Sunday, March 14, 2010

Marzo 1, 2010, Num. 55. Orange County



Escritor Manuel Delibes

Contenido 55

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Roberto Jiménez
Miguel Delibes: Una obra fecunda y universal

Amparo Coronas
La muerte de un poeta: In Memoriam

Uno de los grandes escritores españoles del siglo XX

George Steiner
Celan y Heidegger: diálogo en el silencio

Carlos López Dzur
El gran por qué
El hombre que no oye su consciencia
Intemerata
Mi ser-ahí casa tiene

Gioconda Belli
Ocho de Marzo / Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Lynette Pérez Villanueva
Los arquetipos héroe, sombra y doble en «El fin» de Jorge Luis Borges

María Del Carmen Poyo Martínez
Ficciones
Redondez

Liliana Varela
Hatshepsut
No hay
Universo de amor

Natalia Álvarez Morillo
Penélope

Javier Monroy
Fakin Mantis

Long Ohni
Por si fuera posible

Pedro Du Bois
Ao Poeta
Escrever
Amor
Sobre O Dor
O Livro Infindável
Uma vez estive aqui penso

Patricia Díaz Bialet
No soy mujer de estar entre las ollas
Por qué hay que tener amantes (1)
Autobiografía

Semblanza de la poeta Patricia Díaz Bialet

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Entrevista con Miguel Delibes: «Me encanta pensarme», por Juan Cruz / El País / 09/12/2007

Roberto Jiménez (España)
Miguel Delibes: Una obra fecunda y universal


Acérrimo defensor de la libertad de expresión, que trató de ensanchar tanto en su condición de informador como en su faceta narrativa, Miguel Delibes (Valladolid, 1920 - 2010) fue un escritor de vocación tardía que como tal se curtió en el periodismo y maduró con la literatura.

Más de cincuenta títulos, principalmente novelas y en menor medida relatos breves, ensayos, diarios, memorias y libros viajeros- median entre La sombra del ciprés es alargada (1948), su laureado estreno en las letras con el Premio Nadal, y La tierra herida (2005), redactada al alimón con su primogénito Miguel.

Ambos jalonan una obra que ha colocado a Delibes en la cima de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX, y que universalizó desde la local, desde la Castilla que siempre habitó, que recorrió palmo a palmo como escritor y cazador, y que convirtió en el principal escenario de sus relatos.

Numerosos títulos, entre los que destacan El camino (1950), Las ratas (1962) y El disputado voto del señor Cayo (1978), remiten a una Castilla cuya idílica visión noventayochista contribuyó a desmitificar al presentar su realidad, en una constante elegía narrativa, como un territorio habitado por seres desamparados, oprimidos y sin futuro.

A todos ellos y a través de personajes como El Nini, El Tío Ratero o Daniel El Mochuelo, les dio su voz, prestó cobijo y aireó su drama a través de una prosa certera, fluida y transparente, sin artificios, ayuna de retórica y conservando el lenguaje del pueblo.

Les dignificó a través de la palabra, les cargó de humanidad y les hizo depositarios de un gran tesoro en peligro de extinción que Miguel Delibes ha transmitido a sus lectores: el habla rural, campesino y terruñero, además del descubrimiento de la naturaleza, del medio ambiente como uno de los principales valores del hombre.

En sus narraciones, el escritor se transformó en un personaje más, habló por boca de ellos y en ocasiones se convirtió en una especie de novelista-ensayista, hasta el punto de volcar en literatura lo que la censura franquista del momento le impidió denunciar a través de las páginas del diario «El Norte de Castilla».

Encontró así en la literatura un medio de expresión que inicialmente buscó en el dibujo y en el periodismo, principalmente gracias a su mujer, Ángeles Delibes de Castro, madre de sus siete hijos, fallecida en 1974 y a quien dedicó en forma de ficción su emotiva Señora de rojo sobre fondo gris (1991).

Ella le puso al alcance libros de Virginia Wolf y de Marcel Proust que despertaron una curiosidad por las letras de las que hizo su principal quehacer a través de la literatura y el periodismo, actividades que compatibilizó durante más de una veintena de años.

La actualidad informativa le enseñó el lado humano de la realidad y a medir el caudal de la palabra, mientras que a la literatura aportó la riqueza léxica y sintáctica del lenguaje popular.

Vivió toda su vida en la ciudad de Valladolid, a la que dedicó uno de sus libros postreros y más densos, El hereje (1998), pero pasó largas temporadas en su refugio de Sedano (Burgos), donde alumbró buena parte de su obra.

Gran aficionado a la caza y a la pesca, Delibes ha recibido los premios más importantes de las letras hispanas incluido el Cervantes -concedido en 1993-, ha sido uno de los autores españoles más adaptados al cine y al teatro, y uno de los precursores de las graves consecuencias que, como el cambio climático, devienen de la persistente agresión humana a la naturaleza.

Así lo auguró el 25 de mayo de 1975 cuando leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, posteriormente editado con el título de Un mundo que agoniza. El sentido del progreso desde mi obra (1979).

La versión definitiva de las obras completas de Delibes comenzó a publicarse en octubre de 2007, cuando el autor daba ya por concluida su producción porque desde hace nueve años le resultaba imposible volver a escribir causa de su debilitada salud.

Publicado en Libertad Digital / Sociedad

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Amparo Coronas (España)
La muerte de un poeta: In Memoriam

Si el cielo de Castilla es alto es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo: Miguel Delibes

Miguel Delibes nace en Valladolid el 17 de octubre de 1920. Es el tercero de ocho hermanos. Cursa enseñanza media en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Valladolid.

En 1936, terminado el bachillerato, ingresa en la Escuela de comercio al tiempo que estudia modelado y escultura en la Escuela de Artes y Oficios. La primera manera que tiene de manifestarse como artista, es dibujando. A propósito de esta afición declarará más adelante: «El artista que lo es de verdad, dispone de un mundo personal e insobornable; su único problema -y no baladí- reside en la elección de voz. Esta elección, por otra parte, no supone castración del resto de sus facultades, sino embotamiento que sólo el correr de la vida dirá si es provisional o definitivo. Al artista siempre le será factible derivar, iniciar otro camino, poner en circulación nuevos recursos expresivos. Lo único imposible será reducirle al silencio cuando verdaderamente tiene algo que decir».

En 1938 se enrola como marinero voluntario en el crucero «Canarias». Finalizada la guerra, regresa a Valladolid. A partir de 1940 estudia Derecho y comercio y comienza a prestar su colaboración como dibujante caricaturista en el diario «El Norte de Castilla». En 1944 ingresa como redactor en el citado diario. Continua con el dibujo de caricaturas, que firma con el seudónimo de MAX; asimismo realiza críticas de cine. En 1952 es nombrado subdirector y en 1958 director, cargo que ocupa hasta 1963.

Contrajo matrimonio en 1946 con Ángeles de Castro con la que tiene siete hijos y de la que enviuda en 1974.

Aprende a utilizar correctamente los adjetivos en un texto de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues, y unos años después este mismo señor Garrigues le concede la cátedra de Historia del Comercio. Para aprovechar el tiempo que le queda libre ingresa en El Norte de Castilla, del que llegó a ser director. Después de algún tiempo de ejercitarse a escribir en el periódico, pasa a la novela, y en 1947, su primera obra, La sombra del ciprés es alargada, gana el premio Nadal. Este hecho supone un reto para Delibes. Desconocedor de sus propias cualidades, las críticas que le hacen le conducen a la inseguridad, y movido por la necesidad de afirmarse publica apresuradamente Aún es de día, 1949, novela esta de un hiperrealismo rayano en el mal gusto, según opinión del autor.

La aparición de El Camino en 1950 señala el equilibrio del autor. Desde Destino e Informaciones, Carmen Laforet le tranquiliza: «Yo deseo a este libro la suerte de caer en manos acostumbradas a manejar libros para que puedan apreciar su fuerza y su belleza».

Delibes escribe sus tres primeras obras intuitivamente, sin otra influencia que las del libro de Derecho Mercantil. A propósito de las influencias, dice Delibes: «Los muchachos preferirían que les recomendase a Kafka o a Faulkner o a Camus que son los maestros que ahora privan, pero yo no lo hago así: los muchachitos que leen a Faulkner o a Kafka o a Camus se empeñan luego en escribir Las Palmeras Salvajes o El Proceso o La Peste, que da la casualidad de que ya están escritos. Leyendo a Garrigues, en cambio, no corren ese riesgo. Leyendo a Garrigues aprenderán a valorar los adjetivos y a escribir con frases justas, claramente y con sencillez, sin que en ningún momento les pique la tentación, creo yo, de redactar un curso de Derecho Mercantil».

Fallece en Valladolid a los 89 años de edad...

DESCANSE EN PAZ

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Uno de los grandes escritores españoles del siglo XX
Tomado de EFE

Delibes ha sido uno de los grandes maestros de la narrativa del siglo XX y un profundo conocedor del hombre, el lenguaje y el paisaje castellanos. Ha logrado premios como el Príncipe de Asturias (en 1982, con Gonzalo Torrente Ballester) o la Medalla de Oro de Castilla y León (2009).

El escritor, que ha fallecido este viernes 12 de marzo del 2010, se definía a sí mismo como «un narrador rural apasionado por la naturaleza» cuyos temas aludían a Castilla y su drama y confesó estar convencido de haber sido fiel a sí mismo.

También para la crítica y los lectores, sus textos literarios y periodísticos son «un retrato fiel, y no pocas veces crítico, de las tierras y los hombres de su Castilla natal», además de «un alegato en favor de la naturaleza y de la perfecta armonía entre el hombre y su medio natural».

Viajero, cazador, pescador y amante de la naturaleza, Miguel Delibes nació el 17 de octubre de 1920 en la ciudad castellano y leonesa de Valladolid, donde ha fallecido a los 89 años.

Tercero de los ocho hijos del matrimonio formado por Adolfo Delibes, profesor y director de la Escuela de Comercio de Valladolid, y María Setién, una mujer burgalesa de origen, estudió en el colegio de La Salle y posteriormente las carreras de Comercio, Derecho y Periodismo (Escuela Oficial de Madrid).

En 1946 obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio de su ciudad, labor que le llevó durante seis meses de profesor visitante a la Universidad de Maryland (EEUU).Empezó profesionalmente en la banca y después compaginó durante años docencia, periodismo y literatura.

Entre 1941 y 1963 trabajó en el diario «El Norte de Castilla», del que fue caricaturista, redactor y director (1958-1963). Debido a la censura, decidió abandonar el rotativo, en el que empezó a cultivar la concisión y el calado humanista que desprende no sólo la docena de libros publicados en esta etapa periodística, como El Camino (1950) y Las ratas (1962), sino toda su posterior obra literaria, alrededor de 70 títulos.

De entre sus novelas, relatos breves, ensayos, artículos periodísticos y crónicas viajeras, Miguel Delibes se quedaba, tal y como declaró en 2007, con el libro Viejas historias de Castilla la Vieja (1964), de apenas cincuenta páginas y que consideraba «el más representativo» de todos «por su prosa, su paisaje, sus personajes, su movimiento y su sentido del humor».

Elegido académico de la Lengua el 1 de febrero de 1973, ingresó en esta institución el 25 de mayo de 1975 para ocupar el sillón "e", vacante del polígrafo Julio Guillén Tato, con el discurso El sentido del progreso desde mi obra.

Muchos libros del autor de Cinco horas con Mario (1966) y Los santos inocentes (1981) han sido adaptados al cine, la televisión o el teatro, como El camino (1963), de Ana Mariscal; La guerra de papá (1977), de Antonio Mercero; Los santos inocentes (1984), de Mario Camus; Una pareja perfecta (1997), de Francesc Betriu; o El disputado voto del señor Cayo (1986) y Las ratas (1998), películas ambas de Antonio Giménez Rico. Dentro de la escena queda el recuerdo de sus Cinco horas con Mario, monólogo a cargo de Lola Herrera, o Las guerras de nuestros antepasados.

Sus cuatro últimos hijos fueron El hereje (1998) -última novela-, los ensayos España 1936-1950: Muerte y resurrección de la novela (2004) y La tierra herida (2005, al alimón con su hijo Miguel) y Viejas historias y cuentos completos (2006).

En 2007 aparecieron los dos primeros volúmenes de los siete que conforman su obra completa, supervisados por el octogenario autor. Ese mismo año, con motivo de su 87 cumpleaños, se celebró un congreso internacional en la Universidad vallisoletana en cuyo transcurso fue presentado el libro Luces, trazos y palabras, homenaje de una treintena de poetas como Victoriano Crémer, Antonio Colinas y Gustavo Martín Garzo.

Su nombre iba a formar parte, con el argentino Ernesto Sábato y el nicaragüense Ernesto Cardenal, de la terna propuesta al Nobel 2010 por la SGAE.

«Viví hasta el año 2,000 / Una gran carrera: Una obra fecunda y universal

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Paul Celan (1920 - 1970), poeta, políglota y traductor. Paul Antschel, nacido en una familia judía en Romania, utilizó el seudónimo «Paul Celan» y se convirtió en uno de los principales traductores de poetas de lengua alemana al francés durante la posguerra. Además de que Celan escribía poemas en alemán y anteriormente en rumano, fue un activo traductor de textos del rumano, francés, español, portugués, italiano, ruso, hebreo e inglés al alemán. Adquirió la ciudadanía francesa desde 1955 y vivió París. La muerte de sus padres y la experiencia del Shoah (Holocausto) son las fuerzas que animaron su poesía y el uso del lenguaje francés.

George Steiner
Celan y Heidegger: diálogo en el silencio


Para los Presocráticos, la poesía y la filosofía eran lo mismo. Las conjeturas cosmológicas y las argumentaciones eran expuestas en verso. El problema comenzó con la discriminació n categórica que hizo Platón entre «las verdaderas funciones» del discurso filosófico y la pedagogía, por un lado, y la ficción, incluso irresponsable, a la que la poesía y sus rapsodias eran inevitablemente propensas, por el otro. El sentido inicial de armonía entre la filosofía sistemática y la expresión poética nunca ha estado por completo perdido. Se manifiesta en los escritos de Lucrecio, Pope o Voltaire.

Repetidas veces, en sus diarios y cuadernos de notas, Wittgenstein expresa el deseo de que sus intuiciones filosóficas pudieran encontrar una articulación adecuada en poesía («Dichtung»). Pero el vínculo ha sido cada vez más incómodo. Grandes maestros de la filosofía, como Descartes o Spinoza, hablan por muchos filósofos cuando sugieren que el ideal del análisis filosófico debiera ser el de las matemáticas o el de la abstracción sin compromiso de la lógica. Mallarmé (lector atento de Hegel) replicaba con agudeza que la poesía está hecha de palabras, no de ideas.

En el contexto del siglo XX, el encuentro más fascinante y productivo entre la filosofía y la poesía es el que se dio entre Paul Celan y Martin Heidegger. Ha sido objeto ya de una extensa literatura suplementaria, obstaculizada inevitablemente por el hecho de que el conjunto de la obra de Heidegger continúa en proceso de publicación, con frecuencia en ediciones inaceptables, y por "las circunstancias oscuras" que siguen, en gran medida, caracterizando la vida privada de Celan. Lo que ha abierto una línea de investigación es la disponibilidad de muchos de los papeles póstumos de Celan en el Archivo Literario Nacional de Marbach, donde se encuentran también, sobre todo, los ejemplares de los libros de Heidegger en los que Celan realizó anotaciones minuciosas durante periodos cruciales de su propio desarrollo teórico y poético. Quizá nada nos haya permitido echar un vistazo tan cercano e intrincado a la forma en que trabaja un poeta mayor desde que se publicaron los cuadernos de notas de Coleridge y sus apostillas. El mérito indudable de Paul Celan et Martin Heidegger: Le sens d'un dialogue (Fayard), de Hadrien France-Lanord, es estar entre los primeros trabajos que explotan este material y abren pasadizos que lo hagan accesible al gran público.

Ante los hechos, no hay duda. Celan estableció contacto con la obra de Heidegger en 1948.

El intermediario parece haber sido Ingeborg Bachmann, con quien Celan mantenía una relación cercana. La tesis doctoral de Bachmann tuvo por tema «la recepción crítica de la filosofía existencial de Martin Heidegger». De 1952 en adelante, Celan leyó y anotó un buen número de textos decisivos de Heidegger: Ser y tiempo, Introducción a la metafísica y Arte y poesía entre ellos. Los comentarios a Hölderlin, Stefan George y Trakl llamaron especialmente su atención. Por su parte, Heidegger se había percatado del desarrollo de Celan y de su ya controvertida importancia en la poesía alemana. Después de un angustioso titubeo, y en respuesta a la presencia de Heidegger en una lectura de sus poemas, gesto extremadamente raro en Heidegger, Celan accedió a visitar el célebre retiro del filósofo a la cabaña de Todtnauberg, cerca de Friburgo. Este encuentro tuvo lugar a finales de julio de 1967. Se reunieron dos veces más, en junio de 1968 y en marzo de 1970 (de nuevo Heidegger había asistido a una de las últimas lecturas públicas de Celan). Fueron pocas las cartas que intercambiaron, y son todavía menos las que parecen haberse conservado.

Esto es todo, y cuán escaso es. No obstante, los comentarios, interpretaciones y conferencias con respecto a la relación entre el pensador y el poeta se han multiplicado rápidamente. Ahora inundan una academia parásita y la industria del periodismo. Numerosos «testigos» afirman haber escuchado tanto a Celan como a Heidegger debatir entre sí sus juicios e impresiones. Tomando en cuenta lo casi patológicamente reservado que era Celan, incluso con sus pocos amigos íntimos, y la arrogante cautela de Heidegger, tales afirmaciones son en su mayoría, autocomplacientes.

Por su parte, los análisis de los textos, en especial el del famoso poema en el que se sigue desde el comienzo la visita a Todtnauberg y la caminata por los alrededores, son demasiado a menudo polémicos, tienen una motivación ideológica y, de nuevo, son autocomplacientes. Los reportes que Celan hizo a su esposa y a su círculo de amigos cercanos sólo complican las cosas.

Lo que nos deja perplejos es que Celan haya estudiado con mucha intensidad las obras de Heidegger y que los dos autores se hayan conocido. El genio de Celan residía en la insoportable paradoja de tener que hablar en el idioma de quienes habían atormentado a su padre hasta matarlo y habían asesinado a su madre. Para él la muerte «era un amo más allá de las fronteras de Alemania», esta frase resonante llegó a ser aplicada a Heidegger, y un poema era un «apretón de manos»; un acto más desnudo de confianza mutua, más arriesgado para el espíritu humano que ningún otro.

Como he intentado mostrar, la elíptica, exhaustiva inventiva de Celan y su alemán a menudo hermético es una autotraducció n. Es un intento, siempre frustrado, aunque también radicalmente iluminado, como ninguna otra poesía después de Hölderlin, de traducir lo inhumano a un idioma alemán «al norte del futuro».

Por su parte, Heidegger encarnaba no sólo aspectos ciertamente complejos y heredados del nazismo, sino la orgullosa convicción de que el alemán, la lengua de Kant, Schelling y Hegel, podía por sí sola (junto con el griego antiguo) exponer y transmitir el pensamiento filosófico de primer orden. El patrimonio hebreo en la cultura occidental, tan vital para Celan, jugaba un papel casi inexistente en las fuentes de Heidegger. La Selva Negra , la cabaña, la vestimenta rústica de Heidegger, habían llegado a simbolizar casi todo lo que aterrorizaba a Celan. Significaban el renacimiento potencial de la barbarie teutónica que obsesionaba a Celan, y que, gracias a las difamaciones esparcidas por Claire Goll acerca de su trabajo, lo condujo al borde de la locura. ¿Cómo aventurar una manera de medir la indudable empatía entre estos dos hombres o entre estas dos obras?

La influencia de Heidegger ya había penetrado en el pensamiento francés a lo largo de la década de los cuarenta. En diversos sentidos, Ser y tiempo fue considerado fundamental por Levinas, por Sartre y, más tarde, por Derrida. Jean Beaufret se volvió el portavoz del maestro. Durante la década pasada, y a pesar de la evidencia adversa, la guardia pretoriana francesa se agrupó en torno a la reputación política y humana de Heidegger. Hadrien France-Lanord es, con mucho, miembro de esta camarilla protectora y apologética.

Por consiguiente, su tratamiento de la figura total de Heidegger, sin duda compleja, raya en el escándalo. Según él, la relación de Heidegger con el nazismo fue un breve error, esencialmente finiquitado y enmendado por su renuncia a la rectoría de la Universidad de Friburgo después de diez meses decepcionantes. Al cabo de lo cual, su permanencia fue una resistencia estoica, un esfuerzo incomparablemente profundo y clarividente por comprender al nazismo como un elemento de la enorme catástrofe del nihilismo occidental y de la tecnocratización. En el fondo, Heidegger nunca «olvidó su falta» pero eligió integrarla dentro de una crítica del destino del Ser, con lo cual el suyo fue un entendimiento único, profético. Los detractores de Heidegger son charlatanes malévolos o ideólogos contaminados con obsesiones radicales pro semitas.

Esto, por supuesto, es evadir o falsear lo obvio. Los pronunciamientos de Heidegger sobre el Verjudung, la «infección del judaísmo» en la vida espiritual alemana, son anteriores a la ascensión de Hitler al poder. Los discursos que pronunció en 1933 y 1934 elogiando al nuevo régimen, su trascendente legitimidad y la misión del Führer, perduran en la ignominia, así como la decisión de Heidegger de reimprimirlos, orgulloso de su integridad, en una edición de 1953 de su Introducción a la metafísica, la famosa definición de los altos ideales del nacionalsocialismo.

Otra máxima, aún más célebre, ocurrió en una de las lecturas que Heidegger pronunció en Bremen en 1949. Equipara la masacre de seres humanos (Heidegger evade tímidamente la palabra judíos) con la agricultura en serie y la tecnología moderna. Como la entrevista publicada por Der Spiegel en 1966 deja en claro, Heidegger simplemente no estaba dispuesto a expresar cualquier opinión directa sobre el Holocausto o sobre el papel que él desempeñó en el miasma retórico y espiritual del nazismo. Era un silencio formidablemente astuto. Permitió a Lacan declarar que el pensamiento de Heidegger era «el más encumbrado del mundo» e hizo posible que Foucault basara su modelo de la «muerte del individuo» en el post humanismo heideggeriano.

No se trata necesariamente de valoraciones equivocadas. Sobre todo porque cada vez más el pensamiento de Heidegger apuntala el desarrollo de la filosofía moderna. El post estructuralismo, la deconstrucción , Derrida habla conmovedoramente de que Heidegger lo ampara y el posmodernismo son variaciones, incluso artificiosas, de la colosal obra de Heidegger.

«Heidegger es, por supuesto, incomparable», enseñaba en sus clases Leo Strauss, a la vez que prohibía mencionar el nombre de Heidegger en su seminario. El asunto sigue siendo inmensamente complicado. Sin duda hay vulgaridades y omisiones en muchas de las violentas embestidas liberales con que se ataca la reputación de Heidegger. Las líneas que relacionan su «nazismo privado», una brillante definición a la que llegaron las autoridades de Berlín a finales de 1933, con los argumentos ontológicos actuales y con las revisiones de Aristóteles y Kant, todavía no han sido ventiladas con una precisión responsable.

En lo que no hay duda es en la gravedad del caso, en lo profundo de las implicaciones de Heidegger en la catástrofe alemana, o en las tácticas de evasión con las que se aseguró su estatus después de 1945 y en que se erigió su encumbramiento global. Los sofismas de France-Lanord en su Paul Celan et Martin Heidegger le hacen flaco honor a Heidegger.

Paul Celan sin duda estaba consiente de la afiliación nazi de Heidegger, a pesar de que muchos detalles (como por ejemplo que mantuvo su tarjeta del partido hasta 1945 o su postura contra Husserl) sólo emergieron después. Al filo de la locura por su cercanía con la sobrevivencia y el recrudecimiento del nazismo y el antisemitismo, propenso a romper incluso con los conocidos más íntimos ante cualquier insinuación de odio hacia los judíos o de apologías teutónicas, Celan, no obstante, se mantenía inmerso en los trabajos fundamentales de Heidegger. Cuando René Char, el gran poeta francés y líder de la Resistencia, le dio la bienvenida a Heidegger, el gesto fue de fascinación anárquica y carismática reciprocidad. Char no sabía alemán; Heidegger hablaba poco francés.

Ambos reverenciaban a Heráclito y la luz del sol. El compromiso de Celan era de una profunda y amenazada intensidad. Volvía a la lengua alemana. Lo que Celan encontró en Heidegger fue una centralidad lingüística y un radicalismo, en muchos sentidos por completo opuestos a los suyos, pero aún así afines. Nadie después de Lutero y Hölderlin había reconstruido la lengua alemana como lo hizo el autor de Ser y tiempo. Nadie había tratado de abrir los recursos lexicológicos y gramaticales del alemán, de extraer de una herencia infernal las potencialidades de verdad y renacimiento, como lo hizo Celan. Casi fatalmente, incluso de maneras que por momentos se mantienen oscuras e impenetrables, sus caminos opuestos estaban destinados a encontrarse.

Como John E. Jackson ha observado en su traducción al francés de Poèmes de Paul Celan, la deuda que el poeta tiene con ciertas innovaciones lexicológicas y sintácticas de Heidegger es indiscutible. Jackson muestra sutilmente cómo sus validaciones de las formas verbales, de los adjetivos y de los adverbios inspiraron a Celan, así como la técnica de Heidegger -a menudo violenta- de separar al alemán de sus raíces arcaicas, de hundir los respiraderos de la etimología en lo que él consideraba revelaciones perdidas mucho tiempo atrás. Si bien Hölderlin era una fuente compartida, fueron los neologismos a menudo arbitrarios de Heidegger y sus construcciones paratácticas los que dieron lugar a muchos de los experimentos de Celan. Esto es casi completamente cierto en Meridian de Celan, su celebrado manifiesto poético moral en ocasión de haber recibido el Premio Büchner. La antífona, si así puede llamarse, es de Heidegger.

Como lo muestra la inspección minuciosa de France-Lanord a los subrayados y las anotaciones que Celan hizo en los márgenes de los textos de Heidegger, somos testigos de una de las colisiones o conjunciones supremas entre la poesía y la filosofía en el pensamiento occidental (un fenómeno exquisitamente «triangular» si tomamos en cuenta las inspiradas traducciones que Celan hiciera de Char).

Si la cita es confiable Celan, poco antes de su muerte negó la famosa obscuridad de Heidegger, tal y como había negado la de sus propios poemas. Por el contrario, al volver a sus raíces, restituirle su sobrenatural, primordial energía a cada palabra e incluso a cada sílaba, Heidegger había restituido al lenguaje «su translucidez, su claridad» («sa limpidité»). Celan concuerda con el énfasis de Heidegger en que las funciones del lenguaje son nombrar (tropo Adánico) y develar (aletheia). A pesar de que su «visibilidad» fenomenológica fuera crucial («das Reden Sehenlassen») , como subrayó Celan en su ejemplar de Ser y tiempo, la audición, la capacidad de escuchar lo que está ocurriendo dentro del lenguaje, que «trasciende la utilidad humana de la comunicación», puede ser más importante. Celan subraya en la Introducción a la metafísica de Heidegger, la preeminencia del lenguaje sobre lo que éste designa: «Es en la palabra, en el decir, que las cosas cobran existencia», una paráfrasis virtual de Mallarmé.

En Y para qué poetas, Celan subrayó el credo fundamental de Heidegger: «El lenguaje es el santuario (el templo), es decir, la casa del Ser [...] Y porque es la casa del Ser, el paso constante a través de ella hace que alcanzamos aquello que es». Y en Carta sobre el humanismo, Celan elige enfáticamente la que bien podría ser la máxima de su propia poética: «El lenguaje es el adviento encubierto-iluminad o del Ser en sí mismo».

Tanto en Heidegger como en Celan está implícito un post, o quizá un pre- humanismo. Heidegger argumentaba que el hombre aún no ha empezado a saber cómo pensar, cómo comprender una sociedad de consumo en masa, inevitablemente tecnológica, al borde del nihilismo. Para Celan, la Shoah (el Holocausto) había puesto en inevitable cuestionamiento el papel del hombre, la posibilidad de cualquier recuperación posible de su humanidad. Mucho antes de Foucault, el ontólogo y el poeta ponderaron el eclipse del sujeto en primera persona.

La expresión de Celan, casi seguramente en deuda con uno de los más controvertidos neologismos de Heidegger, no admite traducción ni paráfrasis: «Eins und Unendlich,/ vernichtet,/ ichten», donde la decisiva ambigüedad de ichten («llegar a ser yo») hace eco al famoso Nichten de Heidegger, «la nada en acción». Igualmente para ambos, como France-Lanord señala, es el valor del silencio en una sociedad histerizada por el ruido, el chismorreo y la basura periodística. La imagen de Celan es asombrosa: «Atardecer de las palabras, buscador de manantiales en el silencio».

Heidegger se refiere a lo mismo cuando asevera, repetidamente, que sólo puede ocurrir cualquier intento real de pensamiento en la vía del silencio (subrayado de Celan). Y cuando Heidegger escribe que nadie puede comprender la magnitud en la que el lenguaje sólo «se concierne a sí mismo», en que extrae sus revelaciones del silencio, está sentando directrices esenciales para Meridian de Celan y para la aún desafiante interioridad de sus últimos poemas.

Estos cabos sueltos se juntaron en un amasijo en Todtnauberg el 25 de julio de 1967. Por extraño que parezca, Heidegger apenas se enteró del judaísmo de Celan, a pesar de que le habían informado del asesinato de sus padres. Por su parte, Celan estaba en un estado extremo de estrés psicológico, entremezclado con destellos de energía creativa que seguramente eran de naturaleza maníaca.

Por mucho tiempo se creyó de que Celan se alejó de Heidegger devastado por el silencio de éste. La esperanza de extraer «una palabra pensante / el origen de una / palabra / en el corazón» había resultado vana. Sólo la oscuridad permaneció de ese paseo compartido a través de los fangosos caminos de la ciénaga, donde los términos Knüppel (garrote) y Moor (pantano) cargan ecos asesinos específicos de los campos de concentración. De ahí en adelante, las cosas se volvieron más opacas. Las cartas que Celan le escribió a su esposa y a su amigo cercano Franz Wurm describen el encuentro como positivo y «completamente claro».

Al contrario de los rumores, el contacto entre los dos no cesó por completo. Al recibir el poema Todtnauberg", Heidegger respondió calurosamente en una carta fechada el 30 de enero de 1968. Aquel día en la Selva Negra había sido «vielfalting gestmmt» («pleno de sensibilidad"»). Después de eso, Heidegger pronunció una de sus frases supremas: "Seitdem haben wir Vieles einander zugeschwiegen» («Desde entonces, es mucho lo que nos hemos dicho en silencio el uno al otro, en silencio mutuo»).

Por su parte, Heidegger escribió el prefacio en verso a uno de los más discutidos poemas de Celan. Esta introducción sólo fue publicada en 1992 y las circunstancias de su origen permanecen en cierto modo oscuras. Si nos apegamos al texto, Heidegger reitera su creencia de que las palabras ni designan ni significan, sino adquieren valor en esa inmaculada singularidad («reiner Eignis») en la que existe la respiración del silencio.

Como anoté arriba, la literatura secundaria generada por este encuentro y el poema de Celan es voluminosa. Consiste, a grandes rasgos, de rumores y conjeturas, a menudo oportunistas o incluso falsas. El uso por parte de France-Lanord de testimonios inverificables, en ocasiones sospechosos, de la concordancia entre el mago y el poeta, entre el «niño de Auschwitz» y el rector de la Universidad de Friburgo con una svástica en el ojal, constituyen argumentos a menudo resbaladizos.

Anotando el volumen de Conferencias y ensayos de Heidegger, Celan había subrayado con doble línea la propuesta de que la poesía y el pensamiento -la frase talismánica del alemán «das Dichten und das Denken»- sólo se unen cuando cada uno preserva su ser distinto. Para Heidegger, la poesía suprema, que es la de Sófocles y la de Hölderlin , revelaba y a la vez ocultaba la inmediatez del ser del lenguaje, lo cual ni el más penetrante discurso filosófico podría igualar ni parafrasear exhaustivamente.

Si bien en Todtnauberg, la desilusión de Paul Celan subyace incluso más profundamente que cualquier tragedia personal o circunstancia política. Sugiere la imposibilidad de cualquier diálogo amplio entre el lenguaje del poeta y el del pensador, aún cuando están en la cúspide de su respectiva verdad. Ningún voyeurismo biográfico, como asienta Hadrien France-Lanord, podrá agotar las connotaciones de ese fallido, indispensable diálogo o anti-diálogo de un día de verano.
Hay mucho de valor en esta monografía, gran cantidad de material por el cual estar agradecidos. Pero caveat emptor (cuidado).

Steiner (París, 1929). Catedrático de Lecciones de los maestros (Siruela, 2004)
Traducción de Juan Manuel Gómez.
© George Steiner / The Times Literary Supplement



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Carlos López Dzur (Puerto Rico)
El gran por qué


¿Por qué mi alma, carajo,
nada anhela del mundo cotidiano?
¿Por qué no me trata de Tú-a-Tú?
Vive misteriosamente y no se asoma a mí,
que quiero ser Uno Mismo y con ella como voz,
tener pregón de consciencia, diálogo...

... y me arrastro a estos años, dizque de existencia madura
y resuelta, y tan solícita con los demás,
y el alma me desconoce
como si no fuera mía, todavía es muda y flaca transparencia
y yo, como extraña forma que rehuye, salteador
que la busca con ánimo de robo...

Y se va. Prefiere morir antes que yo la toque
y le diga hermana, esposa, amor, ser esencial,
auténtico, valioso ... en fin, yo llamo el mundo,
huelo a mundo, soy de mundo,
con su ontología fundamental, historia y culpa.

Soy ahí con lo que trajo, con lo suyo,
doy mi ser propio, entes y ebriedades,
en-el-escenario ónírico, en la historia de las enunciaciones
y las huídas y los mugres raseros, dizque organizaciones...

No soy lo que el alma quiere y la relación esencial
semi-condena. Me pierdo. No sabe mínimamente
el alma si yo sufro, excepto que no me aparto del mundo
(no sé a dónde ir para ser bueno, no sé ir ... sino a la muerte).

Culpa me grita la consciencia; Schuld derramada
como el mar en todos lados, culpa quedarse uno-en-sí
sin posibilidad de amor entendido,
de amistad realmente grande
que no se vaya con el viento
ni la disuelvan las olas de la mar.

¿Por qué mi alma no tiene las mismas relaciones esenciales
que tengo yo, el hijo pródigo? Yo que me llamo Selbstsein
y me jacto de evitar quedar en Un-En-Si,
en un claro mediocre y confuso de camino,
yo, que no quiero angustia...

... no comprendo, yo... que no evitaría estar solo
ante mí mismo y solo ante la angustia
y en la Nada condenarme...

¿Por qué el ser entero, Existencia mía,
no se revela hasta la muerte, no me entrega
el alma que vislumbro? ¿Por qué, alma, carajo
esperas que me muera?

Heideggerianas: Indice / Carlos López Dzur

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El hombre que no oye su consciencia

La Existencia se llama a sí misma en la conciencia:
Martin Heidegger

Ante el Ser que puede ser, que forjaría en sí
sus luces, su batalla, su fortuna, esplendores, huye.
Se escapa este obsceno lamedor,
al parecer muy seguro de sus gustos y ataduras,
divertido jactancioso de hedonismo,
urgido de sexo-bestia-maya, ganancia tal vez futil,
tal vez de hondo error y pesimismo: karma.

Pero se va, salta por las ventanas
con risa monológica y al Ser existentivo
que lo oye lo abandona; él no es consultor
de aquel, que no es él, sino su Ser y que lo llama.
El, por su parte, no es Ser todavía.
Es un trasunto humano, deviniendo, transitivo
del que Se dice «algo».
Se dice que no obedece ni oye
y le gusta no-ser-Ser para ser-Nadie / Das Mas /
el que no da explicaciones.

Por eso es como Adversario suelto
que destruye mismidades a su paso,
un aniquilador que se aniquila
y no se entera. Escapa sin centro.

Con él nada positivo ocupa lo que sustituye
a golpe de patadas; el hombre caído
en generalidad anónima, en chusma desposesa.
huye. Antes de enterarse de lo esencia, escapa.

Das Mas no apida: el Ser que puede ser se aniquila
y él lo tiene del pescuezo como a su sombra,
hombre de paja, defraudable, mudo,
destruíble. El mismo se descabeza,
sin Ser que lo salve.

Carlos López Dzur: Heideggerianas / Textos de «Heideggerianas» y aproximación de Carlos López Dzur a Martin Heidegger

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Intemerata

La razón no sabe lo que hace.
No, ya no sabe.
En algún momento salió de su casa de palabras.
Confiada de que no hay ente que rehuya conciliarse:
todo puede ser entendido
con la recíproca interacción de la dulzura.

A su paso le salieron los sentidos,
rudos a veces, pero nobles.
La razón a todos traicionó.
Sí, ¡fue ella! después de llenar con ilusiones.

La razón se ha vuelto intemerata,
corrupta como vieja deshonrada y recelosa.
Se atreve a todo por llegar a lo sumo.

5-13-1976 /
Carlos López Dzur

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Mi ser-ahí casa tiene

Mi ser-ahí casa tiene,
habita, cohabitamos
no necesariamente espirituales, místicos.

Estructuramos mundos,
múltiples entes
como si pudiéramos ovular
cientos de veces, cada instante,
y echar categorías a intramundanos telares
o a mundanidades que la experiencia
te coloca al paso cuando tú mismo
te has posicionado.

Y en las circumundanidades circulas
y te sorprendes cuando la calma
te jala hasta el olvido y una erranza
te recuerda que la propiedad
es la posibilidad misma del Dasein.

Carlos López Dzur / Heideggerianas

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Gioconda Belli (Nicaragua)
Ocho de marzo


Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres,
¡Qué poco es un solo día, hermanas,
qué poco, para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas!
De la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos
-toda la atropellada ruta de nuestras vidas-
deberían pavimentar de flores para celebrarnos
(que no nos hagan como a la Princesa Diana que no vio, ni oyó
las floridas avenidas postradas de pena de Londres)
Nosotras queremos ver y oler las flores.
Queremos flores de los que no se alegraron cuando nacimos hembras
en vez de machos,
Queremos flores de los que nos cortaron el clítoris
Y de los que nos vendaron los pies
Queremos flores de quienes no nos mandaron al colegio para que
cuidáramos a los hermanos y ayudáramos en la cocina
Flores del que se metió en la cama de noche y nos tapó la boca para
violarnos mientras nuestra madre dormía
Queremos flores del que nos pagó menos por el trabajo más pesado
Y del que nos corrió cuando se dio cuenta que estábamos embarazadas
Queremos flores del que nos condenó a muerte forzándonos a parir
a riesgo de nuestras vidas
Queremos flores del que se protege del mal pensamiento
obligándonos al velo y a cubrirnos el cuerpo
Del que nos prohíbe salir a la calle sin un hombre que nos escolte
Queremos flores de los que nos quemaron por brujas
Y nos encerraron por locas
Flores del que nos pega, del que se emborracha
Del que se bebe irredento el pago de la comida del mes
Queremos flores de las que intrigan y levantan falsos
Flores de las que se ensañan contra sus hijas, sus madres y sus nueras
Y albergan ponzoña en su corazón para las de su mismo género

Tantas flores serían necesarias para secar los húmedos pantanos
donde el agua de nuestros ojos se hace lodo;
arenas movedizas tragándonos y escupiéndonos,
de las que tenaces, una a una, tendremos que surgir.

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.
Queremos flores hoy. Cuánto nos corresponde.
El jardín del que nos expulsaron.

Gioconda Belli
Río San Juan - Nicaragua


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Lynette Pérez Villanueva (Puerto Rico)
Los arquetipos héroe, sombra y doble en «El fin» de Jorge Luis Borges


Los arquetipos son representaciones o "imagos" [1] que se encuentran en el inconciente colectivo de los pueblos. Son concepciones comunes a todos los pueblos, imágenes primordiales que nos llegan del pasado. Éstos, de acuerdo a Jung, muestran los aspectos más oscuros de la naturaleza humana, así como sus áreas más resplandecientes y virtuosas. Los aspectos luferinos o saturninos no son mutuamente excluyentes, en una misma persona, pueden coexistir el traidor y el héroe, el asesino y el titán, las figuras de Prometeo y de Tántalo. [2]

Un argumento cardinal de los textos borgianos es el tema del doble dentro de una significación dual: héroe y antihéroe. Esta duplicidad toma diversas formas en Borges. Como sostiene Piglia, un cuento siempre cuenta dos historias y en Borges «la historia 1 es un género y la historia 2 es siempre la misma» (Formas breves, 110). Éste recurre a la tradición o al género para elaborar la trama de sus cuentos. El relato borgiano será contado «con la duplicidad y la condensación de la vida de un hombre en una escena o acto único que define su destino» (Formas breves, 110).

Según María Elena López, Borges presenta un mundo donde el bien y el mal forman una sola unidad dramática, cuya visión unificadora ve en la polaridad la armonía universal. De acuerdo con Piglia la escritura de Borges se construye en el movimiento de reconocerse en un linaje doble. Nos dice a este respecto:

Lo que está en un lado, falta en el otro […] si la familia materna aparece ornamentada con los emblemas de la jerarquía social, la familia paterna queda asociada con la carencia de tradición (nada sé de mis antepasados los Borges) […] si la rama paterna sostiene los prestigios del saber y la cultura, la familia materna se verá desposeída (Ideología y ficción en Borges, 89).


No deja de ser interesante este juego de dualidades que se da en Borges y su obra. Por ésta y muchas otras razones me parece importante estudiar la obra de Borges desde este punto de vista.

Es pertinente para nuestro estudio entrar en las definiciones de los conceptos que manejaremos en nuestro análisis. El arquetipo del héroe tiene su origen en los principales centros culturales del mundo antiguo: Israel, Egipto, Babilonia, Grecia y Roma. La figura del héroe nace del mito solar egipcio y según Jung, está ligada a las representaciones del padre (el sol, el rayo y el trueno). Alfonso Serrano y Álvaro Pascual nos dicen en su Diccionario de símbolos:

Los grandes héroes de los relatos míticos suelen ser fruto de la unión de un dios con un humano. Reciben así un estatus peculiar, participes de características tanto divinas como mortales. Esto les confiere cualidades y poderes sobrenaturales que generalmente se plasman en la fuerza física, en la inteligencia, etc. […] Sus peripecias suelen ofrecer la posibilidad de interpretarlas en clave espiritual, buscando en cada una de sus luchas la confrontación entre las diferentes tendencias del ser humano, entre las más elevadas y las más oscuras e irracionales (144).

El arquetipo de la sombra representa aquellas partes de nosotros que han permanecido sin desarrollar debido a que no se les ha dado expresión. Cirlot nos dice en su Diccionario de símbolos:

Como el sol es la luz espiritual, la sombra es el doble negativo del cuerpo, la imagen de su parte maligna e inferior. Entre los pueblos primitivos está generalmente arraigada la noción de que la sombra es un alter ego, un alma o idea que se refleja en el folklore y en la literatura de las culturas avanzadas. Jung denomina sombra a la personificación de la parte primitiva e instintiva del individuo (419).

El arquetipo del doble representa la dualidad y la oposición de los principios duales: femenino y masculino, luz y oscuridad, cielo e infierno, muerte y renacimiento, etc. Borges y Guerrero sostienen que son tres los fenómenos de la concepción del doble dentro de la narrativa: el alter ego, el fetch y el doppeltgäger. El primer término, creado por el psicoanálisis, se refiere a una parte de la psique humana que se separa del resto transformándose en una supraconciencia o un súper yo. Vemos un ejemplo que ilustra este fenómeno en el cuento William Wilson de Poe, donde un hombre perseguido por su conciencia termina matando a su alter ego y hundiéndose en un mundo de pecado. El segundo término se origina en Escocia y se trata del mensajero de la muerte. Un ejemplo de esto lo vemos en el cuento «La insolación» de Horacio Quiroga, donde un hombre se funde con su otro yo y muere.

El último (nacido durante el romanticismo alemán) se inscribe dentro del ámbito del desdoblamiento de personajes y abre un gran abanico de posibilidades. Herrera menciona ocho tipos de desdoblamiento: confusión de personalidad, identificación por familia y linaje, reproducción de una imagen, fragmentación metafísica de la personalidad, oposición de personalidades, doble rival, persecución por el miedo a conocerse y el doble como emisario de la muerte y la locura. Cirlot define este arquetipo de la siguiente manera:

Toda duplicación concierne al binario, a la dualidad, a la contraposición y al equilibrio activo de fuerzas […] Pero la duplicación realizada sobre un eje horizontal, en la que una figura superior repite una invertida figura inferior tiene un simbolismo más intenso […] Cabe que bajo esta alegoría se oculte el símbolo de una ambivalencia esencial de todas las cosas, o que se refiera más bien al gran mito del Géminis (174).

Estos arquetipos aparecen en el cuento El fin de Jorge Luis Borges. El arquetipo héroe se proyecta en el gaucho. La imagen del héroe al igual que la del antihéroe (su doble irónico) se condensan en la misma figura. Las raíces de esta proyección se hayan en la literatura argentina específicamente en la literatura gauchesca.

El poema Martín Fierro, del argentino José Hernández, convierte la figura del gaucho en símbolo de la tradición nacional argentina, contraponiéndolo a las tendencias europeizantes de la ciudad y a la corrupción de la clase política. Esta obra es la que va a encumbrar la figura gauchesca hasta darle categoría de héroe. El gaucho argentino era un jinete cuidador de ganado, semejante al charro mexicano, al huaso chileno, al llanero venezolano, al cowboy estadounidense, o al chaqueño boliviano (gaucho). Su rol en la sociedad era muy humilde, pero su talla espiritual era mayor que la de las clases altas. Esta circunstancia lo eleva al sitial de los héroes.

Martín Fierro es reclutado para luchar en la guerra fronteriza contra el indio, pero deserta y se convierte en un fugitivo de la ley. Su inferioridad social gauchesca y la mala reputación que obtiene tras la muerte del negro lo obligan a aislarse. La sociedad, especialmente las fuerzas gobernantes, lo transforman en un antihéroe. Martín Fierro pasará a encarnar en la obra las figuras del asesino y del héroe. Desde el punto de vista del gobierno es un forajido y un bandido. Para el pueblo es un hombre valiente que vive de acuerdo con sus propias reglas. Nos dice Borges en su introducción al Martín Fierro que éste: «se convirtió […] en un hombre tan vívido y complejo que ha sugerido interpretaciones contrarias. Para Oyuela es un forajido, un Moreira cualquiera con menos muertes; para Lugones y para Ricardo Rojas, un héroe» [9].

El arquetipo sombra se proyecta en la figura antiheroica. Jung establece en su libro Arquetipos e inconciente colectivo que: «el encuentro consigo mismo significa en primer término el encuentro con la propia sombra» (27). El negro deberá reconocerse en su víctima y enfrentar su sombra porque el ver la propia sombra y soportarlo es trascender, sin embargo ignorarla es perecer. El encuentro entre el gaucho y el negro es necesario para que el negro se descubra y se reconozca a sí mismo como un justiciero. Las sombras que proyecta la venganza sin cumplir hacen del negro una figura borrosa y solitaria. Si Fierro proyecta la imagen del héroe, el negro proyecta la sombra. Su figura sume a la de Fierro, en esa proyección contrapuntística, enfrentándolos.

La figura del gaucho Martín Fierro se opone a la del gaucho negro. La vendetta obligada y sus diferencias los enfrentan. Al matar al hermano del negro, Martín Fierro se convirtió en todo lo que éste encarnaba. Se sobreentiende en el poema que el negro era un gaucho muy pobre ya que su cuerpo no recibe nunca sepultura. Su alineación (de tipo racial) le ha convertido en un forajido astuto y violento. El negro era lo que se conocía en aquella época como un gaucho matrero o un gaucho malo. Al matarlo, Fierro pasa a ser catalogado también como un gaucho malo. Parece ser que esta distinción entre el gaucho «bueno» y el «malo» es muy relevante para nuestro estudio porque permite entender lo paradójico del mito gauchesco. Nos ayuda a ver como se concentra en esta figura lo grandioso y lo abyecto.

De la misma manera que Martín Fierro asimila la identidad de "gaucho malo" al matar al negro, el hermano del negro se transformará en todo lo que personifica Fierro al asesinarlo. Terminará irónicamente convirtiéndose en lo que encarna el otro:

Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre (197 - 198). [3]

En la teoría de Jung la muerte y la renovación son inseparables y es en las situaciones extremas donde desaparecen los límites y los opuestos se conjugan.

En el cuento estos límites se derrumban y es posible que un personaje se convierta en el otro al matarlo. Estamos ante el tema del doble. Se trata de la historia de dos hombres atrapados en una batalla que vuelve, una especie de revancha del destino que termina invirtiendo los papales y colocando a cada uno en el lugar del otro. El gaucho había matado al negro y ahora el hermano del negro mataba al gaucho: «Una embestida y el negro […] amagó un hachazo a la cara y se tendió en un puñalada profunda, que penetró en el vientre. Después vino otra que el pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se levantó» (197). Por fin la vendetta había sido cumplida y el negro podría descansar de su tarea de justiciero.

Fierro se enfrenta a una muerte real e ineludible mientras el negro «muere» de forma figurativa. De ahí su aseveración tan contundente al afirmar que «no era nadie y no tenía destino sobre la tierra» (198). Había llegado a la conclusión de que era el otro. La figura gauchesca empieza a borrarse al integrarse a la sombra personificada en el negro. Viene a la mente esa figura que ya había empezado a difuminarse con la creación del personaje de Don Segundo Sombra. En el relato borgiano, al igual que en la novela de Güiraldes, vemos la imagen del gaucho a través de un prisma lejano y nostálgico. Fierro había cumplido su tarea sobre la tierra y regresaba sólo para satisfacer la sed de sangre del negro. Se integran en el relato los dos roles principales de Fierro: el de héroe y el de antihéroe. Estos roles los asumirá al final del relato el negro al matar a Martín Fierro.

Durante el transcurso de este análisis hemos visto como se desarrolla un evento único en la vida de los protagonistas y como este evento condensa en sí mismo la esencia del relato y define el destino de estos personajes. El desdoblamiento de los actantes constituye parte fundamental de la historia y la clave de la estrategia borgiana. Nos dice Víctor Herrera acerca del motivo del doble, que éste: «se concentrará en la contemplación del doble desde y por parte de un yo protagonista, para él que tal contemplación supone un conflicto. A partir del mismo el encuentro con el doble supondrá el encuentro con el destino» (33). En el cuento de Borges, el encuentro con el doble representa un conflicto existencial; más allá del simple conflicto de identidad éste supone el encuentro culminante que define el destino de los protagonistas. Para Martín Fierro supondrá la muerte a manos de su enemigo, para el negro equivaldrá a perderse a sí mismo y enfrentar el destino del otro.

Notas

[1] La palabra imago proviene del latín y significa idea, representación.

[2] A Prometeo se le conoce como el titán que robó el fuego divino para dárselo a los hombres, es símbolo de la razón y la conciencia humana. La figura de Tántalo, por otro lado, encarna al traidor y al asesino. Fue condenado a sufrir eternamente de sed y hambre teniendo el agua y el alimento al alcance de las manos pero sin poder jamás alcanzarlo. Se le culpa de matar a su hijo y dárselo a comer a los dioses para burlarse de ellos.

[3] Todas las citas corresponden a la siguiente edición: Borges, Jorge Luis. Ficciones. España: Alianza Editorial, 2003.

Bibliografía

Barrenechea, Ana. «Borges y el lenguaje de los argentinos». Borges y la crítica.
rgentina: Centro Editor de América Latina, 1981.

Borges, Jorge Luis. Ficciones. España: Alianza Editorial, 2003.

Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero. El libro de los seres imaginarios. Madrid: Alianza Editorial, 1999.

Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de Símbolos. Barcelona: Editorial Labor, 1985.

Herrera, Víctor. La sombra en el espejo. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997.

Hernández, José. Martín Fierro. Argentina: Editorial Altamira, 1967.
«Gaucho». Recuperada de
Ver . El 15 de marzo de 2008.

Jung, Carl. Arquetipos e inconciente colectivo. Argentina: Editorial Paidós, 1970.

López, María Elena. «Jorge Luis Borges y Maurits Cornelis Escher: diversa entonación de estructuras metafóricas». Revista de Estudios Hispánicos. (1986): 35 - 52.

Pliglia, Ricardo. Formas breves. Barcelona, España: Editorial Anagrama, 2000.

_____«Ideología y Ficción en Borges». Borges y la crítica. Argentina: Centro Editor de América Latina, 1981.

Serrano, Alfonso y Pascual, Álvaro. Diccionario de Símbolos. Madrid, España: Editorial Libsa, 2004.

[Lynette Pérez Villanueva, poeta y escritora puertorriqueña. Colaboradoras de las revistas cibernéticas Letras Kiltras y Letras del Mal]

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María Del Carmen Poyo Martínez (Argentina)
Ficciones


Antes
cuando dormía en la oscuridad de las ficciones,
escondida tras las piedras redondas de los ojos de los tigres,
maduraba cedrón entre los dientes
y coleccionaba estaño en los agujeros de los viernes por la noche.

No sabía que la aurora nace de hembras secas y dormidas
en un callejón cualquiera, cerca de un niño abandonado.

No sabía que nos observa antes de resolver si vuelve
del nocturno paseo en su litera sin caballos.

No sabía de las heridas sangrando y sangrando para atraer a las manadas,
ni que el semen de los dioses diminutos podía sepultar cadáveres.

No sabía que las batallas libradas al costado de los monumentos
pulverizaban jardines y mancillaban rosas.

Antes, cuando dormía en la oscuridad de las ficciones,
veía pasar los hombres envasados en frascos de plástico,
a los búhos comiendo los pezones de las parturientas
y a los niños encender pirotecnia en los ojos de los maestros,
y seguía escondiéndome
tras las piedras redondas de los ojos de los tigres.

Quién sabrá decirme cómo seré mañana a la hora de la siesta,
cuando la lluvia torrencial
disuelva las piedras redondas de los ojos de los tigres.

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Redondez

¿Qué harás
cuando te encuentres a tu orilla,
descalzo de sueños,
en el punto exacto de tu llegada?
¿Qué harás con tus manos redondas,
con tus ojos redondos,
con tus brazos redondos?
¿Qué harás cuando comprendas
que en tu redondez
sólo pudiste dar contigo?

[De su libro De pie sobre las brasas]

[María Del Carmen Poyo Martínez, nacida Alcañices, Zamora, España, en 1945, es poeta, dramaturga, narradora. Reside en San Andrés, Partido de San Martín, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Coordinadora del grupo cultural Los Poetas del Encuentro. Intérprete de poesía española. Ha publicado el libro de poemas De pie sobre las brasas (Buenos Aires, Aql, 2004).
Biografía: SESAM]

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En el Templo mortuario de Hatshepsut en Deir el Bahari, Egipto, esta mujer es signifcativa porque optó por no declararse Reina, sí rey, en masculino de Egipto. Originalmente, fue co-regente con Tutmosis III, quien era demasiado joven para gobernar tras la muerte de su padre. Antes que permitir que Tutmosis gobernara al llegar a la edad de hacerlo, Hatshepsut se declaró REY y gobernó hasta su muerte, acto heroico de afirmación de su capacidad femenina, aunque, por las creencias de mando y de leyes entonces imperantes, acudiera a la trata de declararse rey y no reina. Aunque su nombre e imagen se han cincelado en recintos por todas partes Egipto, también han sido mutiladas por olas de misogenia. Un reciente hallazgo de una momia verificó, efectivamente, que Hatshepsut / El Faraón / no era rey-varón, sino reina y mujer. [Nota: Sequoyah]

Liliana Varela (Argentina)
Hatshepsut


Negada inmortalidad, nombre sin eco,
condenada al olvido, signada te viste.

Nilo viviente confundida en las eras
con saña tu efigie se vió enlodada.

Bravía pantera en mundo de hombres
registe con mano fuerte los sinos de Egipto,
segura, altiva, orgullosa,insolente,
tu propia sangre fue cáliz de exilio.

Djeser Djeseru, perfección de perfecciones,
tu visir construyó por siempre a tu nombre.

De Faraón vestiste, ofrecida a los dioses:
el alma de reina que siempre tuviste.

[De la serie «Heroínas» de Señales de humo]

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No hay...

No hay hacha que te abra
sol en la selva obscura...
Ni espejo que te copie sin quebrarse"

Dulce María Loynaz


Quisiera saberme inmortal
Primigenia forma sin materia
acto insolente de un destino
sin trazos previos.

Dominante hacedora de suertes
Génesis de propias quimera
despertar al alba con las manos tersas
de arrugas.

No quiero la rabia del tiempo
doblando su espalda sobre la mía
ni el hacha del verdugo en los días
royéndome los pies.

De nada valdrá lo que desee mi alma
¡la selva de pisos se funde
y el sol no llega al pecho
que llora de impotencia
y resignación!

Liliana Varela

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Universo de amor

Abre la puerta estelar
aquella por la que puedes llegar a mí
en agujeros de gusano mi figura se escinde
[y te busca.

En cósmica fuga mis pasos agrietan tu espacio
Y te llama el eco del big bang en expansión.

Recorro el infinito en la cola de un cometa
[sólo para encontrar la nebulosa en que vives]

Como estrella azul
tu presencia se aleja de mí
coloreando el universo.

Liliana Varela / Entrevista

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Natalia Álvarez Morillo (Venezuela)
Penélope


Los ríos con sus bifurcaciones
regalan trozos de nube añeja
a los seres aéreos que ahorita,
sólo ahorita,
se encuentran entre otras plumas
en otros parajes que convierten en jungla
la vastedad negra y vacía de la noche
pintadita de luciérnagas blancas;
esperando,
sí,
ellas,
las incandescentes figuras,
pendiendo en un hilo de lana bermeja,
la llegada de un viento polvoriento
vestido con jirones telares carcomidos por los pájaros.
En ese momento,
la V de viejo tomará un barco a Ítaca,
pedirá prestada una delta,
y convergirá
en amores aéreos.
Hasta entonces, amor, hasta entonces,
entretendré mis dedos con agujas
tejiendo los luceros guindados.

*

Miro mis piernas.
Allí están, cortas, escuetas,
llenas de raspones y marcas.
Deberían ser de otra forma, ¿no?
Lo bueno es que caminan
B I A
A L N
Trazan estelas en sus p a s o s
Colorean el vacío de tu media luna.
A veces me pregunto
Si mis piernas hubiesen estado atadas a otro torso
¿Habrían tenido los mismos cráteres?
¿Habrían caminado r-e-c-t-o o en z I g Za G?
¿Me las habrías espiado como detective inglés, buscando con lupa pistas de
[debilidad?
No lo sé.
Tráeme una flecha
la lanzaré con uno de mis arcos,
tu tercer ojo se romperá
y lloverán millones de gotas de cristales
Mis piernas
se enredan poco a poco en las tuyas
haciendo guerra
y paz triangulada.

*

Te deshago en sombras
Tantas veces.
En esa multiplicidad
se me ahogan los ojos
mientras caes con ella
entre espirales.
Te deshago en sombras y no eres mío
pero lo eres con tus cantos de negro
lo eres en la etereidad de las cosas.
En la mañana observo
que, después de todo,
quien se deshizo en sombras
fui
yo.
Finito.

[Natalia Álvarez Morillo es una escritora venezolana (n. Maracaibo, 1988). Es estudiante de letras en la Universidad del Zulia y miembro cofundadora del colectivo
El Submarino Amarillo]

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Javier Monroy (Perú)
Fakin Mantis

No despreciéis a nadie: un átomo hace sombra: Pitágoras

me has mirado por cuarenta años
por cuarenta años me pregunte por que solo me has mirado
en tu ausencia tactil las piedras en el jardin vacio
se han tornado mas elocuentes
que cuando corria tras de ti para huir del azote
se que ahora las voces en la calle dicen mi nombre
pero no las escucho
las hojas arrancadas del diario escolar
sirven como pira contra el maligno recuerdo
y han de ser luego mi bendecida hoguera final
pero nunca supe por que
cuando te cogia de chico no podia asirte
tus colores se impregnaban en los dedos temblorosos
y las manchas semejaban nuevos castigos en las palmas enrojecidas
aun asi la aspereza de tus largas piernas
me devolvia oscuro afecto al alma fileteada
te pedia jugar para lavar las heridas
te pedia un abrazo aunque fuera espinoso
que me enseñaras a rezar contigo queria
pero siempre estabas ocupada
como una madre obsesa de cariño ajeno
como obispo a la caza de otra victima
como una noticia que entierra sus prontas mañas
como corazon resentido en que rebotan las caricias
envidiaba tu pose estoica
los giros de tu cuello orgulloso
la precision homicida de tus antenas
la boca articulada y pensante
y sobre todo la dureza de tu blindaje artificial
y hoy que recuerdo tu espalda sobre las ramas
cuando se me hace fresco tu desden
mientras tu aleteo se burlaba de mi sangre
solo guardo un bello rencor para ti
deseo a tu hembra eficacia cuando te decapite
ansio se te apaguen las luces robadas a los dioses del averno
que tus ojos compuestos se derritan por orden del sol
espero asistir a tu lenta agonia
como esta que ahora me pinta de azul los dias por venir
sera porque en el ocaso seguiremos siendo la misma mierda
tu con alas tramposas y piernas de alicate
yo con inutiles extremidades y cerebro escalfado
que habremos de compartir la voracidad
de los gusanos amaestrados por la serpiente
del arbol de la maldita sabiduria

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Long Ohni (Argentina)
Por si fuera posible


Quedan las cicatrices
pero una voz ampara
a los que están desiertos
y resuena el silencio de todo lo perfecto.

En el tiempo del agua y de la tierra,
de los dorados frutos y los huertos
eras el jardinero bendecido
por el soplo de luz y las estrellas
consteladas en torno a tu armonía
fraguaban tu corazón con pulso cierto.

La sangre no era entonces sino vino festivo,
alegre compañero de la poma
que pendía madura con su misterio adentro.

Ahora que canalgan sobre el barro
los hijos de los hijos, y nosotros,
desertores del siglo que nos lleva,
tentamos en la sombra la luz de la palabra
que se ha llevado Eros n su carcaj de plata,
ahora que en Olimpia y en Megara
queda el eco del mármol silenciado,
nosotros, los huídos, reiteramos el beso,
el pálpito, el abrazo, la memoria
del hombre antes del hombre, ya concluso
por si fuera posible renacernos.

[Long-Ohni, poeta y escritora, especializada en crítica de arte.]

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Alicia Fontecilla (Chile)
Terremoto: Una historia


El hondo crepitar de la tierra sacude la noche invadiéndola con la urgencia de una locomotora fuera de control. La mujer despierta bruscamente con todos los sentidos alertas, durante segundos que parecen interminables contiene la respiración, consciente de cada movimiento que estremece la cama en un in crescendo irrefrenable. A lo lejos y acercándose en un presentimiento ominoso, el sonido de objetos que caen y se estrellan contra el suelo la convencen de saltar inmediatamente del lecho.

–¡Viejo, levántate! –le grita a la figura alargada que yace aún dormido al otro costado de la cama -¡esto es terremoto, viejo! ¡anda a buscar a la niña!

Echa una mirada rápida, asegurándose de que su marido ya está espabilado y saltando a su vez al suelo, y corre por el pasillo hasta el dormitorio de la madre. La anciana está sentada en la cama con las dos manos en un gesto de imploración mientras balbucea rezos incomprensibles.

–¡Salgamos de aquí, mamita! –levanta a la madre con una fuerza desmesurada para su baja estatura y la arrastra por el pasillo en donde su marido y su hija abrazados la miran con horror.

A su alrededor el concierto de ruidos es ensordecedor, las paredes crujen amenazadoras y siente que una violencia inusitada empuja su cuerpo de un lado a otro, haciéndole difícil mantener el equilibrio.

–¡Esto es acabo de mundo, mijita! –la angustiada voz de la anciana se superpone brevemente al devastador estruendo del terremoto, la casa se bambolea de una forma aterradora.

–¡Al patio todos! –vocifera y ordena la recién asumida comandante en jefe de la deflagración que se prolonga como una torturadora agonía por espacio de dos minutos y medio. Empuja a la madre, al marido y a la hija entre la negrura del polvo que ya se levanta como una innecesaria cortina de humo en la noche que penetra a ciegas por los boquerones que van dejando las roturas que aparecen en el techo.

Instintivamente los conduce hacia el rincón del patio interior que le parece más seguro y esperan abrazados lo que el destino les depare, mientras escuchan cómo la rugiente furia de la tierra echa abajo paredes de la señorial casa que habitaran hasta hacía unos minutos, una construcción de adobe antigua, que ya había resistido varios terremotos y temblores a lo largo de sus más de cien años, y había visto nacer y morir a varios miembros de la familia.

Cuando al fin llega la calma, la mujer pasa rápida revista a su grupo familiar, su hija solloza aferrada al padre que está blanco como un cadáver y tirita sin poder controlarse, la madre tose y reza en forma alternada. Ella misma está cubierta de polvo, pero constata que nadie salió herido. “Gracias a Dios” –musita entre dientes.

Su mirada se dirige ahora a la casa, el dormitorio de la madre está bajo una montaña de escombros, pero el resto aún se mantiene en pie. Se acerca a la cocina tratando de escrutar el estado de las paredes mientras busca rápidamente velas y fósforos.

–Juntemos agua, viejo –le dice al marido que todavía no se recupera de la impresión- aprovechemos que todavía hay agua en las cañerías.

–¡Mamá, se nos cayó la casa! ¿qué vamos a hacer? –la hija se resiste a soltar al padre que la empuja con precaución.

La mujer suspira y haciendo un gesto de resignación le responde: -Ya veremos, ahora lo importante es juntar agua, anda a buscar ollas, baldes, lo que encuentres ¡y ten cuidado donde pisas! todo está lleno de vidrios rotos. ¡Viejo! Tráete una silla para sentar a la mamá. Nos vamos a quedar en el patio, es el sitio más seguro. Cuando amanezca revisaremos el resto de la casa.

La anciana toma asiento agradecida, mientras surge en su recuerdo otro terremoto, hace más de cuarenta años atrás: se ve a sí misma dando órdenes a su aterrada familia, sin permitirse un segundo de debilidad, de pánico, de vacilación, la familia es lo más importante.

–La familia… –repite estas palabras en voz baja, encadenándolas a un reguero de plegarias algo incoherentes. Cierra los ojos, apoya el cuerpo en el grueso tronco del palto que crece contra la pared del fondo y se duerme casi al instante, sin percibir las réplicas que ya se hacen sentir en un suelo que no ha dejado de moverse.

[Alicia Fontecilla, escritora y poeta chilena. Colabora en las revistas Letras Kiltras, Letras del Mal y otras.
Alicia Fontecilla / Entrevista]

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Pedro Du Bois (Brasil)
Ao Poeta


Talvez ao poeta baste o ritmo das palavras
em desafios murmurantes e os gritos explosivos;
o desafio do andor carregado e a luz introduzida
sob o manto; ser o ocorrido e a versão descontrolada
do início: indícios não bastam ao poeta
que continua e termina e recomeça.

Talvez ao poeta baste a incompreensão
dos ares satisfeitos dos bonecos alçados
à condição de estetas; profetas
em voz alta ensaiam temas preferidos
aos tontos espíritos desnecessários.

Talvez baste ao poeta a sensação de antes
de a matéria ser solidificada e flutue em asas
descobertas aos ventos de solidário espaço.

Talvez ao poeta baste o atentar sereno
das noites antagônicas e os dizeres gravados
nos panfletos que são entregues anônimos.

Talvez baste ao poeta o fruir da fruta ao gosto
menos azedo das notícias participando mortes
antes do tempo (todo o tempo é antes) previsto
na antecipação frígida das esperas.

Talvez ao poeta baste levantar a mão e pedir
ao garçom a bebida de sempre, a comida
deixada sobre o prato, o distrato entre amigos
após a ceia: cada um em seus afazeres.

Talvez ao poeta baste saber-se nu diante da hora
acertada para a volta; ser da revolta o ânimo
e da crueldade explicitada em nomes o anônimo
revoar das aves; sobre as aves ao poeta cabe
recriminar a mão que oferece o pouco.

Talvez baste ao poeta ser poeta. Adivinhar no texto
a descoloração do átimo, o pátio de desertadas árvores
infrutíferas; o desfolhar do outono, o renascer
primaveril das flores em pétalas abertas.

Talvez ao poeta baste discorrer em mãos agitadas
ao vazio sobre a perdição, a contrição, a educação
adulterada em números e cientificamente expor
ao todo o menos; ao menos cabe o protesto.

Talvez ao poeta baste a consecução do plano
invertido em sonhos de descidas aos infernos
particularizados no extrato do infortúnio;
ser seu próprio oposto de reescritas notas
no esforço desconcentrado ao nada.

Talvez baste ao poeta o anúncio do amor distanciado
em dias, meses, anos e décadas: o reencontro
no aperto sentido – o grafite quebrando a ponta –
como lâmpada queimada: a tortura acompanhada
à porta pelo degredo do segredo sendo revelado.

Talvez ao poeta baste o reconhecimento da presença
e a indiferença rente ao caminho não percorrido;
o banco da praça ocupado pelo corpo despreparado
em ocorrências e a decorrente história mal contada.

Talvez ao poeta baste olhar o perto e retirar o longe
desconhecido em físicos acidentes: a geografia
estanque do planeta; o lento deslocar das placas.

Talvez baste ao poeta a necessidade da urgência
intercalada ao langor do isolamento. Saber ficar
estático e revolver as cinzas em busca do acidente.

Talvez ao poeta baste alisar o pelo do animal
sobre o colo deslocado, descobrir ensinamentos
simiescos ensimesmados aos ensinamentos.

Talvez ao poeta baste possuir a chave enferrujada
da porta secundária por onde entram minotauros
instalados nas peças lendárias dos amantes.

Talvez ao poeta baste realizar o sonho da criança
perdida em crescimento: recuar ao tempo anímico
das paredes sendo preenchidas em riscos
produzindo imagens do dia acondicionado.

Talvez baste ao poeta se desvencilhar da hora
categórica dos negócios, perder o prumo, o rumo,
desviar das pedras rolantes dos embustes; salvar
a pele do desconsolo e o tédio dos amantes.

Talvez ao poeta baste se dizer distante o tanto
permitido, perto o quanto possuir de forças
para se entranhar nas notícias repetidas.

Talvez ao poeta não baste o descobrimento
de novas terras, exija reconhecer a profundeza
espacial dos mares e o executar da sinfonia
dos cometas: em suas caudas, sabe o poeta,
trafegam poeiras estelares.

Pedro Du Bois

<>

Escrever

Para escrever o texto acordo o espírito
da confluência, acordo a convergência
entre o pensamento e a mão: guio
o grafite ao limite do traço.

Palavras surgem na consequência
do sentido: a existência ativa
do aprendizado. Atenção redobrada:
versos ouvidos enquanto escola.

A escala do som expandido fora de hora.
Palavras fogem ao contexto idealizado.
Escrevo sobre o dia surgido
em gestos iguais de fatuidade.

Pedro Du Bois

<>



Amor

Ao amor, como ao pássaro, ao caminhar
junto às águas, ao prender os cabelos
da mulher com gestos de amizade,
cabe sensações de arrebatamento

estar em algum lugar e encontrar
o sentido de estar presente: não a necessidade
que se utiliza de artimanhas
para nos manter vivos, não a lealdade
que nos conduz à unicidade dos caminhos

não a felicidade que é predisposta
ao encurvamento: o arrebatamento
de não haver sentido quando a vida
se resume em estarmos juntos.

Pedro Du Bois, inédito

<>

Sobre O Dor

63 Divido a dor
em partes igualitárias.

Negocio minha parte
em troca do esquecimento.

Alimento a sua parte
em crescimentos tardios.

O afundar do barco
em correntezas: dor
dividida em estratagemas.

Pedro Du Bois, inédito

<>

O Livro Infindável

Folheio o livro
infindável
em temas
e termos
e resumos
e resenhas
e cálculos
e artifícios
e artilharia
pesada

releio o texto
e desconcerto
palavras em letras
indispostas
aos olhos
fechados

*

o livro infindável
multiplicado
em páginas
repete passagens
de errados personagens:

os mortos
os amortecidos
as mortalhas
a sensação indecifrável
do mistério na página
seguinte.

Absorvo o tema e o contemplo
em escala: a janela
do mundo transportada
à página anterior.

O livro infindável traz
a perda de tempo. O tremor
da terra devastada.

Nenhuma vírgula acrescentada
ou diminuída. Nenhum ponto de vista
encontrado ou escondido.

Na infindável história em capítulos
e subtítulos o livro se depara com a vontade
férrea do leitor. O livro nas mãos.
Em qualquer cidade, na espera, na angústia
da ante-sala do hospital. A aproximação do clímax
e a antecipação da vida repetida.

*

Uma vez estive aqui penso

como leitor
e folheio a página infindável
do livro. Pela lombada calculo
a quantidade de folhas e a multiplicidade
das páginas.

Não imagino o peso entreolhado no vértice
do conto, do romance; no hemistíquio
do poema declamado.

Infindável o corpo se junta ao livro
e sonham finais infelizes, finais
acalorados em beijos. Finais
inexistentes.

Ao contrário do prometido
o mundo se revela ingrato ao leitor
amigo: esmigalhado entre
conceitos e a concepção da história.

O livro infindável confia
ao homem a leitura do tempo
em espaços intercalados.

Dimensão: sonho a continuação
da história em palcos, em cinemas
desfeitos em estacionamentos.

A infindável história destruída
no silêncio dos automóveis estacionados.

O som da buzina, o ranger dos freios,
o personagem atropelado sobre o friso
central do palco: a rampa leva o carro
ao centro e o desfaz em capítulos.

Infindável livro: melancólico
em tristezas disfarçadas; saudoso
no sono e o sonho de páginas percorridas
com a ponta do dedo molhado no virar
a página seguinte e seguinte e seguidamente
destituída do caminho.

A mesma página reduz dramas
em comédias. A tradução em introdução.
O remédio entre duas e três
palavras ditas em repetições.

*

A dimensão inexata: leio e releio a página atual
e busco ao molhar o dedo a folha seguinte.

Infindável parábola metaforicamente
recolhida ao dia. O rubor da face diante
do desconhecimento do elenco formatado
na recontagem da história.

Leio o título e tateio o livro:
sobram espaços vazios de leituras
não iniciadas. A infindável vida
desregrada aos óbices
e o sexo permissível
aos homens de vontade
insubmissa à criação
literária.

O livro: capa, apresentação, dedicatória,
prólogo, sobrecapa, texto.
O primeiro capítulo: a letra decora
o início do texto. A sobrecarga
de tinta sobre a palavra dita
em mágica retórica.

*

Iniciado, o livro se demonstra infindável
em vicissitudes e tragédias. O riso esplendoroso
dos adjetivos e a aspereza das palavras
em cantos dedilhados como músicas.

Permanece o infindável assunto:
remete o leitor à profundeza
grandeza
altivez
ao alto espaço
percorrido
na civilização
incorporada
como texto.

Fecho o livro, apago minhas marcas
sobre o insucesso da leitura. Destaco
em riscos o ranger dos dentes.

O livro permanece infindável na estante
onde repousa o instante inicial do personagem.

Pedro Du Bois, inédito

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Patricia Díaz Bialet (Argentina)
No soy mujer de estar entre las ollas

... y la obligo a reinar,
a avanzar segura y espléndida
a apresar bravamente
las palabras amantes o guerreras
y a desdeñar las otras:
Amelia Biagioni

No soy mujer de estar entre las ollas
Ni siquiera incipiente prostituta
Convivo con el hombre hasta que aguanto
Hilvano pesadillas de trabajo en ésta mi ciudad ambivalente
Mi perra es el alma que se cuela entre la nube en plenilunio
El río, mi más perverso compañero
-cada mañana recuerdo cómo fue lanzado el cubo de agua en los que ya no regresan-

Rindo homenaje a mi hartazgo ante la utilidad de las cosas
Hago lo opuesto de lo que necesito
No sirvo para las tretas de la vida
Ni para la tediosa albúmina que abreva en mi pena

No sirvo para tamaña procesión de guerra
Para la locuaz enmienda del dinero
Para la sobrevida
Los lujos
O la madeja de pánico que se entromete en mi sueño

Entonces creo que el abrirme a vos es necesario
Pero nunca suficiente
Yo necesitaría un hombre ángel
Alguien que amordace el tiempo subterráneo que me nace
El palmo de frescor que me regrese al revés de la noche
Y finalmente un lugar esponjoso en donde hundirme para siempre

Patricia Díaz / Entrevista de P. Díaz Bialet con Romina Chávez / Salta /

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Por qué hay que tener amantes (1)

al hombre de cruces invisibles

porque lo que se espera de un amante
de un moro gigantesco en plena tarde
en apuro de autos desatados
en veloz dedo que muerde cuando toca

lo que se espera de un amante con árabe apogeo
es
pico de piedra que siempre arda
codo invertebrado para fluir por donde yo decida

no la culpa de niña aburguesada
ni los reproches en paño de asco a mi regreso

no se espera el llamado
el baile de glúteo inalterable
no se espera la postal con el anverso manchado
la lágrima de estupor de las novias paralelas

lo que una quiere de un amante
y de un amante que sea exuberante
es
la parte siempre húmeda
y su punta empapapesadillas
el corazón de esponja que no sienta
que no sueñe
que no estipule noviazgos o divorcios
que no se inmiscuya más de lo debido
que no indague

lo que se requiere de un amante
y más si es de tamaño orientaniños
si su turbante es tieso y a veces deja ver el animal en celo
es
parpadeo feroz que nos olvide al instante
arcabuz de furia si no estamos
que la sangre corra como agua
que se erecte por zonas
y que todas nos penetren

no se pretende del amante la carta que decida
los anillos de oro que mancillen
no se le exige forma de revolución alguna
ni compromiso ni peluche de bobo
no se le pregunta por los padres
los hijos
las mujeres de cocina fija

lo que se aguarda de un amante
y más si éste es cazador del Asia en sobreexilio
es
agualava y precio de pecado frecuente

porque por ejemplo
yo
con esta cara de humilde palomita de lástima
es lo que le ordeno:
inmersión de nata y entrepierna tibia
actitud de escolar amedrentado
le exijo más y más paseo púrpura y hervor de latidos bajos
más antebrazo de bronce que se cuele
o le explico:
así como respiro cuando corro,
así voy a respirarte la poca piel que te quede sin untar cuando te toque
así voy a exaltarte los pómulos con la brasa afligida
así me voy a ungir de vos aunque no te roce

porque eso se le reclama al amante
y más si es camello de peste para desprevenidas

que su taza de leche nos invada de a chorros
que sea exagerado redondel
incapaz de evitarse a sí mismo
que rebalse
que derrame
que despliegue su ala de líquido liviano
que someta
que se infiltre
y que su fuente de natilla nos ensucie

se le implora que eyecte que succione que apriete
que se desvista de una buena vez y nos rocíe
que nos embista
que nos alarme en cadera de histeria
que nos reduzca el alma insípida que siempre insiste en dar la vuelta
que no interponga piojos pensamientos

se le suplica crema
manteca de senos
que nos frote en espesa gelatina

y se le ofrecen gotas transparentes
prismas de fuego que los otros pueden oler mientras caminan
en este placer de ruta de dos horas y media de tu sopa necesaria

al amante se le ofrendan los pezones ya probados
el tambor de vicio que comienza en el ombligo
la hermosa abertura de paraguas
las aristas volcanes
los quejidos de bordes ensanchados
el rapé de horma enrojecida

se lo araña
se lo arrienda
se lo diluye en saliva y se lo traga lentamente

con ojo de zampoña se lo atrae primero
para manar en él cuantas veces sean necesarias

se le produce urgencia
intolerancia
rapidez de sábado y verter de abeja laboriosa

se le promete pecunio imposible
y luego se le mira el brazo
y la vena que lo atraviesa saca de sí su vaselina como perla erguida

al amante se le ejecuta por trozos
como un emparedado se lo abraza en rapto de boa
se le dan líneas erradas
telegramas que parten hacia nada
se lo presume
se lo caldea bien como si fuera un soufflé culinario y perfecto
se lo mantiene tieso
atornillado a su miembro
se le regoza

cuchillo de látex en mano
se lo reanima si falla
como yo por ejemplo
a él lo sostengo con mi sonrisa de yegua
y mi condón de adiestramiento

al amante hay que dorarlo con la punta de la lengua
hay que desbaratarle cualquier estrategia
preponderar en él
desajustarlo
envolverlo en su tapiz de sirena y tenerlo bien ceñido sobre el fuego
sobre la gana que explota
sobre la bermuda colegial que se desmonta
sobre la instancia de azufre que se yergue
que se cava en el aire
en esta ruta de dos horas y media
con tus piernas que calzan tres zapatos justos
y mis palabras al viento que las refunde en mí o en vos
ya no puedo darme cuenta
porque mientras camino o caminamos
bajan en socavones de grumos los deleites que te obsequio
y rezan su tibia oración
en el flujo de antípodas que cae como riqueza para que vos la levantes

de mi botella se precipita poción de ameba disipada
desciende la entrevida
la comba del orgasmo que se estima siempre favorable

Patricia Díaz Bialet

<>

Autobiografía

Yo nací después de la tormenta.
Igual a un relámpago dando tumbos sobre las hojas de otoño.
Como un secreto que sale a la luz
o como una península virgen donde los lobos de mar
van a olvidarse del mundo.

Mi sangre estaba hecha de la tierra que duerme debajo del río.
Por eso tomé un tren submarino hasta vencer mi corazón
y esconderlo en un hueco detrás del océano.

Resucité después de la sequía.
Me apoderé de todos los maleficios y con ellos
ungí a cada uno de mis amantes.

Mi casa era la zona de náufragos suicidas,
el caos que crea la fuerza del trueno,
la selva donde el cazador nunca sobrevive.

Entonces decidí multiplicarme.
Fundé mi propia dinastía en cada mujer de ojos de puma
y bocas suaves como el álamo.

Después de varias hogueras
logré dominar la parte de mí que se atreve a desafiarme
cada vez que me miro.
Aunque de vez en cuando mi corazón sigue latiendo
con la angustia de un sabio a punto de/ descifrar el último jeroglífico
o emite sonidos que se transforman en olas gigantes
que rompen los muelles.

Ya no puedo volver atrás.
A pesar de que mi corazón me persiga
como un tiburón hambriento
ya no puedo volver a ser lo que no fui.

Será por eso que todas las mañanas salgo a recorrer
las orillas del mar como una gaviota huérfana
y junto peñascos que contienen mi cara y serpientes de agua
que reinan en la soledad del amanecer.
Será por eso que reconozco los barcos antes que las señales
y los hago perecer hasta lo más profundo del océano.

Cuando desentierren mi corazón
mi muerte sucederá
como un apocalipsis de sal sobre la tierra.

Patricia Díaz / Más poemas

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Semblanza de la poeta Patricia Díaz Bialet
Tomada de
Espacio Latino


Patricia Díaz Bialet (1962, Buenos Aires, Argentina) egresó del Instituto Nacional Superior del Profesorado «Joaquín V. González» con el título de Profesora Nacional en Idioma Inglés.

Participó en los talleres de poesía de la SADE (1980 – 1984).

Actualmente cursa la carrera de Licenciatura en Actuación en el Instituto Universitario Nacional de Arte.

Publicó los libros de poesía: Los Despojos del Diluvio, 1° Premio Fondo Nacional de las Artes 1989, Editorial Vinciguerra (1990). Testigo de la Bruma, Mención Honorífica Premio Bienal de Poesía Argentina de la Secretaría de la Función Pública de la Nación y el Fondo Nacional de las Artes 1991, Editorial Vinciguerra (1991). La Penumbra de la Luna Llena, 2° Premio Concurso Fundación Inca Seguros 1992, Editorial Vinciguerra (1993). La Dueña de la Ebriedad de la Rosa, 1° Premio Fondo Nacional de las Artes 1993, Editorial Vinciguerra (1994). Los Sonidos Secretos de la Lluvia, Mención Honorífica 1° Certamen Nacional de Poesía Papiros del Siglo XX, Editorial Plus Ultra (1994). El Hombre del Sombrero Azul, Editorial Dunken, 1° edición (1996), 2° edición (1998). Papeles de Resurrección, versión en castellano de Resurrection Papers, de la poeta estadounidense Heather Thomas, Editorial Vinciguerra (2004).

Poemas suyos fueron incluidos en la película «El Lado Oscuro del Corazón II» de Eliseo Subiela. Participó como columnista de poesía en diversos programas de radio. También fue jurado en prestigiosos certámenes nacionales de poesía.

Fue Secretaria de la Asociación de Poetas Argentinos, donde diseñó y coordinó durante seis años consecutivos (2000 – 2005) las Olimpíadas Colegiales de Poesía. Renunció a esa institución en abril del año 2006. En febrero de 2005 fue invitada a presentar su poesía en la Feria Internacional del Libro de La Habana, Cuba.

Actualmente conduce, junto a Jorge Dubatti y Juano Villafañe, el programa cultural El Descubrimiento los domingos de 20.00 hs. a 22.00 hs. por FM 88.7 La Tribu y tiene a su cargo una columna radial de literatura en el programa «La Mar en Coche», que se emite por la misma radio de lunes a viernes de 09.00 hs. a 12.00 hs.

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Sequoyah 55 / Memorias de la contracultura / El hombre extendido / El pueblo en sombras / Lope de Agurre / Hipervículos / Mi amigo El Amargo Gorki /


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