Sunday, January 25, 2015

COMPOSTA / POR CARLOS LOPEZ DZUR

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  COMPOSTA

No soy el mismo sujeto que saludaste 
el mes pasado. Tengo otra piel; tú,
de mí, una memoria vaga, sin detalles de fondo.
Yo, mudé pellejos, otro soy 
para el apariencialismo.

En cinco meses mi hígado tendrá células
que no son las que tuvo.
Un reemplazo total: parecería que mágico,
mas es el proceso interno más objetivo
de mi mundo biológico.

Todos nuestros forros moleculares
son provisionales; sólo, en el ser interno,
queda una permanencia del sentido
y un destino a alcanzar que nunca es desechable
ni deja de ser digno.

Cada diez años mis huesos quedan
plenamente reemplazados; yo no lo pido,
sucede. No me doy cuenta de este proceso
de ser y estar junto a estos fenómenos
y sin que la cuchilla o el láser de cirujanos
de marras diga 'ni pío'.

Transformación es la palabra.
Nacimos para nunca ser los mismos.
La energía nos desmiente y nos cambia
hasta el nombre y, al fin, nos deja como pordioseros
de lo nuevo en nuestros cuerpos que son
más ni menos que agua corriente.

En manantial profundo de sustancias,
no hay más reclamo que seguir comiendo
de los días, la fruta cuestionada de alimento,
las prohibidas químicas del alba,
el nuevo día y presentir el reciclaje que ignoramos.

La vida es así con su costal de cambios
y una raíz, razón de humus y biología
para el eterno despertar en la composta.

Del libro «Organum: Teoría de la sustentabilidad»
de Carlos López Dzur.




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