Cementerio puertorriqueño donde fue enterrado Daniel Santos.
Contenido 54
Gonzalo Gamio Gehri
Liberalismo, ética narrativa y derechos humanos: Apuntes sobre Judith Shklar y Los vicios (1999)
Luis Rafael Sánchez
Armas de fabricación casera
Carlos López Dzur
Un escritor pleno y fascinante: Luis Rafael Sánchez
Ante la gente tenebrosa
Gustavo Marcelo Galliano
Confesarás tus pecados
Susurros de la noche
Pulsaciones
Carlos Adalberto Fernández
Ya decúbito dorsal
Alejandro Drewes
A un dios vencido
Nacht / Noche (v. 2)
Carpe Noctem II
Nocturnae (v. 3)
Bernarldo
En la noche
En las hojas
En las renovaciones nacionales
Oscar Portela
Embriaguez del desierto
Éktor Henrique Martínez Hernández
Hasta la muerte es aquí una dulzura
Carlos Daminsky
Sumisión caníbal
Maika Sagasuko
2012 II
Sin título
Círculo final
Ana Lucía Montoya Rendón
Obligado silencio
Fanny Jaretón
Deportación de la muerte
Habrá
Alberto Viera
No fue preciso
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Liberalismo, ética narrativa y derechos humanos: Apuntes sobre Judith Shklar y Los vicios (1999)
Judith Shklar, filósofa norteamericana fallecida hace algunos años, ha elaborado una fenomenología del liberalismo a partir de sus prácticas y valores constitutivos. Señala en su libro Vicios ordinarios [1] que lo que caracteriza a la cultura liberal es el reconocer a la crueldad como «el summum malum, el primero de todos los vicios». A diferencia de las sociedades confesionales, en donde el más grave de los pecados se comete en contra de Dios – por ejemplo la soberbia – en las sociedades liberales, fundamentalmente antropocéntricas y secularizadas, es el atentado contra la vida humana la más inaceptable de las acciones. Una sociedad es liberal si considera que la crueldad es el peor de los males. Resulta interesante caer en la cuenta que, a diferencia de otros mundos de vida moral, como la Atenas clásica o la cristiandad medieval, los miembros de una sociedad liberal encuentran menor dificultad en llegar a un consenso acerca de los vicios que todos deben rechazar que respecto a las virtudes que hay que promover.
Creo que éste es un punto de partida plausible para hablar de una cultura de los derechos humanos. El rechazo a la crueldad proviene no de una teoría metafísica acerca de la naturaleza humana sino de la remisión a una experiencia histórica concreta, las guerras de religión. Las teorías contractualistas se han inspirado a su manera en el rechazo de la crueldad, pero esta conexión permanece inarticulada y el modelo de justificación supone un universo neutral y una antropología atomista que genera tres áreas problemáticas a nivel teórico: una concepción puramente abstracta de la idea de derechos naturales, una visión desarraigada del yo, y una percepción meramente instrumental de los vínculos sociales y la pertenencia cívica a las instituciones políticas. La estrategia fenomenológico – narrativa procura más bien reconstruir las configuraciones de sentido – traducidos en argumentos, instituciones, imágenes morales, actitudes vitales y en general disposiciones para actuar – que se remiten a aquella experiencia de irrespeto, discriminación y violencia y que han dado forma a lo que hoy conocemos como la cultura de los Derechos Humanos.
Pero volvamos a nuestro bosquejo. El hombre de los siglos XVI y XVII – Montaigne es para Shklar el autor que con mayor lucidez ha reflexionado sobre este tema – ha sufrido en carne propia los extremos a los que se ha podido llegar en el uso de la fuerza cuando se trata de enfrentar a los que no piensan como uno. La perspectiva del excluido y del perseguido ha sido fundamental para la articulación del relato liberal. La experiencia del temor y la crueldad ha desempeñado un rol fundamental en el diseño de instituciones y normas que protejan al individuo del uso indiscriminado de la fuerza por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas.
Construcciones sociales liberales como la separación entre la iglesia y el Estado y entre la esfera pública y la esfera privada sólo pueden ser entendidas en su relación con el mapa social de la modernidad que ha sido configurado desde el rechazo a la crueldad. No cabe duda que estas fronteras pueden y seguramente deben ser redefinidas o matizadas - siempre en el marco de los derechos individuales y las libertades cívicas -, pero comprendemos perfectamente las razones por las cuales fueron trazadas: por el enorme peligro que significaba tanto la politización de la fe como la mistificación del poder. En nuestras débiles repúblicas la alianza entre la fe y la política es todavía frecuente en el nivel de las jerarquías; se trata de un fenómeno que deberíamos examinar y enfrentar por el bien de lo cívico y de lo espiritual. La separación de fueros e instituciones para garantizar las libertades es una práctica de la que nuestros liberalismos contemporáneos tendrían mucho que aprender puesto que aquel ámbito social que hoy hemos mistificado y fortalecido más allá de todo límite – el mercado – también ha generado sus propias formas sutiles y dramáticas de crueldad y en ese sentido su poder debe ser limitado.
Otro de los valores públicos liberales – la distribución democrática del poder – habría de ser entendido en esta perspectiva. Mientras más mediaciones existan en el ejercicio del poder y la toma de decisiones menos peligro hay de que un solo individuo o un grupo reducido de individuos pueda hacerse de las riendas del gobierno y atente contra las libertades ciudadanas y la integridad de las personas. La división de poderes, la mediación de instituciones libres y la elección de representantes son articulaciones políticas dirigidas a contener posibles abusos del estado. Pero estas construcciones sociales no son suficientes sin la existencia de un ethos de la participación cívica, sin compromisos con la esfera pública. Esta es una dimensión que los liberalismos de Montesquieu y Mill consideraron imprescindible, y que las teorías procedimentales de inspiración atomista no han recogido; ellos reconocieron que el actuar concertado de la ciudadanía sostenía el conjunto de las instituciones liberales, y que el retiro de la política – que de hecho se ha ido gestando en las democracias modernas con la complicidad de ideologías sociales de inspiración atomista – introducía sutilmente formas de conducta despóticas en el seno de estas sociedades.
Una cierta mitología civil resulta – si mi argumentación es correcta en este punto –imprescindible para la viabilidad de una sociedad liberal. En este sentido, la acción política de los miembros de la sociedad funciona siempre como un mecanismo de control contra cualquier tentación totalitaria. El olvido de la praxis política como condición de posibilidad de la libertad constituye una profunda incoherencia en la cultura liberal contemporánea y una muestra más de que el neoliberalismo de moda centrado exclusivamente en lo económico es profundamente antiliberal.
Este escueto retrato de las articulaciones valorativas subyacentes a la cultura liberal muestra hasta que punto las cualidades secundarias en filosofía práctica son fundamentales para dar razón de los compromisos que una cultura contrae con un sistema de reglas e instituciones. No necesitamos por ejemplo, construir un concepto desarraigado de subjetividad para justificar nuestros preceptos contra la discriminación. Un yo sin rostro, sin historia, sin sexo, sin conexiones con los demás y sin una comprensión de la vida buena no podría componer una narrativa que permita reconocer la experiencia concreta de la exclusión y la valoración del pluralismo que generaron, por ejemplo, la conquista de los Derechos civiles.
Los derechos no son creación de individuos aislados viviendo en un universo neutral, sino batallas éticas y políticas libradas por comunidades concretas Para hacer inteligibles los principios de justicia que configuran las instituciones sociales democrático – liberales no necesitamos abstraer de nuestra comprensión las deliberaciones, los intereses comunes y las movilizaciones de los miembros de esa sociedad, una operación como esa oscurecería las determinaciones concretas de la construcción de derechos, así como no nos permitiría apreciar las reacciones y las acciones comunes que esas personas hacen efectivas cuando sienten que esos derechos están siendo vulnerados.
[1] Shklar, Judith: Vicios ordinarios, México, FCE 1990.
Publicado en: Política y mundo ordinario Bosquejos Postliberales
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Luis Rafael Sánchez (PR)
Armas de fabricación casera
Un sector numeroso de la población puertorriqueña contemporánea se quedaría sin vocabulario si no tuviera al alcance la palabra cabrona. Pero, como la tiene se precipita a usarla a cualquier hora y donde quiera y sin pasmarse o ababacharse.
La usa en calidad de agravio frontal y con tono de visceral aborrecimiento. La usa para ordenarle a su hijo, teléfono celular mediante: «Pónme a la cabrona de tu mai». La usa de acera a acera, en plena Avenida Ponce de León, para exigirle complicidad a una condiscípula: «Canto de cabrona, préstame la cabrona asignación».
Tan democrático se ha vuelto aquí el uso de la palabra cabrona, tan fluente su relación con los ricos y los pobres, los cultos y los analfabetos, que ya va siendo hora de redefinirla como aspirina lexical por excelencia.
La aspirina lo cura todo, empezando por la neuralgia, pasando por la miocarditis y terminando por la hinchazón de los pies. La palabra cabrona lo descalifica todo, empezando por la moral, pasando por el espíritu y terminando por los frescos racimos de la carne. La aspirina no falta en botiquín puertorriqueño alguno. Más aún, no hay madre que, preciándose de serlo, olvide llevar en la cartera un sobre del versátil analgésico. Por otro lado, pendiente a escapar a la primera oportunidad, la palabra cabrona titila como cucubano en las bocas del referido sector numeroso de la población puertorriqueña.
Muy de aquí como el coquí, solamente registra su acuñación el Diccionario de Voces Coloquiales de Puerto Rico, de Gabriel Vicente Maura: «Mujer pendenciera».
Ni el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, ni el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española de la Lengua, acogen la voz cabrona. En cambio, sí recopilan los significados de dos parientes suyas, cabrón y cabronada.
Me distraen las anteriores divagaciones a la par que desayuno en un negocio de Plaza Las Américas. Intento leer, con escaso éxito, un artículo publicado en el New York Times, que examina el empleo frecuente de malas palabras, o groserías, en el México urbano actual. Al artículo da pie una encuesta donde se contabilizan las malas palabras, groserías o albures que pronuncia el mexicano urbano cada día: veinte se calcula, si bien el rigorismo estadístico obliga a divulgar que descuellan las mentadas de madre.
Dije que intento leer, sin demasiado éxito, porque la palabra favorita de un sector numeroso de puertorriqueños raja el aire, segundo a segundo, impidiendo la concentración mínima. Como desayuno en un negocio donde los parroquianos suelen observar una conducta afín con los modales correctos me cautiva el manejo estentóreo de la palabra cabrona. Deduzco que sabrá mejor al paladar y el galillo del usante si la grita, recalca, deletrea y semeja a un latigazo.
¿Será porque la primera y última sílaba de la palabra cabrona contienen la vocal más abierta de las cinco vocales, la a? ¿Será porque la a se pronuncia con los labios muy abiertos y los dientes separados un centímetro por lo menos? ¿Será porque el insulto deja de ser efectivo si no se vocea con alma, vida y corazón? Que respondan los fonetistas.
Mientras los fonetistas responden confirmo que el uso de la palabra cabrona trasciende las habituales barreras divisorias de nuestras clases sociales: mujeres con apariencia de damas y hombres con apariencia de caballeros las usan, por igual, en el negocio donde desayuno. Por ello me arriesgo a afirmar que a decir cabrona se apuntan la burguesía, más el proletariado, más el gentuzaje. También quienes ametrallan el idioma español y quienes lo hablan con propiedad y corrección. También los disparateros que, por dárselas de fisnos, dicen los víruses en vez de los virus y las crísises en vez de las crisis.
En resumen, que la palabra cabrona se encuentra en su apogeo, disgústele a quien le disguste y a pesar de su definición harto dificultosa: la del Diccionario de Voces Coloquiales de Puerto Rico me insatisface porque ser cabrona no significa ser pendenciera. Como tampoco significa hacerse de la vista larga ante la infidelidad de la pareja, cosa que hace a gusto el cabrón, según el dictum sapiente de los diccionarios citados.
Como el amor, el idioma es servidumbre, ahí está el ejemplo de cabrona. De sierva de la miseria expresiva la acusarán, de introductora al saber deficiente y conductora de la nulidad idiomática, de muestra de la chatarra a que se reduce el habla popular. Más cauto, menos severo, yo la acuso de arma de fabricación casera para ensayar en la guerra civil sin declarar que peleamos los puertorriqueños, día a día.
Luis Rafael Sánchez / Luis Rafael Sánchez
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Foto de Laura Magruder / Fundación Nacional para la Cultura Popular
Un escritor pleno y fascinante: Luis Rafael Sánchez
No siempre se tiene el tiempo que se quiere para leer un escritor tan pleno, con temáticas ricas y variadas, como lo es éste. Por diversidad de razones, incluyendo las que origina la disponibilidad en el mercado editorial determinado, o la nacionalidad excluída de unas preferencias, u otras consecuencias del desconocimiento, se deja de leer a determinados autores. En el Caribe, sin embargo, obviar la lectura de Luis Rafael Sánchez es asunto de alta traición a la literatura.
En nombre y pretexto de «Sequoyah», grupo y revista, aprovecharé para presentar a Luis Rafael Sánchez, puertorriqueño, que desde la década del Sesenta sorprendió en el género teatral, con obras como Los ángeles se han fatigado (1960), Farsa del amor compradito (1960), La espera (1960), La hiel nuestra de cada día (1962), La pasión según Antígona Pérez (1968) y otras. En adición, en ese interín de la década del '60, también cultivó el cuento. Una muestra es su libro En cuerpo de camisa (1966).
Como lector entré contacto con su obra, cuando él ya era un dramaturgo establecido y, en la narrativa, había producido una novela (que no tardaría en ser traducida a otros idiomas) y colecciones de cuentos. Lo estimé, principalmente, por su interés en el lenguaje coloquial, tal como se desprendía de sus artículos en Claridad, escrito en puertorriqueño. Esta es una de las caracteríticas sostenidas de su quehacer literario cuando se dice: «Escribe en revistas y periódicos, crítica de arte y literatura, crítica social, e impresiones. Su estilo se identifica con lo barroco y lo carnavalesco, y su lenguaje es una ruptura con las normas de lo aceptado en la literatura. Crítica las normas sociales, según el género, la raza y el estatus socio-económico y político». Desde 1991, el crítico Julio Ortega ha dedicado enjundiosos ensayos a la Teoría y práctica del discurso popular (Luis Rafael Sánchez y la nueva escritura puertorriqueña), en su libro Reapropiaciones (San Juan, 1991), ps. 9-52.
Cuando comencé a leer su narrativa, fue obvio que su primera novela La guaracha del Macho Camacho (1976), marcó una línea divisoria entre las técnicas narrativas de «un antes y después», siendo su obra de impacto influyente en la narrativa del Caribe. Se ha analizado «su lenguaje barroco, lleno de hipérboles, juegos de palabras, eufemismos y repeticiones incesantes», viéndosela como «un retrato de Puerto Rico como una sociedad en estado decadente, en donde sus miembros son personajes corruptos por su obsesión por los productos de la cultura popular estadounidense, y que resultan graciosos y a la vez patéticos en su incapacidad para comunicarse significativamente unos con otros. Dominada por este son singular (la guaracha) y la presencia omnipresente del locutor, la novela rompe las barreras de técnicas narrativas tradicionales para crear una sintaxis regida por el caos y la monstruosa celebración de la vida».
La locución y la música, de las que Sánchez es observador agudo, son parte de los elementos descritos en ese mundo del Macho Camacho. La «guaracha» es un género de la música popular cubana, a la que Puerto Rico ha sido afín; se canta y se baila con rápido y vibrante ritmo y, en sus inicios, se tocaba y cantaba desde el siglo XVIII y XIX en teatros musicales y salones de baile de las clases bajas. En la comedia teatral y en las películas, la guaracha y la bufonería cómica se coinciden. Obviamente, es la tecnología radial y televisiva la que trae la guaracha a Puerto Rico y la que va dejando cierto impacto de decadencia espiritual en la sociedad cuando la obsesión por los productos de la cultura popular estadounidense corrompan las almas.
Si bien la contagiosa y pegajosa guaracha pulsa por revelar el espiritu alegre y optimista de los borincanos, una residual y pura puertorriquenidad y autenticidad, el autor extrapola este elemento con una tendencia obsesiva del pueblo boricua, ya no yan agradable. La adicción consumista.
En el mundo guarachero, oferta de un disco y su mensaje, sea o no ideologema lo que se adquiere en los mercados, permea con una muerte cultural progresiva en la que previamente se yuxtaponen dos tipos de sociedad. Una que tiene un entronque propio; otra que advino impuesta, desde 1898, con la violencia del colonialismo y la sucesivas ofertas de propaganda, «the products of American popular culture». Y es, dentro y a través del lenguaje, donde los conflictos han de aflorar agónicamente, aunque al parecer nada ocurre. Ese mundo ficcional es creíble y los puertorriqueños están hablando y desahablando un lenguaje que bizarramente trajo la mezcla del cliché estadounidense para hilarse en rompecabezas con el slang nativo.
Del modo que resulta, según observan los críticos es «simultaneously funny and pathetic in their inability to communicate meaningfully with one another. It is a sociopolitical work in its indictment of American and European colonialism as the cause of what Sánchez clearly considers the death of a culture». [1]
La estructura de la novela, traducida al inglés [2] por el profesor Gregory Rabassa con el título Macho Camacho's Beat ha sido comparada con las que forjaron James Joyce para su Ulysses y Virginia Woolf para Mrs. Dalloway. Y la trama es sencilla porque los personajes están muy definidos en su idiosincracia. Un senador corrupto, su «querida», y su hijo idiota; la esposa del senador y su hijo fascinado con su automóvil. Y, en ese mundo donde la vida tiende a presentarse como «una cosa fenomenal», una parte de la imaginería evocada son los avisos publicitarios («advertising slogans, puns, and pop culture references»), que Luis Rafael Sánchez utilizará para describir la penetración invasora de una cultura metropolítica (la de los EE.UU.) sobre la sociedad de una pequeña isla (Puerto Rico) «and how a fad in one can alter the culture of the other».
Posteriormente, Luis Rafael Sánchez publicó La importancia de llamarse Daniel Santos (1989), [3] texto en el que analiza los mitos y leyendas de Latinoamérica desde una perspectiva puertorriqueña con su lenguaje característico. Vuelve a verse el interés del autor por la música y los mensajes que propala. Santos, el Inquieto Anacobero, es figura fascinante para los puertorriqueños. Una mezcla de ícono afirmativo, nacionalista albizuísta, valiente y de producto internacional de disqueras y negocio. Sin embargo, más fuerte que en La Guaracha, en esta novela La importancia de llamarse Daniel Santos la crítica se concentra, no en aquel, «who give up their culture to assimilate into the American culture», sino en aquel que, como Daniel Santos, «refuses to let go of their cultural identity».
Una observación interesante de la Dra. Knights es que: «Daniel Santos es representativo por esta modernidad por su capacidad de sobrevivir a los ismos de moda, por su vitalidad, sus orígenes en la clase baja, su atrevimiento y amor por el riesgo. Para el colombiano Hernán Restrepo Luque (en su historia de los intérpretes claves del bolero y canciones), Santos adviene como todo 'un personaje para la historia de la música popular de América'» [4], afirmación que es cónsona con lo que Luis Rafael Sánchez se planteara para su novela: «Por la sintonía enardecida con la población numerosísima de los pobres, de los que viven arañando, de los cualquiera, crece y se perpetúa la modernidad del Inquieto Anacobero. Por la sintonía con las marginaciones sentimentales. Por el desembarazo con que Daniel Santos sujeta, domina y arrodilla la bestia arisca que, algunos días, se convierte en la vida». [5]
Delia Barreiro Pérez dice que esta obra es una «búsqueda de nuevos procedimientos en la elaboración del gesto renovador de la escritura. Reinterpretación de la realidad a partir de la biografía del cantante Daniel Santos, que trata de dar un rodeo a la concepción del mundo», no siendo ni cuento, ni novela, sino que «lleva dentro hondos ensayos reflexivos»; «cada fragmento aparece encabezado por una especie de titular como la de los reportajes periodísticos».
«La obra puede verse como una toma de conciencia de la particularidad del idioma y de lo que éste conlleva. Puede representar además, una caracterización del ser caribeño. La aceptación de esa concepción se refleja en que la obra se afirma en esta idiosincrasia y que desde ella formula una concepción del mundo que atraviesa su propio escenario. Conserva el ritmo oral a la vez que funciona como práctica de la lectura. Los elementos periódicos y críticos del texto subyacen en la organización que anuncia explícitamente la necesidad de transformaciones. El grado de politización de esta "fabulación" como la llama el propio autor, surge con la subversión misma del lenguaje. El texto propone la liberación misma del lenguaje de cánones cerrados y anquilosados, expone diversas expresiones que hallan hablantes en sus correspondientes estratos sociales». [6]
El crítico John Dimitri Perivolaris, quien fue uno de los primeros en estudiar minuciosamente la visión que Sánchez ofrece en la tarea de definir la identidad cultural puertorriqueña, cree que siendo Sánchez un miembro de la élite intelectual, sostiene una posición ambivalente como portavoz del «pueblo», contrapuesto al «Puerto Rican mulatto whose working-class background allows him to highlight unprecedented possibilities for political agency within popular and mass culture». Es que el mismo Sánchez dice que las microhistorias de la vida diaria que el hilvana y reflexiona son un diálogo de múltiples niveles, «fabulaciones y nada más».
John Dimitri Perivolaris, profesor auxiliar de español en la University of Manchester, Inglaterra, no puede captar muchas de las sutilezas de esta literatura de LRS para lo que él demanda, como crítico, y le exige a Sánchez, o cuestiona, en su libro Puerto Rican Cultural Identity and the Work of Luis Rafael Sánchez (University of North Carolina Press: 2001). Mas el autor presenta esas respuestas a través de «fabulaciones» por una «nacionalidad kaleidoscópica que emerge de un sentido de dispersión y pertenencia, enraizado en la diáspora puertorriqueña». En La guagua aérea, ante esas fotografías en movimiento sobre la nacionalidad puertorriqueña, tomadas desde la altura, «at thirty one thousand feet», es significativo ese diálogo del extranjero que le pregunta al boricua: «¿De dónde eres?» y la respuesta que da: «Pues mira, eso e' lo que quiesiera saber». [7]
En otro de los libros de Luis Rafael Sanchez en el que le vemos abocado al ensayo y del que dice: «Del centenar de artículos que documentan mis alejamientos frecuentes del país natal y el transcurso de los días en el mismo, selecciono cuarenta para integrar el libro Devórame otra vez». [8] La expectativa del libro es que lo selecciona forme «un sólido cuerpo de reflexiones e indagaciones», «donde convivan, en armonía tensa y sensual, el oficio de escribir y el oficio de vivir».
Este es el escritor que fascina y que, en su expediente profesional, se incluye el haber sido Escritor Residente de la Academia de Artes y Ciencia de Berlín y del «Woodrow Wilson Center for Scholars» de Washington, además de Becario de la Fundación Guggenheim. Ya se ha retirado de la enseñanza. En el año 2000 ocupó la Cátedra Julio Cortázar, con sede en Guadalajara, México.
Su obra se ha traducido al alemán, al francés, al húngaro, al inglés, al italiano y al portugués. Para mí, fue especialmente grato haber recibido varias cartas suyas cuando apenas me iniciaba como cuentista. Fue estimulante y ya, viviendo yo fuera de Puerto Rico, como parte del material que examinara para escribir La guagua aérea, hizo un análisis de mi libro primerizo como cuentista, Las sarnas de la ira. Fue entonces la primera crítica formal, realizada por un gran maestro y magistral literato. Le pago con mi fidelidad de lector y gratitud infinita.
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Notas
[1] E-Notes: In Contemporary Literary Criticism. Uno de los más interesantes ensayos sobre Luis Rafael Sánchez es la tesis doctoral de Julio César Sánchez Rondón para la Universidad de Nebraska (Lincoln), titulada Poética de lo Soez: Luis Rafael Sánchez: Identidad y cultura en América y el Caribe que, desde 2006, está disponible en la internet. Ver / 145 ps.
[2] Luis Rafael Sánchez. Macho Camacho's Beat. Dalkey Archive Press (April 2001), 211 págs. Hay una primera edición con Pantheon Books (1981)
[3] Hay, por lo menos, tres ediciones de La importancia de llamarse Daniel Santos desde su aparición en 1988. Una es la hecha por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico (2000), 218 ps. La obra fue objeto de una disertación de la Dra. Vanessa Knights (de la Universidad de Newcastle) en un Seminario de Música Latinoamericana, auspiciado en mayo del 2003, por el Instituto de Estudios Latinoamericano. La Dra. Knights disertó sobre «The Importance of Being Daniel Santos: Popular Modernity and Bolero. Ver
[4] Vanessa Knights, op. cit., p. 4. Traducción mía de la cita del inglés al español.
[5] Luis Rafael Sánchez citado por Knights en el trabajo.
[6] Delia Barreiro Pérez, «La importancia de llamarse Daniel Santos», en: Ver
[7] Luis Rafael Sánchez, La guagua aérea. Este libro tiene varias reedicciones, la segunda de 214 páginas en 1994, tercera y cuarta redicción por la Editorial Cultural, Río Piedras, en 2003 y 2004.
[8] Luis Rafael Sánchez, Devórame otra vez (Ediciones Callejón. 2004).
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Ante la gente tenebrosa
a Maika / Tati / Sagasuko
a Carlos Daminsky y Javier Monroy
son sólo los intérpretes del fenómeno,
hay vecinos, hombres y mujeres
comunes y corrientes, que vagan
por mundos de tinieblas,
que se han quitado las máscaras
de los símbolos verbales de personas
y me parecen signos vivientes en vigilia
de aquellos materiales más puros,
menos infectos por las ansias de conflictos.
En sus mundos de compleja autonomía,
miran cosas que acá, entre los aromados normales,
los sabios de la logicidad y el civismo
no queremos ver, creemos que somos luminosos
(que la Razón es la única vía y que, en el sueño
de racionalidad, somos los jacobinos redentores,
los movidos por la Buena Voluntad, el amor
a la patria, a los grandes ideales de futuro);
pero ellos, quienes vagan por grutas de tinieblas,
los mansamente subversivos en las sombras,
de plano que se dieron cuenta de que somos
por el contrario, devoradores, ovejas que no tiene piel
de carneros, sino de hienas velando
la carroña, lobos hambrientos que se incentivan
al ataque y, siempre es el más débil,
la cría, la semilla del futuro, su víctima.
Siempre es la hembra más hermosa,
la juvenil e inocente, siempre es el inocente
que, por desprevenido e inmaduro,
le puedes engañar y vender mota,
e ilusionarlo con consumos y temeridades
que lo harán una víctima, o un temible delincuente,
mara para tu grupo, hampón para tus cuadrillas
de asaltadores en el ARMY, o en cualquiera
sea el operativo de las agresiones.
2.
Pero yo veo a los que vagan
en esos mundos de vampiros, deseosos
de dar el beso que extraiga la sangre de la eternidad.
Veo los ojos de fuego que me parecen
los de Hefesto, despojado de la cordura del Olimpo
y echado a sufrir en los infiernos y sus ojos,
llenos de chispas, son artesanales,
no están llagados por mala voluntad:
sus miradas sólo revelan las forjas del quehacer
en que viven, solitariamente, en el submundo
de sombras; esos ojos de los que vagan
elaboran la hermosura donde otros la impiden.
Necesitan esas Sombras / de Umbra /
para redescubrirse.
Allí, en esa luz que no se observa,
parecen monstruos; pero es que la verdadera Tiniebla
(luz que está más cerca de la llama, luz negra)
es la más creativa; luz para los valientes,
los honestos, los puros, los que voluntariamente
se meten en la muerte para saberla vida,
continuidad de un rayo.
En sus mundos tenebrosos, casi todo es andrógino,
allí el anymus es claro: la mujer lo anhela
y lo proteje en sí. Ella se pone un pene y dos testículos
de energía; ve a través de ellos,
y el ánima, es el la mujer escondida
del varón que la admira, y él se agujera
el ombligo y se hace la clotis
y busca más abajo, entre las piernas
(con el deseo de cobijar a su criatura desde la matriz
de un ansia fecunda y hermosa).
Entonces, el varón es materno y la fémina,
guerrera y son amantes, magos en las tinieblas.
Deja de haber lo Tuyo y lo Mío.
Se vuelven universales, interconexos.
Cesan las acusaciones. Queda sólo
lo Bello, la síntesis, lo mutuo.
El Bien y el Mal ya no es prejuicio
ni entelequia. Es sabiduría
compartida.
3.
Las mujeres de la superficie,
aquellas que no van y se internan en su arquetipo
(la tenebrosa sombra, vampiresa),
en su sociedad de razón convencionalizada
son tan inseguras, irritables, gritonas,
chismosas y, por débiles, viene el salvaje
armado de pretextos y les da mil patadas,
se las lleva de putas, las embriaga de consumos
y de ilusiones baratas, las arrincona,
las insulta, y le da su ideología de amor
y de feminidad y, por fortuna, si acaso
hallaran la puerta de escapada,
el infierno las salva, sí, huyen y se meten
en ese en sí profundo, signo auténtico de ser,
que se llama la Umbra, allí es
donde vuelven a ser las guerreras,
defensoras de todo lo que anhelan,
allí su espacio nutricio
y su dicha.
4.
¡Qué bueno que yo tengo mi entradita al carajo sublime,
al coño maravilloso del infinito! me gusta ir,
gozar el paseo, que me larguen allá lejos,
donde no molesto y nadie me molesta,
donde puedo ser el demonio que soy,
o el ángel...
¡Qué maravillosa la Naturaleza es!
que le hizo un boquete en la tierra a mi ser
y me dio así mi templo, ¡qué sabio es Dios o el Diablo
que me dio la Sombra, y este lado emocional
e instintivo que se llama el Anima,
la hembra en mí, diablesa deliciosa,
madre verdadera debajo de mi corteza,
encima de mi lenguaje, o mis zonas de Broca!
Yo no podría ser feliz ni anarquista
ni libre en lo más mínimo sin la voluntaria manía
de meterme en la Sombra, en lo profundo
de mi bestia y ver que no lo soy,
que mi Creador es justo y me hizo casa
como buen marido / o padre rico /
ante esta parte insatisfecha de mí mismo
donde vuelvo a ser ángel
y habitante del submundo y decir a Hefesto,
el feo, el cojo, el arrojado,
«padre divino, házme una pulsera
para el pie, una cadena de oro
y amárrame a tu lado,
quiero vivir contigo
para siempre».
02-04-2006 / Carlos López Dzur
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Gustavo Marcelo Galliano (Argentina)
Confesarás tus pecados ©
No pude controlarme más. Esa noche tenebrosa discutimos acaloradamente, más de la cuenta, y lo confesé sin tapujos ni reparos. Sabía muy bien que la ofendería, se sentiría humillada, bastardeada. Que no lograría superarlo ni perdonarme jamás.
Pero estaba realmente harto. Hastiado. Ya no toleraba sus celos infundados, sus persecuciones dialécticas. Sus falaces acusaciones plagadas de malicia. Que revisara en cada madrugada mi agenda, mi teléfono, mis bolsillos, mis recuerdos, hasta mis sueños por soñar. Siempre tratando de capturarme in fraganti.
Exploté como un volcán incontenible y colocando mi rostro muy cerca del suyo, se lo confesé gritando. Gritando a rienda suelta. Gritando desde lo profundo del alma. Mi esposa irrumpió en llanto, en convulsiones, en reproches entrecortados. Su histriónica histeria se desplegó en chillidos, chirridos, gemidos, pataleos. Se babeaba furiosa cual hiena desorientada, mientras balbuceaba frases como: «Mi madre siempre me previno… que eras un degenerado… un desgraciado infiel… un pervertido».
Me serví un trago, respiré profundo y me senté en el sillón. Sinceramente gozaba contemplando su desquicio. Su andar de fantasma errática. Frenética. Despeinada. Gocé de mi vodka doble, tridestilado, con zumo de naranja y observé el ir y venir por la sala de sus pasos incoherentes, inconexos.
Poco a poco fue recobrando la calma, y se dirigió hacia nuestro cuarto; preparó sus maletas y se marcho en silencio, regalándome un estruendoso portazo, que tronó de maravillas. Se llevo nuestro auto.
Suspiré aún más profundo, feliz, relajado. Me serví otro trago. Resultaba un enorme alivio haberle confesado mi pecado, aquella culpa que me corroía en silencio. Y aquél fue el momento apropiado. La síntesis del éxtasis en el génesis.
Era imposible continuar callando. Ya no podía seguir ocultando, que allá, por el sexto grado, portando mis once años, me enamoré de mi maestra. Imposible continuar callando.
[Cuento Finalista del II Certamen Internacional de Cuento Jorge Luis Borges 2008, organizado por SESAM, Buenos Aires, Argentina. 30 de Junio de 2009].
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Susurros de la noche
El aura de la noche
gime en avalanchas,
serpenteante, candorosa,
transpirando color.
Montada sobre nubes
tus brazos, cual férreas aspas,
emprenden cabalgatas, eternas,
por sobre el éxtasis del amor.
Remolinos de seda,
entrelazados al gozo,
mientras espasmos fragorosos
beben aguardiente del crear.-
Gustavo Marcelo Galliano / En Colaboradores
<>
Pulsaciones
Perlas nacaradas de sal
corrompen tus encías con sonrisas,
bebiendo el peregrino sudor de mirra,
la flema del ajenjo, ángel desértico.
Letras circulando arterias
en el corazón vertiginoso del alma,
cual biblioteca humana transmigrada
bifurcándose por venas y vectores.
Manos vacías de tímidas caricias,
brazos exiliándose de abrazos,
vano será cada latido entonces
si esos ojos se hacinan en sus cuencas.
Músculos amnésicos de tensiones,
tendones distendidos, holgazanes,
fortaleza erigida en ruina ardiente,
Infierno de la otrora joven Muralla.
Destellos implosivos, disonantes,
música del alma amarrando ensueños,
desesperados tulipanes sofocando puentes
y ante el menor desliz truenan Tocata y Fuga.
Cartas de amor jamás escritas,
rostros desfibrilando memorias,
cartílagos de pasión deshilachados,
derrotero del olvido perpetuo y marmóreo.
Letras, caricias y abrazos,
pasión y sensualidad anquilosadas,
braman las perlas rumbo al averno sensitivo,
pulsaciones aceleran el beso, in eternum, a tu cuello.
Bíos / Gustavo Marcelo Galliano / En Colaboradores
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Carlos Adalberto Fernández (Argentino)
Ya decúbito dorsal
Fuí un gil.
La agarré en caída libre, a punto de hacerse tortilla en el cemento de las perdidas. Casi todas las noches un meteorito de esos ocupaba por un momento el cielo, caía, caía, y deflagraba, a veces, en el patio del Bar Billares Salón de Baile. Un instante, sin ningún suspenso, y se levantaba, se alisaba las ropas, lanzaba una risita histérica, y se incorporaba al baile, la nueva reventada.
Ésta no. En medio de la parábola me miró. No sé por qué, tal vez un reflejo, o le tapaba la visión. Tal vez temió que la notara desarreglada. Eso la angustió, justo en ese momento, despeinada.
Y yo la ví así: cara de indefensión, vulnerabilidad y martirio. ¿Y cuál era mi misión, ante una mujer inerme?¿Qué me enseño mi madre?¿Para qué soy hombre?¿Soy, ante una mujer débil y necesitada, un caballero, o un fauno sediento de progesterona al natural, como todos?
—Permítame —le dije, extendiendo una mano—. ¿Puedo ayudarla?
Rápida como una centella, postergó su deseo de reintegrarse a la vorágine.
Me vio genuinamente inquieto, deseoso de brindar socorro. Hacía mucho que no la miraban así.
—No me siento bien. Las desgracias, los peligros... No puedo más.
—Venga, siéntese —cuidadosamente la acompañé hasta una mesa, en el bar al que acababa de ingresar, en mi recorrida como vendedor de diccionarios a crédito. De noche hacía bares, confiterías, bailes, boliches, algo vendía, aflojan más que los oficinistas.
—Bueno, tal vez me levante un poco el ánimo —respondió a mi sugerencia de un trago de algo fuerte. A la tercera grapa ya no podía parar el verso. Juana de Arco, la Madre María, la hubieran venerado—. El desalmado la envolvió con un mundo de promesas, la mostró diosa, vestal del templo de amor que él le ofrecía (me encogía ante la humedad pringosa del relato, pero no estaba vendiendo en la Academia Argentina de Letras). Y por él abandonó a sus padres, a su barrio. El desalmado (el mismo) la despojó de su pureza, depredó su juventud (le serví otra grapa, tal vez se calle).
—Y no satisfecho, el desalmado me arrastró a la perdición, las humillaciones, las vergüenzas, no se imagina lo que viví. Y ahora quiere... sí: alquilar mi belleza (no aguanto más, me tomo una grapa). Me escapé, con lo puesto. Él me persigue, amenazó matarme.
¿Qué clase de caballero soy?¿Para que la ayude tiene que declamarme Eurípides?
—¿Dónde está ese... el desalmado?
—Acaba de entrar —grandote, morrudo, negro e hirsuto como bosque de espinos en noche tormentosa, no me pareció el galán sedoso y aventurero que ella me describiera. Pero yo no iba a seguir con las exigencias.
Decidido, me encamino hacia él. El Caballero ingresa a la arena. No lleva lanza, tiene abrazado el maletín con los diccionarios de muestra, no encuentra dónde dejarlos.
Ya desde lejos me enfocó. Trajeado y con maletín negro, parecía importado de Chicago.
—Así que vos sos el nuevo macho de la Elvira —me increpó—. ¿Te agarró mamado o caíste de boludo? De golpe tenía en la mano un revólver más negro que él.
—Adónde tiró a los chicos, es lo único que me interesa. Son mis hijos, aunque por desgracia también sean de ella, pero ya no. Me decís donde están o te agujereo.
Yo, a todo esto, no había emitido ni una sílaba. Petrificado, miraba el abismo de ridículo en el que estaba cayendo, para colmo seguramente agujereado. El desalmado ya me estaba estrujando con una mano las solapas del traje, mientras con la otra me acariciaba la cara con el caño del revólver.
Perdón me equivoqué. Yo recién llego. Se confundió de macho, Elvira quién es. Vos quién sos. La lista de frases era interminable, pero no encontraba ninguna con la cual recuperar mi dignidad, mi respeto y de ser posible, mi futuro. Había una, qué boludo, pero le correspondía a él.
Por suerte a Elvira se le ocurrió, esas cosas de la vida, portarse como una dama, ahí, en ese momento, y apropiarse del libreto del marido, ex desalmado.
—Dejalo —dijo, acercándose serena, despierta a pesar de las grapas—, es un boludo pero bueno, me quiso ayudar.
Yo no estaba ni para discutir mi cociente intelectual. Me aferraba al maletín.
—Los chicos están jugando, en la pieza de arriba. Tenés razón, qué puedo hacer con ellos, qué puedo hacer por ellos. Llevátelos. Pero de mí olvidate, éste es mi mundo y en él voy a vivir lo que me queda.
El meteorito deflagró. Una reventada más.
El grandote, sorprendentemente pacífico, me llevó, su mano sobre mi hombro, hasta la puerta del café.
—Andate, boludo. Yo agarro a mis hijos y también me voy. —me dijo con simpatía, como con algo de complicidad, él tampoco salía muy bien parado del conflicto, pero se resignó, tenía lo que le importaba—. Ni vos ni yo somos de aquí
Sentado a la mesa de un bar, tomando un café, sin hablar con nadie, hundido en el fangal de la autocompasión, pienso. Mi madre me hizo caballero de cartulina. Todos sus personajes, especialmente las damas, están pintados de apuro, para decorar un acto de teatro amateur. ¿Para qué más, si yo, crédulo, me embelezaba ante cualquier maravilla de crayón?
A mis treinta y pico, concluyo deprimido, nunca llegué a ser el amor de ninguna mujer. Que refloté barcos hundidos, un montón; reparaciones necesarias, calafateado y listo, a puertos exóticos, fuiste todo un caballero, chau. Cientos de minas tienen mi teléfono 24 horas emergencias. Me piden plata, apoyo anímico, recargo batería, inflo neumáticos, arranque y a la pista, yo a el taller a esperar.
Fui un gil, otra vez.
Pero ya no. Cierro el service. No vuelvo a alzar tomates. Ni flores, por las dudas.
Carlos Adalberto Fernández / Entre soledades / CAF / En Mis Poetas Contemporáneos / Encuentro con Carlos Adalberto Fernández / Revista El Abasto
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Alejandro Drewes (Argentina)
A un dios vencido
Pero al cabo no engaña el signo
crepuscular de la hora ni el flamígero
viento que sopla y que pasa
qué innúmera fuerza, qué sino
condujo una vez hasta aquí,
qué oscuro ajedrez torna opaco
aquello amado en su día
y en la noche de su día huye,
con qué veloces caballos huye.
Nada más queda sino esta misma
sombra fiel, la del fruto ya pasado
que proyecta la flor de su instante
sobre la tierra. Ebrio te lleven las
aguas, ahí donde nunca tus pies
soñaron llegar: Thalassa. Y en tributo
este canto a un lejano dios ya vencido.
Alejandro Drewes
<>
Nacht / Noche (v. 2)
De nosotros he hablado
los que por amplias
avenidas de siglos ajenos
incesantes buscamos
una mínima clave
un sentido del mundo
en la grafía de hondos
espacios estelares
nuestro el paso errante
ha sido en altas noches
de Alejandría o Bassora,
lejos tan lejos
de las dudosas piscinas
de Roma imperial
y esas rosas que aún
nos negamos a pisar
contra todos los vientos
amarga esta sal en los ojos
y el alba que no llegaremos
a ver. De nosotros he hablado
de la senda que siempre
de otra es espejo y la misma
Bíos / Alejandro Drewes / Alejandro Drewes y sus poesias / En Clarín.Com
<>
Carpe Noctem II
Sin saber de qué modo
has llegado a esta simple bifurcación
en el tiempo. Como nunca dudan
los pasos. Algo te dice al oído
que no es tuya la sombra fiel
detrás de tu cuerpo. Sin eco
desciende tu voz en tierra
enemiga. Allá lejos se funden
unos rojos denarios de sol. Acaba
sin paz tu jornada: pues otra y extraña
es la luz que clausura este viaje.
Alejandro Drewes / Sobre Alejandro Drewes / En Internatural / Blog
<>
Nocturnae
Pero mi tiempo
es el exacto tiempo
de la noche
mi oficio apenas
el rasgante silencio
del escriba
callo y los ojos
contemplan extensos
campos de flores
y vastos cementerios
flotando bajo la luna
un instante los pasos
aún con vosotros
peregrino soy
en el sueño
hasta el fin
deste incierto camino
qubla hacia el dorado
polvo de Konia
Biografía de Alejandro Drewes / En Adamar
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Bernaldo (Argentina)
En la noche
noche reposa mis codos en la mesa finalmente
renueva un poco mi cuello y estira arrugas letargadas
no piensa en amaneceres floridos ya
sino cree será cansancio luego y luego.
Espera tu silencio sometido a ella
no cree que pasará inadvertida otra vez
espera tu desnudez sombría y final
sabe que irás despacio esta noche en ella
Piensa locuras para mis manos tibias
dice te atrapará para ellas esta última vez
con el resto de mi ancla fatal
esa que no estirará mi brazo para sentirte finalmente
y deseará no saber otra vez de nosotros
terminará su pasión en nuestra cama
y amanecerá dormida
como mis sueños de ultimamente
Bernaldo
<>
En las hojas
en los ojos del tiempo vi tu boca gruesa perdida
en el frío rocío de mi voz llamándote,
el viento ayudaba mis lamentos desesperados.
Tan lejos de hoy tu vientre anidó mis besos aquellos,
esos que colmaron cuestiones simples
y no pudieron traspasar las promesas
y perdí tu aliento en mi hombro cansado,
no alumbré rincones en donde estabas
y te fuiste con otras hojas libres de otoño
Bernaldo
<>
En las renovaciones nacionales
qué crestantes quiere el anciano a esta hora de la noche!
si ya basta de lamento octogenario por hoy
ya está siendo necesaria una reposición alegre,
algo que no sea tan lamentable.
Algo que permita cambiar cosas y ampolletas viejas
esas que dan luz amarilla de un gusano en su interior
como el anciano que no duerme y no ríe sinceramente
porque necesita más tiempo para soportar su dolor
sí
también ese que necesita novedades rentables
para que alguien o algo lo acompañe en su singularidad
en su eterna singularidad de ataúd nuevecito esperante
y paciente en su risueñidad complaciente y democrática terminal
Bernaldo
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Oscar Portela (Argentina)
Embriaguez del desierto
Carne desocultada y amanecida siempre.
Carne refugio del áspid y la alhucema.
Carne donde despierta el sol y se posan
Las sombras sobre el día anterior al día
En que el desierto vio por vez primera
Sin nostalgia ninguna rodar sobre el cilicio
La negra sombra del insecto primero.
Carne portadora de la carta robada.
Carne sin destinatario ni remitos del cielo.
Carne sin húmeros ni nombres.
Solo cilicio dorado sobre la ardida piel y
El escozor del sol, "la sed", "la sed", que se
Exalta en la primer pulsión que conduce
Hacia el dátil y el oasis tan solitario como
Esta carne sin nombre y sin origen, aún sin
Cuerpo y órganos donde posar mirada, buscar
Refugio, ser colonia portadora de territorios
Que pidan ser colonizados por los gérmenes
Portadores de vida - el rayo- los elementos todos
Que ahora vienen hacia el dominio de la nada
Y hacen aquí su labrantío.
¡Oh carne, tierra sin nombre, desierto sin posada!
Inocencia de lo que no tiene antes ni después
Y eternamente se repite en la palabra
Que tú pones en mí, siembras en mí, oh principio
Generador de vida, belleza y fuerza,
Sin otra esfera rotatoria que hacerme tuyo
Y como el sol antes del sol y hacernos mutuamente
Desde un principio sin principio
Destinados al goce y la locura,
Destrozándonos en la afirmación
De la eterna metamorfosis de lo mismo.
Mis cenizas serán el alimento de los cuerpos
Que nuevas carnes roten y vida y muerte
Serán las aletheias del instante perfecto
Sin nostalgias de purezas profanas.
Tu piel cubierta de cilicio y de oro, tu misma
Piel dorada es la del dios que muere y sólo indica
El camino de la vuelta a la gracia de la inocencia
Del devenir que fluye como fluyo desde tus brazos
Hacia el cenit de destilada sangre.
Y olvidado de todo en la anamnesis
De saberme escandido hago de toda carne
Hoja donde grabar los éxtasis de un Eterno
Retorno pues que soy el trabajo de tus días
Nícholas Lemons alabanza de lo que no
Será perdido y dios humanizado por las gracias
Que presiden los ciclos y gestaciones todas
Del juego del azar que recomienza
Cuando tú me devuelves el Ápeirón que estalla
En el cincel de oro de buriló tu cuerpo
Para hacer de mi carne un Jardín de Delicias,
Y ver crecer un niño solar del torso en el cual
Duerme ciego al horror de todo
La inocencia del mundo que tú llevas contigo.
Oscar Portela
Corrientes- Argentina
28 de octubre del 2008
Sobre Oscar Portela /
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Éktor Henrique Martínez Hernández (México)
Hasta la muerte es aquí una dulzura
Aunque es un asunto de muchas ronchas
cuando menos hay que conservar una mínima parte de impudicias
una ciudad como Tijuana no puede ser engañada de esa forma
no se le puede llamar doncella a una puta que se vende al peor postor
y ¿quién asumirá el estandarte de la indignación moral?
dolor desdicha e imperfección de realidad
fenomenología sin restricciones / el padre no respeta a sus hijas
dicen que Tijuana es una ciudad muy culta llena de artistas
que sus habitantes son tan ilustrados que hasta saben lo que ignoran
como ignorar que Hegel es Beethoven en la música y Goethe en la poesía
pero yo quiero dedicarme unos versos
cuando el aire de la noche aún estaba tibio me metí a un burdelito
y la billetera bien cuajada de cueros de rana
y las suripantas y los meseros se desvivían por atenderme
y es que la propela más cacicona era de veinte bacs
el mejor pisto y la mejor ruca en esa comunión sin puntos suspensivos
y como preocupación ontológica
a la vuelta de la esquina me salió la cruda y me preguntó
¿de qué alcantarilla saliste?
pero yo quiero dedicarme unos versos
el dominio cultural y sus lides de contigüidad
de la misma manera que se parlota la tesitura del Neto Zedillo
que había sido bolero y que provenía de una familia pobre de Chicali
catrines contra calzonudos núcleo y citoplasma
mi felonía me dio estatus y liderazgo sin pedo alguno
¿y tú qué ondas?
me voy a retachar pa Tijuas
¡no seas mamón! ¡si ya estás aquí!
yo aquí no me hallo
me caen de a madre los rodinos ai-te-guacho
a las 5:56 agarré el troli en la Beyer
a las 5:59 estaba en la Iris
a la 6:07 ya estaba en la Palomar
y 20 para las 7 llegué a San Ysidro
recolectando mis pesadillas cruce la línea y recordé que en la casa
tenía dos kilos de cagada que Gloria trajo de Real de Catorce
un chingo de gente ya se había atascado de peyote
en mi cantona había un fila de fotógrafos poetas dramaturgos periodistas
y hasta vaquetones esperando que les aventara con una madre de loquera
pero yo quiero dedicarme unos versos
la hermana gemela de la paranoia se llama ingenuidad beata
la hipocresía ornada como talento la mendacidad de la decadencia
porque en vez de peligrar hay que guardar las apariencias
el tozudo pathos contra la inmensa y putota mentira
y el premio a tantas virtudes es una sucia covacha de ratones
claro está con los atributos del paraíso terrenal
glándulas mamarias o curiosa inclinación hacia lo pintoresco
y la poesía como las nalgas de piel pilosa sin capa subcutánea
de todas maneras y aunque la cosa no fuera como se ha dicho
de poco o nada sirve jugarla a poetastro
si ya semeja a una fuerte propensión a la güevonería
mortífera holganza del «otium no negotium»
zonas erógenas del sistema semiótico
de nada sirve tener un alma de poeta sino se es poeta
cuando los enamorados se enamoran deben seguir enamorados
[pero el amor ya es un lujo en los asuntos de la coyunda]
negarlos enteramente es pedantería
y creer en ellos de forma total es verse como un pendejo
pero yo quiero dedicarme unos versos
a esta cursilería le pertenece la idolatría del título nobiliario
somos ventanas abiertas por donde escapan nuestros sueños
por donde escupe el padre autoritario
por donde se escabulle el amante de la mujer infiel
por donde se fuga el olvido cuando yo ni me acuerdo de ningún cabrón
esplendor de los primeros años / ímpetu como valor supremo
carácter sentimental despreciado e ignorado
la sustancia más pura de la humanidad dada por causas a priori
escepticismo que brota de las aristocracias / mística del parasitismo cultural
una visión idealista y fracasada
apasionamientos revolucionarios / sentimentalismo anárquico
la oligarquía primero nos mimó en los cenáculos
después nos abandonó / confusión escapismo suicidio
transculturación foránea del capital financiero
subjetividad como juguete del destino
aparece el símbolo entre fuerzas inmutables
no hay salida para restaurar la degradación
la existencia patética y absurda
miedo angustia y desesperación por un mismo precio
la modernidad se encuera y agoniza
época retrograda / censura persecución quema de libros
la poesía al servicio de la libertad
Junín Ayacucho Bolívar Olmedo Píndaro Virgilio Horacio Quintiliano
y el populismo le partió la madre al pueblo
las armas el arado / vicios y prejuicios
y la muerte como primera etapa de la vida
pero yo quiero dedicarme unos versos •
Extor H. Martínez / En Colaboradores / El Charkito
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Carlos Daminsky (España)
Sumisión caníbal
¿Tienes hambre?
¿Estás harto de comer piedras y barro?
Te ofrezco esta carne de segunda mano,
muerde tu ansias en ella
y deglute sonoramente el ruido áspero
de la sumisión caníbal,
el cielo puede caer en cualquier instante
el baño de cenizas puede esconder las formas,
tu famélico reino es la advenediza revancha
para unirte con los hambrientos,
te sirvo el basáltico caldero
con el caldo de ladestrucción:
huesos, nervios y músculos, de este nuevo matadero,
el olor de la hambruna es el resorte antropófago
para la horda que quiere saciar lo que fue negado.
Carlos Daminsky / En Aurora Bitzine / En Las Letras del Mal / Ciencia-Ficción Net / Racionalidad: Su blog
<>
Maika Sagasuko (Uruguay)
2012 II
La Maga busca a su Mago,
presiente su descendencia,
la horda guerrera clama,
y la Pacha-Mama espera.
Lo huele en el tibio aire,
conoce su independencia,
se sabe atada y libre
a su aliento en las venas.
Se sabe amante del Mundo,
pero este cuerpo no es de ella.
No es real lo que perece,
pero es eterna la Guerra.
Un Mundo inexistente
se debate en la tormenta,
de pasados alocados,
de un final infeliz que espera.
Un Mundo que no existe eternamente,
o existe para siempre
en distintas descendencias,
¿podrá ser posible, acaso,
defender la última ilusión que queda?
Desconoce el Plan Maestro,
mas sin preguntas se entrega
Auras serenas
<>
Sin título
La energía llena el cuarto de colores,
la calidez de su abrazo me emociona,
contrasta con el frío
de una noche oscura que no añora.
He sentido las garras de la muerte
reptando por mi espalda entre mis sueños,
perturba la inconciencia el miedo desvalido,
y corro, busco cobijo, sudando un poco,
en los brazos seguros de la voz otrora
imponente e intangible todo el tiempo,
mas segura y dulce en las auroras.
Y procuro despejrme del vacío,
de los errores que comete el ego impío,
mas no siempre es limpio el camino,
me he dejado seducir por luces de neones.
Hoy te imploro me devuelvas el hastío,
de las gentes que no entiendo y que me duelen,
deseando siempre servir con sacrificio,
aprendiendo en cada golpe
que solamente sufre el cuerpo físico.
<>
Círculo final
Porque le ama
-y le amó desde el principio-
no necesita tener en manos el objeto del deseo;
no es trampa,
no es odio explícito,
es simple comprensión del testamento.
Ella sabe
que es macabaro y es complejo,
pero el amor no otorga explicaciones,
solo llega, se instala y decepciona.
Nadie obra con odio a cociencia,
elegimos, simplemente nuestras metas,
y, a veces, la misma no está en coincidencia
con la meta del resto de la gente.
Cuando damos nuestro ser sin sacrificio,
extinguiendo hasta la última gota de rocío,
podemos descansar, sin ser vencidos,
porque sabemos que luchamos sin respiro.
No es mediocre aceptar el destino,
aún cuando vaya en contra de aquello que elegimos,
si sabemos que beneficiará
a algún pirata loco sin destino.
Es por eso que se sienta,
sonríe a las posibilidades vanas,
aspira el humo de un cigarrillo consumido
y continúa su camino.
No fue guerra,
no quedaron vencedores ni vencidos,
solamente,
dos personas eligiendo
diferentes formas de destino.
Maika / En Auras Serenas
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Ana Lucía Montoya Rendón
Obligado silencio
No hables más ilusa
tájate la lengua
guarda ese cuento
bajo miles de lajas.
Un día en otra ronda
en otro Universo
en el muro de una cueva
alguien encontrará tus lamentos.
Y,
dirá el jefe de la excavación:
«Este esqueleto
correspondía a una fértil hembra
por lo ancho de sus caderas
robutos poemas paría
pero por la forma de los /
maxilares
obligada fue a quedarse muda».
Febrero 2010
Ana Lucía Montoya Rendón
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Fanny Jaretón (Argentina)
Deportación de la muerte
La poesía no es sólo mover la lengua
Rieles que transcurren la memoria.
Un horizonte muerto de interrogantes.
Los sobretodos, sobretodo eso!
Nada tapa la inclemencia del vicio.
Botas templando el infortunio.
Sol y greda.
Canto dormido.
Puño alzado hacia el bolsillo sin ahorro.
Quiero dormir en los brazos de Ella.
Recuperarme en el viaje del recuerdo.
Me cubra del mal, me cubra de tierra.
Los topos orquestan en el supramundo.
Roen del papelito del hombre
la palabra asquerosidad.
¿Existe la palabra?
Existe el acto
donde la palabra pierde la fuerza.
Me acurruco contra el frío de Treblinka.
Me asemejo a mi hermano que tiende su mano
sobre la fe.
Me sumerjo en un mar de interpretaciones
que no resisten preguntas.
Una montaña de zapatos descansan de identidad
junto a los hornos crematorios.
Piel y penumbra.
Coacciona el ángel bello
sobre lo que se asigna por verdad.
¿Existirá el mañana?
Qué lástima.
Qué lástima estar tan muertos
al fondo de la fosa
a tan preciada cita que no concurriremos.
La memoria ambigua no quiere desaparecerme.
Olfateo en la bruma los cueros encendidos.
El grito que nos marca.
Estoy aquí y ahora zeide
ligada a la Esperanza, al Amor
estoy para contarlo.
Fanny G Jaretón
* Zeide=abuelo
<>
Habrá
¿Quién apedrea mi corazón de esa manera?
¿Acaso no ven que aquí no hay nadie?
¿Acaso no saben que ya no existo?
Dejé mi cabeza junto a la de Silvia, en el horno
y un par de poesías buenas sobre mi suerte.
El cadáver de ustedes pendiendo de mi memoria.
Muerta de mí ya no los necesito.
Habrá del recuerdo, el dolor.
FJ: Alas para volar / En Sequoyah / Fanny Jaretón / Poemas / El humanismo erótico de Fanny Jaretón / Visión poética del erotismo de FGJ
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Alberto Viera (Argentina)
No fue preciso
No fue preciso que las manijas del reloj
rotaran en sentido equivocado
no fue adecuado que la noche me obligara a recordar
no fue preciso, tampoco fue adecuado
porque al ver hacia el pasado
tu piel fue mi universo, el mismo que hoy adoro
y el reloj en su insistencia
ofreciéndome más tiempo
mostro esos momentos
que junto a ti quiero vivir
mas fue preciso que la vida
enseñara a no gastar
esas horas que aun quedan
y que un día acabaran
mirando con un pánico profundo
los peldaños desgastados cuesta arriba de estos años
cielos grises malgastados
y esos cálidos azules de un encuentro almacenado
unidos con las cuerdas de una historia ya contada
tejidos entre otras que aun queda contar
inmortales fantasías cubierta en sentimientos
rogando que la muerte no se atreva a levantar
bamboleando entre los hilos
que conforman lo que somos
el filo de la espada que lleva ese final
terminando un para siempre que nunca volverá
por eso hoy
no fue preciso que las manijas del reloj
rotaran en sentido equivocado
no fue adecuado que la noche me obligara a recordar
no fue preciso, tampoco fue adecuado
porque al ver cuanto te adoro
mi piel en tu universo hizo abrigo entre tu piel.
y en las sendas de esas rutas que juntos transitamos
recogí ese murmuro cuando ardimos de pasión
forjado en cuerdas firmes con las que enfrentamos vientos
manteniendo en malos tiempos
la piel aun mas aferrada
descubiertos de frazadas el frio nos llego
y entre leñas muertas levantamos tal calor
que las piedras de holocaustos
desgranadas nuestro encuentro consumió
porque juro que es preciso
y aun mas adecuado
decirte cuanto te amo
y saber; ¡me perteneces!
Por eso hoy
no fue preciso que las manijas del reloj
rotaran en sentido equivocado
el hilo delicado forjado entre los dos
vivirá eternamente
y en nuestra muerte
llevaremos este amor.
Alberto Viera
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