce la luz hasta que venga
aquel que levanta los brazos al cielo
y digno es que se lo llame Cohen Hagadol,
el sumo varón que abre arca sagrada
en el cuerpo y de cada célula de la piel
forma su Aron Hakodesh, espacio perfumado
donde no hay moscas ni hedor de sangre pudrida
ni pez hediondo, aunque su carne sea blanca
y tierna como el pescado fresco.

No hay luz sin tinieblas y tres días
con oscuro sol son imprescindibles
para quien anhela renacer y escribir su nombre
en el Sefer Ietzirá.

Prepárate a ver tu casa en el silencio total,
aclimatado en zozobra, a no saber cuál es tu voz
en la noche y no saber ni la hora
y no acertar tocar tu nariz con el dedo.

Prepárate en las tinieblas de tres días,
cauteloso en la historia, porque lo que has llamado
el Mundo / el reino / Malkut / sociedad / civilización
es madriguera y lobo es el hombre para el hombre
y hay un faraón iracundo, a veces invisible,
pero siempre traicionero que no desea que vivas
ni veas el Olamot de cuatro mundos,
dimensiones de la realidad donde no hay
esclavitud ni llanto

Cuídate con el silencio de los tres días de Tinieblas
porque vendrá la escisión, espada de faraón
para ahogar a todos los varones en el Nilo.
Tres días de tiniebla tienes para saberlo
en lo Alto y en lo Bajo de Egipto,
saberlo entre los reptiles
y entre las serpientes que se enrollan
en la vara para tu esperanza.

21-02-2003

2.

AVISO PARA QUIENES NO DESEAN PERDER LA CABEZA


No saques la cabeza del agua oscura
de estas noches buscando soles que no existen.
El zóhar no ha sido dado.
Vendrán los días para estar en el Monte
sobre el Sinaí, ungido el Mishkan
de tu entrecejo. El alto Kéther
mezclará su incieso y olerás a fragancia
hecha de especias, incluyendo el Pitum haQetoret.
No hagas templo donde habitan las moscas
y no se te unge con Ketoret, el aceite divino.

No repitas la palabra Samim
de diez aromas, donde no existe el gálbano
ni bálsamo ni onyja ni frankincienso puro.

No saques la cabeza del agujero
de la humildad porque la zozobra está esparcida
por decretos malignos y el ángel de la muerte
pide sangre para el Nilo antes que venga
el solsticio de verano con abundancia de raudales
que regocijan al dios Hapy, el más happy-god
entre los japis de los japa japa.

No habrá creciente esta vez.
El dios-Sol está llorando
y el agua es una plaga de hambre y sequedad.
La vida está llorando con espíritu andrógino
sus lágrimas primordiales que antes daban la vida
y la siembra, porque han alzado la cresta
los varones y asesinan al carbono y al oxígeno
y vuelven la albúmena putrefacta,
huevo rancio, vómito de víboras.

Ninguno que no desée ser testigo de lo que hay
sobre la tierra desacralizada por las teologías,
humíllese en estos tres días de tiniebla y no llame
por especias al perfume de Samim
que sana,
no saque la cabeza todavía
porque las ranas brincan sobre los tábanos
y los jejenes se ríen como piojos
en las cabezas descubiertas
ante la magia de Phat y Thot.
Los brujos andan a tientas y se rascan
el ano alcanzados por plagas.

21-02-2003

3.

AVISO DE AYUNO Y DE MEDITACION


Quédense bajo el agua de la tiniebla que humilla
y sean dulces sumergidos en ella. La tiniebla es el útero.
Profunda es la tiniebla que aloja en esta bolsa amiótica
del origen y salva de jactancia como acumula el dueño
del ganado, aunque sea el mejor de los pastores.

He aquí, gusano de Jacob, que el egipcio
desprecia tu ganado y tus ovejas
y para, vergüenza de Hator y Apis, desde hoy
no se tendrá ganado. La peste matará a las reses
y tú, acumulador, vas a ser el más pobre de los sátrapas.
Isis, la diosa sanadora, diosa de fases lunares,
no curará esta peste; Set, dios de la tormenta y el relámpago,
no evitará la granizada que se alimenta de fuego.

Osiris, dios de los hicsos, cederá a Baal el rayo
y Reshpú, de espaldas al fuego se coloca.
Querrá que se queme todo para que seas
varón alquímico; Thot, regulador del tiempo,
propone que el invierno sea eterno
y haya calor y no humedades
para que el Cohen Hagadol cumpla sus ritos:
darte tres edades del alma
ya autorizadas por el Angel de la Muerte.

Tres edades oscuras en Misr, o la tierra
de Cam el negro, cruzada por el Sheor del Nilo
y la corriente del canal de la bestia humana.
¡Ay, simiente de Noé, camita de Egipto,
pierde tu hombre-bestia
entronizado junto a los manetones
en la cepa Mizraim!

Veo que, por tu cuenta, no la abandonaste.

Entonces, plácete en las plagas de tu libertad
porque te van a dar el ángel del rechazo,
el andrógino del verdadero ser.

4.

AVISO PARA CUANDO VUELVAS AL CARBONO


Antes que regreses a la vida que fecunda
a las madres con esencia de Min, con pan de sexo santo,
vive en esta tierra negra, donde la oscuridad reina,
y regocíjate en el dolor de tu paradoja
porque en Mar Rojo morirá el que te oprime.
En Mar de Juncos quedará si cadáver.

Divinas son las aguas y las que son para tí
hoy son interiores: VVV, agua fluyente
del ideograma sagrado de Luna. Mujer y Origen.

Regocíjate, hijo de Be-hema, ya no serás
la bestia, y tu carbono ha de ser puro
y tu incienso de diez especias
y la mayor del Ketoret o aceite que te unja
será el jelbená, primario olor de quien Te Hizo
beit haMikdash desde la carne
y Aron Hakodesh, en el arca sagrada
de Tu Alma.

Las medidas de Tu Unción
son 368 maneh del año solar, una medida por día,
media en la mañana y media en la noche
y tres que el Cohen Hagadol
dará como expiación en doble ración
en rito de Iom Kipur.
Cuando sea el día
y veas muerto al faraón y sus sicarios
en retirada, sacarás la cabeza,
mirarás por primera que el Cielo resplandece
y cantarás la canción de la marcha
porque irás, no al exilio, sino al regreso
al verdadero Carbono, a la verdadera biología,
a la que se vivirá en libertad. A Tierra prometida.

Plegaria de ofrenda que sea agradable y aceptable
para Dios, canta, porque ya no eres de la Bestia
ni del Lashon Hará que te tuvo maldito
en agravio y en anulación.

5.

AVISO FINAL PARA QUE VAYAS Y FESTEJES


Lo conocerás porque ya no verás hordas de cazadores
a su lado ni grandes perros mordiendo al prójimo.
El anda con leones
mansos, a los que acaricia la melena
para que sean soles; él no teme a las serpientes.
Las tiene en una vara, sin pensar que son venenosas
como el áspid, no teme a los caballos ni a los enormes
galgos de los escitas. Y sus águilas
no son emblemas de imperios,
más bien, almas humanas que miran a lo alto.
Almas doradas de Palestina, sabiduría de Yahvé.

No hay otro Yahvé-El que el buen toro que trilla
en auxilio del hombre. Ni más león crinado
que la justicia de Yahvé-El, y la escalinata hacia
el trono de Salomón. León es sólo la Tribu de Judá.
León la Justicia Divina profetizada por Ezequiel.

En altar de cobre en el patio del templo,
le verás no sacrificando toro alguno.
El Cohen Hagadol ahora prepara el Ketoret,
aceite para tu cabeza,
Pitum haQetoret para incensar tu templo,
que es tu cuerpo y conducta,
cinco libros de Jumash te dapara explicar
que ya no eres la bestia, sino el hombre ideal.
Que has de lavar tus ropas, impregnarlas
con este ungüento que él guarda
en pozo profundo como profundo el Olamot
y que, después de que hayas sobrevivido
las noches de tinieblas, también alzarás las manos
al cielo, para más alegría y misericordia.

Ya no hay para el alma hormigas
ni picaduras, ni infección de moscas
ni hedor de muerte ni sangre putrefacta en el Nilo.
¡Ya hay Ketoret, diseño y fórmula
de quien Te hizo, pequeño pastor,
ex-esclavo de la Bestia faraónica y los días oscuros!

¡Ya hay dimensiones para que vayas con aroma grato
ante la presencia de Quien Te amó y te aprobó
con la vida, porque fuíste como el loto
que se hunde en el agua de su renacimiento
y se bautiza a sí mismo en el dolor!
Te aviso, finalmente, que has triunfado,
Hombre Interior.

21-02-2003 /

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La nobleza salvaje

Tú, cerdaza puta de los matriarcados,
tienes la nobleza salvaje que falta
a estos nuevos jabalíes que no tienen profecía,
sólo enormes colmillos y violencia.
Tú, cerda femínea y materna.
Estos críos son distintos.
La agresividad la convirtieron en violencia
y la ejercen hasta las últimas consecuencias.
Estos sí son asesinos, no magos del orín.
No aprendieron la piedad de la metamorfosis.
Ante la presencia de la sangre,
su compasión es nula. Se infla ese ego presuntuoso.

Se olvida cómo sufres, Cerda de las salvajes,
con tus nobles crías. El más impuro se come
el excremento de la sangre pudrida;
el más puerco es quien condena
el pecado; pero él asalta,
combate hasta la muerte y no te oye.

El código animal de la conducta
ya no es la Líbido amorosa, la instintiva unidad
con sus hermanos en la especie;
ya no es un subsistir y procrear junto a tu carne.
Te olvidaron al menospreciarte;
se redefinieron más allá de la nobleza grata
de tu reino; ahora son artificiales y matoides
y a sus valores de violencia han llamado
CULTURA... kkkULTUra...

19-12-1977 /
Carlos López Dzur / Teth mi serpiente: Indice

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Tres cosas que se olvidan y se desagradecen

Hoy, 5 de abril, yo sé que la gente tiene sus faenas,
ajoros, zozobras de sobrevivencia,
y por ellas justifica su profunda carencia
de consciencia histórica.
Todo se saca de la memoria para no sentir
ira, culpa, gratitud por los valientes,
para no sincerarse y ser mejor persona
con el prójimo.

Yo no voy a culpar, este cinco de abril,
a quienes el día de hoy no repasan el hecho
de que un tabaquero inglés, bastante mercenario,
pionero, quizás mundial, de la industria del tabaco
se llevó a una pobre indígena, la vistió de mona
y se casó con ella, para exhibirla como un cartel
de propaganda viviente y hacer su lucro
echando bocanadas de humo a su lado.

De hecho, los Walt Disney's del mundo
hablan sobre, lucran, tergiversan en torno a
la pobre Pocahontas, hija de un cacique
de la tribu Powhatan. Supongo que, si él pudiera
hablar para el presente, no para 1614,
como padre estaría echando madre, maldiciendo ese día
en que el tabaquero John Rolfe de Jamestown,
Virginia, se llevó a su chiquilla
para hacerla propaganda de cigarros
y no traerla jamás. Puede que como otros virginianos
de esos que fuman Slim / Parliament / o Salem
o Marborough, terminará dándole una patada,
embarcarla pa'l carajo y que se muera en el viaje
el día que ella dijera: «Tengo nostalgia,
quiero ver a mi padre».


El hecho es que ella murió camino otra vez
a Virginia y supo lo que hizo cuando se fue:
evitar una guerra, admitir un matrimonio
con un desconocido. para que blancos e indios
no se enfrasquen en guerra y el mercader
de almas y cigarros hiciera el negocio lucrativo
de tratar su corazón como a un cigarro,
fumarle la colilla y tirar de nuevo
a los mares.

Pero la gente no agradece que ella sea
un símbolo de paz y no de humo,
una verdadera Madre de la Patria
(porque amó la convivencia entre culturas
más que a sus propios huesos,
¡ay, bendita Pocahontas!
si supieras cómo han tratado al indígena
desde que te fuíste; un poco más y lo exterminan
al punto que no quedaría ni un especímen
para sus campos y reservaciones).

No voy a culpar al hombre de hoy
(pero sí les digo ingratos a decenas de generaciones
que, desde 1614, te olvidaron y preservaron
el dicho: «El mejor indio es el indio muerto».



2.

Un día, como hoy, gentuza como esa,
rednecks les llaman, se asustó
porque en decenas de ciudades el negro se echó
a las calles, quemó llantas, edificios, hizo añicos
vidrieras y comercios, porque mataron
a Martin Luther, el pacifista negro,
alguien que tenía un corazón como el tuyo,
Pocahontas.

Sí, desde el 5 de abril, año 1968, estremecieron
el olvido, la ingratitud, la cómoda impunidad,
la falta de consciencia y dijeron a los blancos:
«Agradezcan, cabrones, que hay gente de paz
en medio de su insolencia y su racismo,
gente que da la vida, organiza, educa,
restaura los valores con que ustedes se limpian
sus reverando anos, anglicanos, calvinistas,
luteranos, católicos y protestantes de mierda».
Agradezcan que Martin Luther King Jr.
no está en la droga, en la pandilla,
en el comercio político de guerra
y esa escoria moral que llaman ustedes
el neoconservatismo, mentís
a lo mejor que se abre paso en este pueblo,
un poco de democracia representativa
e inclusión, derechos civiles
para el más oprimido.
«Agradezcan, cabrones, porque enseñar
con esta ira es peligroso, y pone en riesgo
la vida de los inocentes».

3.



«Matthew was an optimistic and accepting young man
who had a special gift of relating to almost everyone»:
Matthew Shepard's father

La pequeña nota, de apenas cuatro líneas,
sobre Pocahontas en sacrificio de paz por los Powhatans
y los blancos de la colonia de Virginia, se puso
en la edición del diario de la tarde
porque es el año de intenso cabildeo
por las tabacaleras y el consorcio de los Estudios Disney
sacó sus muñequitos que frivolizan de plano
la traviesa y romántica Pocahontas.
Ahora posan de multiculturales, amigos de lo diverso.
No la rememoran, sino tergiversándola, haciéndola
tan ñoña y tan pendeja para que no luzca
con dimensión política, potentemente madre de la patria.
Todo lo diseñan en pos de cancioncitas
y estribillos de duérmete, nene.

Y, en ese diario, hoy también, en fecha
fdel 5 de junio, año de 1999, se rememora
con breves líneas que un joven estudiante
de la Universidad de Wyoming fue torturado.
Se le asesinó cobardemente
por los patanes Russell Henderson
y Aaron McKinney. Ya el primero fue convicto
con dos perpetuas, pero el segundo se evade
y tiene una coartada, porque las novias
de estos asesinos no han aprendido a mentir
lo suficiente. Vacilan, temen, com esos juegos
canallas del miedo ante el chantaje.

Puede que no se mencione otra cosa
(por morbo, afán de escándalo) que la prensa se permite.
La víctima fue homosexual
(sí, gay, maricón, amanerado, como quieran decirlo),
pero también, más significativamente,
fue un ser humano, con consciencia política,
representante ante el Concilio Ambientalista de Wyoming,
con gran pasión por las causas de igualdad,
pero, a gritos de maricón, lo ultrajaron,
desbarataron su cráneo, le dieron una docena
de cuchilladas en el rostro. Y quedó en coma
y, en tal estado, que no se le pudo salvar
ni con médicos chinos ni milagros.
Ni con todas las vigilias de velas encendidas
a lo largo y ancho de las calles de Laramie.

Dos hombres lo llevaron a un área remota,
a punta de pistola lo robaron.
Practicaron las cosas que se olvidan
para que no se hablen: tortura y ausencia
de valores entre los hombres blancos, enfermos,
machistas, homofóbicos, cobardes...

¡Pobre Matthew, te voy a recordar
por los que olvidan a las pocahontas,
a los martin luthers, a los malcolm x,
en los 5 de abriles, año tras año!

No me eximiré esta vez de culpar a esos
dos asesinos. «Es demasiado reciente tu muerte
para que yo olvide, ejemplos que se desagradecen
como tu vida, desde 1995, año de tu excursión a Morocco,
reconstruyéndose de la homofobia del mundo
que desde entonces te hostigara,
deprimiéndote, sujetándote al pánico,
a tí que sólo deseaste un mundo armonizado
como el soñado por la india Pocahontas,
como el soñado ante multitudes por Martin Luther,
asesinado a la postre».

Leo la prensa. Busco las cosas
que se olvidan y se malagradecen.
Héroes o mártires. Por los que se dicen cansados
para dar un lamento, leo,
por los muy entretenidos, rememoro
y hasta culpo a quien no habla claro,
e ignora el fundamento y cree que la vida
es un jardín de rosas, cuando están los homicidas
en faena, los corruptores en ventaja,
los forjando impunemente su reino.

5 de abril de 1999 / El Libro de anarquistas

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*

Oscar Portela (Argentina)
Cuando Yo Estuve Aquí


Yo estuve aquí: esta fue mi alma, mi altura, mi verdad,
el vendaval, la tempestad en la que zozobraron mis ansias,
¡ay! y el tumulto, las volcánicas lavas que arrasaron todo lo vivo:
el oro que sepultó tras sí todo lo índigo, las ardorosas manos
y los cielos caídos como píos de la rama más alta,
yo Calibos, yo Ariel, yo el Mago, también estuve aquí,
pero fue el otro, el otro, que despertaba minuto tras minuto
tras de las marejadas que las auroras dejan tras de sí.

Yo el otro de mismo, el que ahora se vuelve sobre sí,
—paso de danza que no alcanza el presente,
ni la sonrisa del querube-, pasado que retorna o
círculo vicioso que la visión perturba y torna todo
púrpura, la pasión ya agotada, pero viva en la muerte.
Ah niño mío, señor de los vientos del espíritu y el aire
que aún usurpas el no lugar —el no a lugar—,
de un pasado sometido al olvido y, sin embargo,
pura visión angélica tras mis pasos que vuelven,
como la aparición o el sueño
de encarnados espectros —y dibuja, en mis cansados labios,
en el alma del alma, la sonrisa olvidada entre cipreses
y aguas más cálidas y turbulentas que la muerte.

¿Seré hoy un espectro? ¿Será el adviento que un pasado
sin torna, prometido en los sueños?. Di tú, pequeño astro
que turbas el ansia que aún impulsan los signos
que me traes y el idioma del muerto

Otros textos de Oscar Portela / En Antología de poesía argentina / Más poemas de Oscar Portela / Poesite / En Mi Anrigua Buhardilla

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Sylvia Long-Ohni (Argentina)
La que no tiene ojos


La que no tiene ojos,
la que calla
y dibuja la sombra de los huesos
con un punzón de olvido sobre nada;
la de fémures largos y el andar persistente
pasa frente al portal y le pregunto
sin recuerda un vagido que después tuvo nombre,
los escasos temblores del amor y el contento,
acaso unas palabras inútilmente escritas.

Nada sabe de historias.
Sólo toma lo suyo con la avidez de un buitre
y monta sobre el zaino con su presa
que es apenas un alma desgarrada
del llanto, de la mueca o la sonrisa
y la mirada toda, un vino derramado,
se pierde entre cenizas de lo que fuera un sueño.

La que no tiene ojos
muerde como el invierno las carnes ateridas
y quedan las violetas, las llaves, los relojes,
el agua y las costumbres,
las almohadas desiertas, la mesa abandonada.

Todo ha sido un destello de pan, piedra y rocío.

Sylvia Long Ohni / En Muestrario de Palabras / De su biografía / En Festival de Palavreiros

[Sylvia Long-Ohni es poeta y narradora nacida en Buenos Aires, donde reside. Es licenciada en historia del Arte. «Abandonó sus estudios de medicina cuando perfilaba el cuarto año para entregarse al estudio de la Historia y de la Historia de las Artes, licenciaturas que cursó en la U.B.A y al poco tiempo accedió a la docencia en esa institución como Ayudante de Cátedra en mérito a su dedicación». [...] Publicó: El árbol de las flores amarillas, novela, y Zwerg, una corta prosa fantástica. A propósito de su poesía dice Fernando Sánchez Zinny: «Conjunción fuerte de apasionamiento racionalista y de clasicismo turbulento. Viene de Vallejo y ha pasado por Marechal: con el primero comparte la desesperación, el quebranto, la ignorancia de los matices; con el segundo, lo arquitectónico, la sistematización intelectual, la voluntad de escribir con ‘todo el diccionario’ o, mejor, ‘con todos los diccionarios».

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Ana Lucía Montoya Rendón (Colombia)
Señor Silencio


¡Qué difícil se vuelve decir.

¡Cuántos ojos, cuántos oídos,
cuántas sombras suspicaces!

Socavadas intimidades.
Destrozado hasta el reflejo en el espejo.

Cuántos ramos de rosas queriendo contar epopeyas.
Labios cocidos con hilos de secretos
dichos en Luna nueva
para que no sean denunciadas las palabras
escritas en los contornos de sus cuerpos que,
sabían expresarse pero que les raparon los derechos.

Mudos involuntarios por siempre encadenados.
Cercenada su voz, sus besos y las caricias de sus manos,
nadie alcanzó a escuchar sus melodías.
Cantos del alba, Sol de media día que excitó su lira.

Amantes expertos supieron con sutilidad atraer a Eros
para que viviera entre ellos.
Miradas que escribieron en el éter deseos de fuego,
calcinaron edades
y aceleraron la eclosión de la semilla
de una raza que rasgara todo velo.

Pero, los amores explotaron en flama reprimida.
Caminan los recuerdos
por cada espacio de sí mismos y de su entorno.
Desplegados hechos hallados con sus restos.
Cueva de edades.
Primigenios orígenes donde se gestó la sensualidad.
Allí, deliraron ellos una historia común.
Soñaron su propio jardín, Edén negado.
Solo hoy se supo de su existencia
pero hoy… hoy es muy tarde!

Son ellos un recuerdo dibujado en amaneceres y arreboles.
¡Eso y nada más…!

Ana Lucía Montoya Rendón / Su pintura / En Muestrarios / Mi propia literatura

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Néstor Barreto (Puerto Rico)
El coquí y el ruiseñor


1.

antes del tiempo antes del hombre
está el panteón arauaco reunido
en la cueva un@
para allí poder los cemíes repartirse los reinos buenos y las cosas sueltas

habían acordado a instancias de yuca que el{la} escogid@
sería la forma en que sería representad@ a los ojos del hombre
su reino fuerza o elemento

ahora están en el último turno para representar la belleza

quedan siete aspirantes cokí guatibirí [ruiseñor] chango múcaro pájaro bobo
reinita y esperanza y le toca escoger entre ellos a atabex
que como no tiene preferencias les propone un
desempate por competencia de canto
[raíz del areyto corazón existencial]
en el momento en que comienzan no se oye ni el mime
silencio absoluto [derecho exclusivo de dioses]

2.

tienes que imaginarte una armonía que no proviene de la intención de ninguno

a guatibirí lanzándose de [lo que en un futuro termoeléctrico será] sopetón soltando miles de notas apretujadas y arpegios en imposibles secuencias subrayadas con pausas lo más alejadas de la respiración que algo puede estar

alternando con lo que podrían ser autoreferencialidades o ciencias [aunque no podrían ser ciencias]

cokí sube a su dosel in crescendo parejo al corazón de atabeira repitiendo su clave sin cambio por una hora y fracción para de inmediato cambiar el tono e invertir los compases y durante igual lapso aguantarse en el sólo inver[t]osímil canto

antes de la hora el chango depone su actitud y la esperanza concede profundamente sentida

algunos cemíes compadecen públicamente al múcaro que rápido interjecta que no es necesario y el pájaro bobo acoge bajo su ala a la reinita su corazón tamborileando al ritmo de cantos ajenos

pues acompañado se siente menos ser vencido

duo in-tentado gris y verde marrón en ruido torrente y seto aural algo sucede fuera de su cultura

el ruiseñor filigranero a la n se desvive en camafeos su voz rubrica y subyuga el coquí trabaja los cos con esmero y los kís con gracia de estrella

decuplicando sus sentidos

las caras de los presentes van de la incredulidad a la preocupación al éxtasis
extremos de hermosura que se contradicen desde la orden de comenzar y terminan reforzando glorias del pensamiento que se obliteran en su perfección y causan

que

sea muy difícil controlarse y no corearles
en el descople salvaje entre tropos embelecos gracias primores perifollos finuras y dechados se dicen dos otres cosas

se cantan sus verdades y enloquecen al panteón
guatibirí con sus desenfrenados estacatos
cokí con sus percusiones inflexibles

hasta juracán se asoma al cónclave y cierra su único ojo en homenaje al concierto
hay testigos que en un momento dado ven que le sonríe a su hermano
[aunque a los dioses les encanta exagerar]

el cemí de la belleza es doble
guatibirí reina de día y cokí de noche

Néstor Barreto / El Armagedón o los días de la poesía

[Néstor Barreto (1952, Santurce, Puerto Rico). Vive su infancia y temprana adultez en Río Piedras. Estudia literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras (1968-72), y pintura en la School of Visual Arts (1976-79), en Nueva York. Profesa arquitectura de información con especialidad en diseño editorial y museografía desde el Viejo San Juan, en sociedad con Jorge Carbonell. Ha publicado eva, Romances, seudorromances y seudoseudorromances metropolitanos (Quimera editores, 1984), Imago, sicoramas, mensajes y aforismos ( Quimera editores,1986), Alas de perro cocido (Quimera editores,1995), Legión, poema pánico (Editorial de la UPR, 2001) y (Terranova editores, 2006). Un excelente estudio sobre este último libro fue realizado por
Yván Silen y publicado en la revista «A Parte rei»].

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Alejandro Jodorowsky (Chile)
No prometas caídas ni ulceres confianzas


Los tajos a los otros abren surcos en tu propia carne.
Al lacerar sus esperanzas carcomes las bases sobre las que se asienta tu mundo.
La desconfianza que induces mata el amor.
Si para avanzar desprestigias los pasos ajenos, esas maldiciones
brincan de tu boca a tu alma y la corroen.
Enséñale a tus ojos a bendecir lo que ven.
Estás unido por entero, la separación es un espejismo que devora.
Con el pecho vacío, clava la mirada en el fondo, encuentra ahí tu estrella.
Respeta las ilusiones de quienes se entregan a tus efluvios, enséñales a morir hundiéndose en las alturas.


Alejandro Jodorowsky / Bitácora

[Alejandro (Alexandro) Jodorowsky Prullansky (Tocopilla, Chile, 7 de febrero de 1929), es un artista polifacético chileno de origen judío-ucraniano. Entre sus muchas facetas destacan las de escritor, dramaturgo, actor, poeta, director teatral, director de cine, guionista de cine, compositor de bandas sonoras, escultor y escenógrafo en cine, guionista de cómics, dibujante y autor de Fabulas Pánicas, instructor del tarot, mimo, psicoterapeuta y psicomago. En el mundo del cine por dirigir los controvertidos largometrajes La Montaña Sagrada, El Topo / Santa Sangre, entre otras. Comenzó publicando poesías en Chile a la edad de dieciséis años. En esa época trabajaba junto a poetas como Nicanor Parra y Enrique Lihn. Vivió casi veinte años en México, entre 1960 y 1977 (con un paréntesis en 1973-1974, en el que residió en Nueva York) y desde 1980 reside en Francia, país del que ha adquirido la nacionalidad].

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Jorge Luis Estrella (Argentina)
Frío

Agujero negro
donde la identidad la conoce sólo el frío.
Ana Lucía Montoya Rendón

El frío me desnuca, me quiebra, me machuca,
me disuelve el yo, el tú y el ellos,
me mata la sonrisa y el cuello de la camisa
y me deja un espasmo de olvidados sudores.
El frio es un agujero más negro que la nieve,
es un altar abierto al diablo más experto
y me pone collares de lunas ateridas
hasta que grito nombres sin ton ni son
y auguro los calores de un verano lejano.
El frío se me cuela y me deja secuela,
hago como que salto y bailo pero el frío no cesa,
es un frío constante, neurótico, arrogante
que no me deja ni prender la estufa
ni acurrucar mi carne contra la carne de ella
ni prender la fogata ni acariciar la gata
ni ponerme ochocientos pullóveres.
Me anula, me destroza, aumenta, se acumula
es un frío fatal que no admite razones,
y me pregunto quién, de todos mis enemigos,
fue el me encerró adentro de la heladera.

Jorge Luis Estrella / Entrevista a Jorge Luis Estrella / En Mis Poetas Contemporáneos / Textos y biografía de Jorge Luis Estrella / En Bitácora de Antonio Miranda / Más textos de Jorge Luis Estrella / En Poesía del Mondongo

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